En Poema para leer un viernes por la tarde, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez, nos recomienda leer el Nocturno III, de José Asunción Silva, poeta colombiano ligado al modernismo como precursor o como parte de la primera generación.
Con la lectura en voz alta, sabremos distinguir, solamente por su sonido, a un soneto de una décima, un romance de un cuarteto alejandrino, si su rima es abrazada, cruzada o tercia, si es verso libre, blanco o prosa, por el sonido sabremos si se trata de un endecasílabo heroico, enfático o melódico, si tenemos un endecasílabo sáfico y su contraparte estrófica en un pentasílabo adónico. Todo eso perdemos con la lectura en silencio de la poesía. Un profesor entrenado deberá reconocer todos estos elementos rítmicos de una composición, y además, deberá identificar las figuras y licencias retóricas que se corresponden con un uso musical, como las aliteraciones, sinalefa, hiato, sinéresis o diéresis, de otro modo leer la palabra “rüido” en la Vida retirada de Fray Luis de León será un verdadero suplicio para el oído. Habremos avanzado mucho si al menos tenemos lectores bien entrenados, no se pretende con esto crear actores o locutores, no es el propósito, estamos hablando de cierto decoro en la lectura en voz alta. Y para la prosa, cómo podremos reconocer sin la ayuda del sonido el vértigo que nos provoca El señor presidente de Miguel Ángel Asturias o la prosa geométrica y mesurada de Jorge Luis Borges, cómo podremos distinguir la lectura de Juan José Arreola en La Feria de la Juan Rulfo en Pedro Páramo. Con la pérdida de la lectura en voz alta en las escuelas, hemos perdido también la memoria literaria, no podemos como pide el programa de la SEP expresarnos con “claridad, coherencia y sencillez”, mientras no pongamos en uso nuestras habilidades expresivas. Este verano, en una conferencia a los alumnos del doctorado en escritura creativa de la Universidad de Cincinnati, expliqué la acentuación del pie métrico troqueo en español, no lograban identificarlo, era el Nocturno de José Asunción Silva, pregunté si alguien sabía rapear, un alumno comprendió inmediatamente, luego todo el grupo lo siguió, el troqueo del Nocturno era un rap. Hace poco miré en la Casa Silva de Bogotá una fotografía del manuscrito, el troqueo estaba marcado sobre las sílabas alternadas en el original.
Mario Bojórquez
Nocturno III
Una noche
Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
Una noche
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
A mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,
Muda y pálida
Como si un presentimiento de amarguras infinitas
Hasta el más secreto fondo de tus fibras se agitara,
Por la senda que atraviesa la llanura florecida
Caminabas,
Y la luna llena
Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca.
Y tu sombra
Fina y lánguida,
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectadas
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban
Y eran una
Y eran una
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Esta noche
Solo, el alma
Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
Separado de ti misma por la sombra, por el tiempo y la distancia,
Por el infinito negro
Donde nuestra voz no alcanza,
Solo y mudo
Por la senda caminaba.
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida,
Y el chillido
De las ranas
Sentí frío. Era el frío que tenían en tu alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas
Entre las blancuras níveas
De las mortuorias sábanas.
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
Era el frío de la nada.
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada
Iba sola
Iba sola
Iba sola por la estepa solitaria.
Y tu sombra esbelta y ágil;
Fina y lánguida
Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
Como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella… ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se juntan y se buscan en las noches de negruras y de lágrimas!…