Poesía mexicana: Coraima Gil

Presentamos dos poemas de Coraima Gil (Culiacán, 1999). Es egresada de Sociología por la UNAM. Es artista visual, escribe poesía y ensayo. Fue becaria de Jóvenes Creadores FONCA 2019-2020 y del PECDA Sinaloa 2020-2021. Ha tomado talleres con Mijaíl Lamas, Elisa Díaz Castelo, Laura Sofía Rivero y Luigi Amara.

 

 

 

TAROT

 

 

He vuelto a tener celos

de lo que mi cuchillo hace a las cebollas.

Qué lástima

la mala puntería de la aguja desviada,

cómo lastima mi descuido frente al sartén

que no deja agarrarse por el mango.

No es pulsión de muerte,

pero invento cualquier historia donde levanto el celular

cualquier historia donde tenga que llamarlo.

Imagino el funeral de mi madre.

Imagino a mi madre llamándole en mi funeral.

Imagino que esta noche salgo del bar

y me violan tumultuosamente en grupo.

Me imagino hablándole para decir

por favor,

hazte la prueba del sida.

Sin embargo, estoy enamorada de la tristeza

que me produce no verlo.

Lo deseo como quien lanza la moneda a la fuente

y luego oculta la mano.

Ahora que no alcanzo el cielo,

busco maneras de acercarme a la distracción.

Dicen

que el tiempo todo lo acostumbra.

Salgo con otra gente,

pongo perfume a las margaritas falsas.

Ya no es necesario comprar vino o pañuelos

o ponerlos en su mesa.

Obedezco fielmente las recomendaciones.

Medito, hago ejercicio, vuelvo a mi departamento,

desenchufo la luz

y busco videos para disipar la angustia.

He aprendido a neutralizar mi dolor con el de otros

“Catástrofes Aéreas Capítulos Completos”,

“Los Hijos De La Talidomida”,

“Impresionante Familia De Leones Cazando A Una Gacela”.

Me encuentro a mí misma en todas las gacelas del mundo

y en las cabezas pornográficas que ruedan a los pies

del Cártel Jalisco Nueva Generación.

No es pulsión de muerte,

pero he inventado una forma quirúrgica de extrañar.

Él sabe que los espejos se vuelven blandos cuando me tocan.

Con el tiempo, he aprendido a herirme

de maneras socialmente aceptadas.

Veinte cigarros al día y tatuajes

no hacen tanto caos

como una cuadrícula encostrecida en las manos,

manos escondidas tropezando con las suyas al rozarse,

manos que me eran dadas.

Desear morir es proporcional

al deseo inasible de no poder matar

al objeto amoroso.

Asimilo que mi dolor

no frenará los caminos de la sangre ni de la hierba.

Al contrario,

mi tristeza se esparce como confeti,

desafiando coquetamente lo itifálico

de las azoteas.

Rojo y negro son los colores de la ceguera al apretar la vista

cuando cruzo la calle.

Lo son también los de mis adentros anárquicos

y lo son también los del sol.

Uno no puede amar impunemente.

Todo el tiempo todos

intentamos imitar la primera cicatriz,

el primer desprendimiento del trauma originario.

La marca hendida al centro

nos delira dividiéndonos en dos.

La humanidad entera se funda en el corte.

Inicia con la rotura del himen,

acaba con la autopsia.

No es pulsión de muerte,

es el nombre suyo copiando el error exacto

de los objetos que se escurren de mis manos.

«No hay deseo mayor que el del herido por otra herida»,

escribía Bataille mientras su Collette

se estremecía en la cama por los efectos del opio.

Es la falta puntiaguda

deslizándose como baba de caracol

o piso mojado.

Me hago abertura para que él entre.

Me abro como costra violada

costra de cristo de un cristal fundido.

Lo sagrado es lo contrario a la ausencia.

Envidio la justicia eterna de las abejas,

lo que les acontece

después de picar.

Sin importar lo profundo que escarbe,

nunca muero.

Nunca llego asteroide,

siempre agujero negro

cósmico, gangrenoso.

He encarnado sus manías,

entonces no puedo darme el lujo de acabarme.

Morirme es matarle.

Cómo asesinar esa forma suyamía de mover los hombros

antes de decir cualquier cosa

antes de decir, ¿dónde está Damián?

Hay que tocar al cuerpo desde adentro

dejar de esculpir su pulpa,

permitir la hemorragia.

Desbordarse

para luego ponerlo al revés.

Las heridas y los cactus se pudren así,

de adentro para afuera.

Ahora que soy huérfana de brazos,

a todo le creció filo.

Me seducen las esquinas de las mesas,

el relieve narcótico de las llaves.

Sosiego mi lubricidad

en la púa de este lápiz.

Relajadamente,

puedo contar que mis días son mucho más sencillos.

Antes de dormir, mojo una toalla

y golpeo la ingle y donde se unen mis piernas

tratando de imitar los dolores ansiosos

que provenían de su verga,

verga que me era dada.

Hay otros días, menos urgentes,

en los que voy a que me echen las cartas.

–Abandono es destino –me dice la señora

de los labios corridos por el rojo.

No es pulsión de muerte, le respondo.

Esta noche podría llamarlo

decir, te amo subterráneamente

y cortar

al verso cavar

al cuerpo colgar

el teléfono  

cortar al fondo

uno

y otro piquete

llegar al treinta

pero llegar

no

así no

cortar no

al cuerpo no

cortar

cortar la llamada.

No es pulsión de muerte,

–le digo–, es pulsión de amor–

mientras busco la punta de un cristal

dónde enterrarnos.

 

 

 

PERDÍ MI PLANCHA DE CABELLO

 

cómo decir he movido el mueble de la televisión y el librero busqué bajo la cama pero calcetín divorciado y condón relicario cómo decir la última vez la dejé en la mesa a lo mejor la vecina entró a la casa le gustó y se la llevó no sé si siga mudando de cabello todo lo que sé es que ella ya no viene y yo ya no voy hacia ella es cierto que no es lo único que he perdido por ejemplo tiempo lentes anillos novios pero su calor me reconforta y además ella era ES rosa y mi color favorito es el rosa pastel cómo decir pues ya nunca tendré mi cabello liso pero por lo menos tengo un nuevo texto que podré vender en cinco años cuando se publique este poemario entonces compraré otra plancha siendo una historia de éxito miraré a las cámaras y diré quien busca no siempre encuentra señor presidente sus últimas coordenadas en la repisa baja de la habitación busco su rastro alargando las migajas capilares que se atascan en la coladera sobreviviré a la vanidad aplastada de un ADN rizado me vuelvo esquina abandonada y polvo sietemesino pero hace una semana la dejé de buscar no sé si pase frío o si su sistema siga calentando cómo decir la esperanza es un animal pausado que duerme queditamente en mi sillón ella tiene seis años y un fuego extinto en la punta cómo decir anoche vieron a mi plancha tirada en un lote baldío envuelta entre bolsas de basura pero cómo cómo decir cómo decir con pena cómo atreverme a decirle a una madre que estoy aún lejos de sentir cómo es Tener a su hija desaparecida

 

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