66 poetas mexicanas (Parte III)

Estamos leyendo la tercera y última parte del dossier de 66 poetas mexicanas nacidas entre 1961 y 2001. Se trata de un ejercicio de lectura particularmente interesante porque observa zonas distintas de la poesía más joven de México. Leemos aquí poemas de Aída Escobedo, Melina Maliachi Andrade, C. Consuelo Nieto Ortega , Ana Velarde , Mónica Licea, Ana Jimena Sánchez, Michelle Pérez-Lobo, Mariana Moncada Delanda, Lucía Cornejo, Andrea Alzati Aguilar y Maya, Yadira del Mar, Via Plaza, Giselle Alejandra Ruiz Rodríguez, Betzuara Reyes, Mónica Zepeda, Esther M. García, Mercedes Alvarado, Verónica G. Arredondo, Indira Isel Torres Cruz, Krishna Naranjo Zavala, Adriana Tafoya y Ana Belén López. Reproducimos esta muestra de poesía que ha sido construida por Mario Urquiza Montemayor a partir de su trabajo como curador de la revista Small blue library.

 

 

 

 

 

66 POETAS MEXICANAS

Tercera parte (1991-1961)

 

 

 

 

Aída Escobedo
(Puebla, 1991)

Es licenciada en Lingüística y literatura hispánica por la BUAP y maestrante en Teoría Crítica por 17, Instituto de Estudios Críticos. Ha sido miembro de diversos talleres de poesía y escrituras expandidas y experimentales. Trabaja en su primer proyecto, ya quiere terminarlo.

 

 

 

Sueño fabricado con ladrillos


Estaba adentro del todo,
en las islas férreas y sus panzas de hierro,
miré hacia arriba:
la luna se caía lentamente,
lo suficiente para disfrutar el miedo.

 
Salí de mi engrane a tocarle a la vecina
pero desde afuera escuché un pleito:
su esposo le aventaba ladrillos y decía
¡Es que debiste quemar las manzanas!
Pum, bloque en el suelo.
 

Quemar y entonces mirar al horizonte,
el Popocatépetl estaba más iluminado, tenía nieve,
vi a la falla en la Matrix en su bicicleta
llevar un nido de cigüeñas,
lo seguí hasta perderlo de vista y
los ladrillos seguían cayendo,
nunca toqué la puerta.

 
Un sabor a sangre me hizo regresar a mi engrane,
escupí al ratón en lugar del diente y
el asco no fue tanto como para despertarme:
lo coloqué en un plato
le eché sal
se lo di a Arturo.

 
Me senté en el sillón
abrí Bancomer Móvil
para pagar unos vestidos,
cuando le di en aceptar
una ventana se apreció en mi pantalla,
me mostraba unas mariposas gigantes
tocando como hippies
en pradera
la guitarra:

transferencia exitosa.

 
Al final
me llegó un olor a basura
fui al cesto,
le quité la tapa
vi los ladrillos de la casa de mi infancia,
–rosas como mi infancia rosa–
derretidos de cera
en sus escombros de Agua Santa.

 

 

 

 

Premonición

 
 
De mascota tenía una oruga que crecía con mis abrazos.
Me daba asco tocarla,
ella siempre demandaba afecto,
no me dejaba en paz.

 
La odiaba
pero pretendía quererla: eso era lo correcto,
          lo comprobé una vez
          que intenté deshacerme de ella y una mujer
          me dio una sanción de sueños,
                       de esas que sólo recuerdas por dentro y que,
                                                                               por dentro, duelen.

 
Cuando acordé,
a sus ojitos ya se les veía amor,
me veían como nadie me había visto.

 
Ya estaba casi de mi tamaño y éramos inseparables
vivíamos en una cabaña oscura, húmeda
tenía muchos vecinos:
todos reclutados por la misma persona.
                                                        todas personas en común
                                                        y extrañas entre sí.
                                     Desde mi hombro derecho,
los ojitos del animal no dejaban de verme.
Pese a que lo quería, la repulsión me visitaba de vez en cuando:
A veces era más una babosa que
                                         recuerdo con tierna náusea.

 
No sé por qué jamás se convirtió en mariposa.

 

 

 

 

 

Melina Maliachi Andrade
(Estado de México, 1991)

Licenciada en Letras Latinoamericanas, por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx). Ha publicado cuentos como “Mi fantasma” en la antología Sin cita previa, de la editorial española Fussión Editorial; el cuento “El número 43” en la revista CuestionArte, del año 2017 y; el cuento “El silbido de la noche” en la revista digital Monolito. Así mismo, ha participado en diferentes congresos literarios presentando ponencias como: “El estudio literario” en la FILELI UAEM Morelos 2015. La ponencia “Dar la muerte: una aproximación al pensamiento filosófico de Jaques Derrida sobre la muerte” en el marco de la celebración de día de muertos en el IX Necroloquio de Putrefacción Múltiple, celebrado en la ciudad de Toluca en 2016 y la ponencia: “Influencia filosófica en la obra de Felisberto Hernández” en el congreso EIELL, celebrado en la ciudad de Culiacán, Sinaloa en 2017, entre otras. Ha sido Staff en el área editorial de la Feria del libro Infantil y Juvenil (Filij 2018). Además, fungió como mediadora de lectura en el programa nacional Salas de Lectura (Conaculta, 2014).

 

 

 

Mujer

 
Soy el tiempo pasado a través del universo.
Soy el mar con peces envueltos en deseos.
Soy el cielo turbulento provocándote huracanes.
Soy la briza de aquellas olas pasajeras.
Soy miles de estrellas cayendo al precipicio.
Soy una crisálida envuelta en los sueños.
Soy el ave que nunca emprendió el vuelo.
Soy las flores marchitas, empapadas del ayer.
Soy lágrimas que salpican dolor y añoranza.
Soy las letras de un poema de amor no correspondido.
Soy el monumento que jamás han levantado.
Soy arte en un instante: el poema anhelante.

 

 

 

 

En la madrugada surrealista

 
… llegó la vida,
La veo aquí, la toco, me mira, nos miramos,
insospechada, irreal, insomne: ¡viva!
Viva como el poeta en la madrugada surrealista.
Quiero salir, escribir un poema y renacer.
Llega la vida, se asoma bajo las cortinas,
Me mira impaciente, insatisfecha a mis preguntas.
Contamos los pétalos caídos, las raíces destrozadas,
las palabras pronunciadas que arrullan al viento.

Sobre hojas blancas capturamos el instante,
revivimos las angustias, los fantasmas del ayer.
Damos existencia a los miedos, los arrancamos,
destrozamos las historias y las dejamos caer:
somos dueños del caos que creamos,
Llegó la vida, inventamos historias; quimeras,
mentiras disfrazadas de verdad, respiramos historias…

 

 

 

 

 

C. Consuelo Nieto Ortega
(Estado de México, 1991)

Médico Cirujano egresado de la Universidad Autónoma del Estado de México. Escritora y poeta. Su primera obra literaria se titula “Por favor muérete ya… y de miel” editada con “Grupo Rodrigo Porrúa” (2018), su segundo título fue publicado con la Universidad Autónoma del Estado de México el cual lleva por nombre “En la piel del elefante”(2019), colaboradora en la antología “Diversidad(es): Minificciones alternas” siendo la primera antología mexicana con temática LGBTTTI (2020), colaboradora en el dossier “Pasavante” de la revista de literatura Grafógrafxs de la Universidad Autónoma del Estado de México, autora de un tercer poemario titulado “Los rinocerontes se queman” editado con OXEDA y Nueva York Poetry Press (2021); artista comprometida con el fomento a la lectura y el acercamiento de la comunidad a las artes, participa activamente en televisión, radio y medios impresos, así como en presentaciones culturales de su obra en distintas instancias incluyendo “Abril, mes de la lectura” por parte de la UAEMex. A su vez ha participado en mútilples revistas electrónicas y en formato físico como Hiedra, Norte/Sur, Poesía Safística, Mexa Escritores Independientes, COPLACEM, etc. Ha sido juez en concursos oficiales de literatura y ponente en conferencias y talleres literarios. Dentro de su trayectoria y participaciones ha buscado generar un sentido de empatía, impacto y solidaridad con las personas que la escuchan y apoya fervientemente la visibilidad del colectivo LGBTTT+, realizando activismo literario y mediático.

 

 

Modales

 

Morder el centímetro exacto que divide la piel donde termina su clavícula e inicia su pecho, paladearlo como el animal famélico que soy, beber de su sexo el agua necesaria para tragar mi deseo, chocar en sus caderas mis olas y en su saliva naufragarme, rozar con los labios la cara interna de su muslo que hace las veces de durazno terciopelo.
Quiero comer entre sus piernas
y que escurran decilitros de gritos:
                                                         más adentro.

Escondo dudas y sudores en su vientre, las sábanas/mantel se escurren por su cuerpo, clavo las uñas en sus costados condimentados de otros nombres y otras hambres.

 
Ella.
          Comer con las manos,
                             lamerme los dedos,
                                             sorber de su plato,
                                                         masticarle con la boca abierta,
                                                                                           subir los codos a su mesa.

 

Inédito

 

 

 

Noviembre

 
No entiendo la muerte, abuelo.
Sólo sé que un día vino por ti mientras en las mañanas sangrabas
la medicina decía que ahora te llamabas cáncer
Cáncer/René, jamás te volví a ver.

 
No la entiendo, sólo sé que me recuerda mucho a las personas que veo todos los días,
esas que se miran frenéticas los pies
que cuentan con los dedos sus fracasos
les arde el pan de cada día.

 
Ha de ser eso, abuelito,
eso ha de ser la muerte
mirarme al espejo y no encontrarte en mis ganas.

 
Tu muerte se ha llevado la vida mía, abuelo,
ya no hay crucigramas, no herramientas, no tu sonrisa
no hay historias que detallen tus manos fuertes
los domingos te espero por si vuelves
mis domingos se llueven a las seis de la tarde.

 
Si me preguntan de la pérdida yo digo Rene/Casa, René/Padre
un vacío que se recicla cada once del año
caer de la bici
extrañarte como si te fueras a morir otra vez mañana.

Inédito

 

 

 

 

 

Ana Velarde
(Ciudad de México, 1991)

Licenciada en Letras hispánicas y profesora de literatura. Ha realizado estudios de posgrado en literatura comparada y arte. Ha participado en diversas antologías y revistas nacionales e internacionales. Es autora del libro de poesía La luz cuando amanece (Ediciones Simiente, 2012).

 

 

 
Escribir para hablar de la sangre
se ha hecho tantas veces
tantas veces se han secado las flores y se ha condensado el agua
y hemos llorado y repetido las mismas rutinas
pero
en realidad
las manchas de sangre casi nunca se quitan
al menos yo no sé quitarlas tan bien
siempre queda un rastro
siempre
queda
una forma de la sangre

 

 

 

 

 

Siempre queda una mancha de sangre
no roja
más bien café
cómo podría nombrarlo en otra lengua
me pregunto
al rojo o al café

 
creo haberlo leído en muchos poemas
en cursivas

 
palabras que no sé pronunciar
y que por eso evito
con muchas consonantes juntas
palabras que no me sirven
que no me nombran
que nombran quizá el color
pero no la mancha

 
porque la mancha no se nombra
nunca
porque lo interior no se nombra
dicen
no puede nombrarse
es inefable inalcanzable incomprensible

 
por eso nadie la ve
nunca la digas

 
déjala remojando durante la noche
y habrá desaparecido

 

 

 

 

Mónica Licea
(Guadalajara, México, 1990)

Licenciada en Cine Digital por la Universidad de Medios Audiovisuales (CAAV). Textos suyos aparecen en las antologías: Liberoamericanas: 80 poetas contemporáneas (Editorial Liberoamerica, España), Algunos animales al sentirse enfermos buscan el aislamiento (Sombrario Ediciones) y Los líquidos abismos (Universidad de Guadalajara y Letras para volar); así como en diversas revistas nacionales e internacionales. Ha sido ponente y poeta invitada en la Feria Municipal del Libro de Guadalajara y ha participado en numerosos encuentros nacionales de poesía tanto de forma presencial como virtual. Seleccionada en el Programa a la Comunidad Creativa, Artística y Cultural Contigo en la distancia: Movimiento de arte en casa, Cultura Jalisco (2020). Cuenta con la plaquette Visión de la ira editada por Sombrario Ediciones (2017) y Perro ciego de nostalgia feroz, plaquette digital editada por Poesía Mexa (2021). Actualmente es coordinadora del programa literario El Guardagujas, Cultura Jalisco (2021), escritora creativa para una agencia de publicidad y trabaja en la edición de su primer libro.

 

 

 

 

El pájaro

 
Esta mañana mi perro me despertó con un pájaro muerto en el hocico.
Lo trajo a mi cama y se sentó.
Nos miramos largo rato.
Tomé el ave entre mis manos,
intenté cerrar sus ojos sin resultado.
Miró hacia el otro lado de la ventana, donde el arbusto reverdecía.
Han pasado dos semanas y su cuerpo sigue endureciéndose
en un rincón de la casa.

 
¿Es mi hermano el cadáver del pájaro que no puedo enterrar?

 

 

 

 

La hibernación

 

El pesado oso en mi espalda
trepa por mi espina dorsal y
me encaja sus garras cada noche.
Busca, olfatea y encuentra mi útero de miel
lo mastica incesante hasta que se atora
entre sus dientes.

 
Ese animal pesado que conmigo duerme

mamífero de robusta respiración
acecha con cautela
los menores espasmos de vida.

 
Le digo “quieto, hoy no”, y lo acaricio con torpeza.

 
Se recuesta a mi costado
su pelaje me cubre
y el aire se vuelve primitivo
como si estuviéramos al interior de una caverna.

 
Te extinguirás también, blanda furia
y contigo se irán todas las formas
los sonidos
el hambre
y la secreta vida
de los abismos que recorres.

 

 

 

 

Ana Jimena Sánchez
(Ciudad de México, 1990)

Poeta, editora, diseñadora y gestora cultural. Ha publicado los poemarios Intradiegético (2015), Ecuador (2017), Las Otras (2019), M (2020) y Santorini (en coautoría con Pablo Piceno, 2020). Es fundadora de La Hoja Poesía Viva: proyecto dedicado a promover la creación poética y la autopublicación. Ha participado en diversas lecturas de poesía en México y España. Ha sido publicada en Periódico de poesía (UNAM), Poesía en Voz Alta (antología venezolana), en la revista Letralia y el blog Emma Gunst, entre otros. Es cofundadora y directora del festival internacional de música Guacamaya y tiene un despacho, Muchas Cosas, desde el cual ofrece servicios de diseño, comunicación y gestión cultural. Recientemente editó y publicó la antología El poema en el pecho: una colección de textos de autoras de distintos países impresa en camisetas. Vive en Cholula, México.

 

 

 

 

Tiembla mi país
como la voz que se quiebra
cuando quiere hablar
de amor

 
como la sombra frágil
porque el día
la besa

 
y mi carne
hendida por tu latido
en el dulzor de su centro
también tiembla.

 

 

 

 

Maruata

 
En los muelles de Maruata
nunca es tarde
y, sin embargo,
yo sólo puedo pensar
en los barcos que no han salido
en las palabras que no me diste
en la mujer de Nicolás
que es feliz
aunque
no sonría

 
ser
una piedra pequeña
tendida en la arena
esperando que el mar
me bruña
que su sal
una vez
y otra
haga de mis asperezas
lisura
y que a tu paso
me mires
me ames
y que mi roce
jamás
te hiera.

 

 

 

 

Michelle Pérez-Lobo
(1990, Ciudad de México)

Poeta y editora. Estudió Literatura Iberoamericana en la Universidad del Claustro de Sor Juana y una maestría en Lexicografía Hispánica en la Escuela de Lexicografía Hispánica de la RAE. Es autora de la plaquette de poesía Lo que perdimos y otros poemas (Aquelarre editoras, 2018) y de la exposición gráfica “un texto es un lienzo es un texto” (UCSJ, 2018). Ha publicado poemas, ensayos, cuentos y traducciones en El Universal, Letras Libres, Hispamérica, Tierra Adentro y Punto de partida, Indundación Castálida, entre otros. Sus videopoemas e intervenciones a textos han aparecido en El rizo robado, Mula blanca, Periódico de Poesía, Chiquilla te quiero y Colectivo Dubius. En junio de 2020 formó parte de la exposición virtual “Poéticas desde el encierro” organizada por la Galería Libertad de Querétaro. Fue becaria del Programa Jóvenes Creadores 2019- 2020 del FONCA en poesía.

 

 

 

Autorretrato en tres personas

 

I.
Los ojos de mi madre
son una lección de gramática.
El significado y su núcleo,
relaciones y funciones que mutan,
objetos de deseo,
el tiempo
                 la sintaxis un cordón umbilical

 

 

 

 

II.
La sonrisa de mi padre
es una ventana abierta
durante el aguacero.
Golpes de sombras, golpes
de alfileres
que inundan la casa;
la memoria arrojada desde el cielo

 

 

 

 

III.
Los gestos de mi hermana
son un gato que ronronea
en las piernas.
El hallazgo del dolor
                           uñas siempre inquietas
y una calidez que se dispersa
discreta
como nube

 

 

 

 

 

 

Declaración de principios

 
I’m sick of looking at me
I hate this painful body
That disease has slowly worn away
“Magician”, Lou Reed

 
 
Llevo ya varios días que suman más de un año
Llevo ya meses y meses purgándome analizándome
escribiendo sobre mi padre sobre
la muerte de cuerpo transparente sobre
el desamor nuevo y el amor envejecido sobre
el abandono como naufragio sobre
el olvido como soldado enemigo
No soy dramática pero sí melancólica y me canso
Estoy harta de altos vuelos y pretendida poesía
He caminado ensimismada mirando hacia la copa de los árboles
pensando en desentrañar mensajes inexistentes
Por eso me he perdido en ciudades extranjeras
que tuve que haber descubierto a tiempo
Por eso me he distraído y encandilado con una luz inhumana
y por eso ahora quiero describir lo que veo
Quiero voltear hacia abajo
Observar a fondo las cosas las mías y las de otros
Quiero redescubrir los papeles tirados en la calle
y revivirlos y pintarlos de fuego
Quiero enamorarme de mis zapatos viejos y escudriñarlos
hasta que sea hora de tirarlos
Quiero detenerme en todas las moronas que carga mi mesa
en sus texturas y contornos y colores
No quiero hacer una oda a ninguno de ellos
No quiero regalarles la trascendencia que no tienen
y que no necesitan
Quiero retratarlos sólo a manera de naturalezas muertas
Quiero estancarme en ellos y sólo estar
permanecer estática siguiendo sus consejos
          La elocuencia tan sabia de las cosas
          que fueron bendecidas con no tener voz
Quiero despreocuparme por el desorden por la vejez por el olvido
por todos esos fantasmas enraizados en mis dedos
Deseo contemplar lo que hay afuera
y describirlo sin prisas sin métrica
Quiero volcarme en los objetos que me rodean y aprehenderlos
Espiarlos a ellos para dejar de verme durante un rato
para concentrarme en la piel y no en los órganos
Vivo con un espejo clavado en mis entrañas
reflejando sus rojos viscoso
Es agotador revolcarse en ellas todo el tiempo
Una se desconoce y se agrede
si vive con los ojos entornados
como uñas que se clavan en sí mismas
Quiero salirme quiero huir
quiero dejar de vivir en mí
y respirar a través de mi colección de piedras

 

 

 

 

Mariana Moncada Delanda
(Ciudad de M
éxico, 1990)

Estudió creación literaria en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Estudió la carrera de músico instrumentista en el Centro Cultural Ollin Yolliztli. Ha colaborado en revistas literarias tales como Small Blue Library, Hiedra, A Buen Puerto y Cantera Malaquita. Su poemario “Ten un Rostro” se encuentra en proceso de publicación por la editorial La Tinta del Silencio.

 

 

 

Petricor

 
Transparente
              camina sobre la tarde

 
bufa      al monstruo de muchas gargantas
 
reptil madera
                   pretensión orquesta
que sisea  un preludio   afónico
y reta
          la aversión felina
                                               hiss
 
serpientes policéfalas
observan sus pisadas húmedas

                              obertura
en que repara
el aire
             su perfume

 
y corre  Transparente
bajo el esmerilado

 

 

 

 

4 am

 
                                     la hora

 
converge en el pasillo
con un tiempo que cerré

 
canta   la hora vecina
veo la noche que tu puerta
                                            abierta

 
                                                           ^   exhala   v
 
y el día que al otro corresponde
                                                 saludamos

 
            dos palabras primogénitas
invocan           tu mañana
            mientras desde ayer
me deseas que sea buena         la noche
                                                             aturdida
de la que yo ya voy saliendo

 

 

 

 

Lucía Cornejo
(Sonora, 1990)

Es Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora y Maestra en Traducción por El Colegio de México. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía (2018-2020). Sus poemas aparecen antologados en Novísimas. Reunión de poetas mexicanas (1989-1999) (Los libros del perro, 2020) y en revistas como Letras Libres, Este País y Punto de Partida.

 

 

 

Primer umbral

 
La casa es la misma de siempre.
Mamá todavía es joven
en cada paso que doy,

 
en cada paso
estamos juntas,
el reloj se detiene
a la hora de volver.

 
Afuera mis manos eran otras
afuera es distinta la piel
que dejo en los jabones.

 
Tal vez hay un lugar
para cada cosa
y cada cosa
tiene su lugar:
lo frágil pesa
como un mueble heredado.

 
Yo guardo mi nombre en un retazo de tela.
Aquí soy la que escucha y la que abraza.
Mi latido es un puño que toca la puerta
y anda de día y de noche,
sabe decir, te encuentro,
corre detente si eres ese umbral
hija que no habla
que no sabe volver.

 
Quizá madre e hija
miden la mirada que se vacía
en la despensa
y su deseo de abundancia.
Quizá madre e hija
son pies descalzos
sin mugre ni vidrios.
Tal vez todos los huecos
tienen aire suficiente
y cada una se recuesta
en la ventana
y hay en ella
una negrura que se abre,
el sitio propio que remuevo
para hacer una maleta,
su cúmulo de hogares.

 
Y dentro ese deseo recubierto de tejidos.

 
Manchas e intemperie
una cara
una yo
que ya no exige.

 
En esta habitación
tan sólo suya
mi oído se aproxima
a su nombre
a su pura
latencia:
mamá es
lo que no digo: ahí
la casa se vacía.

 
Yo no apago las luces.

 

 

 

 

Mínima distancia

Hice casita para mis ojos. Por el pasillo que desemboca en el jardín
miraba las ventanas, los cuartos. Una herrería de flores
cuidaba los vidrios atrapando el polvo del valle. Una nube
pasaba y oscurecía el mes de julio. Hice casita
para mis ojos. Quise saber lo que esconden los adultos.
El cuerpo bajo capas de ropa, el cabello rizado
a la altura de las sienes.   
          Hay cosas que suceden para ser
          vistas, reveladas por un tiempo
que no obedece a los pequeños
horarios. El olor del spray, a interruptores
ardiendo. Después una mano,
una presencia a media luz entre el juego
y el golpe. La fragilidad de la tela entre dos bocas.
Es ésta la primera forma de verse recorrida: el nervio
empujando toda la sangre, virutas de polen
arrastradas a otros destinos. La fuerza de lo diminuto
encuentra siempre una rendija. Y yo, filtrándome,
a contraluz de la palabra nosotros,
mirando su vaho de frente.

 

 

 

 

 

Andrea Alzati Aguilar y Maya
(Guanajuato, Guanajuato, 1989)

Poeta y Artista Plástica. Estudió la Licenciatura en Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México. Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA en la disciplina de Poesía de 2016 a 2017.  Es autora de los libros Animal Doméstico, (JUAN MALASUERTE, 2017), Algo tan oscuro que no tiene nombre (Dharma Books & Publishing, 2018) y Todos mis quchillos (Komorebi Ediciones, 2019).

 

 

 
bajo el cuchillo la manzana partida en dos
la ve la está mirando larga quietamente
el cielo flota sobre las cabezas de las mujeres de tres generaciones

 
la huida es atravesada por un pájaro
atravesada por un pájaro
atravesada por un pájaro

 
bajo la mesa la manzana partida en dos
sobre la mesa flota un cuchillo cubierto de sal

 

 

 

 

 

la manzana está en la mesa
en la mesa están sus manos
y el cuchillo gira sobre su cabeza
flota sobre su cabeza
una corona

 
la manzana está en la mesa
está en sus ojos la manzana
la ve la está mirando larga quietamente
hasta que se encoja de miedo
hasta que llore

 

 

 

 

 

Yadira del Mar
(Oaxaca, 1989)

Zapoteca, lesbiana, poeta, hierbera, socióloga rural. Ha escrito Hierbas contra la tristeza, Manual de vaporizaciones vaginales. Escribe sobre el amor entre mujeres, su origen indígena. Ha desarrollado el taller Cartografiando tristezas sanando juntas, que se ha presentado en varios contextos: Para lesbianas, mujeres víctimas de violencias, niñas. Ha participado en el Sexto Encuentro de Mujeres Poetas en el Istmo de Tehuantepec, así como en el Festival Internacional del Folclor Zacatecas.

 

 

 

Santísima Trinidad

En ésta casa, sabemos moler las tristezas en el metate, alegrar nuestros días con flores del jardín de mamá, sabemos que hay que curar de espanto a las doce del día, para que el alma regrese a los cuerpos tiricientos, en ésta casa sabemos que debemos usar huipil para no olvidar donde está nuestro ombligo, sabemos que cuándo la comida se atora es porque alguna de las nuestras tiene hambre, sabemos que el resfrío se cura con vela de cebo y hojas de hierba santa, en está casa, le rezamos a la Santísima Trinidad, que no es otra que mamá, abuela y bisabuela, en ésta casa sabemos que el amor entre mujeres es lo que sostiene el mundo

 

 

 

 

Lesbiana

 
Nguiu, es la enagua colorida y la guayabera re bien planchada

 
Nguiu, es el son Paulina

 
Nguiu, es el cabello corto desafiando la feminidad

 
Nguiu, es la paridora de luciérnagas

 
Nguiu, es aquella que llegó en pantalón y sin maquillaje a la vela

 
Nguiu, es el baúl heredado de la abuela

 
Nguiu, es la flor de mayo

 
Nguiu, es la totopera caminado por las calles de la novena sección

 
Nguiu, es el polvo de chintul

 
Nguiu, es el armadillo que corrió junto al mar cuando nací

 
Nguiu, es una mariposa que abre sus alas al vuelo

 

 

Nguiu* Vocablo en didxaza para referirse a las lesbianas.

 

 

 

 

 

Via Plaza
(Ciudad de México, 1989)

Traductora de profesión, autora de los libros En otro mundo (2018), Quédate conmigo (2019), El poder de lo inmaculado (2021) y la antología de cuentos y poemas Puro cuento (2021) publicados de manera independiente en la Ciudad de México; participante del X Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe en La Habana, Cuba, participante del Encuentro Internacional de Escritores y Artistas del Movimiento Internacional de Escritores por la Libertad (M.I.E.L), escritora publicada por las revistas literarias digitales Revista Letras y Demonios de México, El Elefante Azul de Argentina, Tabula Escrita de Perú, Revista Literaria Ouroboros de Colombia y tallerista en modalidad virtual de La Casa de la Poesía en La Habana, Cuba para el grupo de escritura “El Planeta de Los Cuentos” con niños de 8 a 13 años. Desde niña sintió un profundo amor por la escritura, así que comenzó a crear historias en las que plasmaba su realidad y la mezclaba con lo que su imaginación le iba regalando. Cada línea dentro de sus novelas, cuentos y poemas revela más de ella que cualquier descripción.

 

 

 

 

La hija brava de mi madre

 
Soy la hija brava de mi madre
Soy de roja luz, soy de aire
Soy esa llama fuerte que arde

 
En la oscuridad de mis ojos
Se pueden reflejar con claridad
Todas mis alegrías y mis enojos

 
Lo que viví de niña y superé
Lo que ahora estoy viviendo
Y todo eso imposible
Que posiblemente haré

 
Porque soy la hija brava de mi madre
La que rompió el patrón
Y se unió gustosa al aquelarre

 
La que escribe, canta y baila
Esa bruja que al tiempo engaña
La que honra a su sangre, a su árbol
Y a todo lo que viene de su entraña

 
Soy la lluvia tranquila que arrulla
El sol que acaricia a media mañana
Y la luna que da vida entre penumbras

 
Soy todo y soy nada a la vez, lo sé
Soy más de lo que tú decidas ver
Pero siempre fui y siempre seré
La hija brava de mi madre

 

 

 

 

Música tibia

 
Hoy la música tibia suena a lo lejos
Como sonaba aquella noche de enero:
Pausada, nostálgica, dolida
Y, enredada en mis sueños, yo aquí

 
Desesperada porque no te veo
Porque ya no te siento
Como antes te sentí

 
Paso mi mano fría por la cama
Está vacía, vacía como mi pecho
Como lo que me restó de alma

 
Y te extraño al igual que el primer día
Pero no quiero que vuelvas
Porque a mí las cuentas no me salían
Porque amor con amor se paga
Y mi dolor no es una divisa codiciada

 
Hoy la música tibia suena a lo lejos
Como sonaba aquella noche de enero
Pero ya no lloro
Sólo a veces te echo de menos…

 

 

 

 

 

Giselle Alejandra Ruiz Rodríguez
(Aguascalientes, México, 1989)

Licenciada en Ciencias Ambientales. Ha publicado narrativa y poesía en diversas antologías, revistas y sitios web. Escribió en coautoría el poemario Amor 2.0 (Bitácora de vuelos, 2016). Becaria del Festival Cultural Interfaz 2016.  Acreedora a mención honorífica en el Premio Internacional Caribe-Isla Mujeres 2016. Co-creadora del proyecto “The expectation club”, co-fundadora de la agencia publicitaria “México es creativo”. Productora de los cortometrajes “D/V” (2018), “Antes mía” (2019) y “Frío de verano” (2020). Publicó “Crónica de fracasos” en 2018 (Editorial Montea). En 2019 fue becaria PECDA por el proyecto Jaulas: Poemas para significar barrotes, libro publicado en el 2020 por la editorial “Los libros del perro” bajo el título de Falsa muda.

 

 

 

Preciso tanto el agua

 
que he decidido -no por menos-
tragarla toda y deshacerme
de aquello que -sin utilidad-
llena mi cuerpo.
Este asunto ambiguo de vivir
y otros muchos juicios
saldrán de aquí al momento
en que la tromba caiga
y su embudo pueda limpiarme.
¡No me sigas!
el temporal no es más que
un asidero de palabras,
un torrente impreciso,
verdades ajando mi sueño.
Preciso tanto el agua
que un azul brotará de mis oídos:
la música marina que acaricia
                         tus bordes
con mi nombre.

 

 

 

 

Nota al frente del sobre

 
No quieres leer esto
porque habla de ti:
podríamos pensar en la paz
en volver a los ostentosos lugares
donde hemos tenido calma,
podríamos, también, llenar,
-sobresaturar-
el vacío que deja el deleite.
Un mar de caracolas en tu boca
buscará habituarse a su fin,
oscuro salar mojando cada signo
hasta traer consigo apariciones.
Hay un aroma en tu cama,
la sumatoria a vuelta de nudo
restándole sentido a nuestros nombres.
Has creado una resistencia natural
a la elevación de las mareas.
No quieres abrir este sobre
pero vas a hacerlo,
de sus márgenes asoman
todos los peces muertos
que nos trajo el temporal.

 

 

 

 

 

Betzuara Reyes
(Ciudad de México, 1988)

Socióloga, escritora y feminista. Mediadora de lectura por parte de Secretaría de Cultura; imparte cursos y talleres sobre fomento a la lectura, cuentacuentos y joyería para mujeres. Poeta y columnista en RAB Revista de Arte Boticario; ha colaborado en otras revistas electrónicas como Revista Anestesia, Poetripiados, Aleteo Poético y Small Blue Library. Incluida en la Antología Poética de América Latina y Europa de Ediciones Azalea, La flor en que amaneces. Participó con un texto inspirado en la “Exhibición de retratos de mujeres históricas” de Joao Quiroz. UNAM San Antonio, 2021. Publicó el cuento: “La niña que se convirtió en pájaro”, Escritura de cuentos de hadas en Ediciones Morgana en 2018.

 

 

 

Fragmento

 
Y aunque ya estaba rota
no quiero ser un trozo cabizbajo
en la hoguera
dónde creí quemar mis miedos.

 
No quiero ser
un trozo inmutado
de experiencias
y, al final, decir que
sólo las vi pasar.

 
No quiero ser un trozo
irreversible
de ésta, aquella
y todas las mujeres que he sido;
a las que mis huesos
—recién destituidos—
levantan del olvido.

 
Me corresponde
suceder
según al carácter
de la vida misma.

 
Conforme se venga dando
la necesidad y el deseo,
pero tampoco quiero discernir
de mis pedazos,
                          de su testimonio
ni de la ruptura
                         que hacen ahora,
otra realidad.

 
Y aunque ya estaba rota,
no quiero ser sólo un trozo
impalpable
de esta mujer
que aún se debate hacia sí.

 

 

 

Estragos

 
Habrás notado ya
cómo se quiebra
tu cuerpo
ceñido entre sus brazos,
deshecho de palabras vanas
y elogios muertos.

 
Habrás sentido un calor
que quema
no arde avivando
ninguna llama,
sino que consume mansamente
tu voz, anunciado
—en nombre del amor—
inminente a la felicidad que te has comprado
y que aspira a la inmortalidad,
a la dulce savia de la hiedra venenosa,
al hermoso canto de un ave en peligro
de extinción.
Al tacto vivaz que te está rozando,

al estrago,

                                al estrago.

 
Imagina que un día
despiertas sin su presencia,
sin su olor
sin su mirada
sin sus manos,
sin la insistencia
de convertirte en una mejor mujer.

 
Das cuenta que la imperfección
tiene mejor color
que el estar amargada,
ausente…
                  llorar, gritar,
hacerse el amor, está bien.

 
Entonces, entendemos que,
los jodidos
los rotos e incapaces,
también son ellos.

 
¿Por qué les da tanto coraje que una se ame?
¿Por qué no soportan nuestras voces?

 
¿Por qué les da tanto miedo nuestra libertad?

 

 

 

 

 

Mónica Zepeda
(San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 1987)

Licenciada en Literatura y Creación Literaria por el Centro de Cultura Casa Lamm. Es autora de Si miento sobre el abismo (2014) y Las arrugas de mi infancia (Coneculta Chiapas, 2020). Su obra ha sido incluida en Universo Poético de Chiapas: itinerario del siglo XX (Coneculta Chiapas, 2017); Poetas en el Cosmovitral (H. Ayuntamiento de Toluca, 2018), Grito de Mujer–Chiapas 2018 (Biblioteca de las Grandes Naciones, País Vasco, 2018). Poemas suyos también han sido publicados en diversos medios impresos y electrónicos de México, España, Honduras, Guatemala, Perú, Bolivia y Chile.

 

 

 

El fin de lo infame

 
Ya somos la inconsciencia que sufrirán los niños.
          El luto engendro del despojo es ahora
          raíz de la sed que no debemos y bebimos.

Ya será aquella sangre marea de las venas
del pasado, y la diástole quien clame
una última zamba a los latidos.

El polvo, la empedernida metralla y la barbarie,
las velas del milagro, y lo demás.

Después pasó el tiempo, mucho tiempo:
          casi lo que tarda la afonía en pronunciarse
          tras un minuto de silencio.

Hasta hoy, el hito que anuncie el fin de lo infame
no ha llegado ni la resurrección de los muertos
ni la concordia plena entre los vivos.

Pero cuán grandiosa es la bondad humana,
capaz de perdonar incluso a aquel
que detonó una guerra o presionó el gatillo.

 

 

 

 

Soy todos los rostros que imagino y tú

Sostener en el roce
o en las manos un sueño
de los roces del albor y de sus manos.
Distender la venganza
de las manos en una voz,
en un perdón y un sueño.

Ser la otra cara de la manera
de decirse con la mano zurda
las maneras más correctas
para sólo ser y no decirse:
        Soy todos los rostros que imagino y tú.

Aprender a perder la puesta de sol
por apostar al rostro que no da la cara.
Y tenderse, férreo y fausto, bajo el sol
que cae en un volado con su rostro hacia la palma.

Honrar el cuerpo colmado de sombra y carne
y pensar que la sombra
es otro cuerpo, sentir que nos amamos
como el cuerpo y que los besos
envejecen como la carne.

Ver que la ausencia es otro juramento
que jura no jurar y que la vida
que elude nuestra historia
es esa vida de aquello
que se nombra juramento.

Ahora mismo, en los ojos, una huella
nos muestra, desde dentro,
un camino; el amor retorna
como ese camino que nos conduce
a nuestra propia huella:

          Ya no soy lo que sembré. He caído de la rama.
          Las raíces bañan en los cristales del río
          su rostro incesante y nuevo.

Sostener en la vida el juramento;
en el final, un húmedo pañuelo.

Brotar como la dicha, humana
y azarosa, porque, a secas,
es la fuente y, a caudales, el final.

Derramar por las grietas los ojos
del cuerpo inagotable que ama
y evapora y es destello
de la propia ceguera iluminada,
que es ajena y es de uno
como el cuerpo inagotable.

Y en un perdón, en una voz
o en las manos de un sueño
ver nacer la paz que aún se gesta
en las memorias de la entraña.

 

 

 

 

 

Esther M. García
(Cd. Juárez, Chihuahua, 1987)

Radicada en Saltillo, Coahuila. Licenciada en Letras Españolas por la Universidad Autónoma  de Coahuila. Autora de los libros de poesía La Doncella Negra (La Regia Cartonera, 2010), Sicarii (El Quirófano Ediciones, 2013), (IMCS, 2014); La Demoiselle Noire (Babel Cartonera, 2013), (Kodama Cartonera, 2015), Bitácora de mujeres extrañas (FETA, 2014), (Reedición, Nueva York Poetry Press y Paserios Ediciones, 2020), Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas (UAEMEX, 2017), La destrucción del padre (El periódico de las señoras, 2019), Arco de histeria, el libro negro (CONARTE 2020), Dead Woman’s City (Flowersong press, 2021); el libro de cuentos Las tijeras de Átropos (UA de C, 2011) y la novela juvenil Confesiones de una booktuber (Norma México, 2018. 2a Edición, 2020 y 1a edición en Colombia por Norma CL, 2020). Premio Nacional de Cuento Criaturas de la noche (2008), Premio Estatal de Cuento Zócalo (2012); Premio Municipal de la Juventud (2012); Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal (2014); Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada (2017); Premio Estatal de Cuento Chihuahua (2018); Premio Nacional de Literatura para Jóvenes FENAL-NORMA (2018) Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín 2020. Finalista del V Premio Internacional de Literatura Aura Estrada, 2017. Traducida al inglés, francés, portugués e italiano. Fue becaria del PECDA Coahuila en dos ocasiones y también del FONCA JC. Es creadora y coordinadora del Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas.

 

 

 

Ejercicio 0187
Fotografiar una herida que irradia luz

¿Cómo dibujar a un padre?
¿Cómo hablar de su rostro y su cuerpo?
¿Cómo convertir en verso todos los golpes
las últimas caricias
destellos de luz
con que nos amaba Dios?

Hemos abierto su cuerpo en canal.
Sus vísceras no son rojas: brillan como capullos de
rosas amarillas emergiendo ante nuestros ojos.

Podría hablar del rostro de mi padre.
Podría decir que sus arrugas son
las venas asfálticas de la ciudad en reposo.
Podría decir que sus ojos se parecen
a las farolas de las nocturnas calles,
y que su aliento es el gemido y la lágrima
de todos los borrachos del mundo.

 

 

 

 

I.V El poeta es el loco visionario, el carnicero

Nadie sabe con exactitud qué es un poeta. En el principio se creía que era Dios, el gran mago; luego, el cuerpo mutó
y se convirtió en el borracho, el suicida abrazado a un cangrejo. Todo poeta es hombre. Mentira. El poeta es un ser
asexuado: alquímica quimera cabeza de mujer, cuerpo de hombre y extremidades de águila o buey.
Si yo pienso en la poesía no la veo como un hilo de ritmo. Veo una víscera secándose al sol. Si yo pienso en un poeta,
pienso en un carnicero. El poeta desuella la piel de un poema, separa los pliegues rosados, los tendones. Tritura el
hueso y saca la víscera —el verso—, procede al despellejamiento parte por parte, sin dejar resquicio alguno. Ahora
esa piel será de otro. Brillará en oro, la piel en el lector.
Si yo pienso en el poema, pienso en cada corte: trozo y disección son la composición en verso de un cuerpo cualquiera.
Corte como línea,
                            corte como verso,
corte como trazo.
Contemplar
                     entre los pliegues
la sangre que escurre.
Separar la carne,
              ver en abismo de la dorada grasa
              el sol que abre su único ojo
y nos mira.

 

(Poemas del libro La destrucción del padre, El periódico de las señoras, 2019)

 

 

 

 

Mercedes Alvarado
(México, 1984)

Autora de Días de luz larga (Elefanta, 2020) y Apuntes de algún tiempo (Verso Destierro, 2013). En 2017 escribió y produjo Y hasta la muerte amar, proyecto de poesía con ilustración y música. Ha producido tres cortometrajes de poesía. Parte de su trabajo se ha publicado en México, USA, España, Portugal y Noruega. Su trabajo poético se ha presentado en espectáculos escénicos en Noruega, Suecia, Indonesia y México.

 

 

 

Hovedøya

Yo no sabía que el mar
                    en las orillas
se congela.

No sabía que
          -antes-
el bosque enrojece,
que el ocre es una fiesta
           mostaza y fuego
en su agonía

(los días pueden ser capricho
corto
corto
que vale la espera)

Me sorprendió la noche abierta
que amanece y es ocaso
apenas penetrada.

Mi sangre
en el insomnio
olía la luz.

Me dieron un sitio para descansar
la cabeza sobre el agua.

No sabía que algunas casas,
al caminarlas, se menean
ni de los pececitos que habitan los baños
ni de las gaviotas que piden algo en la ventana.

Todo esto aprendí.

No sé si lo sabía:
                 yo quería hogar
una casa con piso en el piso
tierra firme donde plantarnos.

No sabía que soy
tan maíz
tan tierra
tan poco mar.

 

 

 

 

No te pido

No te pido que sostengas mis manos.
Los príncipes son para las princesas
        y yo
soy mujer.

Quiero tu realidad golpeando en la mía
tu roncar en mi cama
mi taza sucia en tu fregadero

mi amanecer cansada
el desánimo por no sé qué
             un minuto de llanto diario

te digo que no hay en mis manos más
apenas algo
apenas media gota

No pido cielos despejados para el desayuno.
Voy empujando el corazón hacia el abismo,
cazando una sequía
que me haga eco.

Ya ves, no te pido maravillas ni magia
sólo que me mires limpiar las ventanas
y me recuerdes el tiempo
cada vez que sea tarde.

 

 

 

 

Verónica G. Arredondo
(Irapuato, Guanajuato, México, 1984)

Escritora y poeta. Es doctorante en Artes por la Universidad de Guanajuato. Autora de los libros de poesía Damas Errantes (2019), Ese cuerpo no soy (2015), Verde fuego de espíritus (2014); del ensayo Voracidad, grito y belleza animal (2015). Obtuvo el 2020 Pub House Press (Quebec), el International chapbook manuscript competition por I am not that body, traducción de Allison A. deFreese, el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde (2014) y el Premio Dolores Castro de Poesía (2014). Becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en Jóvenes Creadores en poesía, 2017-2018. Beneficiaria del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico en Zacatecas (PECDAZ) en Creadores con Trayectoria en 2019.

 

 

 

 

El Aquelarre

El macho cabrío yace circundado por mujeres. Lleva en los cuernos una corona de olivos. Las niñas de la aldea pasaron el día tejiéndola con hilos invisibles, para que la luciera esa tarde. El macho cabrío asemeja al profeta Zaratustra en su discurso en la montaña: cautivaba miradas e impregnaba, cual abeja en la flor, su sabiduría al pueblo. El macho cabrío no habla, el grupo de mujeres que lo circunda, lo contempla endiosado; le ofrecen niños: uno de brazos, ¡mmm, sus favoritos! Otros famélicos y una varita con fetos colgantes. Con los ojos desorbitados, a punto del estrabismo, provoca en las mujeres un estado de hipnosis. Sin tocarlas, las masturba con pezuñas y cuernos; a otras las monta por detrás. Hincará sus mandíbulas chimuelas en el dedo gordo del pie, del recién nacido; beberá su sangre.

 

Del libro Damas errantes, 2019.

 

  

 

IT (Eso)

Un globo rojo flota debajo de la cama
asciende
se coloca a la altura del rostro de mi prima
mientras sus dedos cruzan las páginas del libro-álbum

fotografías y recortes de Pennywise con sangre en el calce

Sus ojos engrandecen llenos de helio
Escucho su corazón retumbar antes que la tormenta

La lluvia encharca la habitación
un barco de papel atraviesa la puerta

circunda la cama
se dirige a nosotras creando un vórtice

El corazón de mi prima sale corriendo

de la habitación
En la oscuridad las fauces
el vientre abierto de una araña luminosa

galáctica

El globo explota sobre nuestras cabezas

 

 

 

 

Indira Isel Torres Cruz
(Colima, México, 1984)

Escribe poesía y relato. Directora de Poesía Comala, Gestora cultural y productora de eventos literarios. Ha publicado De la fractura al festín y Bang Bang. Coorganizadora de Emprendedoras Literarias en la editorial Nueva York Poetry Review. Participó en el Festival La primavera de los poetas en Sollies Pon, París, Francia. Forma parte del Equipo editorial de Revista Raíces en el Centro Cultural de México en Santa Ana California, EE. UU.

 

 

 

Bestias mitológicas

 
Cuándo acabará esta mala generación
que deja entrar a su casa  los demonios,
Te tocó vivir los últimos tiempos,
existir en este lado de la tierra,
estás acá,
en la trascendencia del tiempo y el espacio,
¿existes en esta última letra?
En esta familia las mujeres vivieron más que los hombres,
crecieron con su ruido y sus juanetes y cabezas de cabellos chinos,
charanagua,
bebida de pulque ,
miel y chile colorado.
Ellas,
charape,
cabellos de galaxias negras,
bisabuelas negras de África,
su nombre, Vita,
nació acostumbrada a criar cerdos,
a hablarles como pájaros a los cerdos.
La abuela materna cortó cabezas de guajolotes,
si los perros se enfermaron de moquillo,
los azotó en los árboles,
o en el póster de la luz,
La muerte llegó a los animales,
la muerte chapuza se emparejó con las plagas en el lomo.
En los asuntos de la cocción,
Vita, calentó  agua para pelar gallinas,
en agua hirviendo metió las manos de  uñas cortas,
quemándose,
desplumó.
Ella se descarnó la piel,
cazó iguanas para dárselas a los cerdos,
para engordarles los testículos,
y caparlos en semana santa:
Sin ningún miedo, niña.
Sin ningún miedo ante el hocico de las bestias.
Tuvo la autoridad para creer en las señales,
echó fuera espíritus de la antigüedad,
espíritus intermedios entre los dioses y los hombres.
Guardó en el pecho su cartera,
guardó la posesión,
donde amamantó niños.
Guardó el premolar de uno de sus hijos,
envuelto en oro,
colgado de una cadena,
la densidad de sus recuerdos fue viva,
no guardó el diente,
guardó la palabra,
la vocal del hijo más amado,
guardó el sonido,
la canción,
el sonido de las personas,
la diferencia de las personas,
la historia familiar,
el nudo.

 

 

 

La carne del cerdo

Abuelo Gustavo prendió el fuego con ese libro,
René Descartes,
El discurso del Método
a veces lo prendía con periódico del Diario del Ágora,
a veces con los libros de la primaria de grados que iba pasando los primas,
a veces los prendían con una bola de azúcar y aceite,
a veces con ocote,
puerco de arroz,
Los cerdos de granja comen de todo,
les convertimos en animales omnívoros,
de la misma forma que nosotras,
Nosotras,
las cerdas de la casa:
dijo abuelo Gustavo,
nosotras jamonudas,
gordas,
nosotras,

“Cariátides,
estatuas femeninas en traje talar,
función de columna”.
¿qué vas a comer de mí, abuelo Gustavo?
¿qué comerás de mí?
¿caridad?
¿una de tus grandes virtudes?
¿filosofía?
¿enseñanza?
¿yo seré una caricatura?
el retrato de una persona que
deforma intencionalmente sus rasgos,
imitación ridícula de una cosa,
¿cariño?
¿inclinación amorosa o amistosa hacia alguien?
¿Yelmo?
¿armadura antigua que resguarda la cabeza y el rostro?
¿afición a un animal o a una cerda?
Abuelo Gustavo:
almohadón,
calzoncillo en modo de almohada,
me pedías sentarme en ti,
y pedías que subiera los pies en ti.
Tus uñas largas cortan, 
te lo dije viéndote a los ojos,
resistiéndote,
yo era una yema,
la parte mejor de una cosa dulce,
la más gorda de mis primas,
la yugada,
el espacio de tierra donde arabas una yunta en un día.
Me enfermé de Mastitis,
sensibilidad en las mamas,
sensación de calor al tacto,
hinchazón de las mamas,
engrosamiento del tejido mamario,
dolor o sensación de ardor de forma continua,
enrojecimiento de la piel,
fiebre.
La domesticación del abuelo Gustavo,
domesticación de los cerdos,
el paseo de las delicias.
Yo sabía mi fuerza,
el peso de mi fuerza.
Dejé que me engordaras la mente
Yo engordo mi poder
Yo soy ahora mi poder con el que salgo de las aguas del lodo.
Yo soy mi voz
Tú eres alocución: discurso breve dirigido a los subordinados o seguidores.
Las mujeres de esta familia plantamos nuestro áloe,
somos plantas perennes
de la familia liliáceas,
de hojas largas y carnosas,
crecemos en la granja de los cerdos,
encajando el cuchillo en su hígado,
arrancando el parvovirus
Por último me dijiste en el desafío de tu intelectualidad,
que era siniestra,
casi como Kinch,
el idiota que no se arrodilló
a su madre moribunda en el Ulises de Joyce,
tú también crees que la intelectualidad
es asunto de hombres y de cerdos.

 

 

 

 

Krishna Naranjo Zavala
(Colima, México, 1984)

Es profesora investigadora en la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima. Ha publicado narrativa, poesía, entrevistas, ensayos y artículos académicos. Es autora de los poemarios: Para morir en rojo (2007); Letanías mestizas (2011), Batalla de la aurora (2015), Tierra de cada día (2015) Tal vez el bosque (2016), así como del cuadernillo de cuento infantil, Beto, su secreto (2012). Ha impartido cursos dirigidos a la comunidad universitaria y al público en general sobre escritura creativa, poesía actual, entre otros tópicos afines. En marzo de 2021 recibió la Presea “Griselda Álvarez Ponce de León” que le otorgó el H. Congreso del Estado de Colima por su trayectoria en el ámbito literario. Es integrante del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía Colima. Ha organizado eventos culturales, artísticos, literarios y académicos en la entidad. Actualmente dirige la revista Interpretextos, publicación semestral de creación y divulgación de las humanidades.

 

 

 

Los gestos

Bajo la lámpara de la duda
la vigilia se enreda con mi nombre.
Dónde está la estrella, el planeta
donde habita eso que debemos tener todos,
un águila protectora, un conjuro.
Me visitan los pájaros, finjo no verlos,
soy presa de sus intenciones.
Bandidos sanguinarios persiguen
árboles púrpuras que me sitian.
La soledad la tengo a la mano,
les ofrezco esta semilla brillante.
Seducidos por mi habitación,
huelen la muerte en la furia y el amor
que ronda en mí cada noche.
Interrumpo la escritura, corro al espejo,
las arrugas son mi bosque enfermo.
Prometo renacer a los casi cuarenta.
Limpio los vicios, la caricia de la ceniza,
porque mi rostro retiene los vuelos
que nunca debí emprender.

 

 

 

 

Ensueño

Soy cofradía de tus sueños:
punta de obsidiana que te despertará en conjuros,
vuela en mi palabra, rocíala al cielo,
ahí en la oscuridad brillan mis piernas,
o una mañana especiará tu voz sus islas de ausencia
deshaciendo momentos de lluvia
de nuestras manos que fueron.

 

 

 

 

Adriana Tafoya
(México, 1974)

Poeta y editora. Libros publicados: Animales Seniles (2005), Enroque de flanco indistinto (2006), que le valió jugar contra Garry Kasparov en las simultaneas para celebridades en “La Gran fiesta Internacional del Ajedrez 2010”, Sangrías (Ediciones el Aduanero,2008), El matamoscas de Lesbia y otros poemas maliciosos (Ediciones Pasto Verde, 2009 / segunda edición Bitácora 2010/ tercera edición Cátedra Miguel Escobar, 2014), Diálogos con la maldad de un hombre bueno (Editorial Ultramarina Cartonera, España, 2010/ 2ª.Inferno Ediciones 2014), Malicia para niños, (Colección Mi Primer Bakunín, 2012/ 2ª. Inferno Ediciones/ Campo Literario 2017), El derrumbe de las Ofelias (selección poética, Inferno Ediciones, 2012), Viejos rituales para amar a un anciano (Casa Maya de la Poesía, Colección Rosa Náutica No. 93/Campeche México 2012), Los cantos de la ternura, (colección poesía sin permiso, 2013), Mujer embrión (Edición Especial, 2013), Los rituales de la tristeza (Rojo Siena Editorial, 2013), y Parábolas del Equilibrio (Sikore Ediciones, 2015). Obtuvo el primer lugar en el I Slam de Poesía organizado por la Alianza Francesa (2007). Es creadora del Torneo de Poesía Adversario en el CuadriláterO y del Premio Latinoamericano de Poesía Transgresora. Ha sido incluida en más de 50 antologías poéticas, entre ellas el “Anuario de poesía 2007″ Selección de Julián Herbert, (FCE 2008),”Poesía del ahora; poetas de Portugal y México”, prólogo de Juan Manuel Roca, selección de Ricardo Venegas y Sandra Santos, (Eternos Malabares, 2018) y “Antología General de la Poesía Mexicana”, poesía del México actual, de la segunda mitad del siglo XX a nuestros días. Selección, prólogo y notas de Juan Domingo Argüelles, (Océano/Sanborns, 2014). Es compiladora de 40 Barcos de Guerra, Antología de Poesía (Coedición de 42 Editoriales Independientes, 2009) y Antología de poetas sobre el cuadrilátero, 2013. Ha sido jurado en diversos certámenes literarios y participado en el ciclo de poesía en Voz Alta, realizado por Casa del Lago. A su vez ha colaborado en suplementos y revistas de México, Argentina, Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Perú, Chile y España. Fue consejo editorial de Metáfora, (2002-2013). Realizó cápsulas de poesía en el programa radiofónico Luces de la Cuidad dentro de La Hora Nacional, (2010-2013), así como del programa Radio Etiopía, en Radio UNAM, en el periodo 2009-2011. También es parte del consejo editorial de la revista Blanco Móvil y columnista de la Piraña México. Su poesía ha sido traducida al Náhuatl, al Portugués, al Francés y al Italiano. En 2020 recibe la Presea “Gran Mujer de México” a mujeres destacadas en diferentes ámbitos de nuestra sociedad, (Tren Suburbano/Juridico Arrieta y Asociados/Gica grupo integral por la Cultura y el Ambiente/Comunicaciones Internacionales/Consejo de juristas del Estado de México A.C). Actualmente es editora de la revista y editorial VersodestierrO y editorial Campo Literario.

 

 

 

 

6-33-19

(Latido mercurial)

Ensueño es la vida del tiburón blanco
de ese mar amniótico
                     donde cualquier ostión
                                      aspira a ser ostra.

En tres aguas distintas
su madre intenta alumbrarlo:
Primero el almíbar
de un suave cascarón     hecho cartílago
le da albergue.

Después, converso en asesino doméstico
ingiere a sus hermanos
para solo nadar
                           en la leche uterina.

Finalmente flota
entre el caldo de cultivo
                  (astronauta de un inmenso oval)
que es el vientre terráqueo.

El escualo, se gesta tres veces:
Se gesta en el huevo, se gesta en el útero, se gesta en la mar
sin embargo, es nonato
                                          Pez homúnculo, le sobre nombran

¿Será porque aún le queda,
                    algo de espermatozoide?
¿Será, porque su boca
                    no puede dar un beso?
Porqué está incapacitado
                    para demostrar amor.

Necesita piernas para salir del mar
(Debería valer mejor;
                               la empatía
                                               la piedad)
El tiburón desea ser humano
fuera de la sangre, –igual a él–
                                         tiene un blanco corazón.

Desilusiona ser guardián
                                    de las aguas
y no poder surcar
                    el otro océano
                                    (el más frágil)
                                                       el que está
cuando se cruza
                           la línea del horizonte.

 

 

 

 

3-28-40
(Torres petroleras)

Manecillas atrás
Sátiros y Faunos decidieron
                                               danzar solos
y darse un banquete
con tubérculos y caracoles de membrillo.
Saborear –también– pimpollos
embriones de leche y manzanas ebrias.
Entonces,
en la semioscuridad de los ensueños
se vislumbraron
                           oscuros torsos
–su piel y su olor
                           de madera quemada–
pelambres rojizos
                              que se quiebran    (para el gozo)
para copular con caballos
                          para retozar sobre heno.
Cuando hombres no eran nombres
Sátiros de pecho plateado
conspiraron la defensa del reloj solar
                            Entre doce formaron
                                                        un hoyo negro.

(2)
Ahora Faunos anónimos
                                  deambulan sobre asfalto
con pezuña forrada
                                   en charol
                            o en suela sintética
                                       y corte vacuno

Satíricos de lenguaje erecto
         que se dilatan y explotan
                al contacto de las manos

Sus pelambreras  en torre de ciudad

              (Antes, Carnea
                       –la que se esconde tras un árbol–
                                                           bailaba para ellos)

De los edificios caen palomas rotas
Pareciera que el sentido de vivir
                           fuera esperar la muerte;

empero
junto al disturbio de la noche
                   aquella dulzura de las aguas frías
                                                                    ha llegado.

 

 

 

 

 

Ana Belén López
(Culiacán, 1961)

Es autora de los libros de poesía Alejándose avanza, Fondo Editorial Tierra Adentro,1993, Del barandal, Ediciones sin nombre, 2001, Silencios, Instituto Sinaloense de Cultura, 2009 y Retrato hablado, Andraval Ediciones, 2013. En 2020, año de la pandemia, publicó Ni visible, ni palpable en la Colección El Ala del Tigre de la UNAM. Es egresada de la licenciatura en Literatura Latinoamericana y la Maestría en Letras Modernas. Participó en el taller que Hugo Gola coordinó en los ochentas y fue cofundadora y parte del Consejo editorial de Poesía y poética. Sus poemas se han publicado y traducido en diversos medios culturales del país y el extranjero. Ha desarrollado proyectos con otras disciplinas como la fotografía y la danza contemporánea.

 

*

cierra la puerta
la cerramos
nos abrimos a la luz
encendemos una estrella
en la sombra
en la noche entera
sobre la cabeza y el muslo
cerramos la puerta
cierra
me dices
la puerta

en unos pasos
cierro la puerta.

 

 

 

 

el viento de la noche
en la camilla
los cinco minutos de paz
que recibió por los labios
del brazo derecho
azul
la vena
la sustancia
el sueño
la camisa
la camisa azul resbaló
por la espalda mojada

 

 

 

66 poetas mexicanas (Parte I)

 

 

66 poetas mexicanas (Parte II)

 

 

 

 

Librería

También puedes leer