Álvaro Solís sobre Diván de Mouraria, de Mario Bojórquez

Presentamos un ensayo de Álvaro Solís sobre Diván de Mouraria, de Mario Bojórquez, libro  publicado en 1999 y que es fundamental para comprender el devenir de la poesía mexicana reciente, este momento en la obra de Bojórquez representa una de las cimas líricas de las últimas décadas en México. El texto de Álvaro Solís fue escrito en 2006.

 

 

 

 

Un alto fuego quemándonos por dentro

Las filiaciones del Diván de Mouraria, de Mario Bojórquez

 

No es tu andar

si te sigo

lo que me pisa ardiente.

No es tu blanda pezuña

es tu sombra.

Diván de Mouraria, Mario Bojórquez

 

El presente de la poesía joven de México está marcado por la diversidad. Muchas son las propuestas poéticas que conviven y conforman el horizonte del presente literario de nuestro país. Pero de algo no se puede dudar, esto es que la poesía mexicana actual goza de cabal salud, a pesar de que halla muchas voces que digan lo contrario. Para fundamentar lo anterior, bastaría citar algunos nombres de escritores que, por su obra, tienen ya un lugar dentro de la historia de la literatura. Me refiero a escritores vivos[1] nacidos en la primera mitad del siglo pasado, así como a la denominada generación de los 50, cuyos nombres y obras son plenamente reconocidas y han sido legitimadas ya por premios y, sobre todo, por libros significativos[2]. Después encontramos otros poetas, los nacidos entre 1960 y 1969, a este grupo pertenecen escritores como Luis Armenta Malpica, Malva Flores, María Baranda, Dana Gelinas, José Homero, José Eugenio Sánchez, Jeremías Marquines, Armando Alanís Pulido y Mario Bojórquez, entre muchos otros.

Aquí me detengo. Más allá de la extensa lista de autores que integran el citado grupo, del cual Juan Carlos H. Vera da noticia en la Antología Eco de Voces[3]. El número de estos poetas, que siguen teniendo el signo de permanencia en su poesía, se ha ido reduciendo a pesar de que se trata de un juicio que, para muchos, podría parecer temprano, considerando que los poetas nacidos en los 60 tienen edades que fluctúan entre los treinta y siete y los cuarenta y seis años. Pero es un hecho que, el tiempo, implacable juez, ha vuelto prescindibles algunos nombres y sus obras e indispensables otros. Entre los segundos se encuentra el poeta del que nos ocuparemos en el presente texto.

Mario Bojórquez (Los Mochis, 1968), cuenta entre sus títulos publicados Pájaros sueltos (Bojórquez: 1991), Los domésticos (1993), Bitácora de viaje de Fortúm Ximénez (1993), Contradanza de pie y de barro (1996), Invocación al mar (1996), Diván de Mouraria[4] (1999) y su más reciente libro[5], Pretzels (2005). Sus poemas aparecen además en innumerables antologías y parte de su obra se ha traducido al francés, al portugués y al inglés. Su trayectoria poética ha sido reconocida con varios premios nacionales[6], becas y otros reconocimientos relacionados con su labor literaria, la cual no se limita a la escritura. Dentro de sus méritos está su actividad como editor, basta citar en este contexto, la exquisita colección de poesía amorosa que coordinó. Los autores que integran el catálogo de esta colección de libros son Carlos Pellicer, Alí Chumacero, Eduardo Lizalde, Rubén Bonifaz Nuño y Jaime Sabines. Pero dejemos la labor editorial del poeta sinaloense para otro momento y centrémonos en su obra, en particular en uno de sus libros; el Diván de Mouraria. Este poemario está compuesto de dos partes. La primera incluye trece gacelas. La Gacela (una forma tradicional persa que desarrolló y perfeccionó el celebre Shams-ud-din Mohammed Hafiz), del árabe ghazel, es una composición estrófica breve dedicada exclusivamente al tema amoroso, aunque en el caso del Diván de Mouraria se incorporan otras tematizaciones, como es la de la muerte.

La segunda parte del libro incorpora dieciocho casidas. La casida, del árabe kasida, es una composición estrófica más extensa, de carácter clásico, de tema variado y que generalmente empieza por una introducción. En el Diván Mouraria, las tematizaciones de esta segunda parte son de naturaleza honda, tales como el odio, la angustia, la indolencia, la envidia, la soberbia, la indignación, el engaño y la postergación, esto último es tema central no sólo del libro que nos ocupa, sino de la obra en general del poeta mochiteco. Su obra debe ser entendida como heredera de la tradición. Sus versos decantados siempre hasta el fervor de las formas propias del castellano, encuentran su equilibrio en el preciso fluir de sus temas. El Diván de Mouraria es, sin duda, su libro fundamental, de entre los que han sido publicados a la fecha.

Los poemas de Bojórquez se ocupan del detalle, lo cual se refleja tanto en el plano del contenido como en el plano formal, en necesaria correspondencia. Por ejemplo, en Contradanza de pie y de barro, se tematizaciones refieren al origen. Por un lado el barro, producto del matrimonio entre la tierra y el agua, por el otro, el pie, manufacturado en el origen por el propio barro, después el movimiento, el paso que ni retrocede ni avanza y que se anuncia sin ser correspondido por el espejo oscuro de la materia que le dio vida. La tematización general del poemario es el de la materia que, hecha vida, decide regresar al origen, el barro hecho pie, hecho paso, caminando sobre, en sí mismo:

Aquí el barro, aquí el pie.

Desposados y eternos.[7]

 

Este libro está completamente escrito en alejandrinos, lo cual nos habla de la voluntad de estilo que el poeta dejó en claro desde Pájaros sueltos, su primer publicación.

Otro de los libros importantes dentro del corpus de la obra del poeta sinaloense es Pretzels, libro que, según Jair Cortés, constituye una exploración hacia temas extranjeros. A esta observación del autor de Tormental, habría que agregar que Pretzels es también un viaje hacia los fértiles y sinuosos linderos de la interioridad humana, la soledad y el lenguaje poético como vínculo de reconocimiento con el otro. En torno a este mismo libro, Alí Calderón afirma que “la respiración natural de Bojórquez se da en los heptasílabos”. Después de una revisión minuciosa de la obra del poeta sinaloense, resulta evidente que ha cultivado también otros metros, como el endecasílabo y algunos más de vieja estirpe castellana, aunque en este caso bien cabe señalar que el heptasílabo es la base métrica de otros metros, como es el caso del endecasílabo y el alejandrino. No sólo eso, sino que encontramos en muchos casos su escritura se encuentra ceñida a una métrica regular, como es el caso de varios de los poemas que conforman el Diván.

En el libro son varios los poemas que llaman poderosamente la atención, ya por su precisión técnica, ya por su la precisión en la expresión, la dilatada construcción de los poemas nos habla de estructuras de pensamiento que dan una tremenda solidez a los poemas, por ello son textos que tienen como una de sus características más evidentes el hecho de que todo lo que enuncian tiene el peso de la verdad. Tal es el caso de la Casida del odio, se trata de un poema que se ocupa del detalle, tiene un arranque que funciona como motivo poético-rítmico y que irá desarrollándose en las diferentes posibilidades que permite el verso. Es decir, por medio de pausas sugeridas para la lectura por medio de diferentes encabalgamientos, los versos van creando diferentes niveles de tensión. Así comienza el citado poema:

Todos tenemos una partícula de odio

un leve filamento dorando azul el día

en un oscuro lecho de magnolias.

 

Subrayemos el hecho de que este último verso establece un diálogo con uno de los poemas de Federico García Lorca, para ser más precisos, con aquel con el que inicia su libro póstumo, el Diván del Tamarit:

Nadie comprendía el perfume

de la oscura magnolia de tu vientre.

 

La poesía de Bojórquez se ocupa pues del detalle a muy diferentes niveles, ya en el de la necesaria correspondencia entre el contenido y la forma, sino también a través de diferentes relaciones intertextuales que se echan a andar a lo largo de todo el libro,  pero ¿de qué manera lo hace? Si ponemos atención, por ejemplo desde el mismo título del libro de este Diván mexicano, el segundo[8] del que hasta ahora hemos tenidos noticia. Hagamos un zoom poético.

Lo primero que notamos al leer el título de Diván de Mouraria son dos cosas, la primera es la referencia a una forma mozárabe de agrupar los poemas, el diván y sobre lo cual ya hemos hecho algunas consideraciones. Por otro lado, se encuentra una referencia de lugar, Mouraria. El título nos da también un par de nombres que después se corroboran en las entradas del poemario, en los epígrafes. Entonces descubrimos otro tipo de referencia, en este caso se trata de una relación con el Diván del Tamarit[9], así como al Diván del propio poeta Hafiz[10].

Shams-ud-din Mohammed Hafiz[11], y que es conocido como Hafiz, fue un poeta musulmán que desarrolló y perfeccionó la antigua forma arábiga conocida como Gacelas y su obra de más de 500 poemas fue publicada con el nombre de Diván.

Hafiz acostumbraba aludirse a sí mismo en varios de sus poemas. Lo cual retoma también Bojórquez en el títulado Gacela de después del amor, pero con un sesgo con el cual hace suyo el mismo recurso, utiliza la nominación de poeta, un término mucho más genérico y que, además, funciona en el poema como una doble alusión, estableciendo de esta manera un diálogo con Hafiz, para quien este poema acaba siendo un homenaje:

No te aflijas poeta, si su cuerpo volara

si el jardín aromoso de su vientre volara

si sus dos muslos plenos, dura carne, volaran

si sus ojos temibles, si su boca, volaran

si su sueño y su historia, si su amor y su cama

si sus dientes blanquísimos, si su falda esponjada

si de verdad volara, no habría por qué afligirse

 siempre habrá un corazón que le brinde morada

si volara, volara.

 

En cuanto a la filiación que nos remite el título, se trata de una referencia de lugar, ese antiguo barrio de Lisboa llamado Mouraria[12] el cual desciende desde el Castillo de San Jorge hasta casi la Baixa. Lisboa, ciudad de donde es originario uno de los grandes poetas del siglo pasado: Fernando Pessoa.

En este sentido, el Diván de Mouraria no se trata de un poemario que busque afanosamente sus mayores logros en lo evanescente de la imitación, sino que encuentra su cimiento en la tradición literaria, ya en la castellana así como en la tradición árabe.  

Como había mencionado con anterioridad en este mismo texto, la tematizacion principal del Diván de Mouraria, es el de la postergación, ya del amor, ya del deseo, ya de la muerte. La postergación es la eterna posibilidad de lo inalcanzable, lo imposible a la mano. En el poemario se presenta transfigurada en engaño, en sueño, en sombra. La postergación es también una manera que utiliza el poeta como recurso para mantener la tensión dentro del poema. Inaprensible la consumación del deseo deviene angustia. Inalcanzable la consumación del amor, deviene soledad. Inalcanzable el placer deviene dolor. Por ello no resulta fortuito que el poema que abre el libro se titule Poema de antes del amor, (1999: 8) en ese texto encarna la promesa de algo que de antemano se sabe que nunca será cumplido. Se trata pues de un libro acerca del desencanto, un poemario donde el aliento del moribundo ni siquiera la muerte tiene asegurada. La postergación es una condición que imposibilita al sujeto para alcanzar aquello que tiene perfectamente al alcance, le falta para ello voluntad. En el poema cuando se denota la voluntad en el poema para alcanzar aquello que se tiene a la mano, entonces lo que falta es la fuerza, y cuando voluntad y fuerza están presentes, entonces es el ánimo lo que falta. De manera que la postergación es una especie de destino terrible, así la continua postergación de lo que ha sido tan apremiantemente deseado, provoca angustia, y esta desolación, etc. Lo incumplido al alcance es pues, moneda de cambio.

El Diván de Mouraria es un poemario que parece desarrollarse en su totalidad en el lado negativo de las cosas, no aborda los motivos como lo que son, sino sólo a partir de sus condiciones negativas, el amor es expuesto desde el lado de la imposibilidad de su deseo. Por ello, es en la esperanza, sobre la que recae la situación de posibilidad de la postergación, la esperanza se enciende de nuevo en el pecho del enamorado que jamás ve menguar su amor por la inalcanzable. Así se muestra en la Gacela muy lejana:

Dejo caer los brazos

mis manos no llegan hasta ti

cada hueso

cada nervio estirado

cada dislocación

no es bastante para tocar tu pelo. (1999. 36)

 

En este fragmento es evidente qué tan al alcance está el objeto provocador de su deseo, porque a la renuncia del logro del amor (Dejo caer los brazos, mis manos no llegan hasta a ti). Después de que la promesa del amor es incumplida, es inevitable el desengaño del que sólo una nueva promesa podría salvar del vacío, la esperanza entonces, que tiene una connotación eminentemente positiva, adquiere una connotación contraria, lo cual determina la naturaleza de la poesía del poeta sinaloense:

(…) había un abismo

entre tu vientre fértil de gacela

y la caricia ansiosa de mis manos. (1999: 36)

 

Se hace patente esta condición de imposibilidad no del decir, del nombrar, sino de la consumación de lo que, con desesperación, se anhela.

Como una flor

abierta entre los dedos

sobresalías

de pie

y había un abismo

entre tu vientre fértil de gacela

y la caricia ansiosa de mis manos.

 

Y es que cuando el poeta recurre a la memoria como último recurso, esta se manifiesta también inalcanzable. Un abismo total que es desencuentro. La figura del abismo la utiliza, por ejemplo, Juan José Arreola en uno de los textos de Bestiario:

Los abismos atraen, yo vivo a la orilla de tu alma. 

 

La figura del abismo es pues sinónimo del amor en una visión pesimista de este sentimiento, ya que es asumido como no correspondencia. El amor es así una exteriorización humana. A través de él, el hombre intenta escapar de esa prisión de soledad a que lo ha condenado el mundo.

Resumiendo, el Diván de Mouraria es el texto de un autor que, en el pleno conocimiento de lo efectos que puede causar el manejo de las profundidades del sentimiento, nos da aviso de que esta vida se mueve en el plano de lo posible-inalcanzable, de lo postergado. Se trata también del texto de un autor que conoce los efectos que puede causar el manejo de los recursos retóricos que son necesarios para la construcción del poema. De ahí su contundencia, su perfección técnica heredada de la poesía mozárabe, su enorme carga emotiva tomada de la tradición de la poesía castellana. El Diván de Mouraria es un poema que, como lectores, nos confirma nuestra condición de hombres atrapados entre la certeza de la podredumbre y la eterna postergación de lo deseado.

El Diván es también un poema de verdades rotundas, eso se hace patente en uno de los poemas más emblemáticos, la Casida del odio:

Todos tenemos una partícula de odio

y nuestros corazones

que fueron hechos para albergar amor

retuercen hoy sus músculos, bombean

los jugos desesperados de la ira.

 

En Mario Bojórquez la poesía es un acto de imposibilidad, de eterna e insistente imposibilidad de todo aquello que se desea. Es un poeta que canta siempre en y al tono gris de lo imposible. En terreno que se desarrolla entre el deseo y la consumación se desenvuelven todos sus poemas. Entre el deseo y la consumación, la angustia. Entre el odio y el amor, la indiferencia. Entre el placer y el dolor, la insatisfacción que carcome el corazón del más optimista de los hombres. El Diván Mouraria se irá situando con el tiempo como uno de los libros clásicos de la nueva poesía mexicana, sobran las razones para ello.

 

 

[1] Si bien enfatizo la figura de escritores vivos y en plena producción de una obra poética, es imposible soslayar el hecho de la enorme tradición literaria que hay en nuestro país. Desde la maravillosa poesía nahuatl, que es el arduo trabajo de uno de los intelectuales más eminentes de nuestro país, Miguel León Portilla, hasta la poesía de la colonia, así como la importante obra producida en los años posteriores. Pienso en los poetas románticos mexicanos, que inicia con la formación de la Academia de Letrán, o en la poesía modernista, en los contemporáneos o en la malograda obra de José Carlos Becerra.

[2] Ejemplos de estos libros que han sido significativos para la conformación del presente literario de nuestro país son: Fuego de pobres de Rubén Bonifaz Nuño, El tigre en la casa de Eduardo Lizalde, Palabras en reposo de Alí Chumacero, Moneda de tres caras de Francisco Hernández, Cantado para nadie de Francisco Cervantes, Tierra Nativa de José Luis Rivas, Peces de piel fugaz de coral Bracho, Incurable de David Huerta, Hikuri de José Vicente Anaya, entre varios otros.

[3] Juan Carlos H. Vera. Eco de voces, generación poética de los sesentas. Arlequín-Fonca-Sigma Servicios Editoriales, México, 2003.

[4] El Diván de Mouraria fue publicado originalmente de manera bilingüe español-portugués y coeditado por la Casa Fernando Pessoa. Actualmente el autor de Pretzels, prepara una nueva edición en la editorial Glaphiras.

[5] Actualmente se encuentra en proceso de publicación, en la editorial Joaquín Mortiz, el nuevo libro de Mario Bojórquez titulado El deseo postergado.

[6] Su obra poética ha obtenido el Premio Estatal de Literatura de Baja California, 1990; el Premio Abigael Bohórquez, 1995; el Premio Nacional Enriqueta Ochoa, 1996 y el Premio Nacional Clemencia Isaura, 1996 y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2007.

[7] La disposición que se presenta aquí del poema corresponde a la disposición original en el libro Contradanza de pie y de barro.

[8] Anteriormente Elsa Cross publicó El diván de Antar.

[9] Federico García Lorca. Obras completas, tomo I. Aguilar,  México,  1991.

[10] Si bien no apelamos a una lectura referencial que quite los valores propios del libro de Bojórquez, es reutilidad hacer los anteriores señalamientos con la finalidad de establecer los lazos que, con la tradición literaria, tiene el poeta sinaloense.

[11] El nombre literario Hafiz es un título dado a aquellos que han aprendido de memoria el libro sagrado empleando para ello el corazón.

[12] Ocupada por los árabes desde el 716, “Lissabona”, creció y se desarrolló rápidamente convirtiéndose en capital de un pequeño Estado, hasta que en 1147, tras un asedio de cuatro meses cayó en manos de los cruzados, aliados de Alfonso I, y fue liberada del poder musulmán. Los vencidos fueron autorizados a establecerse fuera de las murallas, al norte, en la Mouraria, que se convirtió en el barrio de los artesanos y de las tiendecillas y donde en el siglo XIX nació el fado.

 

Bibliografía

 

Arreola, Juan José.

1998. Bestiario. México, Joaquín Mortiz.

Bojórquez, Mario.

  1. Pájaros sueltos. México, Gobierno del Estado de Sinaloa.
  2. Los domésticos. Tijuana, Editorial Los domésticos.
  3. Bitácora de Viaje de Fortum Ximénes. México, Gobierno del Estado de Baja California Norte.
  4. Contradanza de pie y de barro, México. Fondo Editorial Tierra Adentro.
  5. Diván de Mouraria. México, Casa Fernando Pessoa/Editorial Los domésticos.
  6. Pretzels.
  7. Vera, Juan Carlos.
  8. Eco de voces, generación poética de los sesentas. México. Arlequín- Fonca-Sigma Servicios Editoriales, México.

García Lorca.

  1. Obra poética. Madrid, Editorial Aguilar.

Paz, Octavio.

1990. La otra voz: Poesía y fin de siglo. Barcelona, Seix Barral.

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