Sobre la poesía De Diego Lazarte. Texto de Álvaro Torres-Calderón

Álvaro Torres-Calderón lee la poesía del poeta peruano Diego Lazarte (Lima, 1984). Lazarte ha publicado los poemarios: La Clavícula de Salomón (UNMSM, 2003), Manchas Solares (Paracaídas Editores, 2007), Anticuario (Cascahuesos editores, 2009), Diario de Navegación (AECID & Lustra editores) y Mares (Casa Katatay, 2011) y Calaveras Retóricas (La Strada Editores, 2021). Ha escrito y dirigido los cortometrajes:  Nelly Fonseca: La que mira el mar (CCE, 2009), En tren: Homenaje a Antonio Machado(CCE, 2012), La destrucción o el amor: Homenaje a Vicente Aleixandre (CCE & La Catrina Producciones 2013), Soy Luchito Hernández (CASLIT & La Catrina Producciones, 2013), La muchacha mala de la Historia: Homenaje a María Emilia Cornejo (CASLIT & Cinemapoesía, 2014) y Hollywood: Homenaje a Xavier Abril (CASLIT & Cinemapoesía, 2015). Torres-Calderón es profesor Asociado del Departamento de Español de University of North Georgia. Publicó el poemario Claroscuro, (Lima, 2010) y la versión en español/inglés en Chicago en 2014. 

 

 

 

 

 

Calaveras retóricas: un trago refrescante de poesía rítmica audiovisual

 

Siguiendo la tradición de las calaveras mexicanas literarias, el poeta Diego Lazarte aparece con el impacto que un shot de tequila deja en el paladar. Nos regala su experiencia en México, representada en un altar de poemas, versos con rima, con musicalidad y arte gráfico, para mofarse y/o rendirle homenaje a la muerte, al amor, a lugares y a otros personajes de la vida cotidiana y literaria. Y en esa tradición deja el poeta fluir la mente y se dirige a nosotros lectores para compartir su perspectiva social crítica a través de la burla e ironía, necesarias para producir una regeneración del ciclo de la vida. El poeta intenta dejar de estar en vela, cambiar de piel al haberse producido ese parir de ideas y, nacer a una vida nueva que se produce con la autodestrucción de la misma voz poética.

Como toda calavera literaria, el elemento de la muerte está presente, porque es amiga, y como tal llegamos a un estado de intimidad con ella, con la que nos familiarizamos y hasta podemos llegar a burlarnos de ella. Porque “nadie se salva de ella y porque todos vamos para allá” asumimos una perspectiva que se combina con la visión indígena pre-colombina sobre el tema. Es decir, la muerte también se celebra como la vida, de allí que Lazarte nos comparte su visión y credo poético de autodestrucción y regeneración simultánea. Capta nuestra atención y como la cita que hace del poeta José María Eguren al iniciar el poemario, “la poesía … nos causa el estremecimiento físico; un efecto inmediato igual al producido por la música y la pintura…nos eriza el cabello como si nos trasladara a un plano innatural.”

Estos poemas pueden ser interpretados como la hilera de cráneos de los tzompantli o altares de cráneos de la cultura náhuatl.  La naturaleza retórica de estos poemas se refleja en los distintos niveles de la construcción del discurso. Tales elementos están estrechamente relacionados entre sí y todos ellos repercuten en los distintos ámbitos discursivos. Además, hay gran riqueza de recursos literarios como las metáforas, hipérboles, personificaciones, onomatopeyas, y aliteraciones. A estos recursos se suma la experiencia cinematográfica de Lazarte, y su homenaje al “body horror” del director David Cronemberg, mostrándonos consecución de imágenes que el autor controla al ritmo que desea para cada poema, tanto para representar el paso lento del tiempo o la efervescencia estresante y visceral, psicológicamente torturadora, de la vida de las ciudades grandes, como la de Lima y su trafico violento y carnívoro.

Asimismo, notamos los dibujos en cada sección en los que se representan figuras importantes de la literatura peruana como los de José María Eguren, Mercedes Cabello de Carbonera, Enrique Verástegui y César Vallejo, compartiendo de esta experiencia mexicana y es así que están representadas en forma cadavérica. La idea también incluye la portada del libro de una mano de esqueleto sosteniendo un vaso con tequila y limón verde al estilo del creador de las calaveras gráficas, el mexicano José Guadalupe Posada. Cada calavera o poema es un trago directo y la bebemos como venga.

Los ámbitos discursivos están organizados en cuatro secciones: Narcocorridos, Lotería, Antros y pulquerías y Nuevas idolatrías.

En Narcocorridos, el autor nos refiere al viaje del poeta personaje por las playas de Tijuana. La poesía fluye musical y líquida como el océano Pacífico o “compinche,” como las cervezas o “cahuamas medio vacías” a la espera de la poesía que inspire, que el mar sea amigo y en una combinación con lo popular de la televisión peruana/mexicana se hace un llamado, “¡Qué pase el poeta!” para hacer entrar al artista al escenario y demuestre su talento. En “Retén en Sonora”, el viaje por el desierto se transforma en una figura bíblica, ardiendo como la ciudad de Sodoma y Gomorra y con el retumbar del Psychedelic Trek de la banda mexicana Pipas de la Paz, como música de fondo. Es una combinación de sentidos, en la que el viajero nos comparte lo que observa por el desierto, su maleta, los controladores y su amalgamiento con la naturaleza con la posibilidad de chiflar “a las nubes y a los reptiles como si fueran mis cuates.”

En “Los hombres ziploc”, el mensaje es más directo y se visualiza lo que se experimenta en la frontera México y Estados Unidos, al son de los narcocorridos de Los Tucanes de Tijuana, llenándose de valor para escapar de los oficiales migratorios y “descienden un poco más al infierno.” El poeta no cruza la frontera, pero documenta la experiencia de lo que observa. Su inseparable compañera es la poesía, que es su adicción, y fluye impredecible como el amor, es el corazón emplumado como el dios líquido de Quetzalcóatl. El poeta acepta lo que venga en su destino, sin reclamarle o renegarle a la poesía lo que le otorgue. Así espera su retorno a Lima, “sin amigos ni gruppies…solo la garua” que le cubra de besos.

En “Mordida en el zócalo” la muerte es el personaje con el que el viajero establece una relación de aceptación y rechazo, en la que sabe que siempre lo acompañará y puede mandarla a volar o pisarle un juanete. Hay muchas referencias a la cultura popular mexicana como la tienda del Oxxo, los pesitos, los curados o bebidas, la muerte que se aparece como en Malverde, “tiene ojos verdes… con tu bronceado fluorescente” como un Golem monstruoso; sin embargo, el poeta escapa y se burla de ella como un Houdini.

La sección termina con un poema descriptivo de los mercados temporales o “El sobreruedas” que se establecen cerca de la frontera México-Estados Unidos en lo que todo está en tránsito, y donde merodean ‘los polleros’, conectados con los carteles de la droga” muchas veces y que transportan a los migrantes que buscan una nueva vida; migrantes que también tienen altas probabilidades de dejar sus vidas en la tumba inmensa del desierto de Sonora. También fluyen las bachas o cigarrillos de marihuana y las cahuamas mientras esperan el momento oportuno para cruzar, aunque todo puede quedar en nada cuando la patrulla de control fronterizo hace redadas y se hacen arrestos o se producen tiroteos mortales. El poeta, que documenta sus observaciones poéticamente, se debate entre quedarse o regresar a Lima.

En Lotería, Lazarte hace homenaje al amor a través del juego de lotería tradicional mexicano donde hay representaciones de diferentes personajes, pero específicamente se centra en las representaciones femeninas de la muerte. Originalmente estas representaciones de la muerte fueron diseñadas por el artista mexicano Erik de Luna. Lazarte les da adicionalmente una historia detrás de cada representación como la de “La Desdentada” que es una figura grotesca que ha convertido al poeta Miranda en más flaco que un zombi y perdido en los ojos de ella. “La Bienamada,” que enamora con sus brebajes y uno ya no puede escaparse. “La Malquerida”, aquella que juega con los hombres, pero al final es “ella quien elige.” “La Estirona,” aquella que te consume correspondiendo a tu amor. “La Pelada,” quien te tiene distraído más que de costumbre y como la poesía, bella y simple, te atrae y te sonríe. “La Matadora”, aquella que “se abre paso a puntapiés y le vuela unos dientes a la soledad” y uno cae loco por ella molido a besos. “La flaca”, es “chiquita pero picosa…flaquita mía calaca loca.” Nuevamente, en esta sección vemos a la poesía representada en la muerte y el amor como personajes que acompañan a la inspiración del poeta.

Antros y pulquerías me llevó de viaje por la Ciudad de México, Puebla, Aguascalientes, San Luis Potosí y Tijuana; turisteando por los diferentes antros, bares o pulquerías. Un himno al pulque mexicano acompañante de la soledad del artista y los albures. El autor hace referencias literarias y artísticas como Ernest Hemingway y Sara Montiel para igualar a todos en la soledad, que es la misma sin importar el lugar, pero al visitar la pulquería “La paloma azul” uno sale extasiado, “tan pobre pero tan feliz”

Abundan el juego de palabras y aliteraciones como en “Burro rayado” y “La pasita” en los que sacas la orgullosa “grupa de la prosa, pero al final rebuznan poéticos” o al beber el néctar del curado de la pasita “te teletransportas a tu cama o te despiertas telépata.”

En “El wawis”, un antro en el centro de México, se representa la genialidad del autor al hacer uso del juego de palabras, del albur, el juego con los personajes de Bolaño en “Los detectives salvajes” y un homenaje a Hora Zero y Enrique Verástegui cuando dice: “El mismo Bolaño sentado en la banca de un parque leería caleta a Verástegui como entrando en un cine porno.”

Vemos un manifiesto en “Las licuadoras,” en el que el poeta no renunciará a ciertos hábitos propios del poeta y su rechazo a ‘las ovejas negras’ que pastan en sus sueños.

En “Las escaleras”, el autor nos lleva a un lugar místico, de garúa sempiterna, en el que la “poesía y las aguas locas te han mantenido joven, leer y charlar en los parques te han vuelto peliagudo.” Es un momento de fiesta que se ve interrumpido por la acusación del sol del amanecer, la misma idea que vemos en “El zacazonapán” con la alegría nocturna y el momento ideal para escribir poesía que se verá interrumpido por el “sol cafeinómano”.

Finalmente, en Nuevas idolatrías es un homenaje a la poesía misma, a César Vallejo y su conexión con la muerte, con el calvario de la angustia poética. El poeta presenta “Calavera literaria” aconsejando al crítico literario frente a la poesía, en el que el poeta es el espiritista, el mensajero que establece la unión de cielo y tierra, de vida y muerte, como lo fue el gran Vallejo, y el poeta le recomienda al crítico tener tacto para evitar que la calavera de Vallejo “lo jale de las patas.” Por otro lado, tenemos Tianguis en el que el mercado es la alegoría de la vida donde “ya nadie puede escapar de sus leyes” y la muerte juega monopolio con “las huesudas leyes de la oferta y la demanda” Al ser la vida como un mercado, también podemos consumir cervezas tecnicolor, como las mariposas de la canción de Fito Páez. La vida es un “delicatesen sensorial”

En “Miedo y asco en la Colmena”, el poeta se encuentra de retorno en Lima, donde los pensamientos recorren un “camino sin retorno” y “la muerte se pasea en bicicleta” La vida de la gente que observa es apurada y como en una videocámara “las luces hacen rec.” grabando un “Remake” de una película del body horror, como la de “Crash” de David Cronenberg, en la que hay una transformación visceral que produce que la ciudad se excite ante la violencia del tráfico de Lima. Es obvio el homenaje que hace Lazarte a las películas de Cronenberg y además es directa la crítica a una ciudad que cada vez va perdiendo su humanidad y se transforma en una máquina animalesca.

En “Exvoto” el sarcasmo, la burla y la ironía es abierta al negocio de una compañía de transportes que irónicamente lleva el nombre de un santo “San Juditas Tadeo S.A.” y termina el viajero por dar acuse de recibo confirmando que nada en esta vida es gratis, ni si quiera la vida misma.

El último poema es “Fe en la poesía,” que conecta con el concepto de la película Pi de Darren Aronofsky, como el inicio y final de un don, con la autodestrucción y renacer del poeta, quien es un clarividente donde “todo es poetizable y sobre toda la locura” El poeta crea lo que cree y ve. El mensajero nos da un número que coincide con el origen y final, con el ciclo de la vida y la muerte. Ese tiempo y espacio que une ciencias y letras es finalmente Poesía.

Para concluir, haber leído “Calaveras retóricas” de Diego Lazarte ha sido de gran satisfacción por lo refrescante de su lenguaje, el uso de imágenes poderosas, la musicalidad, las referencias mexicanas y peruanas populares y literarias que se fusionan y crean un espacio único y que para el que escribe esta reseña, significó la lectura de un mapa a recorrer en la frontera de México y los Estados Unidos, así como las calles y avenidas limeñas, el tráfico estresante y la llovizna eterna. Las calaveras entretienen por su riqueza e ingenio y al mismo tiempo nos hacen reflexionar, con el objetivo de un re-nacer.

 

 

 

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