Leemos un texto del poeta mexicano Luis Miguel Aguilar (Chetumal, 1956). En 1983 publicó un libro clásico para la poesía mexicana, Chetumal Bay Anthology. Sobre su trabajo, José Joaquín Blanco ha escrito que “la poesía de Luis Miguel Aguilar no se parece a ninguna otra que se esté escribiendo o se haya escrito en México durante las últimas décadas”. En Tigre la sed. Antología de poesía mexicana contemporánea 1950-2005 (Hiperión, 2006) se ha escrito sobre él lo siguiente: “Al leer los poemas de Aguilar entramos en un mundo liviano donde contar una historia o cantar una canción es natural, pero esa liviandad y manera de hablar de sus poemas desatan en nuestra conciencia una densidad alegórica”.
La venganza
Como esposo no le reprocho nada.
Como padre de ustedes:
Si en mí estuviera darle un vaso de agua
Que fuera la vida o la muerte para él,
No se lo daba.
Palabras de mi madre, durante tantos años,
En sobremesas, en arengas de pasillo,
En tránsito radical de un cuarto a otro,
O recogiendo, modista, del piso
Alfileres despeñados
Con una caña de tela vieja
Y por anzuelo aquel imán rotundo
En forma de herradura.
Ella no le daría un vaso de agua a mi padre:
Lo aprendí durante esas veces en que se abrían
Las ventanas del pasado
–Atoradas por la pintura fresca que mi madre
Ponía en los marcos del presente, cada día–
Y se asomaba de nuevo nuestra historia
Esquivada con –encuentra
Un adjetivo: esta es tu madre– recuerdoso olvido:
El esposo ido
Para ella, el padre ausente
Para nosotros, los hijos.
Llegó el momento en que mi madre
Pudo negarle a mi padre
El más preciado, para ella, de los tesoros.
No fue el agua, por cierto.
Cuando mi padre llamó a casa de mi madre
Presentándose, ante la muchacha que contestó,
Como el Sr. Tal y Tal y Esposo de la Señora,
Mi madre ordenó le dijeran que ella se había ido a Querétaro
O al diablo durante quince días. Y que en cualquiera
De ambos sitios –Querétaro o el diablo–
Ella podría alargar su estancia
Todos los años que fueran necesarios
Para no ver a mi padre.
“¿Qué te cuesta ya?”, le pregunté. “Mi padre
No te está pidiendo
Aquel vaso de agua”.
“Claro que no”, me dijo. “¿Sabes
Qué es lo que más quiere tu padre?”. Y mi madre
Mencionó el más preciado y así, el más negable, por ella
De los tesoros: “Mira qué quiere.
A ver quién se lo da. El zángano, el inútil
De tu padre sólo quiere
Conversar”.