Poéticas africanas: sobre la maldición

Descolonizar nuestro conocimiento de la poesía. Ser contemporáneos de los poetas del mundo. Se trata de dos intenciones necesarias para dar cuenta de los temas y los estilos que se frecuentan hoy en distintas zonas del planeta. Leemos poesía africana y nos acercamos también a sus poéticas. En esta oportunidad, Alejandro Larios traduce un texto de Gloria M.T Emezue, estudiosa de la Federal University Ndufu Alike Ikwo de Nigeria, en torno a la función de las jactancias y las maldiciones en la actual poesía africana.

 

 

 

 

Retórica de las jactancias y las maldiciones

 

Este estudio se apoya en la hipótesis de que los poetas nigerianos contemporáneos han experimentado con nuevos recursos estilísticos, tales como jactancias y maldiciones, como un medio para atraer la atención  y crear nuevos espacios lingüísticos orientados a estas nuevas formas de poesía africana. Como un trabajo de investigación en estudios poscoloniales, se adopta aquí el concepto de poscolonialismo como marco teórico, en el cual progresa esta investigación. Un argumento fundamental para teóricos poscoloniales como Chinua Achebe y Bill Ashcroft es la idea de que ahora los colonizados se resisten a las herramientas de los colonizadores, especialmente al lenguaje. Al adentrarse en el estudio de jactancias y maldiciones, este trabajo identifica nuevas áreas de resistencia lingüística, a través de un intento consciente de los colonizados por crear un lenguaje híbrido, o lo que Achebe llama la “domesticación de la lengua inglesa”. De esta manera, la poesía africana contemporánea pasa a ser una herramienta útil en cuanto al desmantelamiento de dominios neo-imperialistas en muchos países africanos, entre ellos Nigeria. Así, este estudio se propone examinar las siguientes preguntas de investigación: ¿Como subgéneros de un repertorio lingüístico, para qué y cómo funcionan las jactancias y maldiciones tanto en el lenguaje humano como en la literatura? ¿De qué forma se emplean las jactancias y maldiciones como recurso en la poesía africana contemporánea? ¿Cuáles son las implicaciones de su uso? Debido a limitaciones de espacio, se analizarán poesías selectas de autores nigerianos (Obiora Udechukwu, Chin Ce, Remi Raji y Niyi Osundare) como modelos del uso de jactancias y maldiciones como recursos estilísticos en la poesía africana. Se procederá con estudios académicos sobre las acepciones y funciones de jactancias y maldiciones en la cultura humana, para después identificar ejemplos del uso de estos géneros lingüísticos en poemas selectos.        
       La idea de poscolonialismo empleada en este trabajo hace amplia referencia al periodo histórico de finales de los años 60 en adelante, siendo el lapso en que académicos poscoloniales como Frantz Fanon, Edward Said, Chinua Achebe, Ngugi Wa Thiongo, Wole Soyinka, Salman Rushdie, por mencionar algunos, comenzaron efusivas campañas ideológicas contra lo que Guneratne, Anthony  (1997) identifica como la “economía y política de la subrogación”, notable entre la desequilibrada relación entre economías del primer y tercer mundo. Tan sólo en Nigeria, estas investigaciones poscoloniales han visto como resultado muchos trabajos poéticos de una cosecha de autores conscientes, quienes han desplegado su talento creativo para contar su propia versión en lo que Achebe, Chinua (2009) llama la “historia de la cacería”. Se incluyen títulos como Kemi-Atanda Ilori, Voices of the hurricane (1985); Idi Bukar, First the Desert came and then the Torturers (1984); Funso Aiyejina, Letter to Lynda and others poems (1984); Chinweizu, Invocations and Admonitions; Ezenwa Ohaeto, The Voice of the Night Masquerade; Chin Ce, African Eclipse (2000); Joe Ushie, The Reign of Locusts (2004); Odia  Ofeimun, The Poet Lied; Omolara Ogundipe-Leslie, Sew The old days; Remi Raji, Harvest of Laughter; Tanure Ojaide, Endless Songs;  Niyi Osundare, Moonsongs (1988), The World is an Egg(2000); Mercy Ugot, Campus Girls and other poems; Olu Oguibe,  A Gathering of Fear (1992); Tayo Olafioye, A Carnival of Looters (2000); Akinloye Ojo, In Flight (2000); Ebereonwu, Suddenly God was Naked;  Ogaga Ifowodo, Homeland and Other Poems (1993); Ebi Yeibo, A Song for Tomorrow and other Poems (2002); Adebayo Lamikanra Heart Sounds (2003). Estas melodías de lamento son ritmos de gente a la cual su vida ha sido perforada por un “niño inquieto” con “dedos sucios”. (Osundare 1988). La suya es una práctica creativa que Jeyifo, Biodun (1985) identifica como “poesía de la revolución y revolución de la poesía” (Introducción). Así, su poesía está marcada por la idealización y la peculiar verbalización que los distingue de las generaciones anteriores. Dicha peculiaridad de verbalización empleada por algunos de estos poetas incluye la retórica de jactancias y maldiciones, que se propone investigar en este estudio.    
       Las jactancias y maldiciones, como expresión humana, comparten ciertas cualidades lingüísticas. Ambas son persuasivas y, por lo tanto, buenas herramientas para la retórica. Mientras diversas investigaciones académicas se han dedicado a estudiar las funciones y el por qué de la maldición, muy pocas lo han hecho en el área de la jactancia. Sin embargo, a lo largo de este estudio comparativo se utilizarán fuentes disponibles que discutan el notable parecido (y posibles diferencias) entre sus cualidades y usos. En muchas sociedades humanas jactarse y maldecir es visto como una práctica social negativa. Esto implica que dicha práctica sea usualmente prohibida dentro del uso corriente del lenguaje. A pesar de esto, hoy en día se emplea con más frecuencia que antes (Angus Reid Public Opinion poll, 2010). 
       Generalmente, maldecir es visto como el uso de palabras tabú, seguidas por la invocación de un poder mayor (Dios, diablo, enfermedades, animales), el cual complementa un deseo de maldad (Stapleton, 2010; Montagu, 1967; Andersson y Trudgill, 2007). Algunos académicos opinan que el ser humano ha usado juramentos desde el origen del lenguaje e incluso proponen que todos los idiomas modernos se desarrollaron a partir de expresiones lingüísticas primitivas comparables a maldiciones (Montagu, 1967).  Además, jactarse es una práctica social mal vista, acercándose a un exhibicionismo indecoroso. En muchas sociedades jactarse es interpretado como una inmodestia, aunque, así como maldecir, es una parte integral del lenguaje humano que se ha extendido gradualmente incluso en lugares antes restringidos, como internet y medios escritos.   
       De acuerdo a estudios académicos disponibles, tanto jactancias como maldiciones son resultado de emociones humanas (Vingerhoets, Ad J.J.M,  Lauren M. Bylsma, Cornelis de Vlam, 2013). Además, muchos académicos consideran los procesos de socialización lingüística como el mayor factor que guía a la adquisición de estos subgéneros lingüísticos. Hence Jay, Timothy (2000) opina, “el conocimiento de un individuo depende de su experiencia personal, de su configuración psicológica  y de la cultura en que es criado” (Jay, 2000). Sharifi, Shahla y Amir Karimipour (2012) observan que los elementos lingüísticos de algunas estructuras de maldiciones son tan flexibles que pueden ser cambiadas a otra parte de la oración o eliminadas completamente. En este estudio se considera que esta flexibilidad de la estructura sintáctica de la maldición, observable en el idioma kurdo, es también aplicable a otros idiomas. Además, hay una gran posibilidad de que imprecaciones y juramentos modernos sean sobrevivientes de oraciones de maldición antiguas. Por ejemplo: en el idioma inglés “You are a mother fucker!” (¡Eres un hijo de puta!) se ha acortado a “motherfucker” (hijo de puta) mientras que en el idioma Igbo “nne gi nwu kwa” (¡Que se muera tu madre!) se ha acortado a “nne-gi!” (¡tu madre!). De igual manera, este estudio argumenta que esta reducción sintáctica es también observable en estructuras de jactancia, algunas de las cuales han experimentado una metamorfosis hacia lo que actualmente son nombres de alabanza en algunas sociedades (Igbo) africanas. Las expresiones lingüísticas de jactancia contienen elementos de exageración así como una convicción en presuntos logros. Si bien son posibles áreas de investigación futura, se apresurará aquí a agregar que estas características de exageración transforman a estos elementos lingüísticos hacia formas imaginarias, como en los nombres de pila “Ochiri-ozuo,” “Onwa-n’etiri-oha,” “agu-n’echemba,” y “omek’annaya”.   
       Mientras algunas investigaciones señalan la importancia de las cualidades personales, otras hacen énfasis en las influencias contextuales como los determinantes del acto de maldecir y jactarse (Coates, 1986; Frijda, Kuipers y Ter Schure, 1989; Daly, Holmes, Newton, y Stubbe 2004). Por lo tanto, la gente maldice y se jacta dependiendo del contexto o situación en la que se encuentre. Si se encuentra en una situación que considera inadecuada, como un estudiante delante de un magistrado, es más difícil para dicho estudiante expresar alguna maldición sin importar cuan provocado se sienta. Sin embargo, si alguien se encuentra entre colegas, existe una mayor probabilidad de maldecir. Por otra parte, es más fácil para el magistrado lanzar una maldición a la persona menor (estudiante) si el magistrado se siente provocado.

 

Funcionalidad de jactancias y maldiciones

Mientras que estudios anteriores mantienen que jactarse y maldecir son actividades varoniles inspiradas por “brotes de testosterona”, estudios más recientes muestran que las mujeres no sólo también tienen estos brotes (Alan Booth) sino que la asignación al género está completamente injustificada (Jay et al., 2006; Baruch & Jenkins, 2007; Johnson & Lewis, 2010; Stone & Hazelton, 2008) ya que las mujeres maldicen y se jactan tanto como los hombres. En su investigación, los neurocientíficos de Harvard, Tamir, Diana y Jason Mitchell (2012) enfatizan el hecho de que la jactancia es una práctica que compete tanto a mujeres como a hombres. De hecho, en su estudio más reciente sobre la interrelación que existe entre el acto de jactarse y el uso de redes sociales, como Twitter y Facebook, observaron que la mayoría de las veces la gente se jacta porque “se siente tan bien, a nivel de células cerebrales y sinapsis, que no podemos evitar compartir nuestros pensamientos” (Tamir y Mitchell, 2012). Esto nos lleva a una catarsis a través de jactancias y maldiciones. Como opina Montagu (1942) sobre maldecir, (tal como llorar), son arrebatos de emoción primitiva que nos lleva a una catarsis individual o grupal. En un reciente estudio empírico, Hyneman , Jamie y Adam Savage (2009), demostraron que maldecir o jurar viene acompañado de un efecto colateral positivo, el cual mejora la habilidad para soportar el dolor. En una demostración práctica de esta suposición, los investigadores, usando una prueba de presión fría, intentaron demostrar que cuando la gente se encuentra bajo un dolor intenso, maldecir les ayuda a soportar el dolor por más tiempo. En su estudio seleccionaron a “participantes, quienes sumergieron sus manos en agua helada hasta el punto de no poder soportar más el dolor congelante. En estos intervalos se mostró que, en cuanto a los participantes, arrojar expletivos incrementaba su capacidad para soportar el sufrimiento hasta un promedio de 30%” (Hyneman, J. y Adam Savage, 2009).

Otra función de maldecir es fomentar la identidad grupal (Daly et al., 2004; Stapleton, 2010; Benwell, 2001). Se observó que la gente tiende a maldecir más cuando se encuentra en grupos familiares, a diferencia que con extraños. Por otro lado, la gente que quiere unirse a dicho grupo intentará maldecir o jurar de la misma manera que los miembros de éste, como señal de identidad. Al aplicarse esto al fenómeno de la jactancia, se puede inferir, de la investigación de Tamir y Mitchell (2012), que la gente tiende a jactarse más cuando se encuentra en grupo. En cambio, cuando se encuentra sola con alguien a quien se desea impresionar, la gente se jacta para lograr un enlace grupal o aceptación social (identidad grupal o pertenencia).

Otra señal de identidad llevada a cabo al maldecir ocurre cuando una persona (agresiva) aprende vocabulario agresivo, y lo usa para agredir a otros; “Él o ella percibe a los otros en la medida de cómo usan un lenguaje agresivo. La persona ansiosa sexualmente usa terminología sexual de forma que expone su ansiedad subyacente a través de su elección de vocabulario y de aquel que evita; así, dicha persona interpreta la sexualidad propia y la de otros a través de un lenguaje sexual prohibido, como imbécil, bastardo, zorra, joto, idiota, hijo de puta, cobarde de mierda, negro y lesbiana” (Jay, 2000). Esta forma de identidad es bien reconocida cuando la gente se jacta. Por lo tanto, el vocabulario para jactarse y maldecir es parte de nuestra identidad.

Otra función percibida al maldecir (que jactarse comparte), es “dejarse llevar para relajarse”, creando una atmosfera informal, intentando “herir verbalmente” a alguien más, menospreciando a los oponentes, aumentando el ego, provocando miedo y hostilidad, dando como resultado una pérdida de estatus (Vingerhoets, Ad J.J.M., Lauren M. Bylsma, Cornelis de Vlam 2013). Estas funciones deberán probar en la discusión posterior cómo estos dos géneros lingüísticos operan en la poesía africana. Con todo, la popularidad y constancia de estos dos géneros discursivos en la sociedad humana podrían bien ser explicados por hallazgos recientes sobre el cerebro humano, que científicos detectaron mediante el uso de un escáner de resonancia magnética, para observar qué partes del cerebro responden con  más fuerza cuando la gente habla sobre sus creencias y opiniones, en lugar de hablar de otra gente. De acuerdo a este reporte “los actos de declaración personal estaban acompañados por brotes de actividad en regiones cerebrales pertenecientes al sistema meso-límbico y de dopamina, el cual se asocia a la sensación de recompensa y satisfacción que da la comida, el dinero o el sexo” (Tamir, Diana y Mitchell Jason, 2012). Por lo tanto, se espera un alza en la sensación de recompensa o una resistencia mayor frente a dolores prolongados, que mantiene a la gente maldiciendo y jactándose en una esfera lingüística muy amplia que va de lo oral a lo escrito.

 

Maldiciones y jactancias en la literatura

Son abundantes los ejemplos de maldiciones y jactancias en la literatura universal. Por ejemplo, Richard Perry, retórico del s.XVIII, identificó un recurso retórico que hace uso de la exageración y la jactancia, al que llamó Bomphiologia, (también conocido como verborum bombus). En la Bomphiologia, el personaje alardea en exceso para lograr una dimensión cómica como en el Falstaff de Shakespeare. Otra forma cultural identificada de jactancia, que se yuxtapone a las obras literarias del Inglés temprano, es el “bēot”. Durante el periodo del inglés antiguo, el bēot era frecuentemente utilizado por guerreros al prepararse para una batalla. El bēot, una forma de voto o promesa, es usualmente adoptado ya sea en batalla o en la arenga anterior a ésta. Durante el periodo en que el bēot era utilizado, el guerrero “aceptaba un desafío que parecía imposible, a modo de ganar una fuerza tremenda para lograrlo” (Wikipedia). Ejemplos de estos se encuentran en poemas del Inglés antiguo como “The Wanderer” y “Beowulf”. Hoy en día algunas sociedades africanas tradicionales tienen prácticas parecidas al bēot del Inglés antiguo. Las prácticas culturales que inspiran estas jactancias en el pueblo Igbo-africano incluyen la caza, la agricultura, ceremonias de iniciación y guerras. En estas situaciones un miembro expresará jactancias de proezas improbables que pretende lograr antes de que culmine la ceremonia. El logro de estas hazañas usualmente otorga a esta persona un nombre de reconocimiento. De forma similar las maldiciones se han también filtrado en obras literarias de autores como Shakespeare y Geoffrey Chaucer. En muchas obras de Shakespeare las maldiciones se llevan a cabo como “zounds!”, forma corta de “God’s blood!” (Hyneman, Jamie y Adam Savage, 2009).

 

La jactancia como recurso estilístico en la literatura africana contemporánea

What the Madman Said (1990), obra de Obiora Udechukwu, es una antología de diez poemas que se divide en dos secciones. Nuestro interés se centra en la segunda sección, donde la poeta presenta a un personaje demente, quien expresa los sentimientos de una nación después de la guerra. El “demente errante y de extraña sabiduría” es un concepto popular en la sociedad nigeriana. De hecho, la sabiduría de este demente, que habla y se pasea incesantemente, es muy famosa en el territorio Igbo, donde la idea de la locura ofrece inmunidad ante su locuaz naturaleza. De esta manera, como si de una farsa se tratase, él es la única persona en la sociedad que puede criticar abiertamente a la gente sin ser juzgado por sus palabras y  acciones. El demente de Udechukwu comienza sus admoniciones jactándose de su invencibilidad, resultado de su  firmeza a la verdad, que él compara con el acero: “la verdad es de hierro / la verdad es mi ADC” (13). Como un “predicador de la verdad”, el personaje logra exponer los puntos débiles y las prácticas corruptas  del gobierno en turno. El método de jactancia sigue aquí un formato tradicional igbo africano en el que el personaje se identifica con el objeto de su jactancia. Ésta sirve aquí como una forma de identidad propia, mientras introduce un elemento de suspenso para el lector-audiencia, quien ansiosamente espera estas “verdades” que el personaje revelará.

Este aspecto de autoalabanza es retomado por el personaje en la colección Full Moon (2001), de Chin Ce. De manera parecida, las expresiones de jactancia aquí nos ayudan a identificar la identidad del personaje: “soy el viajero de carreteras… / soy el sueño firme como la noche / en el centro de la mirada… / (p.11), para volar con alas que alcanzan / el viento y más allá / esta huella de / tiempo… (p.2), que los viajeros recorran el mundo / ¡más allá del límite del tiempo! (p.11)”. Estas jactantes afirmaciones sobre el yo, si bien una práctica africana, se experimentan en mayor cantidad en el personaje de Ce (2001), con su apropiación de roles que bien podrían ser otro índice de identificación: “soy quien sostiene al mundo / quien le da luz … / soy quien sostiene el llamado … / soy quien detiene la conquista… (p.9), he partido hacia tierras distantes / en cientos de naves de guerra… / he venido / de tan lejos / … / (p.6)”. En todos estos ejemplos, las jactancias comienzan con la estructura del  “soy…”, sosteniendo así la identidad de la “mirada” a través de la cual la audiencia percibe los eventos en el poema.

El personaje de Niyi Osundare en The Word is an Egg (2005) representa también una forma de identidad cuando proclama: “soy un poeta / quien intensamente siente / quien llama al mal por su nombre prohibido” (66). En todos estos ejemplos, el personaje presenta una exagerada proeza / concepto con el que se identifica, y esto se convierte en el motivo de su jactancia. Este género se sincroniza con discursos tradicionales en donde una persona es llamada o saludada por el título de su logro. Las expresiones jactantes implícitas, al tiempo que sitúan los logros del personaje más allá de lo mundano, se comparan con las observaciones de Lawrence Grossberg (1996) sobre la “sensibilidad posmoderna” que “se apropia de prácticas jactantes que anuncian su propia existencia, como una canción de rap en la que el rapero se jacta de logros imaginarios (o reales: no hay mucha diferencia)”. (p.345). Dichas prácticas, como afirma, “ofrecen formas de empoderamiento, no sólo desde una perspectiva nihilista, sino desde el nihilismo mismo: un nihilismo empoderante, un momento positivo a través de la producción y estructuración de relaciones afectivas” (p.345).

 

Las maldiciones como recurso estilístico en la poesía

En algunas sociedades africanas maldecir está censurado debido a la arraigada creencia de su fuerza y eficacia. Se cree, además, que la maldición es más potente cuando viene expresada por una mujer – madres, ancianas – o ancianos. Sin embargo, cuando la gente se encuentra en situaciones agobiantes y se siente desamparada y/o frustrada, se recurre usualmente a maldecir, como una forma de alivio ante la injusticia y el hastío. Como un mecanismo de adaptación, maldecir trae un balance. En algunas sociedades africanas como Calabar, Afikpo o Ijaw, maldecir no es un mero ejercicio lingüístico, pues viene acompañado de señales de mano: entierro simbólico de la persona a maldecir, mujeres ancianas desnudándose, exponiendo uno de sus pechos. Todo para hacer énfasis en el deseo de muerte o daño directo hacia la víctima.

Las maldiciones se han introducido recientemente en la poesía escrita, donde expresan usos similares a los que artistas orales les daban. De la obra ‘An African Eclipse’ (2000), de Chin Ce, tomamos los siguientes fragmentos: “Tu sol no se levantará más / El día de tu réquiem ya ha pasado / Desde el fondo de la herida / Sobre tu cara sólo habrá manchas / De lo que le han hecho a esta tierra (p. 19). Remi Raji (1997) emplea la misma técnica en su obra ‘Siren Sense III’. Su poesía se desarrolla de la forma siguiente: “Que el viento traiga una ola de maldiciones / Una ola de tumores tuberosos / Para toda tu raza…” (Raji p.60). Los investigadores señalan que maldecir es una amalgama de un sentimiento crudo y espontáneo, una malicia específica y de mirada penetrante. Cuando una persona maldice a otra, dicen los investigadores, no suelta insultos y obscenidades al azar, sino que evalúa el objeto de su ira y ajusta el contenido de su “incontrolable” estallido de acuerdo a esto. (http://www.discovery.com). Así parece ser el objeto del ejercicio en la poesía de Chin Ce: “Que el viento apuñale la voz de tu pueblo / Que la fosa abrace tus huesos / Que nuevas escobas bajen / A la sucia tempestad / De tus horribles restos”. (p.60).

Además, el “demente” de Udechukwu (1990) emplea esta técnica, la cual es usada en forma de preguntas retóricas: “Bestia sin nación / ¿Ha ya partido? (p. 48) / ¿Quién es Naira? ¿Su rey o su alcalde? / ¿Un bribón o un violador? / ¿Un belicista o un farsante? / Gente nuestra, ¡La locura está mal! / ¡Un trozo de papel! (p. 50)”. En este ejemplo la maldición puede interpretarse como “que estés tan hambriento de dinero que sacrifiques todo lo demás”. Aquí, el personaje expresa su maldición con un insulto –“bestia sin nación”- una frase hecha popular por el álbum musical homónimo de Fela Anikulapu Kuti. Otros insultos son “bribón, belicista y violador”. Lo interesante aquí es el estilo de la maldición, que va más allá de la estructura común “que… “ que atestiguamos en las poesías de Remi Raji y Chin Ce. En cambio, encontramos aquí la maldición expresada como una serie de preguntas retóricas: “¿Quién es Naira? ¿Su Rey o el Alcalde?” No hay duda de que esta maldición pretende ser una burla para la víctima, pues las preguntas retóricas hacen énfasis en su ridiculez al ser arrastrado por la búsqueda de riqueza material.

La obra poética de Niyi Osundare (2005) contiene también aspectos de este recurso estilístico: “Tú / desgarrador de vientres / devorador de fetos / Asesino de sueños / uniendo cada mandíbula / unidas sin ley… / veneno de cobra para tus ojos / pinchazo de escorpión para tu escroto / que la risa tropiece siempre en tus labios / que mires tus orejas sin necesidad de espejo” (p. 61). Esta maldición puede interpretarse como un deseo de dificultad y desgracia en la vida. Como en el ejemplo anterior de Udechukwu, este personaje comienza con el insulto “desgarrador de vientres, asesino de sueños, etc.”, después del cual expresa la maldición, comenzando con la solemne estructura “que…”. Los terribles insultos usados aquí ilustran el profundo maltrato y deseo enfermizo que esta maldición pretende invocar. La maldición recae en la categoría de aquéllas que provocan miedo en la víctima, con la función de corregir una mala conducta futura.

En los ejemplos anteriores los poetas usan maldiciones con propósitos muy variados. En su mayoría pretenden prevenir, mediante la provocación de miedo en la víctima. Los poetas emplean diferentes discursos lingüísticos para alcanzar sus objetivos. Mientras que Chin Ce y Remi Raji recurren a estructuras tradicionales y maldiciones que comienzan con “que…”, Obiora Udechukwu y Niyi Osundare consienten copiosos insultos (antes de las estructuras tradicionales o preguntas retóricas) para arrojar sus maldiciones.

 

Palabras finales

En conclusión, este estudio sobre los diferentes estilos y funciones de Jactancias y Maldiciones en la poesía nigeriana (africana) contemporánea, rastreó las variadas funciones, en el lenguaje humano, de jactarse y maldecir. Se demostró que este nuevo fenómeno estilístico opera en la obra de varios poetas, quienes utilizan sus propios patrones innovativos, o bien toman prestadas estructuras (pre)establecidas en sistemas lingüísticos. La incursión de estos subgéneros lingüísticos en la poesía escrita nigeriana crea un nuevo sentido e interpretaciones, al tiempo que expande las fronteras del Inglés Nigeriano. Se observó que las investigaciones hacen mayor énfasis en el área de maldiciones, mientras que se pone poca atención en cuanto a las jactancias. Sin embargo, este estudio muestra, tomando como base fuentes recientes en campos lingüísticos y neurocientíficos,  NPS y otras teorías discursivas, que tanto el acto de jactarse como maldecir se adhiere a funciones socioculturales, neuropsicológicas y físico-biológicas en las sociedades humanas. Estas funciones incluyen géneros discursivos que sirven como: marca de identidad, abandono, alivio de dolor, resistencia al dolor, alivio de estrés, catarsis, imposición de miedo y prevención. En los ejemplos poéticos estudiados aquí, se observó que los poemas cumplen con estas funciones. La mayor parte de jactancias se suscribe a la formación o reconocimiento de identidad, como en la obra de Niyi Osundare y Chin Ce. Estas jactancias siguen usualmente la estructura “Soy…”. Sin embargo, otras estructuras de jactancia, como la del ‘demente’ de Obiora Udechukwu, no siguen estos patrones, mostrando un estilo distinto. Esta innovación estilística parece estar en conjunto con la naturaleza caótica del personaje. Resumiendo, estos intentos estilísticos son métodos para llamar la atención hacia la materia de su poesía. Al recurrir a frases tabú, que desafían a los usos normales del lenguaje, estos poetas proclaman la postura subversiva de su poesía. Jactancias y maldiciones sirven como desviaciones lingüísticas que los poetas africanos contemporáneos exploran deliberadamente para subvertir la condición autoritaria del lenguaje colonial.

 

 

 

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