Poesía chilena: Rosabetty Muñoz

Leemos a la poeta chilena Rosabetty Muñoz (1960). Recibió los premios Pablo Neruda, Altazor y Manuel Montt de la Universidad de Chile. Algunos de sus libros son Técnicas para cegar a los peces, Ligia, En lugar de morir, Sombras en el Rosselot, Ratada. Su poesía se caracteriza no solo por un tono de disforia sino de gran amargura. Hay en sus poemas una especie de pesimismo ante la idea de la patria, de la historia, de la destrucción de la naturaleza, de las relaciones personales. Es una poesía que canta la catástrofe neoliberal. Trabaja con gran acierto la imagen crítica, navaja que abre la mirada, vinculada a lo sórdido y a lo siniestro. Muñoz ha vivido y escrito desde Chiloé. Al sur de la poesía panhispánica. En 2020, Lumen publicó su antología Misión circular.

 

 

 

 

 

Dejé mi cuerpo detrás de mí.
Eso quería decir: lo abandoné.

De pronto, cada uno de los huesos habla
se despide.
Un parloteo orgánico inesperado
de esta máquina prodigiosa
con sus tumores y cicatrices

Pero no es de dolencias: 
                    quiero hablar de las manzanas
su gracia redonda
su modo de caer
                     madura y alegre sobre el pasto

 

 

 

 

(Finos cuchillos)

 

La ventana se fue incrustando 
musgosa en los bordes.
Y ahora soy cerro
     -cuerpada amenazante-
mi sexo: este río a borbotones.
Donde otrora estuvo la risa
oyes derrumbes íntimos de piedra.

Coronada, al fin, con alba joya;
nadie reverencia esta belleza.

Desde los ojos,
                            finos y helados cuchillos
                            se descuelgan.

 

 

 

 

El nuevo país
copia feliz del original
es más hondo
de gruesas fronteras.
               Ha sido lavado, llorado
corren ríos subterráneos.

Demasiados cadáveres
                        se han fundido en el suelo patrio.

 

Un líquido espanto
busca cauces
                        cráteres orificios de salida.

 

 

 

 

¿Y si vence el amargo?
Desconfiemos de los lunes blandos
                       y de la mesa puesta.
Este florero que aparenta inocencia
sabe cómo se ocultan las arañas
                       debajo del mantel.
Por el costado, el tiempo
avanza con su lenta carcoma.
Noche y día, el murmullo
de las faltas cotidianas
se mece, cadencioso, entre las sombras.

 

 

 

 

Zona de sombras

 

Agigantada la sombra de la bestia
se repite una y otra vez sobre los muros.
Su aliento apaga la vela de la sala
y sombrea los rostros
hasta ayer, de fiesta.

 

 

 

 

(De En nombre de ninguna)

 

Esta, la de la foto, es la misma que jugaba con su muñeca todo el día y en la noche la arropaba para que no sintiera frío ni miedo. Se resistió a tirarla cuando perdió un ojo. Siguió negándose cuando cayó sobre la estufa y se quemó el brazo de goma. Y cuando se le apelmazó el pelo. Y cuando se quedó con una sola pierna. Es la misma. Sin señales de pena, posa con los restos del recién nacido sobre los trapos con los que limpió el piso.

 

 

 

Y esta es la Bernarda. Ella leyó en el diario una noticia sobre el asunto de las guaguas botadas en basureros públicos y se le contrajo de golpe el vientre vacío. Reclamó en el juzgado el Primer Niño para acunarlo muerto, le puso de nombre Aurora y lo enterró en un lugar sagrado para tener donde ir a dejarle flores. La tumba que compró es amplia para que vayan llegando sus hermanitos.

 

 

 

 

Basura

 

Ahora tenemos aquí
una bolsa negra que contiene un niño.
Sabemos que sufrió.
Que se retorcía.
Que se le pegaba el nailon
en la abertura de la boca.

No alcanzó a reír.
No alcanzó a colgar 
                              de la ternura de un pezón.

 

 

 

 

 

Boca de río

 

Ay del cuerpo abierto en canal
despojado de su niño
en operación de urgencia 
                   (sobre la mesa de la cocina).
Ay de la que se entierra un palillo
o un tallo de apio o una rama de espino.
Ay de la que se toma una taza de cloro.
Ay de la que se acuesta boca abajo
mientras su amiga le salta encima.
Ay de la boca de río que la contiene
y de esa agua ya para siempre turbia.

Aquel cuyo espanto le obliga a volver la vista 
habrá de inclinarse y anegar sus ojos
ante la niña de vientre hinchado.
Habrá de dolerse.

Ahora no es tiempo de amarrar la lengua.

 

 

 

 

 

 

 

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