Poesía peruana: Lisbeth Curay

Leemos poesía peruana. Proponemos la lectura de Lisbeth Curay (Lima, 1993). Es antropóloga, gestora cultural y poeta. Directora de proyectos en Cinco Minutos Cinco – comunicación y cultura, asociación cultural que se encarga de promover las artes audiovisuales como herramientas de empoderamiento y participación ciudadana en Lima Sur. Ha publicado poemas en diversas revistas nacionales e internacionales. Ha sido reconocida con el Premio Iberoamericano de Juventud (2019). ZOA, publicado por Editorial Bisonte (2021) es su primer libro.

 

 

 

 

Hazdeluz

 
 
Del sueño que se abre paso
Queda un trozo de animal cualquiera
Un contorno enfurecido
Sobre un retazo de aire
Ardiente en los comienzos
¿Quién estará esperando mi voz a mitad del camino?
Ven aquí
Voy más allá
Tira de esta cuerda
Que no es más que una cáscara retorciéndose
Sobre césped amplio
Un vínculo que me hace excavar
Y esconder objetos valiosos
Los alacranes que mi padre guarda minuciosamente
En mis primeros zapatos
De él
De la sangre que me oculta
De los signos que se esfuman sin darme claridad
Huyo
Y al retorno
El horizonte se mancha
De un sonido hermoso.

 

 

 

 

Zonotricia

Parece que es el látigo el que domina la mano
Y no la mano quien domina el látigo
El templo abierto
Me ha demostrado la trayectoria de lo que se introduce
Sin tener un nombre
En ese espacio alto
Descubrí a quienes no pueden cerrar los ojos
Pero saben perdonar a los que observan de rodillas
Aquí el aire nos moldea una U
En los labios pequeños de las personas pequeñas
Parece que es el aire el que domina a los labios
Y no los labios los que dominan al aire

Cuando abrazo y pierdo
El sentido de escuchar
Encuentro una oración que me interroga
¿Acaso eres un hombre?
Haz una mueca con los suspiros y 
El dolor.

 

 

 

 

 

Patos

 

Una polilla se camufla en el tronco y el animal me habla de su cuerpo invertebrado. Fue ayer cuando acaricié mis pupilas para despejar una idea pequeña: ¿qué pasa si te estás bañando y un pato te llama para ir a nadar? Es falso, otros cuerpos que se asoman por las ventanas no andan pensando en la ducha y las incansables sillas que soportan más cuerpos no lo hacen por compromiso. Así, cada función de los objetos se cumple para tener un orden mientras vamos caminando. La verdad, la tomamos por la mañana, cuando se entra en un cuarto a observar que todo esté en su lugar. Cuán importante el pequeño árbol en el jardín ajeno para mirar de vez en cuando al cocinar y las verduras en la sala, cuán importantes. Toda maniobra vale, al sujetar el jabón, por ejemplo, no tenemos el control de la siguiente caída, pero siempre habrá una próxima vez para levantarlo. Entonces, para qué sujetar el cabello si siempre se va a mojar y nuevamente el agua bajará por la espalda a sacudir en un instante toda la carne. Quizás lo peor de ordenar es la incomprensión de los objetos, la intranquilidad de usurpar un lugar y ser juzgado por todos los sentidos, la incoherencia puede ser sutil y estar presente hoy y mañana, entonces será válido decir que el pato debió llamar antes porque ahora ya estoy limpia y además no sé nadar.

 

 

 

 

Caballos blancos

 
 
Veo caballos
Te vas y veo caballos
Blancos
Se erigen sosteniendo banderas
Me cuentan números hasta el cien
En el veinte me río y uno ya está enojado
Tan enojado como para esparcir por
Mi cuarto babas
Para dejarse ver por unos cinco
O siete hombres que verán caballos
Negros
Se extienden por la tarde
Disecados en la memoria viven
Ya me voy y ustedes tan solos
Ya estoy allá y no veo caballos
Es suave y crece
Sobre las rodillas
No se puede comer
Ni exprimir
Pero es muy saludable

¿Qué es?

 

 

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