El amor es una fruta amarga: Safo y Catulo

En esta nueva entrega de Apuntes para una literatura ancilar, Mario Bojórquez nos propone la relectura del fragmento 31 de la poeta Safo y una constelación de sus versiones incluido el célebre traslado al latín por parte de Catulo. Con lo que además nos recuerda que Se vive para leer, no hay esfuerzo en el mundo que merezca la pena respirarse con denuedo que volver sobre una página, la cual ha concentrado por un instante toda la historia del sentimiento y el pensamiento humano.

 

 

 

 

 

 

El amor es una fruta amarga: Safo y Catulo

 

por Mario Bojórquez

 

Leer es una fiesta quizá más feliz que la existencia, cometemos durante el día pequeñas, ruines actividades que explican la miseria de vivir sustentando con migajas despreciables nuestro cuerpo envilecido y nuestra alma padece, entonces, el desvarío malsano de la inocuidad festiva. Leer, en cambio, es un ejercicio espiritual que produce excitación física, nuestro pecho se enciende al evocar aquella línea que reservó para la posteridad una emoción verdadera. Se vive para leer, no hay esfuerzo en el mundo que merezca la pena respirarse con denuedo que volver sobre una página, la cual ha concentrado por un instante toda la historia del sentimiento y el pensamiento humano.

Eso nos ocurre con el famoso fragmento 31 de Safo, un poema que ha llegado hasta nosotros como ejemplo de la función lírica primordial, el punto de vista personal, la participación anímica de quien vive la experiencia; si celos, como algunos apuntan, o ansiedad estruendosa de quien ama entre dos extremos: la dicha que expande los poros de la piel o el dolor que enmudece el habla y trastoca la visión, esto es lo que el poema conocido igualmente por su frase inicial, phainetai moi, provoca en el lector.

Muchas versiones, quizá demasiadas, existen de este poema, sobresale de entre todas la que el poeta Catulo preparó trasladando al latín la estrofa que le es propia y que conocemos como sáfico-adónica. En su versión Catulo celebra a Claudia, a quien menciona en sus versos por honor de Safo con el nombre de Lesbia y agrega una estrofa final donde, como es costumbre se reconviene a sí mismo por vivir la vida muelle. El lector de Círculo de Poesía, podrá gozarse aquí con diversas posibilidades de la traducción:

φαίνεταί μοι κῆνος ἴσος θέοισιν
ἔμμεν᾽ ὤνηρ, ὄττις ἐνάντιός τοι
ἰσδάνει καὶ πλάσιον ἆδυ φωνεί-
σας ὐπακούει

καὶ γελαίσας ἰμέροεν, τό μ᾽ ἦ μὰν

καρδίαν ἐν στήθεσιν ἐπτόαισεν·
ὠς γὰρ ἔς σ᾽ ἴδω βρόχε᾽, ὤς με φώναι-
σ᾽ οὐδ᾽ ἒν ἔτ᾽ εἴκει,

ἀλλ᾽ ἄκαν μὲν γλῶσσα †ἔαγε†, λέπτον
δ᾽ αὔτικα χρῶι πῦρ ὐπαδεδρόμηκεν,
ὀππάτεσσι δ᾽ οὐδ᾽ ἒν ὄρημμ᾽, ἐπιρρόμ-
βεισι δ᾽ ἄκουαι,

†έκαδε μ᾽ ἴδρως ψῦχρος κακχέεται†, τρόμος δὲ
παῖσαν ἄγρει, χλωροτέρα δὲ ποίας
ἔμμι, τεθνάκην δ᾽ ὀλίγω ᾽πιδεύης
φαίνομ᾽ ἔμ᾽ αὔται·

ἀλλὰ πὰν τόλματον ἐπεὶ †καὶ πένητα†

 

Casio Longino, el primero, deja un apunte en su tratado Sobre lo sublime X, 1 (Gredos, 1979, Traducción de José García López):

“Vamos a examinar, ahora, si tenemos otros medios que puedan hacer sublimes nuestros escritos. Puesto que a todas las cosas van asociados por naturaleza ciertos elementos inherentes a la sustancia de cada una, necesariamente para nosotros la causa de lo sublime sería el poder de elegir siempre de los elementos inherentes los más importantes y hacerlos formar, mediante una superposición sucesiva, como un solo cuerpo. Pues el primer proceder se gana al oyente con la elección de las ideas, el otro con la acumulación de las que han sido seleccionadas. Así, Safo señala en todos los casos las emociones que acompañan a la locura amorosa, partiendo de los síntomas y de la verdad misma de la pasión. Mas, ¿en qué demuestra ella su destreza? En su poder para elegir primero los más sobresalientes y los más tensos de ellos, para unirlos después unos con otros.

Semejante a los dioses me parece ese hombre, que se sienta frente a ti, y de cerca escucha tu dulce voz y tu sonrisa deliciosa, y eso hace saltar mi corazón dentro del pecho. Pues, cuando te miro por un momento, se me quiebra la voz. Mi lengua se hiela y al punto un fuego suave recorre mi piel, mi vista se nubla, los oídos me zumban, un sudor frío me cubre y un temblor me agita toda entera y estoy más pálida que la hierba; y siento que me

falta poco para morir, pero es necesario ser valiente.

¿No te maravilla cómo intenta reunir en una misma cosa cuerpo y alma, oídos y lengua, ojos y piel, todos dispersos antes, como si fueran extraños entre sí, y, ahora, ella, por medio de una serie de emociones contrarias, siente al mismo tiempo frío y calor, es irracional y sensata, pues tiene miedo o está a punto de morir, de tal forma que no aparece en ella una emoción sola, sino una reunión de emociones? Todo esto le sucede a los amantes, pero la elección, como he dicho, de los rasgos dominantes y su concentración en uno sólo constituyen aquí el mérito principal.”


Que es a los dioses, me parece, símil
el hombre aquél que frente a ti se sienta
y que te escucha, cerca, mientras hablas
   plácidamente

y amable ríes; lo que a mí, por cierto,
dentro del pecho el corazón me espanta.
Pues en cuanto te miro apenas, nada
   de voz me queda;

pero la lengua se me quiebra; al punto,
fuego sutil bajo la piel discurre,
y con los ojos nada miro, y zumbos
   forma el oído,

y el sudor se me esparce, y me acomete
toda un temblor, y verde más hierba
soy, y distante poco de haber muerto
   parezco, Agálide.

Mas de sufrirse ha todo…

(Rubén Bonifaz Nuño, Antología de la lírica griega, 1988)

 

Me parece igual que un dios, el hombre
que frente a ti se sienta, y tan de cerca
te escucha absorto hablarle con dulzura
y reírte con amor.

Eso, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón; pues cuando
te miro un solo instante, ya no puedo
decir ni una palabra,

la lengua se me hiela, y un sutil
fuego no tarda en recorrer mi piel,
mis ojos no ven nada, y el oído
me zumba, y un sudor

frío me cubre, y un temblor me agita
todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,
pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.

(En Líricos griegos arcaicos, traducción de Juan Ferraté)

 

Me parece igual a los dioses ese
hombre, quien él sea, que así sentado
frente a ti, de cerca tu dulce habla
escucha, tu risa

hechicera; cosa que, te lo juro,
dentro me dejó el corazón helado:
pues de un solo punto mirarte, ya la
voz ni me sale,

que se quiebra muda la lengua, y fino
fuego corre al punto bajo mis carnes,
y mis ojos ya nada ven y los
oídos me zumban,

me destila un frío sudor, me agarra
toda un tiemblo,  y más amarilla estoy que
paja, y para muerta parece ya que
poco me falta.

(traducción Agustín García Calvo)

 

Me parece que igual a los dioses
aquel hombre es, el que sentado
frente a ti, a tu lado, tu dulce
voz escucha

y tu amorosa risa. En cambio,
en mi pecho el corazón se estremece.
Apenas te miro,
la voz no viene más a mí,

la lengua se me inmoviliza, un delicado
incendio corre bajo mi piel,
no ven ya mis ojos
y zumban mis oídos,

el sudor me cubre, un temblor
se apodera de todo mi cuerpo y tan pálida
como la hierba no muy lejana de la muerte
me parece estar…

Pero todo debe soportarse si así es

(traducción de Carlos Montemayor)

 

Me parece igual a los dioses aquel varón que está sentado frente a ti y a tu lado te escucha mientras le hablas dulcemente
      y mientras ríes con amor. Ello en verdad ha hecho desmayarse a mi corazón dentro del pecho: pues si te miro un punto, mi voz no me obedece,
      mi lengua queda rota, un suave fuego corre bajo mi piel, nada veo con mis ojos, me zumban los oídos,
      …brota de mí el sudor, un temblor se apodera de mí toda, pálida cual la hierba me quedo y a punto de morir me veo a mí misma.
      Pero hay que sufrir todas las cosas…

(traducción de Francisco Rodríguez Adrados)

 

[embedyt] https://www.youtube.com/watch?v=d4E12KUld8w[/embedyt] Ille mi par esse deo…
Angelo Branduardi

 

 

***

 

Ille mi par esse deo uidetur
ille, si fas est, superare diuos,
qui sedens aduersus identidem te
     spectat et audit

dulce ridentem, misero quod omnes
eripit sensus mihi: nam simul te,
Lesbia, aspexi, nihil est super mi
     uocis in ore

lingua sed torpet, tenuis sub artus
flamma demanat, sonitu suopte
tintinant aures, gemina teguntur
     lumina nocte.

otium, Catulle, tibi molestum est:
otio exsultas nimiumque gestis:
otium et reges prius et beatas
     perdidit urbes.

(Catulo, Carmina)

 

1
Semejante a un dios aquél me parece
—si posible fuera, más que los dioses—,
el que con frecuencia ante ti sentado
te oye y te mira

dulce y rïente; lo que mí, cuitado,
todo el sentido me arrebata: a un tiempo
se me va todo al contemplarte, Lesbia
….

Calla mi lengua; por mis miembros, tenue
llama se esparce; con sonido suyo
zumba mi oído; cúbrense mis ojos
con doble sombra.

Catulo, el ocio para ti es funesto;
el ocio gozas, y de más te alegras;
reyes el ocio, en otro tiempo, y ricas
perdió ciudades.

(Rubén Bonifaz Nuño, versión de 1957, Antología de la poesía latina, UNAM)

 

2
Que es igual a un dios aquél me parece,
que vence a los dioses él, si es posible,
quien frecuentemente ante ti sentándose
te mira y te oye
dulce rïente, lo que todos, mísero,
los sentidos me roba, pues al punto
que te vi, Lesbia, nada me ha quedado
….

Mas cae mi lengua; tenue por mis miembros
flama se infiltra; las orejas tañen
con ruido suyo; cúbrense con doble
noche vislumbre.
Catulo, el ocio para ti es funesto.
Con ocio exultas, y de más te alegras.
Antes, el ocio reyes y felices
perdió ciudades.

(Rubén Bonifaz Nuño, Antología de Poesía Latina, Universidad Alberto Hurtado en academia.edu)

 

3
Que aquel es igual a un dios, me parece;
que aquél, si es posible, vence a los dioses,
el que con frecuencia ante ti sentándose
te mira y te oye

dulce rïente, lo que todos, mísero,
me roba los sentidos, pues en cuanto
te miré, Lesbia, no me queda nada
…..

Mas cae mi lengua; entre mis huesos, tenue
flama se escurre; con sonido suyo
tañe el oído; cúbrense con doble
noche mis lumbres.

Catulo, el ocio para ti es funesto;
con ocio exultas, y de sobra gozas.
El ocio reyes antes, y felices
perdió ciudades.

(Rubén Bonifaz Nuño, Los poemas a Lesbia, 1982)

 

 

4
Que es igual a un dios aquel me parece
que vence a los dioses él, si es posible,
quien frecuentemente ante ti sentándose
te mira y te oye
dulce rïente, lo que todos, mísero,
los sentidos me roba, pues al punto
que te vi, Lesbia, nada me ha quedado
…..
Mas cae mi lengua; tenue por mis miembros
flama se filtra; las orejas tañen
con ruido suyo; cúbrense con doble
noche mis lumbres.
Catulo, el ocio para ti es funesto.
Con ocio exultas, y de más te alegras.
Antes, el ocio reyes y felices
perdió ciudades.

(Rubén Bonifaz Nuño, Cármenes, 1969, 1992, 2012)

 

***

 

Un dios, y acaso más que un dios parece,
si a un dios al hombre superar fue dado,
el que se sienta frente a ti y te escucha
dulce riendo.

¡Mísero! Lesbia, mis sentidos todos
tú me robaste; cuando yo te veo
todo lo olvido, y encendida llama
corre en mis venas.

Mi lengua torpe entre mis labios calla,
rumor confuso en mis oídos zumba,
ciegan mis ojos, que los nubla a entrambos
espesa noche.

Catulo, el ocio te será funesto,
te place mucho en la inacción mirarte;
reyes e imperios en el ocio hallaron
siempre la muerte.

(Joaquín D. Casasúz, 1906)

 

Me parece que es como los dioses
-o más que los dioses-
el que puede sentarse junto a ti
y contemplarte y oírte reír
dulcemente.

Porque yo no puedo mirarte cara a cara,
Lesbia,
sin perder los sentidos
(Quedo
sin voz)
y se me paraliza la lengua,
y una ola caliente me recorre la piel,
y una doble noche me cubre
los dos ojos.

Tanta cavilación es peligrosa, Catulo.
Tanta cavilación te enloquece y desespera.
El amor ha sido causa de la caída de los reyes
y de imperios.

(Epigramas, Ernesto Cardenal, 1961)

 

Semejante a un dios me parece aquél,
y mayor que un dios, si se me permite,
que ante ti sentado constantemente
                        mira y te escucha

cuando dulce ríes. Y yo, por esto,
desdichado, pierdo por ti el sentido;
pues con sólo verte no queda, Lesbia,
                        voz en mis labios,

torpe está mi lengua y un fuego tenue
en mis miembros mana, en mis oídos
un zumbido suena y mis ojos cubre
                        doble la noche.

Para ti, Catulo, es malo el ocio:
demasiadas ansias en él excitas.
El ocio que antaño perdió felices
                        urbes y reyes.

(Traducción de Juan Manuel Rodríguez Tobal)        

 

Casi igual a los dioses me parece,
o superior aún si ello es posible,
quien frente a ti sentado te ve y oye
reír alegre.

Miserable yo. Lesbia, que, apocado,
pierdo el sentido sólo con mirarte
y se queda la voz en mi garganta
estrangulada.

Se me traba la lengua, un fuego corre
por mis venas, me zumban los oídos,
y un doble manto sobre mis dos ojos
tiende la noche.

La molicie, Catulo, te es funesta,
la molicie te excita y te transporta.
La molicie que, antes que a ti, ha perdido
urbes y reyes.

(traducción de José María Alonso Gamo)

 

Se me figura igual a los dioses
y, si es posible, superior a ellos
el hombre que, sentado frente a ti,
te contempla y escucha

tu dulce risa, lo que me arrebata
todo sentido, Lesbia, pues, apenas
te veo, se me apaga la voz,
y mi lengua
se paraliza, por mis miembros corre
sutil fuego, me zumban sordamente
los oídos, y una doble noche
cubre mis ojos.

La ociosidad, Catulo, te es funesta.
La ociosidad te exalta demasiado.
La ociosidad, antes que a ti, ha perdido
a reyes y ciudades florecientes.

Catulo. (Traducción de Luis Alberto de Cuenca.)

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