Cuerda floja
Escribir, que es descubrir, que es buscar, que es caminar por la cuerda floja.
La vista no aguzada: no evites lo aleatorio, lo irresuelto, caer en el metro y la rima. Y reescribe. Y reescribe.
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No escribas sobre aquello de lo que estás seguro o sobre lo que quieres grabar en piedra. Escribe sobre aquello que deseas ver transformado.
No escribas para agradarle a los demás, pero escribe para agradarte a ti mismo.
Entiende que el terror es placentero.
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Justo entre lo que más quieres decir y lo que más te atemoriza decir está tu campo emocional pero no la emoción, sino la imagen que desencadena la emoción.
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Reír no es un crimen.
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No escribas sobre lo que sabes o al modo en que los demás lo hacen sino que debes escribir considerando quién eres y quién serás.
Puede que te encante un soneto; ama los sonetos. Esto no significa que debas escribir uno.
Si estás pasado de moda, debes estarlo conscientemente.
El Yo, o un Yo, siempre está a la moda: los gestos vienen y se van.
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La poética no es prêt-à-porter. Crea tu propia estética.
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Si el poema es sentimental, déjalo sentir todo el tiempo.
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Emocionarse tampoco es un crimen.
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Lleva la biblioteca a la calle; trae la calle al archivo.
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Nunca la oración sino el momento anterior a la oración.
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Si en una noche de nieve te sorprendes sintiéndote como dentro de un poema de Robert Frost
y te sientes impelido a escribir, sabe que te estás sintiendo impelido a escribir el poema de Robert Frost, ya escrito.
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Si en una calle repleta de peatones sorprendes a tus pensamientos caminando delante tuyo con paso firme
como si nunca te hubieran pertenecido
probablemente estés escribiendo ya tu propio poema.
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Si estás tan a la sombra de un poeta que admiras que aún no puedes ni ver tu propia mano, quizá deberías sacar la cabeza de entre sus piernas y tomar un poco de aire.
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A veces una idea es solo eso: una idea.
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A veces un poema es apenas un tuit.