Este 5 de mayo, Día Mundial de la Lengua Portuguesa, presentamos una breve muestra de poetas africanos de expresión portuguesa en traducción de Roberto Amézquita. La reunión incluye poemas de Conceição Lima (Santo Tomé y Príncipe), Abreu Paxe, José Félix (Angola), Odete Semedo (Guinea-Bissau), João Vário (Cabo Verde) y Rui Knopfli (Mozambique).
SANTO TOMÉ Y PRÍNCIPE
Conceição Lima
(1961)
AFROINSULARIDAD
Dejaron en las islas un legado
de palabras hibridas y tétricas plantaciones
ingenios oxidados proas sin aliento
nombres aristocráticos sonoros
y la leyenda de un naufragio en las Siete Piedras.
Aquí hicieron puerto venidos del Norte
por mandato o acaso al servicio de su rey:
navegantes y piratas
negreiros ladrones contrabandistas
hombres simples
rebeldes proscritos también
e infantes judíos
tan tiernos que fenecieron
como espigas quemadas
en los navíos trajeron
brújulas baratijas semillas
plantas experimentales amarguras atroces
un patrón de piedra pálido como el trigo
y otros cargamentos sin sueños ni raíces
porque toda la isla era un puerto y una ruta sin regreso
todas las manos eran negras horquillas y azadones.
Y en las rocas quedaron pegadas vivas
como cicatrices -cada cafeto respira ahora
un esclavo muerto.
Y en las islas quedaron
incisivas arrogantes estatuas en las esquinas
ciento y tantas iglesias y capillas
para mil kilómetros cuadrados
y el insurrecto sincretismo de los palacios navideños.
Y quedó la cadencia palaciega de lo inútil
el aroma del ajo y del zêtê d’óchi
en el tempi y la ubaga tela
y en el calulu el laurel mezclado al aceite de palma
y el perfume del romero
y del mlajincon en los patios de los luchans.
Y a los relojes insulares se fundieron
los espectros -herramientas del imperio
en una estructura de ambiguas claridades
y seculares condimentos
santos patronos y fortalezas derrocadas
vinos baratos y auroras compartidas.
A veces pienso en sus lívidas osamentas
su pelo podrido al borde del mar.
Aquí, en este fragmento de África
donde, mirando para el sur,
un verbo amanece alto
como una bandera dolorosa.
De O Útero da Casa (2004)
ANGOLA
Abreu Paxe
(1968)
… ESTE POEMA ES TU JÍCARA… mientras el mar danza en silencio himba era el murmullo de un río al hablar… atravieso la frontera del bosque de imágenes aquella imbala de calor seco… vukula oh messo… mis ojos también los herero de rupestres sentidos… el desierto se dibuja el niño que junto crece aquí el tombwa… no se trata de un bosque en pie, ni sentado… las voces dejadas traen leves torrentes las líquidas texturas del desierto en este entorno de oxígeno cero como cifra…sin lluvias aquellos árboles altísimos forrados por sedimentos de sílice… con voces estridentes de las mujeres… las maderas fueron mineralizadas… contrastando con los sonidos graves de los hombres… del bosque los esqueletos al bosque las dunas al mar las danzas… BEBAN DE AHÍ
*
Los tambores nos dividen en una visión bien definida
o porque están vacíos y hacen ruidos o porque están llenos y son silenciosos
desnudos bares calles, vestigio de la naturaleza… desnudo bar calle de vestigios
los instrumentos de la sexualidad en los silencios que se nos escapan
el estado apurado de los sentidos frutos salvajes
son estos nuevos puntos de partida que quedan atrás del ideograma
*
Allá atrás en el poema… un punto antes de noches y otro punto entre actividad y esa
ignorados … separa las noches siguientes de los frutos y de los sabores redondeados de esa
luz lunar de calles sin calle… O sea el principio de donde se disuelven los sentidos éramos
nosotros la coma antes del pero y del también.
José Félix
(1946)
DE REPENTE
nos descubrimos viejos.
Miramos para el margen del río:
los árboles, las hierbas son diferentes.
El agua del río no es igual
así tenga la misma transparencia.
De Vagabundagem
(un tributo al poeta chino Han Shan)
En el exilio de las palabras
no es preciso decir que estuve en parís
para mirar en el espejo de los rostros ahogados en el sena
porque tengo aquí bien cerca de mi puño
páginas de un árbol maldito
el breviario de cada día de rostros frondosos
con armas apuntadas a la nuca desde que se nace
y con el olor a pólvora la vida entera.
hay ríos otros ríos que transportan
la sangre joven de aquellos que nunca
poseyeron a la hembra que estar entre los muslos
de una mujer es un regreso al útero
más allá del placer que se siente besar
la corola de una flor abierta al polen.
y hay un fuego inédito que renace
de la ceniza primordial dejada por el tronco
el deseo de un fruto embarazado
de sabores con ácidos cautivos
el óxido de la amplitud de una copa islada.
un canto preso en las alas de un pájaro gigante.
en el exilio de las palabras en el río inmerso
confiesa la cara izquierda lo que la derecha teje
la contrariedad de un país mujer
amor inexplicable en los explicables ramos
brazos piernas cabellos de agua y de pasto
en el vértigo del viaje virgen
en el grito afligido de una boca bien abierta
al diámetro posible de un eco
en el complejo marítimo martirio ausencia.
ah hoja muerta hoja consumida
en la creación de un cerebro dolorido
en la imposible navegación posible
que no quiere entender a los griegos
y sólo se acuerda de las mujeres suplicantes
porque eso hace sentido por haber medido
la súplica en la réplica de las mujeres
niñas femeninas manos abrigadas
a degollar los hermanos que mal pronuncian
la palabra madre les bebe la sangre exangüe
de pétalos rasgados con un jardín
iluminado sobre las cabezas, soles
con brillo sin reflejo en el espejo de los ojos.
un ahogar de ríos entre los ríos
como si entendiera la palabra
de una forma risible pormenor que sólo
la distancia transforma el ansia en objeto
un sujeto palpable la semántica
de un árbol muerto y de un suicidio
en el sena en parís donde no necesito ir
para mirarme en las aguas en combustión.
hombre mujer en súplica reverberante
engullido en el eco de su grito.
De Geografía da Árvore
(la reinvención de la memoria)
GINEA-BISSAU
Odete Semedo
(1959)
ISLAS SIN NOMBRE
Mis ojos
Islas sin nombre
Marea alta transbordando en el océano
Olas saladas
Que no soportan el despertar
Vacías de vida
Mis ojos
Ojos sin nombre
Precipitan y atentan
Contra lo impávido
Mis ojos, nuestros ojos
Islas sin nombre
Aprisionados por las manos, por los…
Sueltan rayos
Dedos
Reconocen otros ojos
Y descreen esqueletos osados
Abandonados por la carne
Asomando
Mis ojos
Nuestros ojos, todos los ojos
Islas sin nombre
Consiguen un nombre
Pasaron a ser
Ojos-que-ya-no-creen.
CABO VERDE
João Vário
(1937-2007)
Resumimos: estas ansias anuncian pactos propicios.
Este es el por qué hemos insistido en discurrir de tal suerte.
Ah la memoria es este objetivo desviado de dios –
cosa general, definitivamente, para con los Exemplos y el tumulto,
pero, cómo ver, mañana, lo que, hoy, no pertenece
ni a ese testimonio ni a ese grano
distribuido a los mendigos de nuestras puertas?
Vivimos de ese crédito, se sugiere,
y de ese don de negar que oímos ni
la voz de lo que clama en el desierto
y nos absuelve
porque la confusión llena nuestra cabeza
y la longevidad, cualquiera que sea el mundo,
es nuestra segunda obsesión,
y constatar que no somos explicables
o recordar que perecemos
provoca esa lágrima, la primera
desde hace mucho tiempo, de Anteu.
Es ese tormento o esa luz,
que divide por el medio la verdad,
que nos asiste para hablar de predestinación?
Amberes, Ámsterdam, 1970-1973
Bangkok, Varsovia, 1973
LO QUE GUARDAN los muertos en sus cráneos doblados
para el rostro que quedamos y el resto que llenamos
al pie de este mundo, regresando a casa,
en la tierra, en el suelo, en la losa, volviendo a la muerte,
en el sueño, en el soma, en la saliva
que nadie llena de gravedad
o de la historia de los abuelos, curioseando el gis,
llena de vehemencia lo que recogimos con ellos,
así llenamos de tierra lo que no es de la tierra
o del país o de la crónica que llenamos,
llenando las salas, los papiros, los miembros ocupados,
porque no dejaremos esa cruz, esa fecha,
ese féretro, ese agudo varón
del lado de nuestras más antiguas costillas.
Y las lápidas con las que abarrotamos los cementerios
y con lágrimas, luto y lúgubres lirios,
nuestras esposas leen a nuestras hijas
(oro funesto, oído, poder o báculo de los vecinos)
la gloria, el grado, el metal propagan
de la cara que descansa
y glosa el grano de tales cuerpos
sea la ira o merced o mano de Dios,
pueblo, oído, oro funesto o bastón de ladrones.
Porque por nosotros decide lo que la usura y el júbilo amamos
que con nosotros gozan.
Miedo a la usura con ambos o el júbilo
de su miedo a burlarte de nosotros
los grandes, sin el sino o la suma
que de cada uno a ambos gozamos.
Con ellos comienza la sanción y el dogma,
la rabia y el miedo. Miedo a morir
y miedo a no morir,
miedo a matar y miedo a no matar,
miedo al suicidio, a la cólera, a la exhaustación
y miedo de la blasfemia. Miedo
a la usura, y al júbilo
y miedo a la jerarquía y al genio: miedo
al beneficio.
Y envejecemos. Y tal indigencia, la esterilidad,
los meses de frío, el dinero, la enfermedad,
porque la indigestión, el insomnio, la esquizofrenia,
tal no amamos este mundo, estos hombres,
y no apetece matar, según acentuamos
en el texto de ayer, y la boca llenamos
de omoplatos, de vértebras y de tarsos nuestros,
y el perdón que negamos nos cita,
lazos y locuaces al ras de la angustia,
adonde, por fin, perdemos la memoria, el léxico
y asistimos al desastre del cuerpo cayendo,
tal así la lástima es menor
y no se diga, pues, que no deseamos
la pureza, tal la comida, el reposo
el régimen registra la prosa
y la pureza, donde curamos
y ponemos luto por ellos, continuando. Tal
la usura, el júbilo, la cuota,
vicisitudes y perspectiva, y la usura, el júbilo,
la oportunidad, utilidad sobre utilidad,
utilidad y siendo utilidad, y la utilidad amplia.
Y así lo que de nosotros abdicamos
absuelta y jadeante identidad
que sufrimos.
Al sólo olvido de lo que lo olvida,
atormentar, regresó: todo cuanto damos
o, dado, prevaricamos, el world of spring
and autumn, birth and dying!
(…)
MOZAMBIQUE
Rui Knopfli
(1932-1997)
VISITACIÓN
1
Me perfora el sueño
esa luz estelar, oscilante,
purísimo cristal de lágrimas.
Mi larga noche deshabitada
se llena con la mansa luz dolorida
de esos ojos hermanos de mi silencio.
Un poco de ternura inconmensurable
posa los blandos dedos sobre mi hombro,
mis párpados, mi sueño inquieto
y endulza la desnudez fría de este espacio
ahora visitado por tu rostro querido.
Cierro los ojos de cansancio, en la boca
un regusto salado, sabor de mar,
resto de amargura antigua. ¿O serán lágrimas
tuyas, esa sal vivísima, que siento en los labios,
como si hubiera besado tus ojos tristísimos?
2
De pudor apenas entreabres
los muslos finos: ese ritmo
incierto, hesitante corola friolenta
que rechaza al rocío matutino.
Te traiciona el deseo
el arco elástico de los riñones,
la postura de quien espera
a pesar de todo. Revuelve
tu sangre en el vértice
de la espora y ahí te pierdes
animal encabritado, el labio espumante,
el rostro esculpiendo breves jadeos
sobre la delicada punta dolorida.
El ritmo es ahora el de los senos fugitivos,
de la fragilidad insolente de la desnudez,
tiene la elegancia horrible de los naufragios,
la densidad eléctrica de las tempestades.
Sobre el anatema terrible de la muerte
rehacemos la vida con furor.
3
Penetrando el secreto húmedo
de ese cuerpo es todavía la polvareda
luminosa del mirar que me ve
entre amedrentado y deslumbrado,
es todavía ese fulgor dolorido
que subsiste en mis sensaciones.
Sobre el espasmo, el sueño y el cansancio
brilla entre espanto y maravilla.
Dentro de la noche, carnal, sudada
y viscosa esa pureza de vidrio fino
pone un asentir acético y vigilante.
Planea sobre el abrazo de los cuerpos
distendidos, delgados e inmóviles,
tiene la precisión de una nota musical
y es un silencio claro, largo e irreal.
4
Cae sobre nosotros esta pequeña
lluvia de arena dorada,
granos finos de luz intensa
y tan discreta. Cae constante,
difusa y circular.
Niños sin memoria
somos la sonrisa mortífera
que sabiendo todo ignora.
Somos el campo claro y liso,
el blanco lino sin arruga,
el cristal luminoso de agua pura.
Somos la inocencia larvaria
de un destino mineral,
el laurel leonado de alta llama.
Ardemos. En la oscuridad y en la distancia.
Casi largamente.
5
Un poco de sal:
Cristal diverso y turbio.
¿Resto de antiguas lágrimas?
Lo ignoro. Guardo ese poco,
ese poco de nada,
vaga, indecisa memoria,
pequeña luz petrificada.