Poesía polaca: Krzysztof Kamil Baczyńsk

Leemos las aproximaciones que Gustavo Osorio de Ita hace a los poemas de  Krzysztof Kamil Baczyński (1921-1944) Fue poeta y soldado de la Armia Krajowa durante la Segunda Guerra Mundial. Murió en combate durante las primeras acciones del Alzamiento de Varsovia. Es uno de los mayores exponentes de la Generación de los Columbuses (en polaco pokolenie Kolumbów),​ marcada por su filiación a las tradiciones románticas y al catastrofismo. Hoy en día es reconocido como uno de los poetas más influyentes del siglo XX.

 

 

 

 

 

Elegía para un niño polaco

 
Te han arrancado, hijo mío, de tus sueños y como una mariposa
te han adornado, hijo mío. Tus tristes ojos sangran mena.
Pintaros paisajes, con pespuntes amarillos, en horror y sangre,
adornaron un hombre colgado como un árbol, las olas del mar por surcar.

 
Te enseñaron, hijo mío, tu tierra y sus caminos de memoria
y por sus senderos sollozaste esquirlas de hierro por lágrimas.
Te volvieron oscuridad, te alimentaron con retazos de terror.
Tropiezas, a tientas a través de lo oscuro, por la ruta del miedo.

 
Y ascendiste de noche, dorado hijo mío, con un arma negra
percibiste en el pasar de un minuto la erizada sed del mal.
Antes de caer, llamaste a gritos a la tierra con tu mano,
¿hizo acaso más blanda tu caída, dulce hijo mío, estalló en sus centros?

 

 

 

 

El vislumbre

 
Nada ha de volver. Estos los tiempos
ya olvidados; sólo la oscuridad –
cuan perversa y vacía–
se instala en los espejos en mis propias imágenes.

 
Oh, yo sé, profundo sé y no deseo
repetirlo; no puedo saber mis formas
con antelación. Así que muero
con un Dios a medio revelarse entre mis labios.

 
Y ahora de nuevo nos sentamos en un círculo,
y la lluvia del planeta repica en los muros,
y la mirada pesada como una cuerda sobre la mesa,
y nubes de silencio quietas.

 
Y uno de nosotros –ese soy yo–
ha llegado a amar. El mundo floreció para mi
como una nube inmensa, un sueño en fuego
y yo soy recto como un árbol.

 
Mientras que otro de nosotros –ese soy yo–
concibió un tembloroso odio
y es una daga que brilla
desde mis ojos entumecidos como el agua –esta no es una lágrima.

 
Mientras que un tercero entre nosotros –ese soy yo–
se vio reflejado en lágrimas lloradas,
y mi dolor es una oscuridad inmensa.

 
Y el cuarto al que reconozco
enseñará de nuevo la mansedumbre
en estos tiempos míos y fútiles
y mi corazón muy enfermo de muerte
eclosionando dentro de mi.

 

 

 

 

Noche

 

Mi Madonna está llena de pecado,
encuadrada en un sueño como en un espejo roto.
Sofocante noche, el granito estelar sobre tus hombros
y este terror, como tú –inmortal.
Mi Madonna ha sido concebida en el pecado,
y estas no son transgresiones que carecen de lágrimas.
Una noche como una bestia acurrucada en miedo,
una noche que recuerda siempre.

 
La boca amarga y ecos secos
tallos quemados jóvenes,
ojos arrasados por el fuego–
un grano de oro.

 
¿Cómo desgrano el ensueño?
Hecha la muerte, ¿he de mantener la fe?
Soy tu resplandor que se hunde
en mares que giran como la tierra.

 
Madonna, ¿cómo vas a redimirme de la noche?
¿Acaso tus labios, vueltos hacia abajo, traerán de vuelta al niño,
dejarán que sueños como círculos, cascadas y flores
se abatan a través de mí?

 
Haz tu infalible movimiento, vuelve a llamar
a los vientos fríos que escapan de los cántaros
con un aroma de llama.
Hoy es noche, y me despierto antes de madurar
en los espejos de tus lágrimas.

 

 

 

 

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