Sobre Versópolis. Nueva poesía europea, reseña de Ronaldo González Valdés

Leemos una reseña de Ronaldo González Valdés sobre Versópolis. Nueva poesía europea, antología que reúne 82 poetas contemporáneos de Europa y 36 lenguas. La antología cuenta con la selección y posfacio de Adalberto García López y el prefacio de Aleš Šteger.

Leemos una reseña de Ronaldo González Valdés sobre​​ Versópolis. Nueva poesía europea, antología​​ publicada por Círculo de Poesía Ediciones y la plataforma Versopolis a través del apoyo de la Unión Europea, y​​ que reúne 82 poetas contemporáneos de Europa, a través de las versiones de la Escuela de Traducción de Círculo de Poesía. Ronaldo González Valdés​​ (Culiacán,​​ 1960). Sociólogo, historiador y ensayista. Sus últimos dos libros publicados son​​ George Steiner: entrar en sentido​​ (Prensas de la Universidad de Zaragoza, España, 2021) y​​ Culiacán, culiacanes, culiacanazos​​ (Ediciones del Lirio, México, 2023).

 

Versópolis: sensibilidad, lengua y traducción

 

Contra viento y marea, la poesía transmite algo. Lo ha hecho siempre, desde los tiempos de la poeta griega Safo y​​ desde la poesía persa,​​ desde antes del holocausto y, a pesar del​​ dictum​​ de T. W. Adorno, después de Auschwitz, Dachau y Buchenwald.​​ Es, además, el único medio lingüístico​​ que ofrece la posibilidad de​​ comunicar​​ aquello que no es​​ comunicable​​ por las vías ordinarias del habla o la escritura. De aquí la densidad del tiempo de la creación poética, un tiempo que no puede compararse con el transcurrir cronológico del indiscutible progreso de la ciencia, o con el​​ corso​​ e​​ ricorso​​ de la historiografía. Referir la tradición poética o, digamos, el canon poético, es, por lo mismo —como recuerda George Steiner—,​​ algo ambiguo: “Los cánones no son invariables —escribía Steiner en​​ Presencias reales— (…). Siempre están presentes la supresión y el descubrimiento, las zonas de valoración inciertas y conflictivas”.

Más que la tradición, lo que​​ motiva y​​ vincula a la poesía en todas partes y en todo tiempo, es,​​ entonces, esa necesidad de decir. Y de​​ intentar​​ decir hasta lo convencionalmente indecible: el amor y el horror, el cuerpo y el espíritu, lo sagrado y lo profano, lo extraordinario, y sí: el asombro de lo cotidiano.​​ Gracias al acuerdo entre la plataforma​​ Versópolis​​ y​​ la extraordinaria editorial mexicana Círculo de Poesía, hoy tenemos la oportunidad de constatarlo con la​​ transatlántica​​ selección​​ hecha​​ por Adalberto García López y​​ puesta al español​​ por​​ una veintena de traductores y que se intitula, precisamente,​​ Versópolis. Nueva poesía europea.

Como comenta en su posfacio el propio Adalberto, por lo menos desde el siglo XX, revistas como​​ Contemporáneos,​​ Plural​​ y​​ Vuelta​​ en México o​​ Sur​​ en Argentina, publicaron​​ traducciones de la poesía en otras lenguas. Pero no es difícil encontrar en la iniciativa de Círculo de Poesía, algo distinto. Se trata de una selección de 82 poetas de toda Europa, de un rango generacional que va de​​ los nacidos en 1954 hasta​​ 1991 (aunque dominan los nacidos en​​ los setenta​​ y ochenta). De modo que esta es una compilación​​ singular,​​ inédita​​ en sus alcances, una cartografía temporal, geográfica e idiomática sin precedentes en México, en Hispanoamérica y, acaso, en el mundo de habla hispana en general.​​ Adicionalmente, se trata de eso que podríamos llamar “nueva poesía​​ europea” y no, como ocurrió en las revistas mencionadas antes, de autores ya consagrados por la historia de la literatura o en camino de serlo por los juicios de la crítica.

Destaco, en principio, el enorme esfuerzo traductor realizado por mujeres y hombres que forman parte de la escuela de traducción​​ de Círculo de Poesía, entre los cuales se cuentan un buen número de​​ jóvenes que no cumplen aún los treinta años​​ o apenas rebasan esa edad. Precisamente con varios de​​ ellos, he comentado este ya canónico tema. La traducción literal no sirve ni para el habla ordinaria ni, mucho menos, para la poesía: el traductor automático​​ no ayuda en esta tarea,​​ es una bestia primitiva, por lo menos de aquí a que la IA alcance una mayor sofisticación​​ (¿la alcanzará?). Pero ese es apenas un primer reconocimiento, lo arduo viene enseguida: ¿para quién se traduce?, ¿cómo se puede ser fiel al autor sin sacrificar eso que Juan Villoro llama el “punto de llegada”, es decir, una lengua y una sensibilidad que son el objetivo de la traducción? Y aquí es inevitable​​ la interpretación del traductor que de algún modo recrea la obra para hacerla asequible a una recepción lectora, que, ya se sabe, nunca es una mera “recepción”. De ahí que celebre el titánico esfuerzo encabezado por el poeta Mario Bojórquez y su iniciativa de formación de traductores de poesía, en la que todos los participantes son… poetas.

Para​​ mí, que​​ soy​​ sólo​​ un gozoso​​ aficionado a​​ la lectura de poesía, las​​ páginas​​ de​​ Versópolis​​ han​​ resultado​​ reveladoras;​​ de inicio, porque me han​​ confirmado en​​ una condición humana, en un impulso creador distinto​​ al nuestro​​ y, al mismo tiempo, muy similar en sus motivaciones y​​ preocupaciones de todo tipo: existenciales, metafísicas y ordinarias, biográficas, sociales y hasta políticas.​​ Empezando por una disposición común: aquella que, a pesar de nuestra adscripción espacial y temporal, nos vuelve interpeladores de nuestra experiencia de sentido.​​ 

Y así con la dimensión del​​ tiempo​​ que, acá como allá,​​ a diferencia del transcurrir progresivo de la cronología o las largas duraciones históricas,​​ se revela como​​ un​​ tropezar​​ con el estupor causado por lo inmediato,​​ y esto​​ en la poesía del portugués José Anjos​​ (traducido por Mijail Lamas):

a usted que sabe​​ 

todo sobre el tiempo

y otras desgracias​​ 

de la contemporaneidad

 

no le entiendo

 

a mí

todavía me interpela

la simple ingeniería

de un día.

 

Está​​ también​​ la relación con el​​ cuerpo,​​ con esa fisiología sin grandeza​​ inmediata​​ que, pese a ello, da lugar a una mitología íntima, como en el aforismo poético de Asha Karami,​​ de Países Bajos (traducida por Andrea Rivas):

el momento más feliz del día es cuando​​ 

me levanto y mi cuerpo​​ aún tiene que descubrir lo que es.

 

Y como en el pasmo, en este caso,​​ del​​ cuerpo cercano​​ y su mínima cosmogonía poética, y esto​​ en el francés François-Xavier Maigre (traducido por Gustavo Osorio de Ita):

al comienzo​​ 

 

la antología del mundo

aún no se había escrito

 

la orfebrería de la tierra​​ 

esperaba ser cincelada

 

y yo

 

aún no te conocía.

 

O como en la austriaca Sophie Reyer (traducida por Roberto Amézquita), diciendo al​​ cuerpo​​ que brega​​ contra la modelación del mercado:

al borde de la palabra​​ 

mordidas​​ 

 

uñas e

intentos de rascarse como

 

culto al cuerpo (chica

capitalista), eres un

 

globo contra la gravedad (ah).

 

O como​​ ocurre también con otro tema que nos es familiar​​ en estos lares, la​​ tragedia migrante, en los versos de la griega Danae Sioziou (traducida por Danae Retama):

Y la policía nunca le pedirá sus documentos

Y nadie nunca le tocará su cabello

Excepto aquellos que aman a los Meltemi1​​ 

Nunca más estará de pie

Será una gota entre las gotas

Sin embargo,​​ 

Un día no temerá

Perder el equilibrio

O caer

Un día respirará profundamente

Un día volará por el borde de las rampas​​ 

 

Hasta llegar a la universal​​ cotidianidad,​​ que allá como acá, puede resbalar en la​​ prosaica ocupación de lavar, como en la​​ lavandería​​ del poema​​ de Charlotte Van​​ Den Broeck de Bélgica (traducido​​ por Roberto Amézquita):

Una​​ lavadora lame las heridas del día

Puedes meter cualquier cosa ahí que no quepa en tu cabeza.

Sábanas del insomnio por ejemplo.

O el aroma a tabaco en el abrigo de tu abuelo con cáncer de garganta.

El ciclo pesado, sesenta grados, el ritual de​​ limpieza.

 

Y así pueden la lectora y el lector avanzar descubriendo​​ la manera en que las visitaciones de la realidad asaltan a la poesía, sí, en México o​​ en Culiacán, en​​ el Altiplano mexicano o​​ en​​ la costa del Pacífico,​​ y del otro lado del Océano Atlántico, en las costas del Báltico, el​​ Mediterráneo o el mar Egeo.​​ También para esto, y quizá sobre todo para esto, sirven compilaciones poéticas como la que​​ ha puesto en nuestras manos​​ la labor de Adalberto​​ García López, los poetas-traductores mexicanos y, desde luego, esa ya histórica empresa editorial que es Círculo de Poesía.

 

 

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1

​​ Meltemi es el viento fresco y despejador de las costas griegas.

6

 

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