Acuse de recibido
La distancia mínima de la unión eterna
sólo la alcanzaron nuestras tintas,
una junto a otra,
sobre formularios.
Se derriten sus letras.
Se mezclan en registros aduanales.
Abrazarán el fuego.
Serán ceniza al mismo tiempo.
Desde la oficina de correos
los documentos binacionales
son alhajas de papel
y acta matrimonial de los inocentes.
Coros de ceniza,
enseñen a los crédulos
que las promesas crian hongos
cuando escurren en bodegas.
Tienda de segunda mano
La mañana besa y ruega
que atraviese el desierto,
cruce las vías del tren
e ingrese a una casa de muñecas,
la más cercana de tantos basureros flotantes
que traen en vagones abiertos
espíritus reducidos
a color, tamaño y peso.
Les temo a las vidas pasadas
encerradas en una bodega de otro país,
en medio del calor y el polvo.
Las reconforto con las manos sucias.
Soy intrusa en los pasillos de la intimidad de los muertos.
Saludan desde un marco de veinte pesos.
Busco entre sus restos,
recuerdos que ya no pertenecen a nadie.
Mueve el morbo de imaginar las vidas,
los usos,
los intereses,
el tacto de hombres y mujeres
sobre objetos que ahora paseo entre mis yemas
e integro a mis propios vacíos.
Bajo el viento negro
habitan elementos desconocidos a mi lengua y mi cultura
junto al discurso hermano del miedo a la muerte
y al abandono de las anclas materiales de la vida.
De la segunda vienes
y a la segunda volverás.
Ahí también terminará mi vida,
sumida en la soledad de ataúdes,
como todo lo valioso,
todo lo amado,
todo lo logrado,
todo lo pagado con las células del cuerpo.
Mis piezas serán
arrebatadas en la carroña por manos ignorantes
que, bacterianas y curiosas,
sumergen las entrañas en la carne
y compran un vestigio
de memorias apiladas como basura.
Instantáneas matutinas
Un pingüino chilla en el cruce de las vías
Pide dinero, busca hielo.
Se perdió soñando
y su ensueño aguarda bajo las sábanas del albergue.
Los gatos modelan su paso
sobre techos móviles
de vagones obedientes al ritmo de banda de guerra.
Llego al patio escolar
con el ardor del paso de lagartija.
Las mochilas se aproximan y se rozan,
recogen los sentidos que ocultan los besos.
Ya en clase,
la lectura en voz alta nos prepara
y advierte de las onomatopeyas matutinas
de la cortina de balas.
Recordar un canto de fieras
garantiza haberlas sobrevivido.
Pasado todo,
el ángelus de un claxon suena.
Hasta mañana.