Entrevista a Julio Barco
sobre “Los Elementos” Primera Parte: El Nuevo Fuego
Julio Barco es un joven poeta cuya obra acumulada suma ya los treinta libros; pero el asunto no solo es cuantitativo, cabe resaltar que, al trabajo constante y autosostenido, este bardo ha sabido infligirle un manejo estético especial apoyado en los grandes: Dante, Joyce, Ezra Pound, la gente del Black Mountain y, por supuesto, Enrique Verástegui entre otros. Esta conversa necesaria trata sobre “Los Elementos”, un libro ambicioso, totalizador y muy controversial donde los textos se disparan en diferentes direcciones. Aquí una luz de farol de muelle que nos deja el propio autor.
Rodolfo Ybarra
Rodolfo Ybarra
En los tiempos de las redes sociales, cuál es la necesidad de consignarlo todo y volverlo poesía. En los setenta, la ausencia de internet y la vida en analógico hacían permisible que el poeta quisiera dejarlo todo en un libro de poesía: cartas de amor, réquiems, recetas, diarios, direcciones, diatribas, mapas, teléfonos, etc. Algo así como las cartas egipcias donde estaban consignados el rey, la reina, el loco, el ganador, el perdedor, la ruleta de la fortuna, etc. Y que, en efecto, era la internet de la cultura egipcia. No crees que en este siglo XXI y con el empoderamiento de la tecnología algo ha cambiado y debería afectar sustancialmente la poesía.
Julio Barco
Algo cambió, es cierto, pero no creo que se pueda atrapar nuestra actualidad en una obra breve y de un solo tema: Los elementos es también un intento de atrapar lo inconmensurable de la realidad. Mi proyecto siempre fue mezclar la vida y la literatura, hacerla brotar del encuentro mismo de la experiencia, pero la experiencia es también literaria, es decir, las lecturas que trazan el camino a tu propio fuego. En el caso de querer atrapar un lenguaje, o varios lenguajes, en una obra es producto de un afán de hacer un mural literario; una suerte de palimpsesto que capte la realidad. Me refiero a usar todas las técnicas visibles (y viables) para detonar límites abstractos de lo que entendemos por Literatura. Creo, por otro lado, que las obras más innovadoras de las últimas décadas demuestran que el núcleo de una obra literaria no solo brota de un tema, sino de usar diversas formas para concatenar una propuesta; pienso en Splendor de Verástegui, o en El pez de oro de Churata, donde digamos la trama se sostiene por la invención de un diálogo al margen de los géneros literarios, confundiendo la prosa con la poesía, el ensayo con los versos, la sintaxis de un poema con una suerte de disertación filosófica. Por otro lado, es también mi propio temperamento como creador, no soy pues un autor de haikus ni de epigramas, no me veo captando la belleza de una gota de lluvia en diecisiete sílabas, sino gritando el ritmo del mar en multitudes de estrofas. Por ende, no basta con solo escribir, sino que se requiere pensar el mecanismo que sujete la creación: cómo funciona, de qué modos. Por otro lado, aunque Los extramuros del mundo, Tromba de agosto, Arquitectura de un Puente, y Un par de vueltas por la realidad son obras fundamentales, la realidad actual merece ser escrita otra vez, en otra bitácora, asumiendo todas las posibilidades integrales de la escritura. Quedarnos con la emoción contenida en esas importantes obras es desdeñar las influencias y recursos actuales. Y esto es fundamental de saber porque se asume que, con una sola obra buena basta; y que, con Trilce o Canto general, ya se dijo todo. No lo creo así. Si bien mi obra es herencia de los setentas (y añado aquí que tengo una relación de casi hermanos con poetas como Jorge Pimentel, Oscar Málaga, Ladislao Plasencki, etc) mi literatura no solo es coloquialismo, ni se queda en las bitácoras setenteras. Yo como lector no me siento parte de una época, leo a los poetas del Siglo de Oro, a los de la Dinastía Tang, las novelas de Pynchon, Joyce y Vila-Matas. Empecé leyendo y escribiendo narrativa. La poesía llegó por furia, por necesidad; y yo creo que, en últimas, escribo por desesperación, por deseo, por gozo, por soledad, por insatisfacción, por buscar sosegar mi violenta sed de vivir. Sin embargo, mi discurso es el discurso de la época de Google, yo soy un poeta del siglo del internet. Y si bien se sostiene en un género que ya se usó bastante, creo que, como en el Quijote, la idea es reutilizar los géneros para verlos desde otras perspectivas. ¿Qué habría escrito Vallejo en un tiempo donde todo se resuelve a un click de distancia? Las más de mil páginas de mi obra son hijas del Word. Es algo que nadie sabrá, pero nosotros podemos continuar el legado, intensificarlo; y, como en la ciencia, probar mediante ensayo y error los nuevos experimentos del lenguaje hasta dar con los toques exactos de poesía. Y considero que hay mucho que decir todavía, hay muchísimo que escribir aún. Por otro lado, es evidente que algo cambió y es el infinito del presente que nos da la realidad virtual, que creo que es, al mismo tiempo, la hoja de Word infinita: en ese sentido mi obra es posible en una época como la nuestra, porque las herramientas dadas –internet, calles, asfalto, smog, situación mental, destrucción de diversas ideologías– hacen posible el espacio donde transita mi literatura. Sin olvidar aquellos versos de Borges: “un hombre concibió el desmesurado proyecto / de cifrar el universo en un libro” Así, repito: en un mundo que se destruye, la literatura tiene un infinito poder.
Rodolfo Ybarra
Eres consciente de que vivimos tiempos una guerra, no solo Ucrania-Rusia, la guerra de los grandes laboratorios farmacéuticos, o los narcos y los barones fabricantes de armas, cuando no del gran capital sobre las periferias del mundo. Explícanos, por favor, cómo así la poesía se hace necesaria como el pan y cómo así podría convertirse en un instrumento de paz cuando sabemos también que la poesía le ha cantado a las guerras desde siempre. Walt Whitman era corresponsal de guerra, Ezra Pound le cantaba a los nazis cuando estos estaban ganando y en la guerra civil española había poetas de ambos bandos cogiendo sus fusiles.
Julio Barco
Hay que entender la poesía como uno de los centros de la mente humana. Yo soy consciente de todo, por eso me gusta la poesía, el arte, la literatura porque son facetas humanas donde nuestra naturaleza se muestra en su plenitud, en su oscuridad y belleza. Así, desdeño todo lo que pretenda cuadricular el arte de la poesía: la poesía es imperfecta, desparramada, herida, encendida siempre. No es, como quieren algunos, un acto de lujo, un bien de élites, sino una acción cotidiana, vital. Somos humanos porque hablamos y, en ese sentido, la poesía tiene el yugo del mismo motor de la humanidad. Somos las palabras que pensamos en el lapso del día que vivimos. Somos también nuestro silencio. Esos lenguajes. Baudelaire hablaba de que ser poeta es una bendición, porque el poeta se encuentra sentado en el trono con Dios; no creo que sea así, ahora mismo el poeta no es aceptado por una sociedad que celebra los quince segundos de fama de algunos payasos. El árbol de la poesía crece en el centro donde el humano puede explorarse a sí mismo, para empezar, y desde la cual, desde sus orígenes, se fundó su propio discurso y mito. Ahora, añadamos que la poesía es un fenómeno más amplio que las rimas y la métrica, es un fenómeno del pensamiento, si, pero del pensamiento musical. La palabra del poeta originariamente se mezcló con la de los profetas, con la de historiadores, filósofos; y si Platón alejó a los poetas de los cenáculos racionalistas fue porque la poesía, como tal, no llegó, ni creo que llegue, a ser un sistema. Los poetas, al crear la palabra, al jugar, al tentarla, crearon también las posibilidades de entendernos bajo este código: así, todos los poetas andan siempre metidos en la pretensión de abrir diálogos nuevos de nuestra propia mente. Sin embargo, pese a que no pasó esa prueba racionalista que derivó en la filosofía y en la ciencia, la poesía se mantiene en los siguientes siglos, y no ha sido derrotada, ni vencida, ni podrá ser, creo yo, extirpada de nuestra propia y fundamental emoción. El humano necesita dejar registro de su propio caos, de su conciencia. Así, llamamos poesía a muchas exigencias de nuestra propia condición. En el fondo, no lo olvidemos, se trata también de la muerte, en un universo sin muerte la poesía perdería aquella emoción tan inmensa, esa que determina la voz de infinitos poemas. Por eso, es urgente la palabra poética, el habitar en literatura, en una conciencia de la realidad con HD rítmico. Si la filosofía nos educa para morir, la poesía nos exalta para vivir. Sea en la guerra o en la paz, se necesita cantar, darle un sentido a la existencia no solo con los argumentos de la lógica, sino emocionalmente, darle un peso, un afecto, una luz. Muchos grandes poemas nacieron en tiempos de guerras, para dejar una prueba de lo irracional de sus procesos como iluminar la desesperanza. Las matemáticas dominan la realidad de nuestro tiempo, pero jamás dominarán las emociones humanas… El algoritmo de nuestro corazón es la emoción. Como en el poema Lo fatal de Rubén Darío, el sentir humano nos arroja a vernos en medio de una realidad en caos y sin otro fin que derivar a un cuerpo examine y así un verso como “dichoso el árbol que es apenas sensitivo…” resulta verosímil, en estética y verdad, porque no deja de ser un hermoso alejandrino, pero también una desgarradora manera de enfrentarse a la existencia. ¿Qué se puede decir en un mundo que se destruye, donde se asegura la ausencia de agua en cuarenta años? ¡Mucho! Es necesario hablar, dejar un registro y soltarlo al mundo. ¿Cómo escribir un poema si caen bombas en mi barrio, si violan, y se secuestra, si todo es absurdo, si todo es buscar dinero por dinero? Frente a las guerras, en medio de los narcos, en un mundo en caos y convulsión, con desnutrición, pobreza, desigualdad social, discriminación, con el advenimiento del calentamiento global, y el asteroide Apophis en el 2029, quizás nos queda todavía la palabra, la energía vital que brota del poema, de la literatura; y no hay nada más, no queda nada más que capitalismo y orden, nada más que razón determinando el caos interno de todas las mentes. Y cuando no tengamos la libertad que nos brinda la actividad literaria seremos simplemente vacío y tornillos dentro de la máquina.
Rodolfo Ybarra
El libro arranca con un asumido tono donde la realidad es importante, pero solo porque tú estás ahí: “La cosa es que ahora soy poeta y tengo que asumir esto. No como una realidad para nadie, sino como una para mí mismo”. Lo que nos hace pensar que el poeta tiene una realidad paralela a la realidad misma o concreta. ¿Es esto así? (y no solo estamos hablando de la realidad literaria, la que sucede en el libro) O en todo caso es un aviso para adentrarnos en un espacio donde todo puede suceder y el lector tiene que adecuarse o atenerse a las consecuencias.
Julio Barco
Es una apuesta por una forma de vida que terminó siendo una conquista personal, es decir, una realidad en sí misma, y no una lucha de un partido político, sino un ideal personal, subjetivo, digamos que es una forma de ir, como decía el poeta, por el camino equivocado, que también es camino. Una forma de vida que empezó desde la más embriagada soledad y terminó en el conocimiento de diferentes libros y viajes. ¿Por qué es importante la obra de Vallejo? Porque Vallejo estaba ahí para contarnos, en su propia lengua, lo que es la realidad. Aunque se diga que la idea de matar al yo del autor es necesaria, en literatura, lo que más nos impacta es aquella voz personal, definitiva (y definida) que nos hace ver un Vallejo frente a un Neruda, un Caicedo frente a un Bolaño. Y aunque mucha gente asocie al autor de Poemas Humanos con otros autores – González Prada, Rubén Darío, Julio Herrera Reissing, etc- su voz poética es original. Nada justifica una obra salvo la calidad y propuesta estética de la misma: Joyce es grande porque determina una literatura, se enfrenta y gana, logra poner a Irlanda por encima de Inglaterra; algo parecido hace Vallejo con el español. Sé que no estoy respondiendo la pregunta. Este libro es un corazón, es una intensidad. Así El Nuevo Fuego arranca con una posibilidad: existir en poesía, vivir en la palabra, en lo que la palabra, al crearse, demande, así habites la luz y el caos. Y existir en el Perú de ahora, donde los políticos son delincuentes, la sociedad no avanza a ningún lado, se asesinan personas, se quita la vida por robar un teléfono celular. Si la vida aquí no vale nada, ¿qué mierda puede valer la poesía? Yo, con mi opción de asumir mi palabra y mi destino, asumo el Perú, asumo toda esta materia que me inspira y exalta; porque el Perú no solo es lo malo, también es esa luz, ese fuego. Y esto es voluntad, es el inicio de un viaje, es aceptar la eternidad. Porque ser poeta en el Perú es una cosa bien jodida: te atacan, se burlan de ti, tu vieja cree que andas perdiendo el tiempo, no creen que un peruano tiene talento, se quedan en la idea de que todo es Vallejo; y el punto es innovar, seguir tentando la originalidad.
Rodolfo Ybarra
Por ratos, da la sensación de que Los Elementos, dada la narratividad en casi un 90% del libro, se podría leer perfectamente como una novela o una prosa poética que no es en sí un poema. A propósito de esto, el escritor de culto uruguayo Mario Levrero tiene un libro relativo a este tema titulado La Novela Luminosa y del cual en el País se dijera: “Levrero es el reverso corriente de Kafka, una sombra manoseada de Camus en clave cómica” y que en boca del mismo Levrero aflora: "No saber que se sabe, y de pronto saber." Ergo, sabemos que es poesía, pero lo leemos como narrativa o a la inversa. ¿Lo crees así?
Julio Barco
Me acuerdo de Blanchot y la sinrazón de encontrar la razón en la clave de escribir Diarios; y es que, para que los escritores más literarios puedan sobrevivir a ese vacío de no ser que te da la eternidad de la literatura, el hacer un diario te permite anclarte a la realidad, a eso que entendemos por realidad, a ese mar de irrepetibles instantes que engarzan la obra no escrita, la que vivimos, la que posee un solo lenguaje (la mente individual de cada ser humano); esto tiene que ver con la Lengua y el Habla, en cómo se va desarrollando un habla personal en un sistema de signos. ¿Qué puede escapar de lo literario? ¿Esta entrevista no es una forma de literatura? Todo se disuelve en la misma materia. No hay dentro ni fuera. La mejor prosa es la poética. ¿Todo es poesía? Sí y no. A veces, se confunde con la imaginación cursi y fácil que nada tiene que ver con el poder de los versos, con la poesía como nitidez humana. Es manido saber que muchos prosistas tuvieron su etapa de poetas: Cervantes, Bolaño, Reynoso. Y quizás eso se deba a que, como todos saben, la mejor prosa la hacen los poetas. Pessoa dijo en sus fabulosos diarios que la prosa es el artefacto del futuro. La prosa aguanta todo: una novela como Ulises de Joyce o Mi lucha de Karl Ove. Pero vuelvo a Blanchot y pienso que la escritura de cierto tipo de prosa te ata a una realidad más concreta. ¿Qué es escribir un libro sin género? Correr siempre a campo abierto, es como siempre galopar, eternamente arder.
Rodolfo Ybarra
La inclusión de diarios sería un arcaísmo, acaso el Facebook no es un diario también donde la gente cuelga fotos, eventos importantes, cambios de residencia, nuevos trabajos, estudios, etc.
Julio Barco
El Facebook puede ser una suerte de mural virtual, pero un diario en sí guarda otra búsqueda; en el Facebook puedes pasar de hablar de un acontecimiento político, a dar una opinión de un poemario, a subir la foto de Jim Morrison o una canción de Nirvana, o una de esas frases trilladas que reciben toneladas de likes. Un post de Facebook es un papelito que se pasa de mano en mano: algunos tienen más popularidad y otros no. La popularidad no va de la mano con la calidad. Mil likes no significan nada. El Facebook es, si lo usamos como escenario literario, una plataforma más. Pero mi libro no es el típico diario, digamos, a lo Diario de Ana Frank (y no quiero, en este caso, reducir la genialidad de Frank, a quien admiro, con su escritura nerviosa de 13 años y a la que le dediqué un artículo en el diario Uno), es, yo diría, una búsqueda en clave de diario, de poesía, de ensayo abierto. ¿Qué busco? La presencia de la poesía como conquista de nuestra especie: la palabra no anclada a un proceso de venta y compra, de monotonía, la que salve aquel árbol salvaje de nuestra imaginación. Este fin es variable en cada libro; pongamos, mi obra Electromagnetismo, que va dedicada a Nicole Testla, aunque el tema no se intuya de antemano, es, creo, un ataque-crítica al medio que habitamos. El Facebook, en esencia, tiene sus límites. La literatura no; y quizás los más exitosos escritores de Facebook son los que usan esta plataforma sin los límites para la que fue creada. La interacción entre tú, yo, todos, ese poder opinar abiertamente que no tiene la literatura, el arte; repito: la literatura, a diferencia del Facebook, tiene el factor de la soledad, ese peso de poder correr los kilómetros a solas, sin que te lleguen reacciones de me gusta, me encanta, sin que se mida centímetro a centímetro el poder del alcance de tu obra literaria. ¿Te imaginas que cada línea que escribas llegue directamente a los lectores y reaccionen al instante por cada uno de tus párrafos? Yo, por ejemplo, uso bastante las redes. Difundo contenido, aprendo, suelto ideas, incluso realicé varios vídeos sobre más de cien temas (2022-2023) y veo que los espacios son abiertos y buenos para hacer y difundir literatura. Es una plataforma bacán y es gratis, porque si, digamos, estuviéramos en el siglo de Vallejo, la gente que domina el poder de las revistas canónicas sería el único filtro para medir la estética de una época. Pero una cosa es un post y otra una obra de más de mil páginas articulada con un ritmo, una música personal. Ahora, los géneros literarios son una convención social; ¿qué es la obra de Vila-Matas? Pienso en Mac y su contratiempo donde la idea de un diario como novela encaja perfectamente; y ese libro prueba que el género en cuestión tiene más que dar, muchísimo más; pero también revisemos obras como El zorro de arriba y el zorro de abajo, de Arguedas; o incluso Splendor. ¿Qué rayos es el Libro del desasosiego de Pessoa? A veces me parece un diario, un libro de pensamientos o aforismos, una suerte de novela, a lo La Náusea de Sartre. Un diario diario sería el Oficio de vivir de César Pavese o la Tentación del fracaso de Julio Ramón Ribeyro. ¿Qué es el libro de Casarrubios? Me interesa difundir aquí que El Nuevo Fuego no es un diario, sino una obra abierta, donde, gracias a los soportes esquemáticos de un diario, es también una constelación de géneros. Por otro lado, lo primero que escribí en mi vida fue un diario como tal a los 11 años, añadiéndole poemitas, acrósticos, fragmentos de ideas, stickers de mis programas favoritos. Y creo que ahí nació mi literatura.
Rodolfo Ybarra
Los Elementos sería lo que en los setenta se llamaba la poesía total, algo que venía de los Black Mountain y de Charles Olson y el verso proyectivo. No tienes algún temor por ser considerado como parte de una secuela.
Julio Barco
Al contrario, creo que eso nutre mi literatura y permite ver sus alcances: la calidad de mi trabajo, la búsqueda de mi obra, la vigencia de los temas, la recuperación de la tradición. Eliot decía que debemos mirar la tradición y es verdad. No tengo enemistad con las influencias y con el canon, creo que uno debe encontrar su propia genealogía. Yo leo todo, amo leer, amo la literatura de calidad; y la respeto, y mi búsqueda es también afirmar todo mi origen y mi propio futuro, mi destino personal. Pero mi mente y mi sensibilidad son otras; no me considero un poeta situado en los 70tas. Ahora yo no considero que mi obra una mera copia o repetición de lo ya hecho; la dimensión de mis lecturas prueba que la literatura es un diálogo, pero también una guerra. Una guerra cultural entre propuestas, estéticas, planteamientos y que, a lo largo del tiempo, sobreviven y se afirman. Yo he abierto los mecanismos de autores del pasado, he desatorado ciertos procesos de la máquina del lenguaje y diseñado otro motor de sentidos. ¿Qué es la literatura? Es un diálogo contra la tradición, a veces una traición de la misma, o una afirmación. Y esto lo supe antes de leer a Kristeva. Nadie escapa de sus padres literarios. A lo sumo, claro, pueden ir en su contra (pienso en Becket frente a Joyce) y si son grandes autores logran incluso vencerlos. Y de eso se trata, o dime quién a sus 32 años ha escrito 28 obras como yo dejando sudor, lágrimas, palabras como fuego en la mente de mi épica y época…
Rodolfo Ybarra
En la página 702 dices: “Abro mi ventana a la primera luz de la mañana y pienso en mi vida, la saboreo, la disfruto en su dimensión. Ayer no me pagaron un trabajo que hice con mucho esfuerzo y dormí mal, triste, deprimido; y, sin embargo, soñé con una preciosa mujer que no conozco: me besaba y me abrazaba a cada paso. Y desperté contento, y ahora pienso que no importa ganar o perder, lo que importa es estar vivo”. La poesía es lucha, pero también es aceptación o simplemente existencia. Y si es solo existencia, solo nos bastaría contar con lo que nos sucede. Teniendo en cuenta que generalmente los poetas han contado aparte del amor, la soledad o la muerte, etc., hechos atípicos: Baudelaire trazó los primeros tiempos de la modernidad, la llegada de los cafés y las nuevas calles parisinas. Rimbaud y Verlaine vivieron un tórrido romance a balazos, siendo los dos hijos de militares. Y cuando se escapan a Londres Verlaine escribe: Romanzas sin palabras. Lord Byron trazó la Canción de los Ludistas en 1816: “Como los compañeros de la Libertad allende el mar / compraron la independencia al precio de la sangre, / también nosotros, también, / moriremos luchando o viviremos libres, / ¡y abajo todos los reyes menos el Rey Ludd!”.
Julio Barco
La poesía es una realidad para el poeta y luego para el que la lea. La esencia de la poesía, al volverse lenguaje, esculpe ese instante. Eso que mencionas como hechos atípicos fue más bien una herencia del romanticismo a los poetas simbolistas. El propio Baudelaire, que fue maestro de Verlaine y Rimbaud, hablaba de la elevación, de la embriaguez, de huir del tiempo que lacera. La poesía como elevación instantánea del instante. En esa realidad, entran diversas tonalidades. El poeta es un testigo, una mirada más sobre el escenario de la realidad. Ahora, la mera experiencia no basta, hay que filtrarla por una búsqueda, por una bitácora poética. El que vive asume una experiencia y la traduce.
Rodolfo Ybarra
¿Por qué tendríamos que leer las 1233 páginas de Los Elementos?
Julio Barco
Porque sí. Porque no hay una sola razón. Porque, ¿no es un acaso un atentado a este mundo tan mecanizado el producir una obra así? Estamos atrapados en el trabajo y el consumismo estéril: crear, hacer literatura, intentar una épica son ajenos a nuestro día a día. Porque, para empezar, es la obra de alguien que ama la literatura, que vivió y trata de vivir a la orilla de esa pasión. Este libro también es consecuencia de otros muchos que hice en el camino y que, sin querer, me llevaron a escribir este; a veces, uno empieza en otro libro, lo que abandonó o empezó en otro. En ese sentido, me siento cómodo pensando que mis obras tienen una secuencia invisible. Un orden, digamos, detrás que yo no conozco, pero la intuición y los raptos de epifanía me llevan a encontrar. Creo que por ahí podríamos empezar: es una obra de la pasión. Es la obra de alguien que dejó absolutamente todo por la literatura, una apuesta total. Y es algo que se elijé; claro, podría elegir no hacerlo, pero moriría; entonces olas consecuencias. ¿Y este es un motivo para leer mi obra?
Rodolfo Ybarra
¿La poesía es..? ¿La poesía no es..?
Julio Barco
La poesía es y no es; por eso, es genial. Y el poeta tiene una mente creada para asociaciones de absurdo, de lógica y de sentido común: ensamblar y desarmar los pensamientos. Los mejores poemas y poetas son gente muy realista. Un poeta no puede vivir solo en las nubes, porque terminará aplastado como una cucaracha; debe habitar entre la realidad y el deseo. Gonzalo Rojas decía que el poeta bebe y respira realidad; yo creo que es así. En la mejor poesía peruana, por ejemplo, podemos ver un retrato absolutamente libre de nuestra intimidad. La poesía pone en bandeja una intimidad sublime de nuestra especie. Si somos humanos porque poseemos lenguaje, vale decir que nuestro pensamiento en su mayor expresión es poesía.
Rodolfo Ybarra
Eres consciente de que la lucidez o el trabajo arduo son siempre causantes de rencillas, envidias o diatribas. Considero que la mejor forma de responder ante esto es seguir produciendo libros, poemarios, novelas, ensayos. ¿Estás de acuerdo? Aunque claro es de que la “crítica” de este tipo casi nunca se refiere a los textos.
Julio Barco
Claro, y esto se ve bastante. Le pasa a gente como yo, o tú, digamos, que pueden generar antipatía entre personas con la bilis exaltada. Sin embargo, ante las críticas solo queda un camino: producir y seguir produciendo. Hay algunos escritores de nuestro país que ven en los debates una forma de existir; sin duda, son necesarios y gracias a muchos de ellos pudimos advertir algunas perspectivas de nuestra propia cultura, como en el debate sobre Andinos y Criollos. Sin embargo, prefiero crear. Lo que me gusta es escribir y leer, son dos verbos que yo podría sintetizar como vida, la única posible. Gracias a todos estos debates, muchos puntos de vista se enriquecieron indudablemente.
Rodolfo Ybarra
Háblanos de tus próximas producciones, por favor.
Julio Barco
Estoy en proceso de varios proyectos nuevos. En Rumania, la traductora Szidonia Csog viene gestando una producción de mis textos traducidos al húngaro, tanto poesía como ensayos, con prólogo de Nicolás López-Pérez y colofón de la escritora húngara Eva Banki. Por otro lado, el propio López Pérez se encuentra trabajando una nueva edición de mi novela Semen (música para jóvenes enamorados). Eso, digamos, por otro lado, y ya preparo la siguiente entrega de Los elementos, El nuevo viento.
Rodolfo Ybarra
Muchas gracias por la deferencia, estimado Julio.
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Julio César Barco Ávalos (Lima, 1991), estudió en la Universidad Nacional Federico Villareal, donde fundó el grupo Tajo. Es profesor, escritor y columnista en el Diario Uno. Director de Lenguaje Perú tanto web (https://lenguajeperu.org.pe/) como fan page (www.facebook.com/lenguajeperu.pe) donde dicta conferencias sobre Poesía y Literatura. Administra la página facebook Poético Río Hablador. Premios: Mención Honrosa Poeta Joven del Perú (2020), Premio Huauco de Oro (2019), Premio Gremio de Escritores (2018) Premio Especial Antenor Samaniego (2019) Finalista Sección Cuento Antenor Samaniego (2019). Guarda una memoria de sus trasmisiones virtuales en el siguiente canal de Youtube: https://www.youtube.com/c/JulioBarco Página Web personal https://www.juliobarco.metaliteratura.com.ar/ Participó en el festival de poesía Latinale, organizado en Alemania, en el 2021. En los últimos cinco años, viene recorriendo el Perú dando recitales y talleres en lugares como Trujillo, Pisco, Tacna, Cajamarca, Chiclayo, Cusco, Arequipa entre otros. Es autor de más de veinte libros de poesía, novela, ensayo, antología, aforismos, libros para niños. Es autor de más veinte libros, entre los que destacan Arder (gramática de los dientes de león), Semillas Cósmicas, Mosaico, Made in Perú, El nuevo fuego, entre otros.
Rodolfo Ybarra (Lima) estudió diversas disciplinas entre las matemáticas y las comunicaciones. Ha publicado más de una treintena de libros entre poemarios, novelas, cuentos y ensayos. Ha recibido diferentes condecoraciones siendo varias veces finalista en las Bienales de Poesía “Premio Copé” y segundo puesto en el Premio de Poesía del Instituto Peruano-japonés “José Watanabe”. Ha ganado el Premio Nacional de Poesía 500 VL organizado por la Municipalidad de Lima con el libro Carne Humana y recibido los “Laureles Culturales” por parte de los Viernes Literarios (2018) y el premio y “Reconocimiento al Intelecto Creador” en Lambayeque y la Región Norte (2019). También ha recibido diploma de honor y medalla por parte de la Agencia de Prensa Internacional APREINT, con sede en Barcelona, “por su destacada labor literaria y aporte cultural al mundo” (2019). Y reconocimiento del Cercle Universel des Ambassadeurs de la Paix (Suiza-Paris) e incluido en la antología de la Primera Cumbre Mundial que se realizó en Cieneguilla 2022. Ha sido invitado a diversos espacios académicos y universitarios. Ha participado en más de una centena de antologías. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al francés y al ruso. Finalmente, su trayectoria artística y literaria ha merecido una película: “Ybarra, Cabeza de León” de Mario Castro y Marco Ramos (Perú, 89 min.); así como también el premio y reconocimiento del Congreso de la República en julio del 2022.