Presentamos, en versión de Elzbieta Bortklewicz, cinco poemas de Wislawa Szymborska pertenecientes a Antología poética publicada por Círculo de Poesía y Visor Libros México en 2017. Wislawa Szymborska es una de las poetas más importantes del siglo XX. En 1996 mereció el Premio Nobel de Literatura.
La llave
Había una llave y de pronto no hay llave.
¿Cómo entraremos en casa?
Quizás alguien la encuentre perdida,
la mire. —¿para qué va a quererla?
Camine haciéndola saltar en la mano
como un trozo de chatarra.
Si con el amor que te tengo
ocurriera lo mismo,
no sólo para nosotros sino
para el mundo entero
se perdería este amor.
Llevada en una mano ajena
no abriría ninguna casa
y sería nada más que una forma,
que la herrumbre con ella se ensañe.
Ni de las cartas, ni de los astros, ni grito de pavo
este horóscopo nace.
Torturas
No ha cambiado nada.
El cuerpo duele,
debe de comer y respirar aire, y dormir,
tiene la piel fina y justo debajo de ella, sangre,
tiene una buena cantidad de dientes y uñas,
sus huesos son frágiles, las articulaciones extensibles.
En las torturas todo esto se toma en consideración.
Nada ha cambiado.
El cuerpo tiembla como temblaba
antes de la fundación de Roma y también después,
en el siglo veinte antes y después de Cristo,
las torturas son como eran, sólo la tierra ha empequeñecido
y cualquier cosa que pasa, es como en la casa del vecino.
No ha cambiado nada.
Sólo que hay más gente,
junto a las viejas culpas aparecieron nuevas,
reales, provocadas, momentáneas y ningunas,
mas el grito con el que el cuerpo responde por ellas
era, es y será el grito de la inocencia,
según la escala y el registro eternos.
No ha cambiado nada,
quizá sólo modales, ceremonias, bailes.
El gesto de las manos protegiendo la cabeza,
sin embargo, sigue siendo el mismo.
El cuerpo se retuerce, forcejea y arranca,
derribado cae, dobla las rodillas,
se amorata, se hincha, babea y sangra.
No ha cambiado nada.
Excepto el curso de los ríos,
la línea de los bosques, las costas, los desiertos y los glaciares.
Entre esos paisajes la pequeña alma deambula,
desaparece, vuelve, se acerca, se aleja,
extraña para sí misma, intocable,
una vez segura y otra vez insegura de su existencia,
mientras que el cuerpo está, está y está
y no tiene donde guarecerse.
Charco
Recuerdo muy bien ese miedo infantil.
Evitaba los charcos,
sobre todo los recientes, tras la lluvia.
Alguno podría no tener fondo,
aunque pareciera igual que los demás.
Piso y de pronto me caigo toda,
comienzo a volar hacia abajo,
y más y más abajo,
en dirección a las nubes reflejadas
o a lo mejor más allá.
Luego se secará el charco,
se cerrará sobre mí,
y yo atrapada para siempre —dónde—
con un grito que no llega a la superficie.
Sólo después llegó la cordura:
no todos los percances
obedecen a las reglas del mundo,
y aun si lo quisieran,
no pueden suceder.
Amor a primera vista
Los dos están convencidos
de que les une un sentimiento repentino.
Es bonita esta seguridad,
mas la inseguridad es aún más bonita.
Creen que como antes no se conocían
nada había sucedido entre ellos.
Pero, ¿y las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo que podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan,
algún encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
algún «disculpe»
o el «se ha equivocado» en el teléfono.
Pero conozco su respuesta.
No lo recuerdan.
Les sorprenderá
saber que desde hace mucho
la casualidad juguetea con ellos.
Una casualidad no del todo preparada,
para convertirse en su destino.
Que los acercaba y alejaba,
que se cruzaba en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales
pero qué hacer si no eran legibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o quizá el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo manijas y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizás una cierta noche el mismo sueño
huido a la hora de despertar.
Todo principio
no es más que continuación
y el libro de acontecimientos
está abierto siempre por la mitad.
Las tres palabras más extrañas
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba viaja ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.