Proponemos la lectura de un par de textos de la poeta española Rosa Berbel (Estepa, Sevilla, 1997). Estudió Literaturas Comparadas por la Universidad de Granada, ciudad en la que reside desde hace cuatro años. Su primer libro, Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión, 2018) fue galardonado con el XXI Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal y posteriormente merecedor del Premio Andalucía de la Crítica a la mejor Ópera Prima y del premio Ojo Crítico de Poesía 2019 de RNE. Fue ganadora de la IV Edición del Certamen Ucopoética, convocado por la Universidad de Córdoba. Ha aparecido en diversas antologías como La pirotecnia peligrosa. 11 poetas sevillanos para el siglo XXI (Ediciones en Huida, 2015), Supernova (Bandaàparte Ediciones, 2016) o Algo se ha movido (Esdrújula Ediciones, 2018).
MANUAL DE SUPERVIVENCIA PARA SALIR DEL NIDO
1. Hablar más de la cuenta. La calidad
sucede en la abundancia.
Cuídate del silencio de los otros.
2. Acumular tarjetas de visita
como valiosos restos arqueológicos.
Nunca sabes qué pueden revelarte.
3. No perdonar jamás a quien olvida
tus fechas importantes.
No acumules amores sin memoria.
(No olvidar este punto).
4. No simular congoja ni tristeza
cuando olvides las fechas importantes.
No acumules amores rencorosos.
5. Al menos una vez cada dos meses,
redescubrir objetos olvidados.
¿Sigue siendo posible, todavía,
la ilusión fantasmal de los descubrimientos?
6. No olvidar tus orígenes.
Escarba, si es preciso, la tierra de los parques
con manos de urbanita.
7. Mantener intachables los prejuicios.
Las cosas suelen ser, salvo excepciones,
igual que parecían.
8. Cuidar la superficie.
Líbrate de quien teme las fachadas.
El interior real de las cosas reales
provoca claustrofobia.
9. No tener nunca ganas de marcharse.
Decir adiós es triste y es mentira.
10. Dejar que entre la luz.
Deja que entre la luz
y te despierte.
MICROCOSMOS
Comenzamos despacio a desnudarnos,
dentro de un coche viejo.
El coche, que no es nuestro,
se balancea a uno y a otro lado,
de delante hacia atrás con un vaivén distante,
sostenido.
Parece que me tocas como suelen tocarse
las cosas mal prestadas.
No demasiado lejos, se oye el rumor sencillo
que precede a un derrumbe.
Un edificio aguarda su caída.
Cualquier cambio imprevisto provocaría el colapso,
un movimiento torpe
podría fácilmente volarnos por los aires.
Si la violencia rítmica de nuestros cuerpos
fuera interrumpida,
si yo, mujer, gritara,
o apuntara hacia ti o cayera desnuda
sobre la tierra sucia, entonces,
todos estaríamos perdidos.
Mi llanto, aun solitario, dejaría tras de sí
una masacre.
La escena, un equilibrio súbito y remoto,
nos tensa a los dos lados
para siempre.
La intimidad sostiene los cimientos
de las casas en ruinas que nunca construiremos.