Leemos una reseña de Ronaldo González Valdés sobre Versópolis. Nueva poesía europea, antología publicada por Círculo de Poesía Ediciones y la plataforma Versopolis a través del apoyo de la Unión Europea, y que reúne 82 poetas contemporáneos de Europa, a través de las versiones de la Escuela de Traducción de Círculo de Poesía. Ronaldo González Valdés (Culiacán, 1960). Sociólogo, historiador y ensayista. Sus últimos dos libros publicados son George Steiner: entrar en sentido (Prensas de la Universidad de Zaragoza, España, 2021) y Culiacán, culiacanes, culiacanazos (Ediciones del Lirio, México, 2023).
Versópolis: sensibilidad, lengua y traducción
Contra viento y marea, la poesía transmite algo. Lo ha hecho siempre, desde los tiempos de la poeta griega Safo y desde la poesía persa, desde antes del holocausto y, a pesar del dictum de T. W. Adorno, después de Auschwitz, Dachau y Buchenwald. Es, además, el único medio lingüístico que ofrece la posibilidad de comunicar aquello que no es comunicable por las vías ordinarias del habla o la escritura. De aquí la densidad del tiempo de la creación poética, un tiempo que no puede compararse con el transcurrir cronológico del indiscutible progreso de la ciencia, o con el corso e ricorso de la historiografía. Referir la tradición poética o, digamos, el canon poético, es, por lo mismo —como recuerda George Steiner—, algo ambiguo: “Los cánones no son invariables —escribía Steiner en Presencias reales— (…). Siempre están presentes la supresión y el descubrimiento, las zonas de valoración inciertas y conflictivas”.
Más que la tradición, lo que motiva y vincula a la poesía en todas partes y en todo tiempo, es, entonces, esa necesidad de decir. Y de intentar decir hasta lo convencionalmente indecible: el amor y el horror, el cuerpo y el espíritu, lo sagrado y lo profano, lo extraordinario, y sí: el asombro de lo cotidiano. Gracias al acuerdo entre la plataforma Versópolis y la extraordinaria editorial mexicana Círculo de Poesía, hoy tenemos la oportunidad de constatarlo con la transatlántica selección hecha por Adalberto García López y puesta al español por una veintena de traductores y que se intitula, precisamente, Versópolis. Nueva poesía europea.
Como comenta en su posfacio el propio Adalberto, por lo menos desde el siglo XX, revistas como Contemporáneos, Plural y Vuelta en México o Sur en Argentina, publicaron traducciones de la poesía en otras lenguas. Pero no es difícil encontrar en la iniciativa de Círculo de Poesía, algo distinto. Se trata de una selección de 82 poetas de toda Europa, de un rango generacional que va de los nacidos en 1954 hasta 1991 (aunque dominan los nacidos en los setenta y ochenta). De modo que esta es una compilación singular, inédita en sus alcances, una cartografía temporal, geográfica e idiomática sin precedentes en México, en Hispanoamérica y, acaso, en el mundo de habla hispana en general. Adicionalmente, se trata de eso que podríamos llamar “nueva poesía europea” y no, como ocurrió en las revistas mencionadas antes, de autores ya consagrados por la historia de la literatura o en camino de serlo por los juicios de la crítica.
Destaco, en principio, el enorme esfuerzo traductor realizado por mujeres y hombres que forman parte de la escuela de traducción de Círculo de Poesía, entre los cuales se cuentan un buen número de jóvenes que no cumplen aún los treinta años o apenas rebasan esa edad. Precisamente con varios de ellos, he comentado este ya canónico tema. La traducción literal no sirve ni para el habla ordinaria ni, mucho menos, para la poesía: el traductor automático no ayuda en esta tarea, es una bestia primitiva, por lo menos de aquí a que la IA alcance una mayor sofisticación (¿la alcanzará?). Pero ese es apenas un primer reconocimiento, lo arduo viene enseguida: ¿para quién se traduce?, ¿cómo se puede ser fiel al autor sin sacrificar eso que Juan Villoro llama el “punto de llegada”, es decir, una lengua y una sensibilidad que son el objetivo de la traducción? Y aquí es inevitable la interpretación del traductor que de algún modo recrea la obra para hacerla asequible a una recepción lectora, que, ya se sabe, nunca es una mera “recepción”. De ahí que celebre el titánico esfuerzo encabezado por el poeta Mario Bojórquez y su iniciativa de formación de traductores de poesía, en la que todos los participantes son… poetas.
Para mí, que soy sólo un gozoso aficionado a la lectura de poesía, las páginas de Versópolis han resultado reveladoras; de inicio, porque me han confirmado en una condición humana, en un impulso creador distinto al nuestro y, al mismo tiempo, muy similar en sus motivaciones y preocupaciones de todo tipo: existenciales, metafísicas y ordinarias, biográficas, sociales y hasta políticas. Empezando por una disposición común: aquella que, a pesar de nuestra adscripción espacial y temporal, nos vuelve interpeladores de nuestra experiencia de sentido.
Y así con la dimensión del tiempo que, acá como allá, a diferencia del transcurrir progresivo de la cronología o las largas duraciones históricas, se revela como un tropezar con el estupor causado por lo inmediato, y esto en la poesía del portugués José Anjos (traducido por Mijail Lamas):
a usted que sabe
todo sobre el tiempo
y otras desgracias
de la contemporaneidad
no le entiendo
a mí
todavía me interpela
la simple ingeniería
de un día.
Está también la relación con el cuerpo, con esa fisiología sin grandeza inmediata que, pese a ello, da lugar a una mitología íntima, como en el aforismo poético de Asha Karami, de Países Bajos (traducida por Andrea Rivas):
el momento más feliz del día es cuando
me levanto y mi cuerpo aún tiene que descubrir lo que es.
Y como en el pasmo, en este caso, del cuerpo cercano y su mínima cosmogonía poética, y esto en el francés François-Xavier Maigre (traducido por Gustavo Osorio de Ita):
al comienzo
la antología del mundo
aún no se había escrito
la orfebrería de la tierra
esperaba ser cincelada
y yo
aún no te conocía.
O como en la austriaca Sophie Reyer (traducida por Roberto Amézquita), diciendo al cuerpo que brega contra la modelación del mercado:
al borde de la palabra
mordidas
uñas e
intentos de rascarse como
culto al cuerpo (chica
capitalista), eres un
globo contra la gravedad (ah).
O como ocurre también con otro tema que nos es familiar en estos lares, la tragedia migrante, en los versos de la griega Danae Sioziou (traducida por Danae Retama):
Y la policía nunca le pedirá sus documentos
Y nadie nunca le tocará su cabello
Excepto aquellos que aman a los Meltemi1
Nunca más estará de pie
Será una gota entre las gotas
Sin embargo,
Un día no temerá
Perder el equilibrio
O caer
Un día respirará profundamente
Un día volará por el borde de las rampas
Hasta llegar a la universal cotidianidad, que allá como acá, puede resbalar en la prosaica ocupación de lavar, como en la lavandería del poema de Charlotte Van Den Broeck de Bélgica (traducido por Roberto Amézquita):
Una lavadora lame las heridas del día
Puedes meter cualquier cosa ahí que no quepa en tu cabeza.
Sábanas del insomnio por ejemplo.
O el aroma a tabaco en el abrigo de tu abuelo con cáncer de garganta.
El ciclo pesado, sesenta grados, el ritual de limpieza.
Y así pueden la lectora y el lector avanzar descubriendo la manera en que las visitaciones de la realidad asaltan a la poesía, sí, en México o en Culiacán, en el Altiplano mexicano o en la costa del Pacífico, y del otro lado del Océano Atlántico, en las costas del Báltico, el Mediterráneo o el mar Egeo. También para esto, y quizá sobre todo para esto, sirven compilaciones poéticas como la que ha puesto en nuestras manos la labor de Adalberto García López, los poetas-traductores mexicanos y, desde luego, esa ya histórica empresa editorial que es Círculo de Poesía.
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Meltemi es el viento fresco y despejador de las costas griegas.