La Profesión del Improductor. (título)
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Teive.
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Mi abandono íntimo de toda especulación metafísica, mi náusea moral de toda sistematización de lo desconocido, no proceden, como en la mayoría de los que concordarían conmigo, de la incapacidad de especulación. Pensé, y sé.
Establecí, antes que nada, una especie de epistemología psicológica. Logré crear, para uso de mi entendimiento dos sistemas, un criterio analítico de los xxxxx productores. No quiero decir que descubrí que una filosofía no es más que la expresión de un temperamento. Eso, supongo, otros lo habrán descubierto. Pero descubrí, para mi orientación, que un temperamento es una filosofía. (ex.?ex.)
La preocupación de un individuo consigo mismo me pareció siempre la introducción, en materia literaria o filosófica, de una falta de educación. Quien escribe no repara que está hablando por escrito, y así hay muchos que escriben cosas que no osarían decir. Hay los que se alargan, en páginas y páginas, para una explicación y análisis de su ser, cuando esos mismos – algunos de ellos xxxxxx, por lo menos – no se permitirían fatigar a un auditorio aunque estuviera bien dispuesto para con ellos, con el recital de sus personalidades.
El pesimismo, lo he comprobado, es muchas veces un fenómeno de rechazo sexual. Es así, claramente, lo de Leopardi y de Antero. En esta construcción de un sistema sobre los fenómenos sexuales propios, no puedo xxxxxx excusarme de observar cualquier cosa de implacablemente grosero y vil. Todos los individuos groseros tienen necesidad de la nota sexual; hasta es ella, la que los distingue. No pueden contar anécdotas fuera de la sexualidad; no saben tener espíritu fuera de la sexualidad. Ven en todas las parejas una razón sexual de ser parejas.
¿Qué tiene que ver el sistema del universo con las deficiencias sexuales de cada cual?
Sé bien que en este mismo escrito xxxxxx me opongo al principio sobre el cual me afirmé. Estas páginas, sin embargo, son un testamento, y en los testamentos tiene forzosamente que hablar de sí mismo el que está testando. Hay alguna latitud de tolerancia para los moribundos, y estas palabras son de un moribundo.
Traducción del portugués de Mario Bojórquez