En Poema para leer un viernes por la tarde, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez, nos recomienda leer un poema de Yusef Komunyakaa, Camuflando la quimera, que también acompañamos con un video de su lectura en el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México 2015. Círculo de Poesía y Valparaíso México publicó su libro Dien Cai Dau en México, en 2014.
Yusef Komunyakaa es un autor fundamental de nuestro tiempo, obtuvo, entre otros muchos reconocimientos el Premio Pulitzer de Poesía en 1994. En nuestro país lo hemos recibido en el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México que organiza Círculo de Poesía y hemos publicado su poemario Dien Cai Dau en la colección Valparaíso México. Dien Cai Dau es un libro de intensa e inesperada temática, nos habla del drama personal de haber participado en la guerra de Vietnam al mismo tiempo que revela uno de los más espantosos conflictos recientes que ha dejado una marca generacional y que ha abierto, desde el dolor de la sociedad norteamericana, una posible ruta para los seres humanos, evitar la guerra, respetando el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
Mario Bojórquez
CAMUFLANDO LA QUIMERA
Nos atamos ramas a los cascos.
Nos pintamos las caras, y los fusiles,
con el fango de la orilla del río,
colgamos manojos de hierba de los bolsillos
de nuestros uniformes de camuflaje. Nos
fundimos con la selva
contentos de que los colibríes se fijaran en nosotros.
Nos ceñimos a los bambúes y luchamos
contra el viento que venía del río
arrastrando nuestros fantasmas
desde Saigón a Bangkok,
acordándonos de las mujeres
que habíamos dejado en América.
Apuntábamos a los pájaros de cantos ominosos.
En nuestras paradas sombrías
los simios de las rocas intentaban delatarnos
lanzando piedras al anochecer. Los camaleones
trepaban por nuestras espaldas, cambiaban
del día a la noche: del verde al dorado,
del dorado al negro. Pero esperamos
hasta que la luna se convirtió en metal,
hasta que algo se rompió
dentro de nosotros. Los Vietcong
se movían por la ladera, con sus vestidos de seda negra,
transportando equipos pesados por la hierba.
Allí estábamos escondidos. El río fluía
por nuestros huesos. Los animales pequeños se escondían
al notar nuestra presencia; contuvimos la respiración,
listos para llevar a cabo la emboscada
en L, mientras que el mundo daba vueltas
debajo de nuestros párpados.