Sylvia Plath: Lady Lazarus

 

 Lady Lazarus es uno de los poemas más leídos y traducidos de Sylvia Plath; es parte de Ariel, su libro póstumo, publicado por primera vez en 1965 como Collected Poems por Ted Hughes. Hoy lo leemos en versión de Andrea Rivas.

 

 

 

LADY LAZARUS

 

 

Lo he hecho otra vez

Un año cada diez

Lo consigo:

 

Como un milagro andante, mi piel

Luminosa lámpara nazi

Mi pie derecho

 

Un pisapapel,

Mi cara corriente, pulcro

Lino judío.

 

Arranca el velo,

Oh mi enemigo.

¿Causo terror?

 

¿La nariz, las cuencas del ojo y los dientes todos?

El aliento agrio

Desaparece en un día.

 

Pronto, pronto la carne

Devorada por mi tumba en la caverna volverá

a su casa en mí.

 

Y soy una mujer sonriente.

Solo tengo treinta años

Y como el gato necesito nueve veces para morir.

 

Esta es la Número Tres.

Qué desperdicio

Aniquilarse cada diez años.

 

Qué millón de filamentos.

La multitud comiendo cacahuates

Se aprieta para ver

 

Cómo me desenvuelven manos y pies:

El gran desnudo.

Damas, caballeros

 

Estas son mis manos

Mis rodillas.

Puedo ser carne y hueso,

 

Pero soy la misma, idéntica, mujer.

La primera vez que pasó tenía diez años.

Fue un accidente.

 

La segunda vez quise

que fuera eterno y ya no volver.

Me cerré

 

Como una concha de mar.

Tuvieron que llamar y llamar

Y quitarme los gusanos de encima, perlas viscosas.

 

Morir

Es un arte, como todo lo demás.

Lo hago excepcionalmente bien.

 

Lo hago para que se sienta como el infierno.

Lo hago para que se sienta de verdad.

Podrías decir que es mi vocación.

 

Es tan fácil como para hacerlo en una celda.

Es tan fácil como para hacerlo y quedarse quieta.

Es el regreso

 

Teatral a pleno día

Al mismo lugar, la misma cara, al mismo bruto

Grito asombrado:

 

¡Un milagro!

Eso me parte.

Hay un precio

 

Por ver mis heridas, hay un precio

Por escuchar mi corazón:

Late de verdad.

 

Y hay un precio, un precio muy alto

Por una palabra o una caricia

O un poco de sangre.

 

O un mechón de mi cabello o un trozo de mis ropas.

Así, Herr Doktor.

Así, Herr Enemigo.

 

Yo soy tu obra,

Yo soy tu objeto más preciado,

La progenie de oro puro

 

Que se funde en un grito.

Me doy la vuelta y ardo.

No pienses que subestimo tu gran preocupación.

 

Cenizas, cenizas:

Atizas y remueves.

Carne, hueso, ahí no hay nada:

 

Una pastilla de jabón,

Un anillo de bodas,

Un hueco de oro.

 

Herr Dios, Herr Lucifer

Cuidado

Cuidado.

 

De la cenizas

Me levanto con mi rojo pelo

Y devoro hombres como si fueran viento.

 

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