Poesía portuguesa: António José Forte

Presentamos un poema en prosa del autor portugués António José Forte (1931 – 1988), en la traducción de Mijail Lamas. António José Forte estuvo vinculado al movimiento surrealista de la segunda ola y formó parte del llamado “Grupo do café Gelo” animado por Mário Cesariny. Este colectivo fue abiertamente contrario al régimen autoritario que gobernó Portugal durante 48 años, su participación en él lo terminó orillando al exilio en 1966. Su poesía completa fue editada en el volumen Uma faca nos dentes, con un prólogo de su amigo, el poeta Herberto Helder.

 

 

 

 

 

3 CASI DISCURSOS

CASI VEHEMENTES

 

1

Eran enormes, tentaculares y a su paso la noche se dividía a la mitad: de un lado eran arrojados los viejos y los niños, del otro los cuerpos destrozados de los amantes.

            Sin embargo, se podía elegir. Los generales habían actuado en consecuencia, manteniendo abiertos grandes puestos de abastecimientos para suicidas a lo largo de las avenidas. Había quien se suicidaba con un poema, como había quien se suicidaba simplemente mirando el mar. Cualquier cosa flotaba, a ciertas horas, alrededor de las bocas y eran sangre o fuego, no se sabía bien. A veces era una flor en la boca de un niño.

            Una noche una mujer extendió los brazos hacia el horizonte, lanzó de súbito un grito estrujante: ¡AVIONES! Pero sólo era una bandada de palomas, así que la mujer tuvo que ser ahorcada. Tales engaños constituían secretos de estado.

            Es verdad que no había presos políticos. La política fue abandonada por todos, quedó reducida a un montón de cabezas petrificadas.

            La cacería de ratones, única fuente de sabiduría, se había generalizado. Pero era preciso atraparlos vivos. Entonces se les extraían las entrañas cuidadosamente con la ayuda de pinzas y, ante los ojos fascinados de los estudiosos, se hacía patente en aquellas formas horribles y sanguinolentas, todo lo que quedaba de los discursos de Zaratustra o de Alicia en el País de las Maravillas.

            Fue en el tiempo en que los generales hablaban: pasaron las bicicletas arrastrando cabelleras e inmediatamente después al armisticio se suscitó el suicidio en masa de los huérfanos del Soldado Desconocido. Aparecían y desaparecían cosas. Aparecía de vez en cuando el joven del trapecio, desaparecía a horas muertas, entre las sábanas, una gran guerra cuerpo a cuerpo.

            Más o menos por esas fechas, el descubrimiento por los astrónomos de un zapato en la aurora boreal arrojó al país en discusiones verdaderamente académicas, que los fabricantes de calzado aprovecharon para lanzar al mercado un nuevo modelo patriota: el Patriota Pneumático. Funcionaba así

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2

Hablamos tanto o tan poco que de repente el silencio que se formó fue una patada en el pecho de la que guardamos una marca cuando lloramos, cunado extendemos las manos cargadas de dedos muertos, soñamos tanto que más de una vez tuvimos que matar, que más de una vez nos estallaron los ojos bajo la pólvora de las lágrimas y tus manos volaron destrozadas, jugamos tanto que para no perdernos arriesgamos todo, hasta convertir a la muerte en una cosa nuestra, tan nuestra que ahora anda vestida con nuestra piel y nuestros huesos, deslizándose de cabeza por las paredes o subiendo por el interior de tuberías, mirando desde arriba la sangre que quedó en el centro, entre los rieles, pasando de andén en andén, con los labios rotos por la uñas, con la cintura amoratada por las mordeduras de la noche, de la miseria de los días

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3

 

Rueda de todas las torturas y todas las seducciones, dejaste de girar, estas ahora aquí, partida, abandonada en el mismo lugar de la sangre; llevada de hombre en hombre a través de los siglos, hace poco fuiste depuesta por el último hombre, ese que desapareció ladeado, con las rodillas duras cubiertas de agua y las manos cien metros frente a él en señal de maldad. Cuerpo a cuerpo te gastaste hasta la última noche y hasta la última estrella; palabra a palabra fuiste succionada, fuiste bebida y de todos lados bocas nuevas llegaban siempre para chupar y beber; dejaste un gesto que perseguimos a dentelladas y acabamos por matar. Vean: la destrucción prosigue dulcemente. Apenas quedan aquí y allá algunas ciudades con sus millones de almas y nada más. Pequeñas marcas de sangre cada vez más vivas señalan nuestro paso entre las agujas de carbón del tiempo. Cañones obstruyen la entrada de la luz. Y de norte a sur, de este a oeste, de niño a niño, se aguarda la señal de fuego.

            No te sorprendan las señales, no te sorprenda este pueblo que oculta la cabeza en las entrañas de los muertos. Has todo el mal que puedas y pasa de prisa.      

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