Breve historia del surrealismo en Chile

Los poetas Aldo Alcota y Rodrigo Verdugo han escrito un texto para acercanos a la historia del surrealismo en Chile. Recuerdan que es en 1938 cuando aparece en Chile un grupo de poetas, los "herederos espirituales a nivel latinoamericano más directos del surrealismo francés", el grupo Mandrágora. Concluyen, a través de su recorrido crítico, que "el surrealismo se mantiene muy vivo".

 

 

 

 

 

 

BREVE HISTORIA DEL SURREALISMO EN CHILE

 

Partiendo de la base que​​ el​​ modernismo​​ retrasa su llegada a Chile, debido a problemas políticos y conflictos bélicos​​ locales,​​ es sólo​​ en 1900​​ que logra afincarse con una gama​​ representativa​​ de poetas:​​ Carlos Pezoa Véliz,​​ Diego Duble Urrutia,​​ Víctor Domingo Silva,​​ etc.​​ Fenómeno similar sucede con la irrupción del surrealismo en Chile.​​ Tomando en consideración que​​ en 1925 Sara Malvar, compañera del escritor vanguardista Jean Emar,​​ traduce en​​ el​​ periódico chileno​​ La Nación​​ una primera parte del​​ Primer​​ Manifiesto​​ Surrealista, y que​​ 1935​​ aparece el​​ Segundo​​ Manifiesto​​ Surrealista,​​ no es posible acusar un gran desface​​ de tiempo​​ en la llegada del surrealismo. En​​ 1938,​​ casi​​ en​​ el mismo rango de tiempo que demoró​​ en​​ arribar​​ a Chile el​​ modernismo, aparece en Chile​​ un grupo de poetas,​​ que con toda exactitud se podrían definir como los herederos espirituales​​ a nivel latinoamericano​​ más directos del surrealismo francés.​​ En este sentido, los nexos del surrealismo chileno​​ con el surrealismo francés​​ se dan no en un plano de lo recientemente pasado, puesto que en el instante del conocimiento las cosas renuncian a su rango cronológico, dejan de ser pasado, presente y futuro, para hacerse contemporáneas a quien alcanza dicho conocimiento.​​ ​​ 

 

El grupo​​ surrealista​​ Mandrágora, genésicamente tiene sus inicios en la ciudad de Talca​​ ​​ para después​​ establacerse en Santiago de Chile, donde desarrollan la totalidad de sus actividades.​​ En términos contextuales, son años en que el Frente Popular llega a la​​ Presidencia de la​​ República, a través de Pedro Aguirre Cerda. Al​​ revés​​ de lo​​ sucedido en Francia, en Chile​​ y en el caso particular del grupo​​ surrealista​​ Mandrágora, la vanguardia estética no va a la par de la vanguardia política;​​ al contrario, la actividad surrealista se circunscribe a conferencias, recitales, exposiciones, más la publicación de siete números de la​​ revista Mandrágora,​​ que​​ avalan​​ una​​ adhesión​​ irrestricta​​ al surrealismo francés y a aquella​​ forma de reencantamiento frente a las paradojas de la​​ modernidad,​​ es decir, una realidad determinada por un orden predeciblemente mecánico, donde​​ todo​​ se racionaliza, donde todo es predecible.​​ El cometido es acabar​​ con el dominio de la lógica, desacreditar el racionalismo​​ y​​ así​​ dar paso a la​​ reconquista de los derechos de la imaginación.​​ 

 

Si bien el núcleo fundacional de Mandrágora​​ está​​ compuesto por los poetas​​ Braulio Arenas, Enrique Gómez-Correa, Jorge Cáceres​​ y​​ Teófilo Cid,​​ es justo incluir a Juan Sánchez Peláez, poeta venezolano, como un quinto integrante.​​ Hay un variado número de colaboradores que participaron en distintos números de la​​ revista​​ Mandrágora,​​ algunos de ellos jamás​​ lograron​​ una primera publicación como tal,​​ como es el caso de los poetas​​ Eugenio Vidaurrázaga,​​ Enrique Rossenblat,​​ Armando Gaete,​​ Mario Urzúa y Renato Jara. Distinto es el caso de​​ Gonzalo Rojas (La miseria del Hombre), Gustavo Ossorio (Presencia y Memoria),​​ Fernando Onfray (Trillada fábula en pos de la abolición del colmillo),​​ Mariano Medina (El libro de Diotima),​​ quienes continuaron en sus obras posteriores,​​ en mayor​​ o menor​​ grado, con​​ una​​ inclinación,​​ en términos estéticos,​​ a​​ algunos de los postulados surrealistas.​​ En muchas​​ publicaciones se señala en forma errónea que poetas como Carlos de Rokha, Eduardo Anguita​​ (quien tuvo vinculación con María Valencia, Carlos Sotomayor, Gabriela Rivadeneira, Waldo Parraguez, quienes participaron en la década del treinta​​ en una exposición colectiva en Perú, junto a César Moro), Omar​​ Cáceres,​​ Gonzalo Rojas​​ y​​ Ludwig Zeller​​ formaron parte del​​ grupo​​ Mandrágora, lo cual es​​ inexacto. Si bien aparece junto a Vicente Huidobro​​ una vanguardia orgánica, la diseminación de la vanguardia en Chile​​ no tiene necesariamente que ver con la aparicion del surrealismo en sí;​​ es en primera instancia​​ durante la década del veinte​​ el​​ dadaísmo cuyos​​ antecedentes son​​ el​​ Manifiesto Agú, (Alberto Rojas Jimenez, Juan Marín),​​ grupo de los​​ runrunistas (Raúl Lara Valle, Benjamín Morgado, Clemente Andrade,​​ etc),​​ ​​ La Rosa Naútica​​ (Neftalí​​ Agrella,​​ Julio Walton, Salvador Reyes). La instalación del surrealismo en Chile, en su versión más ortodoxa,​​ tiene un punto de inicio y culminación con Mandrágora.​​ Fueron en rigor​​ tanto Jorge Cáceres, como después Enrique Gómez-Correa,​​ quienes​​ establecieron un contacto directo con figuras epigonales del surrealismo europeo​​ como André​​ Breton, Benjamin Péret,​​ Victor Brauner,​​ René​​ Magritte,​​ etc.​​ No es un antecedente menor a la hora de posicionar a​​ Mandrágora​​ en su legitimación como una bisagra entre el surrealismo latinoamericano y el surrealismo francés. Al​​ respecto,​​ Octavio Paz señala que se trata​​ “Del único grupo auténticamente surrealista de Latinoamérica”.​​ Tanto​​ Braulio Arenas y Enrique Gómez-Correa​​ refuerzan sus nexos con Octavio Paz, dedicándole​​ ambos un texto cada uno.​​ No hay data de otro diálogo con el surrealismo francés,​​ que se pueda calificar como​​ un​​ verdadero​​ vaso comunicante.

Desde 1938 a 1941​​ se publicaron siete números de la​​ revista Mandrágora, partiendo desde​​ el​​ primero​​ con la colaboración del poeta Vicente Huidobro, en un intento de unificar​​ ímpetus​​ de​​ la vanguardia en Chile. Los inicios escriturales cubistas de Vicente Huidobro y futuristas de Pablo de Rokha fueron suficientes para validarlos como dos extremos de la vanguardia de ese entonces.​​ Vicente Huidobro quien, desde Europa y luego de sus fluidos contactos con las figuras mayores de la vanguardia en​​ ese territorio, trajo un sinnúmero de revistas y libros, que fueron cruciales para​​ muchos de los integrantes de Mandrágora;​​ pero no sólo lo fue Vicente Huidobro, también​​ se le debe al poeta Alberto Baeza Flores​​ la circulación de estos libros y revistas francesas.​​ El principio formulador de Mandrágora​​ fue su concepción de la poesía, tipificada como​​ Poesia Negra”. Este principio fue extremado en las primeras publicaciones de Braulio Arenas,​​ ​​ El mundo y su doble,​​ La mujer mnemotécnica;​​ Enrique Gomez Correa​​ con​​ Las hijas de la Memoria​​ y​​ Catalismo en los ojos​​ y en menor medida en Teófilo Cid​​ con​​ Bouldroud​​ y Jorge Cáceres​​ con​​ René​​ o la mecánica celeste.​​ Es Braulio Arenas quien traduce a Rimbaud y a Lautréamont, buscando en esas traducciones las revelaciones de lo desconocido, que tanto fueron perseguidas por todos ellos.​​ ​​ 

 

Si bien tanto Braulio Arenas​​ como Enrique Gómez-Correa,​​ sobrevivientes en las décadas posteriores, mantuvieron su calidad​​ de​​ prolongadores del surrealismo francés,​​ ​​ (en menor medida Braulio Arenas),​​ es Enrique Gómez-Correa quien, hasta su muerte, acaecida en 1995, marca un cierre y a la vez abre otra etapa del surrealismo en Chile con la aparición del​​ grupo​​ surrealista Derrame. Sin​​ embargo,​​ unas décadas antes, el poeta Ludwig Zeller, quien se podría situar dentro de esa diseminación vanguardista en​​ el país,​​ junto a poetas​​ como​​ Dámaso Ogaz, Humberto Díaz-Casanueva, Rosamel Del Valle, Stella Díaz Varín, Juan Negro,​​ Jaime Rayo,​​ Hugo Goldsack, Antonio de Undurraga, Heriberto Rocuant, Mahfud Massis, Boris Calderón, Patricio Olivos Wolhk, Enrique Jones, Reginaldo Vásquez,​​ (y tantos otros que deberían recogerse a futuro en alguna antología que diese cuenta de todo este panomara),​​ se pliega a​​ la continuidad de la actividad surrealista​​ chilena​​ a través de exposiciones,​​ (fue director de la sala de exposiciones del Ministerio de Educación),​​ sus propias​​ publicaciones​​ y la apertura del Café de la Luna.​​ Junto a la pintora​​ surrealista Susana Wald​​ desarrollan​​ una intensa actividad de propagación del surrealismo, primero en Santiago de Chile, luego en Canadá​​ (donde​​ fundaron Oasis Publications,​​ donde se​​ publicaron los poemas póstumos de Jorge Cáceres) y finalmente en México (con la​​ revista​​ Vasos Comunicantes).​​ Ludwig Zeller, quien además es​​ un eximio collagista, se enmarca​​ parcialmente​​ dentro de los principios que animaron la poética del​​ grupo Mandrágora,​​ aunque hay un predominio del romanticismo en sus primeras obras,​​ como por ejemplo​​ Los elementos​​ y es quizás el más prolífico de los autores inscritos en la primera y segunda vanguardia.​​ Con la muerte de Ludwig Zeller, ocurrida en México durante 2019, se cierra un capítulo de la vanguardia en Chile para dar paso otro,​​ el​​ grupo​​ surrealista Derrame,​​ quienes recogen toda la herencia anterior del surrealismo chileno y la​​ leen al​​ decir de Walter Benjamin en la​​ “hora de su cognosibilidad”.​​ 

 

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Derrame es una de las manifestaciones más novedosas en la órbita surrealista​​ acaecida en Chile​​ entre los años noventa​​ y las dos primeras décadas del siglo XXI,​​ con una​​ intensa actividad​​ que tiene su final en 2019. La historia de esta revista y grupo se puede interpretar como un intenso rebozo de poesía sobre la vida misma, la búsqueda de lo indecible en la espesura de un lenguaje aventado a un convulso sueño y la decisión de adherirse a una peculiar dislocación de los sentidos en el rincón más austral del mundo. Este flujo de imaginación​​ telúrica proviene de un conglomerado de poetas y artistas​​ que creen en el surrealismo como​​ “la​​ afirmación de una conciencia poética del mundo”, tal como lo definía la recientemente fallecida Annie Le Brun, y sienten un arrobamiento​​ por el legado de Mandrágora.​​ Ese comienzo ocurrido en​​ 1996, centenario del nacimiento de André Breton y un año después de la muerte de Enrique Gómez-Correa,​​ es cuando​​ Derrame asoma su efigie febril (posiblemente parecida a Lautréamont),​​ moldeada por unos jóvenes que resisten aquel​​ peso de​​ lo difuso, enquistado​​ en​​ una​​ ilusión​​ “democrática” (postdictatorial,​​ exitista y​​ mediática).​​ ​​ 

 

Para Derrame es estimulante, con el fin de continuar la singladura de lo maravilloso, conocer y asimilar anteriores publicaciones nacionales muy cercanas a la experimentación, al surrealismo y​​ a​​ las vanguardias​​ como​​ Mandrágora,​​ Leitmotiv,​​ A Contramar,​​ Entreguerras,​​ La Gran Pirámide Polar,​​ Piedrazo​​ y​​ Ojo de Aguijón​​ (editada​​ por​​ los​​ chilenos​​ Leal Labrín y Flores Eloz​​ en​​ París). La brújula convertida en un impaciente poema indica hacia dónde deben dirigirse los impulsores de ese deseo derramado en los bordes de la literatura y el arte oficial. Rodrigo Hernández Piceros, Aldo Alcota, Roberto Yáñez, Rodrigo Verdugo, Carlos Sedille, Magda Benavente, Braulio Leiva, Iñaki Muñoz, Bessie Porta, Daniel Madrid, José Duarte, Carlos Delgado, Cristián Arregui Berger,​​ Jorge Solís, Jimmy Watt, Christián Schmidt​​ entre otros,​​ son integrantes fundamentales durante todo el período de existencia de Derrame, además de considerar a diversos colaboradores que se destacaron por compartir similares derroteros en el caso de Milan Bodis-Suckel (director de A Contramar), Stella Díaz Varín (la legendaria poeta​​ es​​ un referente trascendental para Derrame, con un hondo vínculo de amistad con la agrupación), Samuel Ibarra (destacable autor en la escena de la performance latinoamericana), Ludwig Zeller y Susana Wald (claves en promover el ideario surrealista en Chile, Canadá y México).​​ ​​ 

Son ocho números de la revista​​ Derrame, la que con el tiempo va adquiriendo una enorme repercusión en los círculos culturales​​ y le dan un considerable sitial en la historia del surrealismo chileno,​​ tras consolidar un proyecto innovador, internacional, con páginas asignadas a la divulgación no sólo del quehacer surrealista, sino también de otras propuestas artísticas​​ y escriturales afines a una cierta heterodoxia en sus códigos y en su manera de visionar el mundo. En sus contenidos se genera un encuentro entre la palabra y la visualidad, con aportes que provienen de nombres colmados de talento y originalidad en el arte y las letras:​​ Virginia Tentindo, Francisco Copello, Pedro Lemebel, Armando Uribe Arce, Gabriela Trujillo, Jean​​ Benoît, Stella Díaz Varín, Enrico Baj, Antonio Silva, Reinaldo Arenas,​​ Glória Bordons, Marcia Mogro, Alberto Kurapel, Víctor​​ Chab, Carlos de Rokha, Carlos Montes de Oca, Pastor de Moya​​ ​​ 

Es​​ relevante​​ la participación de Édouard Jaguer y Anne Éthuin en esta publicación, fundadores en 1952 en París del movimiento Phases, del cual​​ la revista​​ Derrame​​ es parte junto a otras del ámbito surrealista como​​ Boa​​ en Argentina y​​ Edda​​ en Bélgica. Natalia Fernández Segarra, hija de Eugenio​​ Granell y directora de la fundación que lleva el nombre de este surrealista gallego (ubicada en Santiago de Compostela, España), Artur do Cruzeiro Seixas (uno de los promotores iniciales del surrealismo en Portugal y que Derrame le dedica un completo homenaje en su N°8 de 2012) y Sergio Lima (uno de los animadores de la revista A Phala en São Paulo y artífice de un dossier sobre surrealismo en Brasil para Derrame N°5,​​ en​​ 2003) son otras figuras que​​ dan todo su​​ apoyo a​​ las actividades del colectivo de Santiago de Chile.​​ ​​ 

Si se piensa en cuáles han sido los influjos -esos queridos pares- que marcan al grupo​​ Derrame, se debe sopesar en la estela dejada por miembros históricos del surrealismo, tanto europeos como americanos (André Breton, Victor Brauner, Elisa Bindhoff, Aldo Pellegrini, César Moro, Remedios Varo, Jorge Cáceres, Enrique Gómez-Correa, Braulio Arenas, Antonin Artaud, Leonora Carrington, Roberto Matta​​ por ejemplo), la Patafísica de Alfred Jarry, la ceremonia de la confusión de Pánico (Fernando Arrabal, Alejandro Jodorowsky y Roland Topor), la audacia creativa de CoBRA, la​​ Poesía Negra​​ de Mandrágora, los poetas malditos encarnados en Jaime Rayo, Boris Calderón,​​ Heriberto Rocuant​​ (Rodrigo Verdugo ha tenido una destacable labor de rescatar​​ su obra​​ en​​ la revista​​ Derrame), el barroco lezamiano,​​ el infrarrealismo y​​ la huella​​ dejada​​ por el​​ colectivo​​ de pintores latinoamericano​​ Magie Image. Esta multiplicidad de pensamientos e imágenes​​ inyectan​​ una enorme​​ potencia​​ en el avance​​ de​​ Derrame​​ y​​ le permiten posteriormente encontrar una​​ esencia​​ propia, tan onírica, absurda, chamánica, mestiza, mágica, cosmopolita, lúdica, irracional​​ hasta moldear un​​ robusto​​ espíritu rebelde y libertario, sello que se aprecia en todo lo producido por​​ esta agrupapción, desde sus lecturas de poemas y acciones performáticas públicas, revistas, exposiciones (como​​ Phases-Derrame,​​ Galería Artium, Santiago de Chile, 2005;​​ Derrame cono sur o el viaje de los argonautas, Fundación Eugenio Granell, Santiago de Compostela, España, 2005;​​ El Umbral Secreto, Santiago de Chile y Valparaíso, 2009) y su editorial donde se publican libros de poesía de sus componentes y de connotados poetas como Armando Uribe Arce.​​ ​​ 

Posteriormente​​ aparece una nueva publicación en el panorama surrealista titulada​​ Honidi, dirigida por las artistas y poetas​​ Magdalena Benavente (ex integrante de Derrame) y Verónica Cabanillas (nacida en Perú), residentes en Algarrobo, V región. Editada​​ tanto​​ por La Belle Inutile Edition desde Francia y en el litoral central chileno,​​ Honidi​​ con cuatro números (entre 2022 y 2024),​​ se​​ convierte en​​ un impreso de carácter internacional, visionario y valiente en sus temáticas, con colaboradores​​ provenientes de​​ distintos​​ puntos del planeta.​​ Honidi​​ y​​ Derrame​​ son herederas de una vigorosa historia del surrealismo chileno -que tiene grandes exponentes en los poetas de Mandrágora, en Susana Wald, Ludwig Zeller, Elisa Bindhoff, Roberto Matta, Álvaro Guevara, María Teresa Pinto​​ y Haroldo Donoso- y continúan con esa innovadora tradición de publicaciones latinoamericanas​​ y europeas​​ experimentales y surreales, representadas en el pasado por​​ Mandrágora,​​ QUÉ,​​ La Poesía Sorprendida,​​ Boa,​​ Phases,​​ Rixes,​​ La Gaceta de Arte​​ o​​ La Brèche. Además, este​​ 2024, con motivo de la celebración del centenario de la aparición del​​ Primer Manifiesto Surrealista​​ en Francia, se inaugura en el Palacio Vergara de Viña del Mar​​ la muestra colectiva​​ Elisa, 100 años de surrealismo, bajo la curaduría de Ernesto Muñoz, con el fin de​​ homenajear a Elisa Bindhoff (insigne​​ artista chilena​​ viñamarina,​​ tercera esposa de André Breton​​ y copartícipe en la creación del famoso muro del taller parisino de la rue Fontaine), donde participan una veintena de artistas tales como Magda Benavente, Aldo Alcota, Verónica Cabanillas, Roberto Yáñez, René Ortega, Carlos Delgado y José Duarte, quienes forman parte del movimiento​​ surrealista actual. Allí se exhiben​​ también​​ al público una serie de documentos en vitrinas, entre estos ejemplares de​​ Derrame​​ y​​ Honidi, demostrando así que el surrealismo se mantiene​​ muy​​ vivo.​​ ​​ 

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El AGC de la Mandrágora. Santiago de Chile, 1957.

Portada de revista Mandrágora, N°6, Santiago de Chile, 1941.

Portada revista Derrame, N°7, Santiago de Chile, 2006.

Portada revista Honidi, N°1, Algarrobo, Chile, 2022.

Díptico de la exposición colectiva “PHASES. Más allá de los muros”, homenaje a Édouard Jaguer, Galería-Taller de Rokha, Santiago de Chile, 2006.

 

 

 

 

 

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