Poesía chilena: Jaime Huenún escribe sobre Bernando Reyes

Presentamos la reseña que el poeta chileno Jaime Huenún escribió a Carta para un hijo imaginario de Bernado Reyes (Temuco, 1951). Además de poeta es ensayista. Ha publicado poemarios como Pájaros de contrasueñoKarmazul, para duendes y sirenasCarta para un hijo imaginario y otras desmemorias.  Bernardo Reyes es sobrino de Pablo Neruda. La fotografía de portada es de Lisbeth Salas.

 

 

 

 

“CARTA PARA UN HIJO IMAGINARIO”: EL LIBRO DE LOS PRESAGIOS DE BERNARDO REYES

 

 

Si bien Bernardo Reyes se ha distinguido en el circuito literario chileno y extranjero como una especie de cronista y ensayista consanguíneo o puertas adentro de Pablo Neruda, su famoso tío abuelo (ahí están sus libros Neruda: Retrato de familia, El enigma de Malva Marina, Viaje a la poesía de Neruda, Álbum de Temuco), no es menos cierto que su  escritura poética – a pesar de ser prácticamente desconocida en Santiago- es de larga data, manteniéndose activa y además vigilante en todos los géneros literarios que ha practicado (ensayo, guion televisivo, novela, crónica).

Alguna vez Bernardo me aseveró que escribir poesía era lejos el oficio mayor, como lo pregonaba Gonzalo Rojas y como lo ha ratificado también Mario Vargas Llosa, para quien es el género literario supremo. “Terminar un texto en prosa – sostenía- será sino fácil, al menos una empresa más tangible y llevadera, una tarea progresiva, cauta y casi profesional. La poesía en cambio es una fulguración instantánea, una frecuencia que viene y va, un rayo que nos parte en dos y que nos deja una marca o una quemadura que tardaremos quizás toda la vida en restañar y descifrar”.

Esas palabras informan sobre una comprensión de la poesía muy ajena a los postulados antipoéticos, objetivistas, concretistas, experimentales o irónicos, adscribiéndola a la milenaria tendencia de la lírica sustentada en el canto, la analogía y el vaticinio, arraigada igualmente a territorios y ámbitos reconocibles y a la figura del poeta entendida como  mediador entre la tierra y el cielo, la vida y la muerte, la materia y el espíritu.

Carta para un hijo imaginario, libro cuya primera edición a cargo del sello Dolmen es de 1999, transita por aquella comprensión de la poesía, estableciendo vínculos con autores como Efraín Barquero, Enrique Valdés, Jorge Teillier, Enrique Volpe, Rolando Cárdenas, Pablo Iñiguez en el contexto nacional y Francisco de Madariaga, Juan Cristóbal, Giuseppe Ungaretti, entre otros en el ámbito internacional. Una poesía que con un brochazo grueso podemos calificar de lárica, rótulo que desde las avanzadas poéticas metropolitanas suele sonar más  a insulto que a definición aceptable, pero que desde esa incómoda posición defiende una visión de mundo y una sensibilidad plenamente ligadas  a lo que Octavio Paz denominaba “poesía analógica”, es decir , aquel discurso poético en que “el paisaje confuso de la pluralidad y la heterogeneidad se ordena y se vuelve inteligible; (…) gracias al juego de las semejanzas”.

Este libro, cuya reedición de carácter artesanal es del año 2017 (Ediciones Casa de las Flores), se articula a través de un secreto y presagioso diálogo entre dos sujetos míticos: el padre y el hijo, ambos inmersos en la ficción del lenguaje, el torrente de los afectos y situados en espacios donde la naturaleza parece tener siempre la última palabra.  Y aunque es verdad que en poemas como Canales sumergidos bajo la tierra, Yo no sé si tenga amor la eternidad, Temuco es un perro congelado y otros, el entorno alcanza un protagonismo superlativo, condicionando el devenir emocional y espiritual de los personajes,  no es menos notorio  que el volumen es un registro profundo de la pérdida, el exilio individual y colectivo y las grietas que deja el tiempo en la memoria, en la que crecen los elementos ficticios del recuerdo y la poesía.

 

Pero hijo querido, como tú no existes sino en mi imaginación,

y como tan lejano puedo ser desde tu inexistencia,

puedes si lo deseas negar la sangre con la que te he soñado.

 

La poética de Reyes, por otra parte, no elude las peripecias de nuestra reciente historia política y poemas como Pequeñas guerras inconclusas y Para un día de enero son manifestaciones notables de aquello. Sobre todo este último texto, que narra el casual encuentro de un civil y un militar en tiempos de dictadura en una maternidad del sur (ambos esperan el nacimiento de sus respectivos hijos). Se advierte  aquí la atmósfera opresiva del periodo, pero también el advenimiento de la vida bajo un sol tercamente vigilado. Esta pequeña estampa en la que se enmarca un acontecimiento privado y común, abre el relato a un futuro incierto, el futuro de esos hijos nacidos en idénticas circunstancias, pero con crianzas, culpas, sueños y destinos distintos.

 

Carta para un hijo imaginario  es un texto en el que se acentúan los periplos y procedimientos poéticos de Reyes, lo que le permite decantar un estilo sutil y a la vez abarcador de sucesos, emociones y lenguajes sin perder unidad y conciencia lírica. Cada poema aquí es el pequeño capítulo de una novela que los avisados lectores terminarán seguramente de escribir, relatos derivados y complementarios que, tal y como lo asegura el poeta, la imaginación humana necesita “para hacer más habitable el corazón”.

 

 

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