Una conversación con Christophe Manon

Leemos una conversación sobre poética entre Alí Calderón y el poeta francés Christophe Manon (Bordeaux, 1971), incluido recientemente en la antología El gallo y la serpiente. Poesía francesa actual (Círculo de Poesía Ediciones, 2023) preparada y traducida por Audomaro Hidalgo. Manon ha publicado una veintena de libros, entre los cuales destacan Signes du temps (Nous, 2022), Extrêmes et lumineux (Verdier, 2015), Au nord du futur (Nous, 2016), Jours redoutables, con fotografías de Frédéric D. Oberland (Les Inaperçus, 2017), Pâture de vent, (Verdier, 2019), Testament, d’après F. Villon, con un CD (Dernier télégramme/Bisou, 2020). Ha publicado recientemente, en la editorial argentina Leviatán, Testamento (siguiendo a François Villon) con la traducción de Mariano Rolando Andrade. La traducción de la entrevista corre a cargo de Gustavo Osorio de Ita.

 

 

 

 

Alí Calderón

Se podría pensar que existen ciertos principios universales en la poesía pero que también existen, según la tradición literaria de cada país, ciertas particularidades para valorizar un poema. A partir de esto, yo te pregunto: ¿Qué valores posee un “buen” poema contemporáneo?

Christophe Manon

En efecto, existen diferentes tradiciones literarias según las zonas geográficas. Son lo que se podría llamar las variaciones climáticas de la poesía. Estas variaciones existen, sin duda alguna, y no son poca cosa. Podríamos clasificar a estos climas poéticos como fríos, calientes, lluviosos, áridos o templados, por ejemplo, según el lugar concedido al lirismo o a la experimentación, a la imaginación o a una relativa objetividad. Esto contemplando también todos los matices y contrastes posibles, por supuesto. Sin embargo, las virtudes de un poema, contemporáneo o no, son siempre las mismas. No varían. Sencillamente porque el ser humano, el que hace o el que recibe el poema, no cambia. Es cierto que ya no escribimos como antes. Algunas reglas o normas estéticas ya no se encuentran vigentes, otras nuevas se han impuesto, pero lo que decimos, creo, es esencialmente lo mismo. Se trata siempre del corazón humano, de su grandeza y de su bajeza, de su profundidad. Los sentimientos, las sensaciones, las emociones han sido siempre las mismas, desde que el hombre se hizo hombre y desde que ha existido una poesía para expresarlas, sin importar el tiempo y el lugar: el amor, el deseo de omnipotencia, el miedo, el temor a la muerte, la alegría, la tristeza, el caos, el asombro de vivir. De esto hablan Virgilio, Ovidio, Villon, Dante, Louise Labé, Shakespeare, Rimbaud, Akhmatova y tantos otros. Por supuesto, hay matices, afortunadamente. Pero al final son siempre las mismas historias bajo el mismo sol. Un “buen” poema, para volver a la pregunta, realmente no sé qué es. Pero sí sé cómo me conmueve un poema. Porque tiene una manera justa y sincera (no retomo estos términos desde un punto de vista moral, sino como cualidades de evidencia, propias de cada uno, que resultan imposibles de evaluar o justificar) de darme experiencias que soy susceptible de sentir o experimentar de una forma u otra. No experimenté la angustia terrible de tener un hijo preso y un marido condenado a muerte, ni la de haber perdido a la persona que amaba siendo joven. Sin embargo, como Akhmatova o Dante, sé lo que es perder a un ser querido. Conozco ese sentimiento, yo también lo he tenido. Sólo las circunstancias cambian, lo que yo llamo “el matiz”, pero eso es secundario. Por supuesto que ocurre lo mismo con emociones como el amor o la alegría. En cierto modo, el poema que considero “correcto”, más que “bien”, tal y como se dice de en esa frase hecha, que “suena bien”, se me acerca y me susurra al oído algo así como: “Ven, no tengas miedo, así somos, todos diferentes y a la vez parecidos, a la vez tristes y alegres, generosos y mezquinos, tiernos y brutales, crueles y benévolos”. Lo que dice el poema no cambia ni puede cambiar. Sólo cambian sus maneras de decir, las formas y técnicas son las que varían, en tanto evolucionan y se transforman las sociedades, pero no los hombres ni sus pasiones, o muy poco.

 

Alí Calderón

¿Y qué está obsoleto, qué ha dejado de ser prestigioso en la escritura poética?

Christophe Manon

No estoy seguro de que podamos pensar la cuestión poética en términos de obsolescencia o prestigio. Como dijo Jack Spicer: “Si tienes el gusto por imponer, no hay razón para ser poeta. Es lo más degradante del mundo, salvo por la persona que te pasa la toalla en el baño turco”. La poesía no puede preocuparse por el prestigio. Si tuviera alguna legitimidad, que lo dudo, sería la de estar indefectiblemente del lado de los perdedores, de la pérdida, del derroche, de los seres vulnerables, es decir, del lado de los animales, de los niños, de los dejados-por-su-cuenta, de los “descartados” como Bartleby. Sin embargo, tengo la sensación de que cierto tipo de posturas que pueden caracterizarse por una palabra oracular caída del cielo, o por un exceso de patetismo o incluso por un frenético culto a la originalidad, ya no pueden tener un eco en el mundo a la manera en que pudieron haberlo tenido en el pasado. Todas estas maneras ya no resultan tan aceptables puesto que, a mi parecer, sabemos ahora que son una forma de charlatanería o estafa. Son viejas recetas o viejas lunas. Son polvo sobre los ojos. Maneras deshonestas de manipular las mentes, subyugándolas y haciéndose pasar por cosa interesante. Ahora bien, y precisamente, poetas y lectores resultan semejantes. No debería de realizarse distinción entre ambos. Simplemente algunos, en un momento determinado, sienten la necesidad de expresar algo y compartirlo, mientras que otros lo aceptan de buena manera. En cuanto a la poesía y a la escritura en general, cualquiera que sea la forma en que lo hagas, debes ante todo protegerte contra todas las formas de estafas y contra las posturas. Estas son fallas atroces precisamente porque frustran cualquier posibilidad de sinceridad y precisión. Finalmente, hay otra cosa que no me parece muy aceptable en los tiempos que vivimos, es lo que yo llamaría la ironía de la deconstrucción, que opongo, como Deleuze, al humor: “Hay una pretensión insoportable en la ironía: aquella de pertenecer a una raza superior y ser propiedad de los amos. Por el contrario, el humor reclama por una minoría, un devenir minoritario, que es lo que hace que el lenguaje tartamudee”. A decir verdad, tengo la intuición de que hay una altura justa en la escritura, como en cualquier forma de pararse en el mundo, sin intentar sobresalir ni haciéndose irónicamente a un lado. De hecho, la posición del poeta debe estar con y dentro, justo a la altura de la mirada, y esa es probablemente la dificultad entera en torno al arte de la escritura.

 

Alí Calderón

Si suponemos que la tradición no se hereda sino que se elige, ¿quiénes son los poetas con los que aprendiste a escribir poesía y qué te enseñaron?

Christophe Manon

Me gusta mucho, en la Divina Comedia, la imagen de Virgilio tomando a Dante de la mano para guiarlo por los círculos del infierno y el purgatorio. Idéntico a un adulto que acompaña a un niño. Es cálida, es tranquilizadora una mano así ofrecida. Un gesto fraterno y benevolente. Esta es, en cierto modo, la tradición: una mano extendida en el tiempo para acompañarnos por los escarpados caminos de la escritura. Para quien la recibe, es una aquiescencia, al mismo tiempo un signo de confianza y de reconocimiento. Un abandono. Cada poema, por así decirlo, es una mano extendida, depende de cada uno sujetarse de él. Mis libros, por ejemplo, siempre están entretejidos con numerosas citas. Es una forma de mantener el vínculo con los autores que leo. Pero, por supuesto, uno no debe seguir ciega o incondicionalmente. No puede tratarse de abdicar de la libertad propia. La tradición es también, y quizás sobre todo, un patio de recreo y una escuela de emancipación. No tiene que ser abrumadora o paralizante. En general, todo lo que leo, si es que no resulta absolutamente indigerible, nutre mi escritura. Porque, debo admitirlo, siempre me he encontrado dispuesto a abandonarme a cualquier mano tendida. Sólo puedo escribir en compañía de los libros y, si bien soy incapaz de expresar con exactitud lo que pude aprender gracias a ellos, puedo afirmar que estos son los libros, todos los libros que he leído y que han pasado y que aún me atraviesan, los que me hacen ser quien soy. Por ello les estoy infinitamente agradecido.

 

Alí Calderón

Desde un punto de vista técnico, ¿qué te interesa hacer en los poemas?

Christophe Manon

La técnica es algo que me parece absolutamente capital en la práctica de la escritura. Incluso es probable que, gracias a ésta, pueda ocurrir algo un tanto singular ya que, por lo demás, como decía más arriba, todos decimos siempre más o menos lo mismo. Las cuestiones técnicas o formales son para mí fuente de muchos placeres, incluso diría de júbilo. Es la técnica la que nos permite disponer con más o menos destreza los cubitos que son las palabras para construir el frágil edificio del poema, que amenaza constantemente con perder el equilibrio y derrumbarse –y ésta es precisamente su gracia: intentar mantener el equilibrio sobre un cable tendido sobre el vacío. Incluso si, por supuesto, esta habilidad, también resulte necesario saber cómo revertirla y, sobre todo, conseguir que no sea ostensible. Pero eso también, en esencia, se reduce a la técnica: la discordancia, la disonancia, la torpeza, hay que saber acogerlos y darles paso cuando son necesarias. Es a través de la técnica, estoy convencido, que se obtiene la sencillez y la naturalidad, si es que estas palabras tienen algún significado en términos de escritura. Rejets, encabalgamientos, versos libres llevados a su más sutil grado de elaboración, eso es lo que me interesa y con lo que experimento. El verso libre es una herramienta magnífica, cuyos infinitos recursos, sus virtudes prosódicas y rítmicas, aún no han sido suficientemente explotados, al menos no en la lengua francesa. No se trata solo de un salto de línea. Lo que permite son efectos de aceleración o desaceleración, por ejemplo. Esto es más o menos lo que intento modestamente explorar con la aplicación y con el mayor rigor del que soy capaz, al menos eso espero. Eso, por supuesto, teniendo siempre en cuenta que la técnica es solo una de las muchas herramientas que ofrece el lenguaje para ayudarnos a captar epifanías furtivas. La técnica es la red para las mariposas, no la mariposa.

 

Alí Calderón

Desde tu punto de vista, ¿hacia dónde se dirige la poesía hoy en día?

Christophe Manon

Por todos es sabido que lo que se manifiesta en el tiempo presente escapa esencialmente a nuestra comprensión y, por más aguda o informada que sea nuestra mirada, no está en su capacidad el captar la verdadera medida de los fenómenos y acontecimientos que están ocurriendo en el presente. La niebla es tan espesa, la óptica se encuentra distorsionada hasta tal punto que resulta difícil discernir la punta de nuestra nariz. ¿Cómo sentir y percibir las corrientes, cómo detectar en qué dirección sopla el viento? ¿Cómo distinguir las vibraciones superficiales y efímeras de los cambios profundos y duraderos? Hay tantos modos de expresión, tantas voces/maneras diferentes, tantas señales contradictorias, que sería inútil arriesgarse a interpretar su significado. Así como también preguntarse por dónde va el mundo o intentar descifrar las tablas del destino. El ejercicio depende en realidad de la adivinación. Además, esta pregunta solo puede responderse formulando hipótesis o expresando deseos. Pero eso también significaría considerar que la “poesía” existe, que es una especie de entidad autónoma cuyos contornos y temas podrían definirse con precisión. En mi opinión, hay tantos poemas como poetas en el mundo. Por mi parte, solo puedo esperar que esta práctica, tan extraña como sumamente conmovedora, que esta pequeña llama continúe, de una forma u otra, lo demás no me importa. Sin embargo, si despliego bien mis antenas y si me dedico a despertar mis sentidos para ponerlos en alerta, si escucho y si miro muy atentamente, desde mi humilde y muy relativo punto de vista, a la vez preciso y microscópico, desde donde estoy y desde donde necesariamente mi percepción sólo puede aparecer como alterada y parcial, con todo esto dicho y bien ponderado, puedo decir que tengo la sensación de que vivimos en una época en la que todas las certezas, donde los sistemas monolíticos y las más sólidas convicciones se desvanecen con agitación. Los puntos de referencia teóricos y las categorías estéticas ya no cuentan con los mismos centros de gravedad. Es un poco como si se barajaran y redistribuyeran las cartas: lirismo y formalismo, lo antiguo y lo moderno, el academicismo y la vanguardia, los poetas inspirados y los artesanos del verbo, la cultura oral y el culto a la palabra escrita, en el fondo todo esto ya no tiene mucho sentido, todos estos marcos que se basaban en esquemas dualistas y cuyos contornos se encontraban delineados por oposiciones, ya no me parecen operativos en absoluto. Han perdido su significado y solo son lo suficientemente buenos como para reciclarlos en los libros de texto. Lentamente, con cautela, puertas y ventanas comienzan a entreabrirse, los tabiques se desmoronan y crujen, el aire incide y penetra por los más pequeños intersticios, y parece provenir de todos lados, y comienza a moverse un poco más libremente. Todos estos viejos tótems a los pies de los cuales tantos se han postrado y que algunos han defendido con suma fiereza, si bien pudieron tener alguna virtud hace un tiempo hoy, al final, son sólo baratijas. Pero cuidado, esto no quiere decir que todo sea igual y que no haya puntos de fricción o divergencia. Simplemente podemos regocijarnos al presenciar el surgimiento, aquí y allá, de concepciones de la escritura un poco más atomizadas y matizadas. Tengo la impresión de que cada uno juega en su esquina con su método individual y portable. Por lo tanto, depende de cada uno desarrollar su propio léxico teórico que pueda ayudarlo a poner en orden su pequeño territorio sin invadir el del vecino.

 

Alí Calderón

Adam Zagajewski piensa que el poema es un llamamiento. ¿Qué crees que puede contener este llamamiento en las sociedades contemporáneas?

Christophe Manon

Un llamado, por supuesto. Me parece, sin embargo, necesario ser un poco más preciso: el poema tiende la mano. Siempre esta historia de manos. Paul Celan decía “Solo las manos verdaderas escriben poemas verdaderos. No veo diferencia, en principio, entre un apretón de manos y un poema”. Quizá iría un poco más allá: para mí el poema es un abrazo, un abrazo, una caricia, un beso. Suscita y provoca un acercamiento de los seres, piel contra piel, labios contra labios. Entrar en contacto con el otro. Es una pequeña máquina para abrazar la alteridad. Diría, para ser más preciso, que el poema es una dirección. Un discurso a los semejantes, a los seres humanos, como expresa claramente la “Balada de los ahorcados” de Villon (“Hermanos humanos que vivan después de nosotros”), pero más allá de eso a todos los seres vivos, e incluso a la materia, animada o no. El poema dice: “Hola, estoy aquí, aquí estamos, mira, aquí está el mundo, aquí está la vida, demos gracias y compartamos esto, tanto como sea posible”. Los poemas son idénticos a esas señales que la comunidad científica envía a través del espacio a hipotéticas civilizaciones extraterrestres. No sabemos si alguien o algo los recibirá algún día, pero envían un mensaje en una especie de “gramática cósmica” que pretende ser universal para indicar que estamos ahí, en algún lugar, muy vivos. El mensaje viaja a través del tiempo y el espacio. Eso es exactamente lo que es un poema: un pequeño faro que emite una señal. En cuanto a quién lo recibe, cuándo y dónde, esa es otra cuestión. A veces puede tardar siglos en llegar hasta nosotros. Y en cuanto al contenido de la señal, como dije antes, sigue siendo más o menos lo mismo.

 

Alí Calderón

Permíteme hacer una analogía con la música. Al escribir tus poemas, ¿a qué banda de rock o cantante te gustaría sonar?

Christophe Manon

Cuando escribo me parece que me sumerjo en tal profundidad que ya no hay ahí identidad alguna, que la singularidad se borra y se diluye en el ruido del mundo. El sujeto que soy se vuelve inmensamente poroso y receptivo, se expande hasta perder su identidad para acogerlos a todos, para abrirse a las multiplicidades que lo atraviesan de lado a lado, a las intensidades que lo recorren. Es un ejercicio de despersonalización, el “yo” se vuelve anónimo y colectivo, se convierte en “nosotros”. Es el paso de la primera persona del singular a la primera persona del plural. También soy bastante incapaz, en el momento exacto de la escritura, de querer parecerme a nadie ya que, en cierta medida, la escritura tiene para mí la capacidad de acercarme a todo y a todos al mismo tiempo. Debo señalar de paso que es un trabajo bastante agotador. Nunca salimos completamente ilesos. Dicho esto, todavía hay un grupo que me gusta especialmente y cuyas canciones me parecen bastante cercanas a lo que trato de hacer en poesía. Se trata de The Gun Club. Un grupo de blues punk de los años ochenta, cuyo cantante principal era Jeffrey Lee Pierce, de ascendencia mexicana por parte de su madre. Su canto es a la vez profundo, melancólico y envolvente, particularmente conmovedor, a veces cercano al trance, pero siempre con mesura. Es música melodiosa y relativamente abrupta al mismo tiempo. Sus canciones son muy cortas, de ritmos rápidos, con altibajos, aceleraciones y ralentizaciones. Sí, hay algo ahí que estaría cerca, en cierta medida, a mi espíritu, a lo que puedo, por mi parte, intentar hacer escribiendo.

 

Alí Calderón

En términos de tono, tema o métodos de construcción, ¿qué puede aportar la poesía francesa contemporánea a la poesía internacional?

Christophe Manon

De nuevo aquí me resulta bastante difícil razonar en estos términos. La poesía francesa representa una larga y considerable tradición (pero ni más ni menos que las demás), en cuya estela supongo me sitúo, en muy modesta medida. A pesar de todas las corrientes y de las distintas personalidades que la han poblado a lo largo de los tiempos, creo que podemos distinguir, a grandes rasgos, algunos elementos que la caracterizan, en particular un marcado gusto tanto por el rigor formal como por la experimentación. Es quizás a través de su precisión y de su sutileza en la expresión de los sentimientos, así como por su diversidad que se encuentra mejor ilustrada. Sin embargo, estas cualidades son tan deficientes que nosotros, los franceses, siempre hemos tenido la pasión por amordazarnos y erigir nuevos dogmatismos. Es nuestra vieja preocupación por respetar las reglas de etiqueta y el decoro heredados de los viejos tiempos, combinada con nuestra insoportable fascinación por el régimen del Terror. Ningún movimiento literario, por liberador e innovador que haya sido, podía abstenerse de dictar prohibiciones. Sin metáforas, sin adverbios, sin adjetivos, sin afectos, sin “yo”… todo ha pasado, hasta el punto de encontrarnos hoy bastante secos y empobrecidos, produciendo una poesía ciertamente rigurosa, pero a menudo demasiado severa, desvitalizada como se diría de un diente, es decir, privado de los vasos sanguíneos y nervios que están en el origen de la sensibilidad. Sin embargo, si de algo estoy convencido es de que no se escribe con tabúes y prohibiciones. Ciertamente no es un trabajo para policías el que hacemos. Un jardín a la francesa siempre se encuentra bien alineado y sus caminos se preservan con el mayor cuidado. La exuberancia y la profusión siempre han despertado cierta repugnancia. Villon, Rimbaud, Lautréamont, Artaud son raras e incómodas excepciones. Nuestros modelos son más bien Malherbe, Racine, Mallarmé y Ponge. En ambos lados hay cosas notables que tal vez sea ya hora de que intentemos reconciliar. Si debo decir exactamente lo que pienso, creo que desde hace cerca de medio siglo atravesamos un momento de obtuso conformismo que calificaría de vanguardia académica, años de plomo que tengo la sensación de que poco a poco empezamos a sacudirnos. Al mismo tiempo, más o menos, la poesía francesa se ha convertido en una especie de pequeña provincia sumamente diligente y relativamente servil de la poesía norteamericana (de la que tenemos mucho que aprender, por supuesto, esa no es la cuestión). Es a través de su espejo que nos contemplamos porque nos devuelve una imagen más o menos aceptable de lo que creemos ser, es decir, los representantes ilustrados de la modernidad. Pero quizás sea precisamente ahora ya momento de que mostremos un poco de humildad, que dejemos de considerar que lo que hacemos debe ser un ejemplo a seguir para los demás. Sobre todo, debemos aprender a mirar, leer, escuchar con mucha más atención y curiosidad lo que sucede en otros lugares. Que dejemos de esconder nuestra ignorancia detrás de nuestra condescendencia. Que dejemos de comportarnos como arrogantes dueños de todas las respuestas. Comprender, finalmente, que no hay centro y que estés donde estés siempre estás en la periferia. Por lo tanto, es más bien la poesía internacional, ya sea del Norte, del Sur, del Este o del Oeste, sin excepción, la que tendría algo que decirnos. Por lo demás, quizás tampoco sea del todo desinteresado leernos, evidentemente.

 

 

***

 

Como la tarde a menudo la luz declina y se desvanece, luego llega la noche, podría ser. O como si estuviesen ellos, estabas tú, estábamos nosotros, estaban él y ella, y todos éramos tan reales, como vestidos de sueño y cambiando sin cesar de forma y como opulentos, como presentes, girando a una velocidad vertiginosa bajo un viejo cielo oxidado, y todo eso era de una dulzura infinita. Como cuerpos vencidos, como cuerpos triunfantes, como tendidos en la arena, juntos y parecidos, quizá felices de mirar el mar. Y la resaca de las olas. O tal vez era un deseo. O el vasto espacio que de pronto se abría cerrándose. Como si eso pudiese tener importancia. Sí, es eso, eso fue lo que se nos pidió. «Aquí, más que en ningún otro lado, el hombre puede contemplar con espanto el abismo de miseria adonde lo precipitaron el espíritu de violencia y la primacía de la fuerza». Pero piedad, dice ella, piedad. Piedad por la pérdida de las rosas. Uno dos tres y cuatro y aún otro es siempre demasiado, demasiado y muy rápido. Pero no es un lugar, o casi. Para abrazarse unos a otros. Para jugar a las escondidas. Para reír a carcajadas y gritar y cantar y bailar y divertirse y todo eso ¿Para qué? ¿Para qué? ¡Oh! ¿Para qué? ¿Cómo enfrentarlo? ¿Cómo hacer un signo de todo eso? Caminando hacia soles nuevos, siempre más grandes, más grandes aún, y no ha terminado. Porque nunca, nunca estamos cansados. Tus labios en mi piel. ¿Qué es sino danza de partículas? Una presencia no es una ilusión. Ni sueño ni humo. Donde anidan precisamente los muertos en su justo saber. Un avión. Un perro. Un tractor. Chatarra de autos pudriéndose al fondo del viñedo. Un beso. Un kilo de papas. Un domingo. Un trébol de cuatro hojas. Un conejo dulce como para calmar el miedo. Y fábricas y máquinas y motores y deshechos también son para pensar. Y segar el heno, cosechar no es nada, compórtate, por favor compórtate. Para secar las lágrimas. ¿Qué más? Es el sonido de tu voz lo que me conmueve. Desde todos los ángulos. La ira. La ira es el lujo auténtico de un infinito esplendor en ruinas, pero que sabe el costo de una emoción compartida y nada más, eso y nada más. Para colgarse. Existo desde hace mucho tiempo. No puedo olvidar nada. Si no estás de humor. Rojo. Rojo y negro, el estandarte de los posibles. Que alabado sea el instante en el que de pronto me tomas de la mano. Esa es la justa medida. Mamá, ¿eres tú? ¿eres tú, mamá, eres tú? Que ahora tenemos sed. Que se alimentan de insectos y babosas. Que no tienen miedo. Que indudablemente te gusta si ahora me vengo. No aquí sino en otro lado. Predadores y presas. Su mínima posibilidad de no desaparecer. Su enorme esperanza de no desaparecer. Ahora no es ahora mismo. Nos encontramos de nuevo en una gran confusión. Si el tiempo lo permite. Un sapo, un pájaro pequeño, muy pequeño o solamente pequeño. Y gracias, gracias por venir. ¿Qué se han hecho? ¿Acaso lo sé? ¿A qué edad? ¿Adónde nos llevará esto? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué piensas? Estamos en septiembre, estamos en octubre, en noviembre, en diciembre, en enero, estamos en febrero. Muertos, muchos muertos, sepultados sin funerales. Para perder la cabeza. El mundo antiguo aflora siempre.

 

 

 

 

 

Pero son, son tiempos, tiempos inmóviles que hemos conocido, tiempos inmóviles. Ningún movimiento, ningún gesto, ni la sombra, ni el menor movimiento y sin embargo estábamos locos y endebles, porque sentíamos bajo nuestros pies las vibraciones poderosas de la Tierra y en algún lugar de las antípodas una inmensa alegría incendiaba el horizonte. Pero teníamos tanta necesidad, teníamos tanta necesidad de amor. Por qué desde entonces, por qué no desde entonces aceptarlo. Que un hijo mató a su padre. Que ahora más que nunca es necesario terminar. Que tenemos ojos para ver. Si quieres, lo acepto. Que abrir las válvulas no es abrirse las venas. Como una aprehensión. Que ahora tenemos sed. Que perdimos el sentido de las realidades. Como una inquietud. Hace mucho, mucho tiempo que no te he visto, ni siquiera en sueños. Y sin embargo teníamos una actividad onírica muy intensa, incluso sin dormir. Como una muchedumbre, hambrienta y desfavorecida, de criaturas amontonadas en embarcaciones precarias, encalladas en orillas lejanas. Mal que bien. ¿Dónde encontrar, dónde, dónde encontrar un lugar? Vencedores pero ¿de qué? No importa. Ya no podíamos abrazarnos ni darnos la mano, ni siquiera compartir las partículas finas de aire que exhalan nuestros pulmones y pulen nuestros labios. ¿Ha cambiado? Y corren en el bosque y cazan y se sacian y se emborrachan con aguardiente y de pronto se van por la labranza a cubrirse de barro y lodo como cerdos y todo eso no quiere decir nada. Todo eso no es sino fracasos, suposiciones, dudas, hipótesis, preguntas, o no. ¿Sabes, oh sabes tú, sabes cuánto te deseo? Vencidos pero ¿por quién? Y yo estaba tendido en la cama contemplando mis pies y la sangre fluía y nada sucedía y estaba bien así. De nuevo los pájaros desnudos aprendían a cantar y febriles se alegraban en el aire opaco y rojo, la frontera entre la vida y el espanto ya no existía. Las mercancías se acumulaban, los deseos se desvanecían. Observábamos los árboles y el paso de las nubes bajas detrás de nuestras ventanas y escuchábamos el rumor del follaje como una sorda señal desgarradora,cargada de un mal presagio. La esperanza, la esperanza disminuía y anidaba en algún rincón de lo real al que no teníamos acceso. Pasábamos como la arena entre los dedos. Quizá no éramos ya sino espectros. Que no se olvide todo esto. Ni las lágrimas ni los lamentos. Risueña, ardiente y el cuerpo delicado. Una caricia, sin caricia. Las cosas como son y como no son. Grande, muy grande es el poder del enemigo asomado en mapas para conquistar el mundo. Altas chimeneas se alzan en el aire y escupen un humo negro. Idiotez y mentira y cinismo y corrupción y rapacidad son los atributos del poder. Pero nosotros conservamos el puño apretado y alzamos los brazos porque nada humano nos es ajeno. Predadores y presas. Frágiles y temerosos. Que los huesos se disuelven y los muros se vienen abajo y grandes se abren las zanjas. Si queremos, ¿por qué no podríamos? Una sofocación. Un vértigo. Un sobrecogimiento. La hora de la noche ha llegado, atrás permanece el enorme universo y los astros en su vasto dominio. ¡Qué prodigioso, qué extraño y magnifico es vivir! Así como se abren, los ojos se cierran.

 

[Traducción Audomaro Hidalgo]

 

 

 

 

 

Balada

 

que en cianuro y en arsénico de roca
en vitriolo en ricina y en polonio 210
en plomo hirviente para mejor machacarlos
en hollín y brea diluidos en el agua de lavada
hecha de mierda y de meado de chacal
en sudor de testículos de leprosos
en deshechos de pies y de viejos zapatos
en sangre de hurones y venenos descompuestos
en bilis de lobo de zorros de tejones
sean fritas sus lenguas viperinas

que en el cerebro de un gato que deteste cazar
negro y tan viejo que ha perdido sus dientes
en baba y saliva de un viejo perro
(que vale lo mismo) enfermo de rabia
en la espuma de una asmática mula
trinchera mínima con filosas navajas
en agua donde las ratas hunden sus hocicos
ranas sapos y bestias peligrosas
serpientes lagartos y otras bellas aves
sean fritas sus lenguas viperinas

que en plástico explosivo
y en el ano de una anaconda viva
en la sangre contaminada que se pone en bolsas
las noches de luna llena
una negra la otra más verde que un gargajo
en chancro y en tumor
y en las aguas claras de las alcantarillas de Paris
en los baños de bidet de las putas
(aquél que no comprende
jamás ha frecuentado los burdeles)
sean fritas sus lenguas viperinas

camarada pasa todos estos buenos trozos
(si no tienes ni filtro ni tamiz ni cedazo)
por el fondo de un calzón pleno de excremento
pero que antes en trozos de mierda de puercos
sean fritas sus lenguas viperinas

 

[Traducción Gustavo Osorio de Ita]

 

 

 

 

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