Reseña sobre Xochitlajtoli de Alonso Muñoz Terán

Presentamos una reseña de Alonso Muñoz Terán (Texcoco, 1984) sobre Xochitlajtoli. Poesía en lenguas originarias de México que cuenta con la selección y prólogo de Martín Tonalmeyotl, esta antología reúne a 32 autores de 16 lenguas originarias de México. Alonso Muñoz Terán realizó estudios en Literatura Latinoamericana en la Universidad Autónoma de Yucatán. Sus líneas de investigación han girado en torno a la literatura escrita en lenguas originarias.

 

 

 

Xochitlajtoli: Poesía contemporánea en lenguas originarias de México

 

Removemos la tierra/ Tlitlalmoloniaj
Como hormigas rojas/ Kemi chilaskamej
Que buscan/ Tikintemouaj
Entre recuerdos y páginas/ Tlajko elnamikilistij iuan sentlaixtli
Los versos perdidos/ Polojke tlajtolxochimej.
Sixto Cabrera

 

I

Las antologías de poesía en México se han convertido en un género literario de mucha relevancia, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX. Un punto de partida significativo de este género se da con la irrupción de Poesía en movimiento (1966),[1] obra que marca un antes y un después en este trabajo de selección y presentación de una obra poética. A partir de Poesía en movimiento, como apunta Diana del Ángel, “la antología se convirtió en una herramienta para orientar el porvenir poético”,[2] es decir, en una especie de trama canonizadora que marcaba la ruta a seguir para la poesía en aquel momento.

Sin las pretensiones de esa antología, que ha conseguido múltiples reediciones, se fueron produciendo otras más con diferentes motivaciones como la de Roberto Bolaño: Muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego (1976)[3] que, a pesar de haber tenido poca difusión en aquel entonces (e incluso hasta nuestros días), puede tomarse como referente de una antología con un impulso de ruptura con la tradición.

Con el paso del tiempo, los motivos e intenciones antologadoras se diversifican. Algunas se presentan como un corte generacional para agrupar a poetas nacidos en una década en particular, en otras se incluye algún tópico más específico como el del erotismo o bien se termina agrupando en algunas selecciones única y exclusivamente a mujeres poetas, sector desdeñado evidentemente en las primeras antologías, comenzando por Poesía en movimiento en donde solo se presentó a cuatro poetas mujeres de 42 nombres.

La relevancia de estas antologías y su importancia en la República de las Letras va cobrando cada vez más peso como dicen Eva Castañeda y Alejandro Higashi: “Leer y preferir una antología es tomar una posición frente a las estéticas disímiles que la motivan y subyacen en ella, sea frente a la intención de quien antologa, el grupo que la promueve, la ideología que enarbola o un sinfín de posibilidades e intenciones distintas.”[4]  

Sin embargo, el espíritu  renovador, incluyente, de ruptura, contestatario o feminista de las últimas antologías no alcanza a contagiarse de un sujeto central en la historia del territorio mexicano, y es que, a pesar de que muchas de esas antologías portan la etiqueta de “lo mexicano” como característica cultural o como marcador geográfico para presentar sus propuestas,[5] la ausencia de poetas en lenguas originarias es muy sintomática.[6] Por ello es que Xochitlajtoli (2019) cobra relevancia. La poesía escrita en lenguas originarias viene cimbrando fuerte desde hace varios años, su calidad estética, propia de una fina y ancestral urdimbre en la mayoría de sus exponentes me parece que está fuera de toda duda. Pero ¿qué nos dice o qué podemos encontrar en Xochitlajtoli y qué es importante resaltar?

En el libro vienen incluidos 149 composiciones poéticas en versión bilingüe[7] de 32 poetas que escriben en 16 lenguas diferentes. Una de las primeras maravillas es ver la diversidad de signos lingüísticos muy ajenos y diferentes a nuestra lengua. Como se ha dicho entre algunos lingüistas y hablantes de lenguas originarias, no son lenguas minoritarias sino minorizadas, y para contrarrestar esta última tendencia hay que visibilizar la lengua. Xochitlajtoli no es una antología más con poetas de las grandes urbes de México: Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Tijuana, Xalapa. Algunos de los lugares de origen de estos poetas son Atzacoaloya en Guerrero, Ixhuatlán en Veracruz, Xaya en Yucatán, Chapultenango en Chiapas, Ixtaltepec en Oaxaca o Tapotzingo en Tabasco. Son lugares algo más que periféricos, son espacios de enunciación con problemas y características contrastantes con las grandes urbes donde se ha centralizado la cultura y desde donde surgen poemas de alta calidad.

 

II

En “Té ñuú ki’un yu/Me voy de noche”, Florentino Solano, poeta ñuu savi/mixteco nos relata una historia de migración y de pérdida que puede ilustrar a muchos las adversidades de una región olvidada como lo es Metlatónoc, municipio enclavado en la región de La Montaña de Guerrero y en donde la pobreza y la violencia expulsan a unos 73 mil habitantes cada año. Lo hace, no como un mero lamento sino como una elevada muestra de sublimar la tragedia y convertirla en un testimonio poético. Sobre ese mismo tema escribe el poeta mè’phàà/tlapaneco Hubert Matiúwàa, quien además de sugerirnos en “Najùn/Trabajo” la nostalgia que representa para los abuelos la partida de sus descendientes en busca de un mejor porvenir, nos describe en “Àda/El niño” el terror que han sembrado el crimen organizado al colgarle un cuerno de chivo a los niños y jóvenes de su pueblo para convertirlos en sicarios.

Martín Tonalmeyotl, a quien se debe la selección y el prólogo de Xochitlajtoli, lo mismo utiliza su ingenio poético para recordarnos algunas cosas sobre el sentido de su oficio poético y sobre el amor, que para hablar sobre la tragedia de ser indio en este territorio: “Hay que emborracharnos digo yo/ para olvidarnos que en esta tierra/ día a día nos están cazando como perros rabiosos”; en “Ome sempouajle iuan yeyé/Cuarenta y tres”, recuerda sensible y solidariamente a los estudiantes desaparecidos en el 2014. Es, a mi parecer, por embates y tragedias como éstas que algunos poetas optan por honrar la fuerza de su tradición, como lo hace Simón Cojito Villanueva, el poeta nahua de Zitlala, Guerrero, que en “Atsajtsilistli/Petición de lluvia” nos recuerda una de las prácticas más ancestrales e imponentes que le dan cohesión y fuerza al pueblo nahua de Zitlala, enclavada igualmente en La Montaña de Guerrero, una de las regiones más violentas del país a causa del narcotráfico, la explotación minera y de la rapacidad e indolencia de los empresarios y políticos.

El territorio y los elementos naturales, tienen una fuerte presencia en Xochitlajtoli. Mientras el poeta nahua Juan Hernández hace una dulce “Atl tlatiochiualistli/Oración al agua”, la poeta bats’i k’op/tsotsil Ruperta Bautista, nos anuncia el ecocidio inminente en “Milel/Asesinato”; sobre los poetas hñäñhu/otomí, Margarita León, Xiko Jaén y Rosa Maqueda Vicente, me gustaría destacar que los tres tiñen sus versos de sutiles y palpables alusiones a un espacio habitado por magueyes y aguamiel, ixtle o el huizache propios del Valle del Mezquital. Un territorio en donde lo mismo se invoca y se espera al ser amado o se sufre una pérdida como en “Ga ma pa nzäntho k ora mpumfri/Marcha y olvido”.

En “Lo’mbu’/El cachimbo” del poeta binizzá Esteban Ríos Cruz, dibuja un árbol emblemático de su infancia y al que “unas manos rabiosas, sin luz, han derribado…”. Con la caída del cachimbo el poeta nos anuncia una fractura en la memoria, una mutilación a “un gajo del horizonte”. La memoria, otro elemento que puede agrupar características culturales de los pueblos originarios, por ser ésta el soporte de la tradición oral o tradición mnemónica como la llama la lingüista Yasnaya Aguilar.[8] Es también a la memoria, a la que hace alusión el poeta Pedro Uc en “Néen/Espejo”, un poema en el que aparecen elementos de la identidad del pueblo maya y su vínculo con el monte y en particular con el yuuk, un pequeño venado a través del cual se puede mirar la grandeza del pueblo maya y del yuuk porque “Espejo es el agua de tus ojos…” e “Íntegra es la historia del espejo” amenazada por el siguiente cartucho que amenaza con secar “la memoria de tus pasos”.

En Xochitlajtoli, la mujer hace resonar fuerte su flor y canto, su palabra y a las de su estirpe. Mikeas Sánchez, poeta zoque de Chapultenango, Chiapas, va presentándose en “Tumä/ Uno”, primero desde su condición biológica y a la vez en su parte identitaria: “Soy mujer y celebro cada arteria/ donde aprisiono los secretos de mi estirpe/ y todas las palabras de los ore’pät están en mi boca/ Y toda la sabiduría de las ore’yomo están en mi saliva”. En “Metza/Dos”, las palabras de los ore’pat denuncia: “Me nombro y hablo por todas las niñas maltratadas/ que juegan su inocencia/ desde un callejón sin farolas”. E invoca un bálsamo con su palabra para: “Ungir el alma de todas estas niñas heridas desde la memoria primigenia del hombre”. En “Majkku’y/Cuatro”, Mikeas versa sobre su madre y regresa en el tiempo para compartirnos una imagen muy sensible y de alta crudeza: “Pienso en mi madre/ y ella piensa en su padre alcohólico/ que espera el viento del norte en señal de lluvia/ que espera de nuevo mirar en el río a la abuela con sus 16 años”.

Enriqueta Lunez, poeta basilkop/tsotsil nos comparte otra maravillosa construcción en “O’lol jmet’tik/O’lol jme’tik”, en donde nos describe una poderosa alianza entre una mujer y su madre. Si los medios de comunicación y la sociedad urbana se han encargado de transmitir una falsa percepción en torno a supuestas mujeres tímidas de algunos pueblos escondidas tras su rebozo, en este poema Enriqueta da un giro a esa imagen para construir un bello homenaje a su madre: “Mi madre cubre el cuerpo con el viejo rebozo de su infancia/ atiza fuegos extintos en la memoria de la niña que fue./Ella peina mi cabello, trenza y destrenza pecados que/ jamás confiesa,/ de aquel deseo oculto bajo sus cobijas,/ de aquella falsa santidad de los años./ Ella se confiesa culpable/ es la mujer más infeliz de la tierra,/ o acaso, la mujer más astuta que Dios jamás imaginó crear”.

Irma Pineda, la poeta binnizá/zapoteca, escribe recordando y citando las cosas que aprendió de su madre como “los cantos de la gente nube” o bien “a evitar el limón cuando viene la regla”. Pero recuerda que nunca le preguntó “cómo transcurre la vida cuando los soldados se llevan al marido”, “Con qué palabras se explica a los hijos qué es un desaparecido”. “Cándida” es un poema urgente sobre una herida que no ha cerrado porque no se ha hecho justicia y sobre todo porque los gobiernos no han mostrado interés por encontrar y esclarecer, por lo menos, el caso de los miles de desaparecidos de la Guerra Sucia de los años setentas en México.

Nadia López, poeta mixteca de Tlaxiaco, Oaxaca nos recuerda en “Ntuchinuu/Ojos”, también a su madre, quien a su vez ve en los ojos de su hija a su abuela. Es un clan, es una estirpe de mujeres que han llorado cuando cocinan, cuando cantan, cuando ponen café, por eso en el poema le pregunta a su madre la razón de su perenne llanto y ésta le contesta “porque nosotras tenemos ríos adentro/ y a veces se nos salen, tus ríos aún no crecen, pero pronto lo harán”. Entonces a la autora se le revela algo y al final del poema lo anuncia “Ahora lo comprendo todo, ahora tengo ríos en mí y en mis ojos”.

Hay versos tan diversos como lenguas en la antología, los hay unos que celebran también la vida y la urdimbre como en el poema “Bidaani’/Huipil” de la poeta zapoteca Natalia Toledo “mi piel revienta las flores que dibujaron sobre mi vestido/ pueden venir esta noche a pellizcarme hombres y colibríes/ mi alegría es néctar que emana”. Están los que versan sobre el amor y el recuerdo como el del poeta tutunakú Manuel Espinoza Sainos: “Lichiwinankgoy lapaxkit ninín/Los muertos hablan de amor”; se encuentran también poemas eróticos, como el memorable “Acha’añ bäk’tyal/Mi cuerpo tu primicia”, de la poeta ch’ol Juana Karen.

En la antología encontramos poetas de una amplia trayectoria, como al reconocido poeta zapoteco Víctor Terán y a otros más jóvenes pero con composiciones que dan muestra de una sensibilidad muy particular para sentir el mundo y para transformar esas experiencias en intensos poemas como el también poeta binnizá Elvis Guerra: “Soy la perra que llamas con una tortilla en la mano/ la que salta con el mínimo beso de tu boca/ la que pateas y no te deja/ la que golpeas y no te muerde en defensa./Soy la más mansa de tus perras, la que mueve la cola cuando llegas borracho/ y con la boca te quita los zapatos./ Soy la perra que te dedica poemas”.

Está también uno de los poetas más brillantes y que lamentablemente se nos adelantó hace cuatro años, me refiero al poeta maya Isaac Carrillo Can, que como si hubiese advertido su prematura partida escribió:

Neek’

In táane’,
Jump’eel w’’olis chak neek’ kin pak’ik tu tuuch lu’um,
Beyo’,
Le kéen méek’a’ak xma uj tumeen u ts’ook jump’eel in
Áak’abile’,
Yaan junkúulche’tal tu’ux ch’oj ch’íich’o’ob kun k’ayik
In k’ajláay.

Semilla

Mi voz, mi palabra,
es una semilla roja que siembro en el ombligo de la tierra,
así,
cuando mi última noche abrace la luna,
será un árbol grande en cuyas ramas, pájaros azules
canten mi memoria.

Seguramente, incluir a Isaac en Xochitlajtoli hace las veces de un árbol y los lectores hacemos las veces de pájaros azules cantando su memoria.

 

III

Mario Bojórquez escribe en la contraportada de Xochitlajtoli: “Dialoguemos con estas literaturas y aprendamos a reconocer otras formas de ser mexicanos”. Este puntual llamado al diálogo debe pasar porque el lector haga un esfuerzo por nombrar a esos poetas y esas lenguas tal y como las nombran ellas y ellos mismos, y no con la acostumbrada forma de nombrar en náhuatl a esas otras lenguas. Es importante de igual forma, reconocer y poder ubicar el lugar de origen de los poetas. Cuando uno lee que en esas composiciones se mencionan problemas de migración, pobreza, desapariciones, sería positivo que el lector pudiera ubicar geográficamente los espacios que refieren los textos y las biografías. Si la versión en español no traduce ciertas palabras, es importante que la lectora o el lector se esfuerce por buscar el significado de la palabra escrita. Ese es el diálogo horizontal que busca el poeta al escribir, que sea leído en los términos en los que él/ella escribe. No está de más decir que ya los certámenes literarios o los apoyos económicos para escritores han mandado a una segunda categoría a la literatura escrita en lenguas indígenas, que no tiene otra característica que la diferencie sustancialmente de sus pares que escriben en español. Todos habitan el mismo territorio, es menester que las convocatorias incluyan a los autores en lenguas originarias. Si los poetas que escriben en alguna de las 68 lenguas indígenas ya realizan la tarea de traducir sus composiciones al español, buscar y preparar jueces en cada una de las lenguas en las que se reciban los manuscritos es obligación del Estado y de las instituciones de cultura. Porque si se es un Estado que se reconoce multicultural y plurilingüe debe ser en los hechos y no sólo en el papel. La poesía escrita en lenguas originarias es poesía de altos vuelos. Como dice el crítico y escritor chiapaneco Alejandro Aldana es “literatura sin adjetivos”. Xochitlajtoli, por ello, me gusta pensar que es más una antología contingente, que los poetas ahí reunidos no tienen otra característica diferente a los poetas de las grandes urbes más que la de hablar y escribir en dos lenguas distintas. Es necesario superar la primitiva y deficiente lectura que hizo Julián Herbert sobre la poesía indígena:

La literatura mexicana en lenguas indígenas afronta una dificultad básica: son escasos los autores que la practican verdaderamente. Lo más común es que se escriban versos en español y posteriormente éstos sean traducidos por el propio autor a su lengua originaria. Lo cual descoyunta la unidad poética entre concepto, grafía y sonido. Se trata de una escritura que posee el ambiente y el pintoresquismo que el INAH y otras 96 piadosas instituciones nacionales consideran imprescindibles; pero rara vez su rango estético rivaliza con el de la expresión poética en lengua española.[9]

Xochitlajtoli está puesto en Circulo de Poesía Ediciones, es una poderosa y diversa muestra de poesía contemporánea escrita fuera de las grandes capitales de la cultura que hay en México. Sugiero ir a buscar el libro para comenzar ese diálogo con los poetas incluidos porque es para ayer.

 

 

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Notas

[1] Poesía en movimiento: México 1915-1966. Selección y notas de Homero Aridjis, José Emilio Pacheco. Selección y notas de Alí Chumacero. Selección, prólogo y notas de Octavio Paz. México, DF: Siglo XXI. 1966.

[2] Contemporary anthologies of Mexican poets: Recount, showcase or rewrite the canon?: Diana del Ángel en Signos Literarios, vol. xv, no. 30, July-December, 2019, pp. 74-101.

[3] Muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego, once jóvenes poetas latinoamericanos, antología de Roberto Bolaño, presentación de Efraín Huerta, prólogo de Miguel Donoso Pareja, México, Ed. Extemporáneos 1976

[4] En Signos Literarios, vol. xv, no. 30, July-December, 2019, 8-18 “Sobre antologías de la poesía mexicana contemporánea o de cómo negociar el canon sin morir en el intento” Castañeda, Eva y Higashi, Alejandro.

[5] Valga decir que muchas de las antologías utilizan este marcador geográfico y cultural llamado ‘México’ dentro de los títulos de sus antologías, pero pasan de largo a los miembros de otras naciones que conforman dicho territorio: La luz que va dando nombre, veinte años de la poesía última en México 1965-1985 (2007); Nosotros que nos queremos tanto. Poesía contemporánea de México (2008); Divino tesoro, muestra de nueva poesía mexicana (2008); El oro ensortijado. Poesía viva de México (2009); La edad de oro. Antología de poesía mexicana actual (2012); Los reyes subterráneos. Veinte poetas jóvenes de México (2015); etc.

[6] Existen claro, otros ejemplos como “Insurrección de las palabras” de Herman Bellinghausen (2020). Pero la producción y atención a la poesía en lenguas originarias aún no cobra la relevancia y atención debida.

[7] Ver “Anverso y reverso de una obra literaria” de Mikel Ruiz en Tierra Adentro: https://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/el-anverso-y-el-reverso-de-una-obra-literaria/.

[8] Ver “Platicar” de Yásnaya Elena Aguilar, en Este País: https://estepais.com/blogs/ayuujk/platicar/.

[9] En Julián Herbert: Caníbal: Apuntes sobre poesía mexicana (2009). Libro publicado con el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

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