Diccionario Maulpoix de poesía: Deseo

El poeta y crítico francés Jean Michel Maulpoix publicó en 2018, bajo el sello de PUF, el libro Les 100 mots de la poésie. Presentamos, en versión de Alí Calderón, la entrada correspondiente a “Deseo”. Se lee en la contraportada del libro: “Imposible de reducir a una definición simple, la poesía puede ser aprehendida a partir de una constelación de palabras que la esclarecen en sus distintas aristas; palabras que son la carne misma del poema. Jean Michel Maulpoix convoca verbos que refieren los gestos de un trabajo, otros que describen los movimientos del cuerpo y del pensamiento, nombres que dan cuenta de una experiencia, bosquejan un espacio, objetos o formas (alejandrino, oda) pero también objetos del alma”. El libro de poemas más reconocido de Maulpoix es Une historie de bleu. Es el teórico de poesía más admirado en la Francia de nuestros días. Su último libro, publicado por éditions corti, es La poésie. A mauvais genre.

 

 

 

 

 

DESEO

 

“La gran fuerza es el deseo”, escribió Guillaume Apollinaire en “Les Collines”. Se sabe de la energía erótica que el poeta ha dispensado en su vida y en su obra, en la que además se ven privilegiados los valores de inventiva y de “sorpresa”, la gran primavera de lo nuevo. Fuerza vital, el deseo le confiere a la escritura un vigor y un dinamismo que toman a contrasentido sus inflexiones melancólicas. A propósito, cómo no soñar con Nourritures terrestres en donde Andre Gide lo celebra con gran énfasis:”¡Oh, deseo! ¡Cuántas noches no he podido dormir de tanto pensar en un sueño que sustituía al sueño!”.

La poesía puede ser considerada como ese trabajo de la lengua donde el deseo se articula de modo significante, distribuido en imágenes, en ritmos, en figuras… ¿No es en lo desconocido donde se fragua su historia, en los intersticios de la lengua y el saber, al modo de un terrier humano, nido de la palabra y nido del canto?

Cuando Henri Michaux escribe “Nací agujereado” quiere decir cuán hollado está el sujeto interiormente por la falta, pero, al propio tiempo, que nació al fondo de un agujero de ignorancia. Y ¿no es el lugar del poeta un lugar vacío, el lugar del ausente, o de ese que no puede estar sino de un modo excesivamente imaginario o incluso borrado? Poeta sería el nombre de aquel que no existe. Pero es justo de ahí, del fondo del hoyo de la inexistencia y de lo irrepresentable, que asciende la palabra del poeta; es en este espacio excavado que el lenguaje se instala y adquiere su esplendor. Llamaremos poeta a quien de su inexistencia hace un texto, a quien pone al servicio del vacío los contornos de una voz, a quien expone lo mismo su deseo en la lengua y su deseo de la lengua. Y ¿no es un gran asunto de amores y pérdidas, de aspiraciones y remordimientos lo que se desarrolla al filo de la historia de la poesía?

 

 

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