Poesía peruana: Pablo Salazar Calderón

Leemos poesía peruana. Leemos a Pablo Salazar Calderón (París, 1978) Estudió literatura hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Publicó la plaqueta de poemas Terrado de Cuervos (Tranvía Editores, 2008) y los libros “Piedralaventanaelcielo” (Paracaídas editores, 2011 y Apogeo, 2020) y “Buen viaje, Ikarus 10” (Paracaídas, 2018 y Aletheya, 2020). Participó en diversos Festivales entre los cuales se destaca el encuentro peruano-bonaerense “Peruba” realizado en la ciudad de Buenos Aires el año 2012, donde dictó talleres y brindó recitales poéticos junto a poetas argentinos, entre otros eventos literarios. Poemas suyos aparecen en diversos medios.  Actualmente se dedica a la docencia, la corrección de textos y la asesoría literaria. Publica semanalmente reseñas sobre libros de poesía peruana contemporánea en la Revista Poliantea y en su blog de creación y crítica, País Autobot.

 

 

 

País autobot

 
Nunca quise la energía de este planeta

tampoco ser un escarabajo abandonado en una playa
con la carrocería repleta de stickers del mundial 78

por eso me retiro a ese descampado cubierto
por envoltorios de golosinas y botellas de cervezas

para ser esta chatarra rabiosa

que olvida.

 

 

 

 

Sueño

 
 

Desde los cabellos de Pedro Emilio Paulet
se descargan ficciones

ruedas

cientos de ellas

salen de un lago

Curiosities
llevan un diente de leche.
Su misión:
cuidar de ese cuerpo celeste
no apurar la marcha
ser cautos al subir
y al llegar al pico
(al que llaman de los avistamientos)
dejar su pago a la montaña
recoger su leika
y disparar
bajo la noche Atari.

 

 

 

 

 

 

En las pantallas de las antiguas computadoras de Lima

 

aparece GAME OVER
él nos persigue
sale a las calles
se sumerge en nuestras canas
abre nuestras bocas y de vuelta sale por ellas
GAME OVER GAME OVER.

 

 

 

 

 

Día 1 (salida del mar de Grau)

 
El vapor de este mundo
frena ante la Vía Expresa
—la niebla es una gran oruga sobre el Morro Solar—
las hormigas blancas
abandonan el edificio del planetario
y se aferran a las plantas colgantes
y a las campanillas

Se dicen cosas en la quebrada Armendáriz

murmullos
alcanzan a las medusas
mar adentro
colgados de una mano
en algún candelabro
con dos cucharas de plata cual remos en cubierta
se sumergen
silencio a proa
tras los restos del blindado Cochrane

1878 millones de litros
Un mar que camina la ciudad
como un viejo marinero ciego
que sale después de tomar el mismo café.

 

 

 

 

Día 2 (los choferes del mañana)


Buses del año que vendrá

del modelo que vendrá
en la avenida que vendrá

se detienen ante el semáforo

Los buses que nunca se pudieron ir
esperan ante el semáforo negro

pasan años
gobiernos de facto

vendedores choferes cobradores pasajeros
suben bajan de las unidades que no se movieron más

—el semáforo no cambia de color—

Los buses que vendrán
aguardan en bolsas de plástico transparente

Solo al llegar la noche
irradian su color verde
por las calles

La oscuridad les habla de nosotros
hasta que llega la mañana.

 

 

 

 

Día 5 (motorizados de las nubes retornan a mad max)


Formas levitantes llegan a nuestro espacio aéreo

 
el combustible del Ford Falcón es detectado en el garaje
contiguo a la habitación de nuestros padres

Alrededor de esa lata mugrienta
apenas visible por la montaña de revistas que la cubren
se improvisó un motor de papel
no teníamos más —pensaba—

mientras giraban las hélices del ventilador desconectado
en el cuarto oscuro/ negro/ por tanta grasa de auto.

 

 

 

 

 

Luz de milenios


Orejas pestañas labios

piedrecillas sobre la pista
con antenas satelitales
consolas de alta frecuencia
y científicos
adentro
estudian la composición de la brea
frente a esta luz de milenios
la explosión de ese dios personal
que ahora expecta el mundo
desde una bolsa
aislado
de la prensa hasta que llegue el fiscal
procedente
de otra galaxia.

 

 

 

 

 

Se estrellan en la niebla

 
Un auto y un avión
 
cada uno
sigue su camino
hacia el cielo de chatarra

Los cinturones de seguridad
rendidos sobre los asientos
atrapan el vacío
como un mensaje presurizado

desaparecen

sus números de serie
son borrados

lentamente

en sentido contrario al que fueran escritos

Son casi astronaves
pero un bélico encanto los retiene
y no pueden irse.

 

 

 

 

LA RUEDA DEL MUNDO abandona su eje
como una mesa saliendo por la ventana de una cantina

se rebalsa el mar de una copa
cede como un árbol talado al borde de un precipicio

se vuelca hacia la materia oscura
que se difunde bajo nuestras camas

ese anaquel repleto de libros y botellas vacías
donde anduviera el vino y el pisco de la sobremesa

revela al desmoronarse y estallar sobre el suelo
su detrito de caracolas marinas
 
La realidad aguarda al fondo de esa niebla
mira hacia arriba

a las estrellas que flotan.

 

 

 

 

Multitud de periódicos vuelan por el cielo

 

Observan a los Ikarus 10

Sus luces se elevan por la ciudad
como el mar por los pisos de un estacionamiento abandonado

La arena en la curvatura de los neumáticos
dibuja la cabina del capitán Santa María
y la sonrisa del otro piloto desapareciendo al doblar la esquina en la calle de despegue

Sus luces se elevan por la ciudad
como el mar
inundando los pisos de un estacionamiento abandonado

Desaparecen por acción del espacio exterior

La arena en la curvatura de los neumáticos
narra la historia del capitán Santa María
otra versión de lo ocurrido en la base La Joya

La arena en la curvatura de los neumáticos
cifra una leyenda en la calle de despegue
Cifra una multitud que salta al espacio
con solo la música de sus motores.

 

 

 

 

Viendo las explosiones de colores en el retrovisor

 
El deseo de los büssings y los Ikarus 10
sobrecalienta el asfalto de las autopistas en Orión

Gira la llave de encendido de los buses que allí esperaban,
quizás la llamada
la señal

Porque mis ojos eran niños
yendo por el telescopio de aquel que vio al ovni
—sentencia el capitán Santa María
con la frente en la ventana de un Ikarus 10
abandonado
en medio de un bosque de chatarra—
 
El gigante distingue esos ojos tras esa espesura naranja
 
Uno de los buses que esperaba en su espalda
es enviado a su encuentro

Fueron años sin que uno ni otro puedan quitarse la mirada

Ya no es un objeto volador no identificado
es mi bus destinado —dijo el ex piloto—
vuelto chofer del futuro.

 

 

 

 

Noticias de una brillante despedida

 

Bussings olvidaron la ciudad, el barrio, la vía expresa

tuvieron tal prisa
que partieron desprovistos del mínimo implemento tecnológico

digamos que estaban compuestos únicamente de carbono y
grafito
del mismo compuesto con el cual se forman las pistas de los
carros chocones

En las investigaciones de científicos, escribas y detectives
sobre su desaparición
se concluyó que se fueron hace casi treinta años
a buscar otras temperaturas y presiones extremas sobre sus
asientos y carrocerías

se fueron a buscar otro calor en su centro

a buscar la existencia origami
que en millones de años
los vuelva diamantes.

 

 

 

 

En la pista del pímbol


Tenemos el rostro de Túpac Amaru en nuestras monedas
 
guardo una en mi jean nevado
otra se va por el mueble negro del pímbol

mis ojos son un mirador

una cabina que sigue a los Enatrus alcanzando a las combis
una noche con pocos postes de luz

El pímbol
es una eterna urbanización recién acabada de construir en la cual no es permitido el paso de esos minibuses

los silenciosos motores de los Ikarus 10
y sus grandes carrocerías
los expulsan

Las calles solitarias vuelven

El crédito de mi moneda
dispara una bola plateada por la pista.

 

 

 

 

Arte poética


Parachoques pedales de acelerador tubos de escape

aparecen sobre esta pista
fueron expulsados hasta los confines de la Vía Láctea

Hoy los hallo en esta avenida
como viejos trastos de una banda escolar

Aquello que muchos llamarían basura del espacio
ahora me sirve para afirmar
que hubo vida en ese lejano lugar del cual provengo

Son los metales de mi banda sonora
las piezas faltantes
de mi DeLorean.

 

 

 

 

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