Juan José Soto Bacigalupo (Lima, 1965) ha publicado los poemarios Cárcel de mi ojo (1994), Morada Diosa (1997), Palabra sobre los abismos (2005), Airado verbo (2008), Lado B de las sombras (2022) y Cielo exhausto (2024). Figura en el libro colectivo de poesía Extensas legiones (2021). Gestor y coordinador de la primera edición de Madrid: Una Ciudad, Muchas Voces (2009), ciclo de poesía hispanoamericana y española realizado en Madrid. Gestor del Ciclón de Poesía, ciclo de recitales artísticos que congrega a poetas y artistas de diversas ciudades del Perú (desde el 2010 hasta la fecha). Coorganizador del Festival de Poesía Fiesta del Diantre (del 2011 al 2015) en Chiclayo, Perú. Premio Prensa Cultura 2015 por Buenas Prácticas en Periodismo y formación de jóvenes comunicadores en la ciudad de Chiclayo, Perú.
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V
Camino con las manos
sobre la Tierra
Esquivo la gravedad del lenguaje
Las trampas cibernéticas
Sorteo las palabras hechizas
Las fórmulas plagadas de ciencia
Me hundo en el barro
Con la lengua flotando
Y ramas en los ojos
Burlo las arenas movedizas
Las osamentas metálicas
Las máquinas inteligentes:
Emerjo del lodo
En la orilla
El cuerpo de un verso desnudo
sobrevive
boca abajo
Cubierto por las alas de unos albatros
Los niños lanzan sus redes
Caen estrellas del mar
Y peces en tropel
desde el cielo
Asoma el brazo de un relámpago
Y un aullido inconsolable
Las calladas imágenes
Recitan un blues
En medio de la tormenta
El mundo
gira aturdido
en la danza de los hombres
sobre los bosques mutilados
y sin sombra
¡Oh, si yo supiera escuchar
Las veces que llegas en silencio
En el rumor de una voz
o a galope bronco
Abrazaría el temblor y la luz
De los seres
y de las cosas!
VI
Bajo un cielo
que cae
de bruces
Pies de ojos grises merodean
los corredores apagados
Hurgan voraces
los pechos en fila
de mujeres exangües
en las recámaras
Los árboles parten
sin abrazos ni adioses
En improvisados camposantos
Las luciérnagas cancelan sus citas
Aturdidas por los postes de luz
Botes de goma
arrojan los sueños en altamar
Y un vendaval bambolea
la marea humana
¿Dónde están los superhéroes?
¿Dónde la nave que no llega?
Al otro lado del mar
Amplias bolsas
con cremalleras de acero
Aguardan al navegante
en su estación final
Las voces viajan en tren bala
Vienen de todas partes
Multitudes de versos
se descuelgan de las escotillas
acróbatas
temerarios
Y toman rápidamente
las galerías subterráneas
En los intramuros
Hombres a bordo de sus dispositivos electrónicos
Reciclan artefactos poéticos
en un ChatGPT
Se abren cientos de ventanas
una tras otra
Las palabras toman los muros
de las metrópolis
Las cubren con su voz:
«La poesía no crece
en el algoritmo de las máquinas
Anda ciega
y sin conexión
en el lomo de un relámpago».
VIII
Peces insomnes
discuten l a r g a m e n t e
la frugalidad de la última cena
bajo el cielo voraz
de la civilización
Infantes brotan de la arena
gatean en busca del mar
evaden petreles gigantes
Con el torso desnudo
surcan los cielos
en sacos celestes
de pelícanos desesperados
Playeros solitarios divisan
Con el zum de sus móviles
Un cardumen de sirenas
Raudos
lanzan anzuelos
Caen bagres
anchovetas
Colas bamboleantes
de ninfas marinas
Mar adentro
Jimi y Catherina se enredan
lejos del estruendo
de la Tierra
Viajan en el lomo de una nave
Mitad delfín mitad submarino
Esquivan muros de enmalle
Mientras se besan
Inmensa y copiosamente
Hasta convertir sus labios
En salvavidas enormes
y pulposos
En el muelle
Un pescador ausculta
La agitación de un jurel
Su vano galope
Sus insólitos ojos fijos
Plagados de preguntas
En los arrecifes de coral
Tiburones grises rodean
a la dama de las profundidades
Exploran el cuerpo
luminiscente
impávido
Y se entregan ciegamente
Al origen y refugio
de su luz.
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Ceniza de alas
Más de una década ha transcurrido desde que por primera vez tuve contacto con la poesía de Juan José Soto (Lima, 1965). Concretamente, Palabra sobre los abismos (2005) y Airado verbo (2008) fueron en su momento las obras con las que me acerqué a una poesía tan órfica como palpable: cercanía y simbolismo trenzados en un mismo fuego vocal. Si ya William Blake advertía de que la “eternidad está enamorada de las obras del tiempo”, no es menos cierto que dicha eternidad a veces se funda en una breve raíz, la raíz del instante poético.
Con una luminosa trayectoria que se remonta a más de treinta años con la aparición de su primer poemario, Cárcel de mi ojo (1994), Soto nos convida de una de las voces más sui generis y vinculantes dentro del espectro de la poesía peruana de transición de siglo. Su cronología escritural nos permite así confirmar una obra marcada por la meditación sígnica y la concentración del oficio verbal, una tinta que, como bien apunta Miguel Ildefonso, no solo bebe de la “metafísica de Martín Adán”, sino que rezuma una suerte de “archipiélago de espejos” en donde late una conciencia de época.
Aunada a dicha dedicación ontológica, esta nueva entrega deslumbra por su quehacer sensitivo y por su cristalización lingüística, piezas que operan de manera conjunta para sumergirnos en un aliento testimonial sobre el detritus de la existencia humana. Los aspectos intertextuales – esa “zona de vestíbulo” a la que Borges y Genette se referían como el umbral de cualquier creación– que presentan estas páginas, tales como las sugerentes ilustraciones que acompañan al libro o el epígrafe de Raúl Zurita, guían nuestra mirada hacia una perspectiva de múltiples ópticas conviviendo en el mismo lienzo escritural. La arquitectura interior de la obra, compuesta por dieciocho poemas expuestos en dos secciones – Cielo exhausto y Tiempos del fuego –, hace las veces de un díptico en donde lo bélico y la taumaturgia se mezclan entre sí.
De este modo, Cielo exhausto se presenta ante los ojos del lector como una liturgia personal en la que se transpira un imaginario transhumanista que seduce tanto por sus códigos estéticos como por su cosmos verbal. Ya desde el propio título del libro se adivina una cosmogonía que deja entrever la imagen del vértigo y del descenso, una tela que se despliega como uno de los hilos conductores enhebrados desde los primeros versos:
Es un puente
en caída libre
la humanidad
Un cielo exhausto
Con alas apenas
Con este comienzo, Soto inaugura una morfología del tema de la caída en la que las figuras de Ícaro y Faetón husmean de manera íntima. A lo largo del libro, la presencia de criaturas aladas irá sembrando un “suspense” en el que no es arriesgado intuir una mitología de la posmodernidad:
En el muelle
Una extraña especie despliega sus alas
Saca una tablet (no hay conexión disponible)
La arroja al mar
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Desde las costas del planeta
Hombres al borde de los acantilados
Planean con sus alas mecánicas
sobre fósiles de besos
La presencia de esos cyborgs con órganos biomecánicos refuerza la idea de un transhumanismo que discurre a modo de subtexto. En esta anatomía híbrida, el espacio sensorial también ofrece guiños de un multiverso: “Los amantes / dos hologramas abrazados remotamente”. Este delicado sincretismo tecnológico se verá exquisitamente contrastado con la irrupción de imágenes oníricas:
La noche de ojos rasgados
desciende sobre los cuerpos
unos contra otros
en fosas de ciega luz
La plasticidad con la que los versos estallan en la página ha acompañado la trayectoria de nuestro poeta. En ese sentido, Víctor Coral afirma que en la obra de Soto descubrimos textos “cuya intensidad tiene el raro pathos de conmover con abstracciones” y de “develar con explosiones las profundidades del ser”. Voces como las de Carmen Ollé o Paul Guillén también han puesto énfasis en el peso simbólico (eros y thanatos) que se aprecia en el rastro poético de Soto.
En Cielo exhausto el lenguaje traza un radar de campos semánticos vinculados con el modus operandi de la cotidianeidad virtual. En esa línea, vocablos como trending topic, fake news, tablet, chat, ChatGPT, chatbots o enter ensayan un contrapunto con la potencia visual de la voz.
Brotado desde un caleidoscopio en continuo movimiento, Cielo exhausto se configura como un testigo presencial que apunta hacia una alegoría de la destrucción, del fulgor onírico, de la desesperanza, del erotismo, de lo bélico y de la fusión con la otredad, entre otras aristas. Por momentos, nos situamos ante una especie de necrópolis y de panteísmo textual, mientras que en otros asistimos a la incandescencia de lo femenino (encarnada en amantes o en la diosa compasiva Kuan Yin), ingredientes con los que el poemario convierte su aliento en una partitura inmóvil o en una pintura en movimiento.
La tinta que late en estas páginas es un vuelo ígneo, una caída detenida por la fricción de fuego verbal que permite hallar refugio bajo un cielo inflamable. Brotada desde esa ceniza de alas, la voz poética de Soto desdice los augurios de la oscuridad para deletrear la luz de un silencio casi a punto de pronunciarse…
Óscar Pirot
Madrid, mayo de 2024
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Óscar Pirot (Ciudad de México, 1979) es Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro cofundador del colectivo itinerante de poesía Lavarca ebria. Es autor de los poemarios Memoria del agua (Amarillo, México, 2005), Bestimenta (Papel de fumar, Madrid, 2011), Esto no es Berlín, (Madrid, 2016), Luz anfibia (Amargord, Madrid, 2012) por el que recibió la Mención Especial en el Premio de Poesía Complutense, El ejército ha huido (Tigres de Papel, Madrid, 2019) y Quarks (Editorial Ultramarina, Madrid, 2023). Ha participado en diversos proyectos como el libro de ensayos sobre Juan Rulfo El muerto era yo (Esto no es Berlín, Madrid, 2013 y Calygrama, México, 2012), el libro de fotopoesía Tus ramas, mis huesos (Formato digital, 2013), el libro-objeto Hypnerotomaquia (edición de autor, 2017) y la antología no venal sobre la poeta uruguaya Premio Cervantes 2018 Ida Vitale en la UCM (Universidad Complutense, 2019).