Poesía española: José Antonio Pérez-Robleda

Hoy leemos la poesia del autor español José Antonio Pérez-Robleda (Camas, Sevilla, 1980), quien obtuvo el Accésit del premio Adonais de poesía joven en 2014.

 

 

 

LOS HUBIERA

 

Para hacer espacio al progreso

inundaron la aldea,

movilizaron a los lugareños,

entregaron instrucciones precisas:

debían llevarse cuanto flotara.

Aun así, el día después

hubo cientos de objetos

que flotaron por meses:

puertas atoradas por años

cajones que no pudieron abrirse,

retratos de familiares olvidados,

hasta un ataúd flotó días

sin que nadie lo reclamase.

 

Lo último que se hundió

fue una bota sin espuelas.

 

Todavía hoy,

una vez al año, abren la represa

y las barcazas de los lugareños

corren a buscar sus antiguas casas

a veces con sus hijos

a veces con sus nietos

a veces solos,

sin su alma.

 

Algunos

se sumergen en busca de tesoros,

a otros se les oye gritando:

 

—ahí, ahí, aún no se cae el techo.

—aún se ve la puerta roja.

—esa era la cocina de tu tía.

—ese es mi cuarto.

—ese olmo daba peras.

 

Al caer la tarde, vuelven las barcas

y la presa esconde otra vez el pueblo

y quedan flotando en el agua

cientos de hubiera.

 

 

 

LOS INGENIEROS

 

Cuando todo lo salvaje​​ 

había sido domado

en otras partes.

​​ 

Cuando ya no había duda​​ 

que el río, el lago y el bosque

serían domesticados​​ 

y que el destino​​ 

del lobo y del león y del oso​​ 

no sería desaparecer,

sino servir de atracción.

 

Llegaron a esta tierra.​​ 

 

Con ese afán.

 

Llegaron sabiendo​​ 

que debía hacerse aprisa:

estaban sembrando en tierra ajena,​​ 

debían cosechar lo antes posible

para poder reclamar un derecho

que no era antiguo.​​ 

 

Por eso llegaron

a sembrar sus semillas domesticadas

a criar sus animales domesticados

a engendrar sus niñas domesticadas.

 

Por eso pusieron alambre en los campos

y químicos en la tierra

y grandes letreros

con el nombre de cosas​​ 

que, hasta entonces,

no había sido necesario​​ 

nombrar.​​ 

Ni poseer.​​ 

 

Con esa prisa,​​ 

construyeron ingenios

para procesar más madera

y más metal

y más químicos​​ 

y poner más alambre

y criar más animales​​ 

y engendrar más niñas domesticadas,

 

hasta que se pudiera nombrar​​ 

en un libro cada acre

y cada cosa sobre esa tierra.

 

No porque necesitaran nada de eso

 

sino por miedo

a que, en cualquier momento,

alguien pudiera venir a reclamar

aquello​​ 

que no hubieran registrado​​ 

como propio.​​ 

 

 

 

ST. STEPHEN’S FLOWERS

 

Aquel verano, para St. Stephen,

los ​​ cerros se llenaron de nubes.​​ 

En lugar de disiparse

aguantaron semanas.

 

Las nubes bajaron hasta el valle.

La humedad hizo renacer el desierto.

El telégrafo hizo correr la noticia.

La gente vino de otros pueblos.

 

El Middle Town Post​​ 

hizo la única foto que se conserva.

 

Bautizaron el fenómeno como St. Stephen's rains.

 

Los católicos pensaron que era cosa de la virgen.

Los protestantes que era cosa del diablo;​​ 

pero, solo los que conocían​​ 

las viejas leyendas​​ 

se marcharon a Serpent Pass.

 

Los insectos corrieron a poner huevos.

Los conejos corrieron a excavar madrigueras.​​ 

Los jóvenes corrieron a tirarse al pasto.

 

[Fuera del valle,

hubo un montón de nacimientos:​​ 

los hijos de St. Stephen]

 

Cuando comenzó a llover

se fueron los visitantes.

 

Al principio, fue un ligero chispeo.

La alegría de los pozos llenos​​ 

desbordó las esperanzas.

Luego, hubo que canalizar los riachuelos.

Después, el agua reventó las acequias.

Hasta que una noche,​​ 

después de un enorme rugido,​​ 

una lengua de lodo acarició el valle​​ 

sepultando cualquier vestigio de progreso.

 

 

Solo entonces comprendieron

el nombre​​ 

que los habitantes originarios

habían dado a ese lugar.

 

 

[...]

 

Sobre el lodo fresco,

crecieron flores de cementerio.

 

 

[...]

 

A falta de telégrafo

ya no hubo

ni visitantes

ni fotografía.

 

[...]

 

Nadie pudo nombrar al fenómeno

St. Stephen's flowers.

 

 

 

De​​ MITOLOGÍA INTIMA

(Rialp 2015)

Accésit del premio Adonais 2014

 

CARTOGRAFÍA

 

Mis memorias de tu cuerpo

son paisajes de otros mundos​​ 

no habitados por el hombre,

el decálogo de demonios​​ 

que habita tu sonrisa,

la orografía exacta de tus senos

poblada de arcángeles,

el océano redondo de tu ombligo,

y más allá,

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ dragones.

 

Porque todo aventurero que se precie

tiene siempre listos

un barco y una última frontera,

por si acaso.

Sobre los seres alados II​​ 

Es mejor no recoger seres alados,

si alguna vez aparece alguno

al borde del camino,

lo mejor es despedirse de manera educada

y seguir adelante.

 

Si no es posible resistir la tentación

y uno opta por tomarlo en brazos

y llevarlo a su casa;

lo mejor es darle un rincón apartado

y ofrecerle pan y agua​​ 

no más de una vez al día.

 

Si finalmente uno se encariña

y le ofrece una escudilla de leche con cacao,

si lo acaba enseñando a los amigos,

casi con orgullo,

si termina prestando atención

a su sincera gratitud;

lo mejor es hacerse a la idea

de que resulta inútil correr tras ellos.​​ 

No hay escudilla que los retenga

ni gatera con que amenazarles.

 

Con los seres alados,

solo cabe ajustar los prismáticos.

Conformarse con el modo en que aman

desde allí arriba.

Murmurar desde el suelo:

Yo también te amo.​​ 

 

 

 

ARRECHUCHO

 

Tenía el arrechucho​​ 

vocación de tropiezo en el metro

de despedida con olor a tabaco​​ 

de encuentro nocturno en cualquier esquina

o en un portal​​ 

o bajo las sábanas

 

Tenía ese arrechucho​​ 

necedad fugaz​​ 

propensión al instante​​ 

 

pero hoy​​ 

este arrechucho​​ 

es un abrigo de paño​​ 

que se ajusta al alma​​ 

con lentitud acogedora

con beso en el hombro

y en el cuello

con tu nombre

sin prisa.

 

 

José Antonio Pérez-Robleda es educador, poeta, filósofo. Obtuvo el Accésit del premio Adonais (2014) con el libro​​ Mitología íntima​​ (Rialp 2015). Es también autor del álbum ilustrado​​ Malintzin, la mujer palabra​​ (ladue - edelvives 2023). Actualmente es fundador de​​ Nada dos veces, el podcast de poesía​​ (http://www.nadadosveces.com).

 

 

 

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