Trinidad Gan: XX Premio Internacional Generación del 27

El día de hoy la escritora Trinidad Gan (Granada, 1960) ha sido merecedora del XX Premio Internacional de Poesía Generación del 27,  con su obra “El tiempo es un león de montaña”. Esta edición del certamen prevé la publicación del libro en la editorial Visor.

Sus últimos poemarios son “Fin de fuga”, Premio de Poesía Ciudad de Cáceres y editado por Visor en 2008; “Caja de fotos”, Premio Surcos de Poesía y editado por Renacimiento en 2009; “Receta para el fuego”, en Casa de la Poesía, Costa Rica, 2014, y “Papel ceniza”, publicado por Valparaíso Ediciones en 2014.

 

 

 

Territorios                                               

 

Quien carga con su duda

 

carga también su infierno.

 

—¿Cómo, cobarde, en esto te detienes?—

 

Muérdela sin cuidado,

muerde la luz incierta

 

con que se estrena el día.

 

Haz un mapa de heridas,

 

señala nervios, bordes

 

donde la sangre abierta

 

ha de dejar su huella.

 

Dibuja la imprecisa anatomía

 

del dolor, la esperanza.

 

Muérdela sin cuidado

 

y en la herida aún desnuda

 

coloca tu deseo.

 

Muerde este territorio cruel

 

que en música y ruido tiene límites.

 

Aunque por vuelta tengas

 

monedas sin contar,

 

rotos versos, olvidos,

 

solitarios países

 

y la rosa improbable de los cuerpos.

 

 

 

Habitación vacía

 

¿Alguien podrá verme, ahora, bajo el agua?

Oigo un murmullo que sale de los estantes. No un sonido de voces sino más bien un rumor como de fuente que salpicara tras las baldas.

 

Abro un libro y gotean letras.

Del canto de los diccionarios brota un torrente de palabras disueltas. Mayúsculas y minúsculas, interrogaciones, tildes y vocales  se enganchan a mi ropa y van cayendo después hasta acabar formando un charco de signos sobre el suelo.

 

Me empeño en recoger estos trazos negros enmarañados,

me empeño en distinguir una línea de otra línea,

me empeño en colocarlas con cuidado sobre el papel, como si fueran las piezas  numeradas de un mecano y creyera que han de levantar sobre la página la maqueta precisa del mundo.

Pero cuando escribo no hago sino anotar mi propia transparente telaraña, una ilegible red de espirales vacías, agua de alcantarilla.

Mis manos son de agua y, cuando trato de escribir con ellas, las páginas quedan en blanco.

 

¿Alguien podrá verme, ahora, bajo el agua?

 

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