Leemos poesía peruana. Leemos a Johnny Barbieri (Lima, Perú, 1966). Ganó los premios Nacional de Educación HORACIO 2003, de Poesía Taiwán 2011 y el Premio Copé de oro 2019. Fundador del grupo poético Noble katerba (1990) y el grupo nihilista La Mano Anarka (1995). Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal y Sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha participado en Encuentros Internacionales de Poesía en Perú, Chile, Cuba, México, Colombia, Argentina y Bolivia; así como en presentaciones personales en España, Francia e Italia. Ha publicado Branda (1993), El Libro azul (1996), MAKA (1999), Jugando a ser Dios (2000), Carne de mi carne (2002), La Virgen negra (2003), Libro Hindú (2005), Yo es otro (2007), La Edad de oro (2010, cuentos), Corazón de abril (2011), Pampa de perros (2012, novela), Rotos todos los cabos (2013, antología poética), Bandera de herejes (2015), El Cabaret verde (2016, cuentos) y El Hijo rojo y otros cuentos (2018). Hizo una Maestría en Literatura Peruana y Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
cuatro cuervos
cuatro cuervos cuelgan a mitad del camino
crecen ojos para ver tus pasos que se desploman
sobre la acera
la tierra envejecida echa sus raíces para detenernos
los cuervos neblinosos se paran sobre los fierros
que nos circundan
la lluvia nos atrapa afuera mientras busco la espesura
de esta luz que se va apagando de a poco
los alfileres cuelgan tu rostro en la noche
las sombras abultan los espacios de los errores
Todo es horror
Poe inmóvil canturreando ebrio al final del día
La buhardilla con cuatro cuervos y una cama cercenada
y el alcohol en ebullición
los libros rotos los poemas que se amomian sin ser leídos
Poe frente a nosotros ofreciéndonos sus ojos muertos
yo leo sus ojos hechizados escucho su voz que nos
llama en la noche cuando sólo hay espacio para la agonía
Las raíces del horror nos envuelven entrelazándonos
a sus delirios la cama da vueltas y nos anuda
los cuervos nos esperan tras las rejas para sacarnos los ojos
los candiles sólo muestran los perfiles
sólo muestran las sombras que se solidifican
a nuestras espaldas
tú llamas a Virginia y ella te acerca los suicidios
hay un camino que se curva con el vuelo de los cuervos
los negros caminos con destinos oscuros y graznidos de
todos los colores negros
mis ojos se hacen negros frente al poema
Poe y su cordón umbilical que lo une al cuervo eterno
Yo enmudezco leyendo el poema muerto.
Mariposa de crepé
el vuelo rasante bajo la noche
los lazos negros que tejen las alas que irán al sol
todo está tensado
ya no hay caminos para huir
no hay espacios para ver el horizonte que se verticaliza
sólo hay púas sólo hay caminos vacíos
un árbol desmembrado frente a la bañera
el cigarro se apaga y te quema las uñas recién esmaltadas
muerdes el dril blanco de tu falda plisada
detienes el aliento
el verano se ha marchado hace tiempo sólo quedan
las sombras y todos los abortos que te esperan
las alas están colgadas desde los nueve años
la casa está vacía desde los nueve años
todo ha enmudecido desde los nueve años
Ted se ha ido desde los nueve años
ya nadie espera
los errores se acumulan como filudos cuchillos y te rodean
los ruidos de las bofetadas se agigantan
otra vez la estufa queda vacía mientras se endurece
tu corazón
no es suficiente el amor materno el hollín en las manos
no es suficiente cerrar persianas y ser la víctima
no bastan los relojes
el espacio donde los pájaros convergen a la luz del día
las sábanas caídas de tanto amor
cuando todo se cierra no basta el chorro de agua
que te despierta
no bastan las flores no basta abril
no es suficiente la mariposa de crepé que se incendia.
Sucesos de Mons
tu cabellera muerta tu cama incendiada
tus ojos que me miraban para arrancarme el corazón
para morderme con tus dientes de bestia
Mi cuerpo a un lado de tu locura dando gritos
pequeños gritos inaudibles que nadie quería oír
sólo yo y el incendio total envolviéndome
Acaso me espera una bala al final del día acaso me espera
el vacío tan oscuro como tus ojos el piano en un rincón
enamorado de ti mi cuerpo enamorado de ti
mi voz rompiéndose por dentro caballo mío
empuñadura de pájaros rotos
sangre derramada con ternura por esta pared
que languidece
tus manos nimias sobre mi cuello
tu voz que urge mi muerte para llegar a la perfección
El cenicero en un rincón en larga letanía
el vermut derramado sobre la alfombra
los sorbos de esta locura
andando a nuestro alrededor moviéndose lentamente
el mundo que precede a la rotación
este globo del ojo que da vueltas sin parar y que tú
quieres arrancar bestia infructuosa
sólo tus dientes trascenderán
sólo tu rabia
sólo tu bala en mi corazón.
Cometa de hierro
las horas pluviales sobre la grava
la mano que acaricia la herejía que nos muerde
aquella tez ordinaria que está distante se aleja mientras
sus ojos nos ven desde la otra margen de la acera
su mirada es una ruleta
sus senos lácteos arden en mis manos balbuceantes que
regresan a su infancia
su árbol podrido su caballo hueco su sol borrado a medias
sus dos vacíos llenándose de recuerdos
sentado sobre un tronco está un hombre viejo
-niño ayer- de rostro cetrino mirando desde lejos con
sus ojos vacíos lejanos ojos transidos ojos del adiós
Péret tiene el cráneo vacío el ojo que gira
la mano envenenando pájaros
marsupiales que huyen para no morir cometas de hierro
las horas pluviales que no terminan
la tierra mojada siempre el pasto crecido desde lejos
ese horror Péret ese vacío en la vastedad ese sonido de
las vértebras que se quiebran a cada movimiento
esa muchacha sudamericana que te rompe los cristales
ese andar desatando pasos que morirán mañana.
Retrato a lápiz de Amanda
empezaré por tus ojos solubles diré que tus ojos
oscuros traían la noche bajo el hacha
el puñado de espectros colgando del árbol que echa raíces
con sus crías de ramas partidas
te sentabas sobre un tronco podrido donde me leías
las manos veías el moho en mis manos las líneas muertas
el grumo que se anudaba en mi sangre tus ojos rojos
veían mi sangre y se encendían llenos de horror
vampira mía eternizada en blanco y negro
te acodabas a la ventana a contemplar el incendio de
las distancias en esta noche abultada de abriles
que no vendrán
tus cabellos postizos
continuaré por tus cabellos herrumbrosos
por tu nido de exequias por tu levedad ante la penumbra
los roedores ya no te asustan más
los tranvías que se van ya no te estremecen más
ahora las flores han tomado el color de tus angustias
yo te traigo las recién crecidas
las recién eternizadas para aromar el mundo
en esta tierra firme donde crecieron para no ser
arrancadas nunca
tus cabellos Amanda tus cabellos fulgurantes
tus cabellos rotos tus manos bastardas
tus manos que me acariciaban en la noche después
de quebrar la noche misma que nos cobijó con
sus sábanas enfermas
las secreciones sobre tus manos blancas fantasmales
tus manos con raíces indetenibles
cadavéricas espectrales
tus manos del orgasmo ese vuelo sin alas
esos fuegos artificiales
tus manos para la crucifixión
la leche de tus senos que se derraman
sobre tu lecho creciente tu lecho indómito
tu voz aterrada tu cuerpo que recorre la locura que
se despliega frente a mis ojos
tus gritos que alcanzan la infinitud
tu cráneo que raparás mañana frente a tu espejo apolillado
tu cuerpo desnudo hecho una farsa danzando para mí
la antorcha que te alumbra en la soledad
tu abdomen y la cicatriz que ya no me asusta
los esputos incesantes
el bote de basura maloliente en un rincón
gritas siempre gritas cuando algo te estremece
urges salir escapar saltar al precipicio
urges la ropa limpia los candiles para la perfección
eres la perfección y urges un poco de polvo blanco para
llenar tus vacíos
Amanda cuánto has muerto estos años
vociferas desnuda ebria vacía
cuánto morirás mañana olvidada en aquel bodrio maldito
termino por tu gato aquel no-gato hecho de retazos viejos
ese que te acompaña a la ducha en tus insomnios
ese que se mete a tus sueños para evitarte el infarto
ese que se irá por los techos cuando ya no te encuentre
cuando ya nadie vaya a buscarte al quinto infierno
cuando ya tu recuerdo empiece a borrarse.
Mundo Nerval
una hoja Nerval caído de un árbol que retorna a ser semilla
un camino que bordea al gran mañana
existe un color Nerval tras la ventana
que se esconde de las miradas
existe un ojo Nerval bizco llorando ruidosamente
existe una mano Nerval asida a un grito de horror que
trepa al muerto hasta alcanzar la cima del adiós
Deifico una farola que alumbra tu cuerpo
cuando tu cuerpo está inhallable en el vacío
cuando tu cuerpo está colgado de un ave que despliega
sus alas incendiadas
cuando tu cuerpo está en el pasado caminando sin rumbo
buscando el hoy
Un canto Nerval enloquecido
un hálito Nerval que sale del interior de la muerte
para volver a morir
cúmulos de Nerval en la habitación dando vueltas con
su esquizofrenia en la mano
secreciones Nerval desparramadas por el suelo
salivas enardecidas lágrimas erróneas
un río de orín por en medio de la sala haciendo
un charco agonizante
La axila sobre la cama en un cosquilleo eterno
ríes gritas lloras
un caballo Nerval que se va borrando lentamente en
su galopada final
un suicidio Nerval creciendo hasta alcanzar
la perfecta destrucción.
Mapa perverso
un pequeño cadáver llamado René Daumal
reposa bajo una piedra hindú que reencarna siempre
atado sobre la tierra envejecida
mira las sombras que se aglomeran
candiles que alumbran los espacios
donde vagan los espectros
un largo cuerpo escondido llamado Aimé Cesaire feérico
como el humo del crematorio donde el muerto se eterniza
bajo la noche delineada con los dedos
noche empotrada en los rincones que nunca nos contendrán
noche de pulsos detenidos de ojos abultados
de cerraduras impenetrables de rincones
de leños que humean en las esperas
un extraño ausente llamado Emile Nelligan
hecho de retazos de telas profanados a los muertos
vestigios de desolladores
cuerda tensada
cuerpo que muere repetidas veces
enredadera de sombras que nos abrazan
un lánguido vahído llamado Phillippe Soupault
sonido incesante previo a la podredumbre de la carne
grito que se apaga cuando ya no hay más féretros
cuando la luz ilumina bajísimo
y los intersticios se hacen impenetrables
mellado de penumbra mapa de blasfemias
un escupitajo errático llamado Reiner María Rilke
cancerbero de bocacalles que no dan a ningún sitio
colmillo bajo los umbrales dispuesto a comerte la carne
aparejo atravesado por un puñal indómito
grito Södergran que se escucha al cruzar el camino
cuando todas las voces se han acallado cuando el agua
corre para atrás mientras la noche se hace día
cuando el humo de las chimeneas se acrecienta haciendo
figuras que no comprenderás jamás.
Cavafis decapitado muro deforme flores que gritan
por las noches cuando la lluvia cae y prorrumpe
como un fantasma los espacios vacíos
y la muerte se extiende
y cierra su mano con nuestros corazones dentro.
mapa perverso.
Cuando era Bukowski
también me llamaban Bukowski
y me gustaban los pájaros migrantes que había en la nevera
me gustaba el guiso rojo de pájaros que María Encarnación
cocinaba por las tardes aquella jovencita de cabellos negros
que cerraba suavemente sus ojos pardos como una muñeca
de trapo frente a mí cada vez que me miraba me decía
Bukowski ya no bebas más y yo subía a la cama
y sólo deseaba beber el licor dulzón de sus senos ungidos
Es martes y los pájaros vuelan antes de ser comidos
su batir de alas me han llevado detrás de María Encarnación
y le he dado los besos que nunca me ha pedido
es asqueroso amarla en presencia de las aves
le he quitado sus bragas blancas de jovencita pobre
me picoteaba como las aves de la nevera pero igual
alcé sus nalgas blancas redondas y la hice mía
abrazada a mí lloró por los pájaros violentados
que alzaban vuelo y se rompían en el acto mismo de la fuga
fue la infinitud la insondable infinitud que nos rodeaba
desde un principio atrás quedaba María Encarnación
oliendo a poseso quedaba el vértice violáceo
quedaba el ala que echaba vuelo a la nada
me decían Bukowski cuando iba por la acera de enfrente
comiendo una manzana andrajosa bellamente podrida
la manzana postrera del adiós agonizante siempre.
me decían Bukowski cuando meaba en la pista como un niño
y alcanzaba el otro extremo de la berma
y las viejas del vecindario me lanzaban palabrotas y piedras
me decían Bukowski cuando reía en los entierros
con mis dientes cariados viendo al muerto que se reía de mí
y nos reíamos juntos he corrido tras el bus dos cuadras
he saltado las barricadas de una casa para dormir
en el jardín rodeado de setos multicolores
he dormido abrazado a un árbol que acaba de crecerle barba
que acaba de eructar largamente es un árbol ebrio
que no puede sostenerse en pie sus frutos cuelgan
bajo un cielorraso que anuncia la garúa de mañana
me gritaban Bukowski cuando iba por el barrio latino con
la bragueta abierta haciendo gárgaras con la coca cola de ayer
deletreando un diario viejo lleno de arrugas
voy calle abajo mirando las tiendas y ese porsche negro
que pasa a gran velocidad con una mulata de ojos grandes
que me ve pasar a gran velocidad mientras las luces de neón
alumbran las calles y una puta vieja me jala en una esquina
para decirme que me vaya con ella y yo la miro mientras
le tomo la cintura que me recuerda a María Encarnación
sus ojos encendidos me recuerdan a María Encarnación
sus cabellos rugientes me recuerdan a María Encarnación
sus zapatos de tacones altos me recuerdan a María Encarnación
entonces voy con ella mientras me dice Bukowski mío
y en ese cuarto lleno de estampitas de santos
pienso en María Encarnación
el sexo es lindo pensando en ella
el orgasmo es lindo pensando en ella la felación es linda
si sólo pienso en ella aunque sea una vieja puta que me esté
succionando el alma salgo a tierra firme
compro una hamburguesa con queso la vendedora me dice
señor Bukowski son cuatro dólares
una hostia en la iglesia por cuatro dólares
no tengo ni un medio en los bolsillos pero trato de ser feliz
mientras camino en el Bronx cantando un country de
Jimmie Rodgers los policías me cierran el paso sólo
encuentran tristezas y una botella de whisky medio vacía
para mí medio llena llego a casa a una casa cualquiera
no hay perros no hay mujer ni hijos ni María Encarnación
estoy hecho un asco me quito los zapatos
desabotono mi camisa de enmohecidos cuadros azules
mi bluyín lo dejo en el piso
voy al retrete anegado aún de heces
echo pasta dental a mis dientes viejos
el espejo me refleja un rostro ya casi borrado por el acné
entro a la bañera
fumo un cigarrillo mirando la foto de Marilyn desnuda
por la ventana es invierno
y cae nieve
los años han pasado y poco a poco
la gente deja de llamarme Bukowski
tintinean las botellas vacías
la soledad de la cama cruje recordando sus placeres
por fin soy libre
pienso que por fin seré feliz.