Virginia Beatrhice Benavides Avendaño (Lima, 1976). Escritora, artista sonora, performer y mediadora de lectura. Es Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los siguientes poemarios: Esxtrabismo, el poemario objeto Sueños de un bonzo, aeiou, Ejercicios contra el Alzheimer y Viaje a los campos sin fónicos. Escenas de un documental en fiebre. Además, se han publicado tres selecciones de sus poemas en Chile, Bolivia y Perú tituladas: Zurcido Invisible, Busco una manera de no estar y Sienda. Su poema sonoro “Resonancia magnética nuclear” ha sido incluido en “La material verbal: Primera muestra de poesía sonora peruana” editada en vinilo por el investigador Luis Alvarado bajo el sello Buh Records. También se han incluido sus poemas en “Incardinadas. Cartografía poética de mujeres del Perú”. Poemas suyos han sido expuestos en la galería de arte de Monumental Callao y en el frontis del hospital de salud mental Victor Larco Herrera. Es considerada una artista multidisciplinaria que explora desde la escritura, lo sonoro y la performance los límites del lenguaje abordando temas como la enfermedad, las posturas radicales del discurso existencial, la necesidad de accionar en el lector, entre otros temas.
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Pabellón B Este
Las lesiones del lenguaje, la lengua que tritura silencios, los destilamientos del asombro en barcos anclados, La pena que despena. Incidir y exceder las palabras supurando lo indecible, las estancias de la cicatriz, la costura que se deshilacha como la vida. ¿qué vida? La que escuece, la que cavas, la que navega estando quieta, la que abordas a todo babor, la que no sabes de qué se trata, la incurable, la de pájaros restauradores de los cielos que tocaste, la imperdible, la que es comarca arrasada por bandos contrarios en tu mente, y la que se erige isla sitiada por los anhelos como peces transparentes y escurridizos, la entubada, la de cuidados intensivos, la que se interna para nunca más salir sino es volando, fugando o reinventándose. La de adentro, La vida ida. Y asi se cuaja el silencio en ejercicios de lenguaraz, así se retira la venda para no ver y por fin mirar lo que navega. Así ibas rumiando el rumbo mientras atravesabas el pasillo en una camilla como una barcaza de entre guerras. Los peces como pacientes en los umbrales de los cuartos te saludan e invitan a desembarcar. No quieres. Así debería navegar sin puerto te dices, mientras el enfermero no sabe si vas a Endocrinología o a Siquiatría y relee la orden médica. Sonríes. Todo es comprensión de lectura pero somos pésimos actores que llegamos en un río paralelo a otra isla, a otro puerto que se deconstruye apenas lo tocamos con el anhelo de quedarnos. Fluimos como el antibiótico dorado por nuestra carne adorada por algún gusano pasajero, no deseamos permanecer más que en lo que desaparece en el suelo soleado el escupitajo, la maroma médica como un aplazamiento, un zurcido invisible para lo incurable, este decir que se escurre por el sumidero de lo eterno poesía, caudal, remedio vencido, manos de mamá palpando la fiebre, párpados que se cierran como un poema dormido.
Sienda. Muestra de poesía. Vagón Azul Editores, 2018.
El que entra en el cuerpo afiebrado y dice que índice no eres tú sino el universo que sondea los movimientos de una lengua que nunca aterriza y enciende viejos cometas en juegos estelares para que todos pidamos deseos con solo lamer un atardecer. Algunos seres vuelan al ver las noticias que la nasa traspasa en telescopios que se transmiten en vivo. Poco tráfico en vuelos de altura. Hay burbujas de interioridad que nadie conoce porque no transmiten pensamientos, salvo acurrucarse en su caparazón de ternura que acarician puercoespines ¡Cuánta vidas nos perdemos por no escucharlos! Otros hemos realizado viajes astrales y expandido una consciencia que está batallando con la alteración. Cada cúmulo de galaxias y girantes astros soplan palabras que mis esporas y antenas leen con interferencias materiales. Lugares de escucha por crear. Estados físicos que abandonar. Aterrizar en el universo telepático. La mente viaja sin cuerpo por cuásares y acrecienta su ardor de nuevos lenguajes. Esa alta frecuencia en que vibramos nos hace ser el ion, la hoja, raíz, semilla y el animal que muge y alardea su solaz en espantar agujeros negros como pensamientos intrusos o su brincar planetas como muros para nadar el cielo con ojos. No es posible transmitir en palabras el viaje. Existe un ser que viaja en dimensiones como textiles de una rueca de infinitos sentidos y vacío, un lenguaje de pantanos movedizos. Existe un ser que viaja en sonidos como puertas giratorias que se abren a universos nuevos que pastorear
Viaje a los campos sin fónicos. Escenas de un documental en fiebre, 2023.
El porvenir tiembla y yo tiemblo con él porque no veo sino cabezas voladoras con pensamientos de duelo y con sed de huir a otras latitudes, hacia el universo de los no contactados. Seremos cuerpos temblando en los patios entre cordeles de carnes que se secan al sol. Seremos cuerpos resonantes que se exhiben, vestigios de caminantes que trazaron rutas pioneras, viajeros del tiempo que no quieren encontrar más que la casa siniestrada para reconstruir la raíz que sobrevive a la explosión. Una raíz subterránea que desde el micelio teje sus esporas para engarzar palabras en una aguja poema cuyo ojo está despierto e hilando.
Viaje a los campos sin fónicos. Escenas de un documental en fiebre, 2023.
Punzón del verano que calaste mi desierto como un stencil callejero. Herido de ese sueño yazgo en esta duna esperándote. He cavado un círculo de sol como casa y me he sentado adentro. Una pluma bajo la almohada y un oasis de silencio, curitas de insolación. Revelado de cielo, proyecto de ausencia. Todo se fosiliza. Despierto.
Ejercicios contra el Alzheimer, 2021.