Poesía mexicana: Edgar Guillaumín Rojo

Edgar Guillaumin Rojo (1989) ha publicado en España su primer libro de poemas Fundación de un Hashigake, bajo el sello de Valparaíso Ediciones. Es un libro que, entre otras cosas, explora las relaciones de México con Japón durante el siglo XVII.

 

 

 

Edgar Guillaumín Rojo​​ (Tepeji del Río, Hidalgo, México, 1989)​​ ha publicado su primer libro de poemas,​​ Fundación de un Hashigake (Valparaíso Ediciones 2023). Es profesor de literatura y de español para extranjeros. Actualmente cursa el doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

 

 

Se lee en la contraportada del libro:​​ 

Son diversos los caminos que nos ofrece Fundación de un Hashigake de Edgar Guillaumin Rojo. Pero para elegir alguno de ellos, siempre será necesario un puente. Un puente de luz que reúne pasado con futuro, origen con destino. Es un libro compuesto de naufragios, retornos, encuentros más allá de la historia. La presencia de la Nueva España a través de Rodrigo de Vivero y Aberruza, y el invisible pero poderoso influjo de Miyamoto Musashi, el más grande guerrero del Japón del siglo XVII, cuya sabiduría nos guía en el trayecto, hacia una reflexión sobre la esencia y el sentido de la poesía. Los poemas de Guillaumin Rojo tienen ese “sabor al haiku” del que habla Vicente Haya al referirse a Taneda Santōka. Sus versos se extienden y amplían libremente, a la vez que muestran una necesaria contención (como un fino y diestro trabajo de escultor) y su sabiduría (como instantes en los que el caminante se entrega a la contemplación del mundo). Quien quiera adentrarse en este libro, tendrá que estar dispuesto a un viaje en el que la poesía tiene la especial capacidad de generar preguntas, que solo ella puede contestar. En el silencio.

Ese instante limpio de sonidos que precede a las olas del mar, al naufragio y a la reconciliación de los contrarios. Ese silencio de la poesía que es, sobre todo, el final y el comienzo del lenguaje. Juan de la Fuente Umetsu. 

 

 

 

 

 

 

12

 

Este ídolo de metal que llaman daybú pudiera ser una de las siete maravillas del mundo

así comienza un pasaje de la relación que dejé a cargo de mi amanuense

pero su falta de talento no puede acercar a la magna obra que es 

Daibutsu

si bien no soy de los infieles que adoran ídolos

y mi fe descansa en Roma

aunque haga posadas espirituales en ciertas pirámides y adobes de mi pueblo

el lustre de mi frente no puede dejar de maravillar 

ante estatua de altura de proporción áurea y heroica

aquí escuché la vida de Sakyamuni

esta piedra no era de un dios 

era de un iluminado y los iluminados en nada afectan a Dios

este es un santo

que posó debajo de un árbol y se hizo árbol

pasó una nube y se hizo nube

llegó la lluvia y se hizo lluvia

sin mover un hilo de su carne 

vinieron los trufalcos arremolinos ante el hombre 

debajo del árbol

manos enmantradas entre sí

cuando el árbol dejó de ser árbol

la nube dejó de ser nube y la lluvia dejó de ser lluvia

el hombre dejó de ser hombre 

e incluso

algunos escritos bien parecidos al medievo alquímico 

salen de sus brazos 

listos para convocar la negruzca del infierno 

sobre el trazo de las laberínticas letras niponas.

Y tras comer un cuenco de arroz

nació el hombre luz

la historia del alumbramiento desde la India hasta Cipango

el viaje del arte​​ volcado sobre estatua de buda 

daibutsu.

 

 

 

 

4

 

Ahora toca atender a las providencias del Rey de España 

que tanto sugiere necesitar mi manejo en las tierras de Panamá

pero en pesadumbre y desde el secreto de mis orejas 

sé que es posible otro motivo.

Tal vez la confianza que posaba en su mano y se esparcía sobre mi nombre

haya sido presa del aire

y de la hojarasca del celo

el temor creciente al poder del criollo pudo ser el alejamiento de la nao 

que me aparta de Nipón y me recluye en Panamá.

 

Desde mi gobierno se controla el oro, la plata

y todo lo descubierto desde mi firme diligencia.

Pero ninguna jerarquía acata desde mi sueño

en mi pecho, todo es susurro entre espuma

de mar.

Las gaviotas dibujando recuerdos cerca de la playa.

Mi frente un jardín de arena.

Sin que nadie cerca de mí sea oídos u ojos 

sobre las horas en las que es deber tomar sueño

doblo mis piernas en esa forma japonesa:

seiza.​​ Junto

mis manos al centro de mi vientre

para que cruce el hilo 

del rayo 

que teje la dispersión de mi tormenta

y repite en sereno el mensaje.

 

Ya viene mi muerte

pronto viene

un galeón dispuesto a ser destruido, 

mi cuerpo.

Que la madera de mi naufragio sea cabaña en tierra para mi hijo

que en una caminata de Cholula 

halle el rastro de mi tornaviaje

que halle mis ojos poniendo escucha al hombre de las dos​​ katana

que halle ese instante 

ingrávido. 

 

Sobre la pirámide de Tlachihualtépetl

la vía láctea.

 

Ya viene mi muerte

flota 

en la elíptica de mis ojos.

 

 

 

 

 

 

4

 

He conocido a un tal

Bernardino de Ávila Girón

se ha convertido en mi lengua

tiene mujer nipona

también una hija

un peninsular de desconocido rumbo

que en secreto me alude el mínimo de su lastre culpa.

En España mató a un cura y tomó huida

el primer barco posible 

que lo llevara más allá de Cabo Verde

primero

las islas Molucas ​​ las Filipinas

hasta que por fin 

El reino de Nipón corruptamente llamado Japón

vio morir a los frailes en Nagasaki

finge ser un fiel sirviente de la iglesia

yo sé que es un forajido

y que vendría por mi nombre si tuviese oportunidad

por ahora me atesta su conversación 

disfruta las historias de Urdaneta y Elcano

no para de hablar del hediondo de Magallanes

me pregunta sobre la Nueva España.

Sé que sabe de mi riqueza y poder

en el fondo 

quiere que lo arrope en mi encomienda.

Imposible

Orizaba no aceptará ningún rastro de sangre pérfida.

 

Yo sé que en Filipinas

y con el pretexto de ser adúltera ​​ asesinaste

a la que era tu mujer.

 

Ahora

Bernardino de Ávila

confórmate con servir como mi lengua.

 

 

 

 

 

 

1

 

Después de amanecido media hora

entre la paradoja de agua y lengua

el galeón contra la roca

un eco sopla en todas las direcciones

ningún​​ samurai​​ diestro en el uso de la​​ katana 

o de cuerpo grande ágil

se compara con silbido graznar 

del cuervo ni con el mito

que se enarbola cuando se susurra el nombre 

de Miyamoto 

Musashi.

 

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