Luisa Masiel (Pereira, 2000). Ha vivido siempre en Cartagena del Chairá, Caquetá, un territorio situado al lado del río Caguán, que significa “mirador”. Cartagena del Chairá es un municipio muy reciente, fundado en 1963. Ganadora del concurso de cuento y poesía de la universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Sus poemas fueron publicados en Luz al vórtice de las palabras: Cartografía poética de mujeres colombianas, Editorial Escarabajo, 2022.
***
En la garganta se encuentra la obediencia
Tantos años dejándome
tumbar de tos por el viento de las
heladas, aprendiendo la diferencia
entre la rula, el machete y la peinilla
y hasta ahora me vengo a acordar de
los ombligos de los perros.
Ahora, cuando no hay forma en
que yo vuelva y tan lejos tengo que irme,
olvidaré mi aliento de serpiente. Olvidaré a Anselmo,
que quedó penando en la tigrera.
Dejaré a Anselmo, a mi aliento de serpiente
y a los ombligos de los perros,
allá donde Dios no puso
ni una puntilla, pero me enseñó
que en la garganta se
encuentra la obediencia
y que saber sobre la rula,
el machete y la peinilla
sirve únicamente
cuando no te sacan de
esta tierra.
Conocí la arena en un callejón
A mi lado está mi madre y sus
manos de ordeño.
Pido ayuda adentro del monte
desde adentro del viento,
me convierto en un espanto más
al que le corren las bestias
y los viajeros,
corren en este arenal
y solo un incrédulo
se atreve a venir
cuando lloro a mi madre,
a mi madre tirada en el suelo.
Yo como sé que los muertos no se dejan
solos porque se desaparecen,
me quedo en el monte,
me vuelvo vieja imaginando
mi vida
sin
Nely,
mi madre.
A los tres conocí la arena
en una suela de caucho.
A los tres una suela de caucho
me enseñó que, en la unión de la fuerza,
la cumbamba y la arena
se siente la muerte
del animal doméstico.
Dolores canacué y porqué abrazar a las cloacas
Nadie deja su casa
en la orilla de una cañada
si va a trastear
su vida en una
maleta.
Yo soy como Dolores Canacué,
prefiero abrazar a las cloacas
en el borde del viejo carro verde que
mi padre dejó y preguntarte
cuántos años más
necesitas para emprender esta guerra
contra mí.
Cada día es un
pequeño trasteo y el
“no me digas que vas a volver”
me sigue como Dolores,
Dolores Canacué.
Hay culpas más dañinas
que el pico de los loros.
Esta culpa que es un
loro aprendió a decir
Dolores Canacué.
A ese loro, que lleva forrada
mi culpa, la culpa que llevo
por Dolores Canacué, lo alimento
con comida de sal
para que se arranque las plumas
y muera de frío
en el borde verde
de una cañada.