Si el poema no te deja temblando no es un buen poema

Sol Pozzi-Escot ha entrevistado al poeta peruano Miguel Ángel Zapata con motivo de la aparición de su nuevo libro El florero amenaza con hablar (Máquina Purísima, 2024). Además de leer esta conversación, nos acercamos a algunos poemas del volumen.

 

 

 

 

 

 

Miguel Ángel Zapata​​ (Piura, 1955) es​​ poeta y ensayista peruano, reconocido como una de las​​ voces más potentes de la poesía hispanoamericana actual. Ejerce de catedrático de literatura latinoamericana en Hofstra University, Nueva York. ​​ Ha publicado recientemente:​​ El florero amenaza con hablar​​ (Máquina Purísima, 2024),​​ Usted no sabe cuánto pesa un corazón solitario. Ensayos sobre poesía​​ (Lima: Universidad Ricardo Palma, 2023),​​ La iguana de Casandra. Poesía selecta​​ (Fondo de Cultura Económica, 2021),​​ Cancha de arcilla. Poemas en prosa​​ (Fundación Miguel Hernández 2020- Summa 2021),​​ Un árbol cruza la ciudad​​ (Máquina Purísima, 2019),​​ Ya a venir el día. César Vallejo. Poesía selecta​​ (Málaga: Poéticas Ediciones, 2021), entre otros. Es Premio Latino de Literatura 2011 y Premio Nacional Enrique Anderson Imbert 2023, otorgado por la Academia Norteamericana de la Lengua Española). Es director fundador de Códice- Revista de Poesía (Lima-Nueva York).

 

José Emilio Pacheco ha escrito sobre su poesía:​​ “Gran privilegio, inmensa responsabilidad, perpetuo estímulo y carga pesadísima nacer dentro de una poesía tan admirable y vasta como la poesía peruana de ayer y hoy. Miguel Ángel Zapata asume con plena conciencia este desafío. Sus poemas vibran y arden en el recinto sagrado, enlazan nuestros siglos y unen milenios de poesía. Zapata anuncia lo que está por venir en nuestra lírica”.

 

 

 

 

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SI EL POEMA NO TE DEJA TEMBLANDO NO ES UN BUEN POEMA

 

El poema, en su esencia, es un enigma que trasciende lo evidente. Es la manifestación de la subjetividad humana que, al ser moldeada por la palabra, se eleva a un ideal universal. ¿Qué impulsa a un poeta en el acto de la creación? ¿De qué manera un poema, más allá de ser un mero reflejo de realidades y visiones, es capaz de dar vida a universos propios? Para explorar estas preguntas, conversamos con el reconocido poeta Miguel Ángel Zapata, con motivo del lanzamiento de su más reciente obra,​​ El Florero Amenaza con Hablar.

 

 

 

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Sol Pozzi-Escot

¿El poema nace de la pura subjetividad del poeta o es que el poeta lo encuentra, como quien haya un ideal hecho palabra, cuando se embarca en la creación?

Miguel Ángel Zapata

El poeta busca la palabra sin buscarla. Lo subjetivo y objetivo se atraen, no pueden vivir alejados, menos en la poesía. No podemos quedarnos suspendidos en el aire, hay que bajar y volver a subir. Alguna vez soñé que caminaba sobre la nieve, y que mis pisadas fueron una señal en mi escritura. Y un día finalmente al caminar sobre la nieve, sentía que mis pisadas eran palabras que se hundían en el​​ frío y las desconocía: así es la poesía, la huella indeleble en la nieve, y el silencio que viene después para borrarnos.

 

Sol Pozzi-Escot

En​​ El Florero Amenaza Con Hablar​​ encontramos una poética transparente, pero también conmovedora. ¿La poesía refleja la vida o la sublima?

Miguel Ángel Zapata

Si el poema no te deja temblando no es un buen poema. La poesía, como las otras artes, es un reflejo de la vida con todos sus dolores y alegrías. La poesía exalta la vida, para destilarla en su esencia. Entonces, de nada vale hacer malabarismos en el poema, sino más bien hay que hallarle un significado pleno. Sin esto, lo lírico se vuelve algo banal, hueco, y vacío. La poesía busca lo inexpresable, y marca el paso del corazón sin lágrimas abrumadoras o quejas sociales. El lenguaje transparente es siempre engañoso, como el fango de un precioso arroyo, como los huecos profundos de las nevadas. La nieve prístina es engañosa como también el mar aparentemente azul. Así, hay poemas que parecen complejos, pero se quedan solo suspendidos como las olas gigantes del mar, sin tocar jamás su arena movediza.​​ 

 

Sol Pozzi-Escot

¿Cómo viajar entre el mundo de la poesía y el mundo cotidiano, banal, del día a día, sin perderse en el camino?

Miguel Ángel Zapata

La poesía saca provecho del fragmento banal de la vida cotidiana, empezando por domesticar estos elementos en poesía. Cada día no hay que escribir un poema sino leer cien poemas. Parafraseando a Arvo Pärt, diría que el poeta es un instrumento musical, y debe encontrar la nota precisa para el canto. Lo que es para la música también es para la poesía: buscar nuestra plena liberación y vuelo. ​​ 

 

Sol Pozzi-Escot

En​​ Florero​​ hay muchas referencias musicales. Más allá de las obvias similitudes entre la poesía y la música -ritmo, antes que nada- ¿cómo funciona la complementación de estas dos artes?

Miguel Ángel Zapata

La poesía está ligada a la música de manera natural. Respiramos, caminamos, y escribimos con un ritmo en particular. El ritmo de Bach es distinto al de Elgar, y el de Vivaldi no concuerda con el de Benjamin Britten. Yo escribo porque la música se ha apoderado de mí, como Paul Kell estuvo poseído por la pintura. Ya no se puede pedir más. Vivir poseído por la poesía es algo sustancial e inevitable como el desayuno o la noche. Escucho “Für Alina” de Arvo Pärt y salen palabras que vienen de lo cardíaco, de ese sonido dulce y potente del corazón. ​​ Los objetos me hablan por instinto, el florero, las flores, los libros. La música posee espacios como en la poesía, mientras más espacio mejor para el oído y el corazón. Estamos hechos de música. Mi poética está ​​ esencialmente marcada por la música. Sin la música (de todo tipo, pero sobre todo la clásica) no hubiese podido escribir una letra. Por eso, la música de Arvo Pärt en mi libro​​ El florero amenaza con hablar​​ está latiendo de principio a fin. La música de Arvo entra por la retina del poema, lo canta y lo celebra como la vida debe celebrarse. Ahí también Benjamin Britten, Lanzetti, Shostakóvich, Larry Harlow, y el​​ Cajón, el cual toco con esmero desde adolescente.​​ 

 

Sol Pozzi-Escot

En su obra poética -no solamente en​​ Florero​​ sino también en su antología​​ La Iguana de Casandra, hace muchas referencias “al poema”. ¿Se trata de materializar uno de los conceptos más misteriosos de la existencia, la poesía?

Miguel Ángel Zapata

El poema es mi mejor amigo. Hay que hablar del poema como como se habla del bosque o de la ciudad. Siento que tengo que escribir sobre este ejercicio porque​​ mi amistad con él es fiel y se alimenta de bondades y frustraciones. El poema vive cada día, y se alejará si uno le entra con demasiada teoría, tratando de explicar lo inexplicable, como tampoco se puede explicar lo inefable. Uno prepara el ambiente (los instrumentos, los libros, las vivencias, el dolor) y sin pretenderlo te visitan en tu morada los poemas. Así como en Paul Celan o César Vallejo.​​ 

 

Sol Pozzi-Escot

Si la poesía es ideal, si la poesía es un supramundo, ¿cómo es que pasa al papel? ¿Cómo es que la palabra traduce lo indecible?​​ 

Miguel Ángel Zapata

La poesía es una región superior, y como tal desciende hacia los pobrecitos poetas que tratamos de inscribir en un papel nuestro descontento de no poder escribir un poema. Escribir un poema es no poder escribir un poema. Hay que celebrar la tristeza que produce el no poder culminar un poema. Cada caída, al tratar de traducir lo indecible, es una celebración de la próxima caída y elevación. Al mismo tiempo, lo lírico (ese monstruo dulce) nos permite entrar en la aventura de explorar nuevamente el papel, y destruirlo, tacharlo, mancharlo lleno de lágrimas de gozo, sentir que el lenguaje no nos ha vencido ni con la muerte. Hace casi tres años murió mi hija mayor: para mí escribir un poema sobre su ​​ muerte era traducir lo indecible. Al final, escribí un poema a su memoria, a su corazón mío, y este libro está dedicado a ella, a Analí.​​ 

 

Sol Pozzi-Escot

¿La poesía no se rebaja al depender del lenguaje humano?

Miguel Ángel Zapata

Se rebajaría si se utilizara como una máquina de experimentos científicos sin corazón. ​​ El poema, como una esfera superior, depende del lenguaje humano, pero sobre todo, de su espíritu y de su alma. Estoy por la poesía espiritual cercana a la vida y a la naturaleza, y no a teorías vacías sobre estos procesos. Ante tal​​ elevación los poetas no estamos a la altura de aquellas esferas superiores, a las cuales solo tentamos acercarnos como pobres aprendices. ​​ 

 

Sol Pozzi-Escot

¿Cómo construir sentido poético en verso y cómo en prosa?

Miguel Ángel Zapata

El verso es más escueto y comprimido, y aun cuando requiere de precisión y destreza, tiene también sus limitaciones. El poema en prosa es más amplio y tiene la ventaja de poder incluir sendas imágenes consecutivas sin fin. El corte versal, claro, es necesario y está presente, pero te permite ser libre como quería Baudelaire. Tanto en “Versa”​​ y en “Prorsa”​​ (como las llamaba Gonzalo Rojas) se construye el sentido poético porque el lirismo constituye en sí mismo aventura o evento, como bien señala el poeta francés Jean-Michel Maulpoix.​​ 

 

Sol Pozzi-Escot

En​​ Florero​​ encontramos muchas referencias a la naturaleza. ¿Cuál es la naturaleza de la poesía de MAZ?

Miguel Ángel Zapata

Es cierto. Hay muchas referencias a la naturaleza. Y en mis caminatas diarias en el lugar donde esté descubro cosas íntimas de la llamada naturaleza: un árbol, un geranio dormido, el cielo cayéndose sobre las casas y los edificios, o el hedor de las calles, o la inmensidad curiosa del mar. No diría que es un homenaje a la naturaleza, sino una conexión con mi ser. Al caminar por ciudades o bosques, dependiendo donde me encuentre caminando, descubro cosas verdaderamente increíbles que las transfiero a mis poemas.

 

Sol Pozzi-Escot

¿Cree usted en el genio? ¿Cree usted en la inspiración?

Miguel Ángel Zapata

Si el poeta descubre y escribe algo verdaderamente admirable, definitivamente tiene genio. Los que tienen una mente demasiado poderosa tal vez sean genios, pero a la hora de querer escribir un poema que te haga latir el corazón sin parar, fracasan. ​​ Ahora bien, la inspiración puede venir del cielo o del infierno, pero todos los seres humanos pueden estar inspirados pero jamás escribirán un poema. Hay que leer a los grandes poetas de todo el planeta, esos faros nos darán también motivación, e inspiración. La inspiración no viene así no más porque somos “genios”, sino que es producto de un arduo proceso de pulimento y corrección. El poema nunca se acaba: seguimos tocando y haciendo crujir a las palabras.

 

Long Island, Septiembre 2, 2024

 

 

 

 

 

 

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Selección de poemas

El florero amenaza con hablar​​ 

(Máquina Purísima, 2024)

 

 

 

 

 

Lamentate

 

Arvo toma la sala nuevamente.

 

El florero desmiente a la orquídea.

 

Rembrandt no era tan oscuro ni Góngora

un muchacho complicado.

 

La fragilidad de una palabra llega

a ser emblema de un dolor que no

reconoce la inteligencia artificial.

 

Arvo toma la azotea y el sótano Vallejo.

 

El lamento es por las penas de los vivos​​ 

reclama el piano.​​ 

Somos un arco que se estira

ante la desesperación de los otros.

 

Ya suenan las campanas en

memoria de Benjamin Britten.

 

 

 

 

 

 

 

In memoria Benjamin Britten

 

Todas las flores en el patio

son las mismas flores de la sala.

 

Los instrumentos del florero

advierten cierta disonancia

con los pájaros.

 

Escribimos el poema en alabanza

de Arvo Pärt.

El poema, una toalla para limpiar

lágrimas de tristeza.

 

También una espina para los ojos.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

Visitas

 

No se aceptan visitas

a no ser que traigan una gota

de ajenjo puro o una manija​​ 

para abrir el poema de corazón​​ 

oscuro.

 

Que venga solo Françoise Villon

con más vino y pan caliente.

Que se acerque con su corazón pálido

y su capa de seda rodeado de un ángel

con diadema de estrellas.

 

Ahora errado de tantas sílabas​​ 

recurro a la botella vacía del poema.

 

Que nadie la escurra gota a gota

cuando el amor crece ante la horda​​ 

purificadora del cielo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Egon Schiele

 

Yo solo quería saborear aguas oscuras,​​ 

pintar árboles crepitantes y vientos salvajes.​​ 

Irracional el pincel forcejeaba con la miseria

y la soledad. Me llevaba a paraísos prohibidos

por la moral de un cortejo de sabios ignorantes.​​ 

 

Buscaba ese ovillo opaco del gemido truncado.​​ 

No quise morir sin antes tocar tu rosa bermellón,​​ 

aquella flor olorosa entre las piernas.​​ 

 

Pinté cuatro árboles y un girasol marchito,​​ 

y el oro del sol tocó mi corazón de lobo.

Explotaban mis ojos por el ángel de la dulzura,

la razón insana ardía bajo mis párpados,​​ 

una nube roja sombreaba todos los cuerpos.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

Monólogo de Carlos Oquendo de Amat en Nueva York

 

Salí del cementerio de Navacerrada para caminar por la vieja villa y ver el Parque Central como me lo había imaginado en 1925, cuando aún no salían mis 5 metros de poemas. Había soñado que caminaba por Amberes, pero Nueva York tenía un sitio especial en mi corazón. Una noche la soñé con mi madre, y extasiado miraba como volaban palomas​​ blancas desde sus manos, y mis palabras huían por los siete mares en busca de su canto.​​ 

El cielo es todavía el mismo a pesar de los hachazos del tiempo.​​ 

 

Ahora me he dado cuenta de que los poetas no vienen de la tecla U. de la Underwood sino de la A. de la Apple. Caminamos por la Gran Manzana sin pensarlo, y cuando la miro veo que todo no era exactamente como la quería ver: una ciudad toda vestida de verde y repleta de avisos luminosos, llena de palabras oblicuas cayéndose de todos los ascensores. Quiero escribir cinco metros de poemas en el Parque Central. Solo cinco metros que lleguen a los cielos y a los puentes que atan estas ciudades sin nombre, por estos rascacielos que son los redoblantes de mis poemas en Yanquilandia Street.​​ 

Sé que las bombas del enemigo volaron mi tumba en el cementerio de Navacerrada. Casi no me siento, soy tallo leve, floto en una isla que escribe mi nombre en los anuncios de Times Square. Porque mis ojos eran niños prendí una fogata para recordar a mi madre. Escribí de pronto: “Tu nombre viene lento como las músicas humildes”. Sigo pensando así, no cambiaría ni una sola sílaba. No me rehago como Borges. Tú me comprendes porque me dijiste que tu madre era la​​ rosa más bella de tu jardín. Ahí coincidimos, y el tiempo es solo una flor que viene cuando la llamamos.​​ 

 

Y ahora camino por estas calles repletas de miradas, siento los perfumes de las diosas que salen a correr por los parques. Le diré a la primera mujer que se pare en un semáforo: “Mujer/ mapa de música/claro de rio/fiesta de fruta”. Es que sus voces cantan en todas las ramas de la mañana y no puedo evitar ver a mis aldeanitas de campo y de flores acá entre el pavimento y el cielo gris. Los edificios no me dejan ver el campo, son el impedimento de la mirada, el vacío de lo que se desea ver.​​ 

 

¡Qué feliz se sentiría mi amigo Manuel Beingolea si me viera caminando por estas calles contigo, y te confieso que ustedes se llevarían bien! ​​ Podríamos hasta salir una noche juntos también con Adalberto Varallanos y Xavier Abril para perdernos en las noches de Manhattan. Nueva York es una ciudad lírica y surrealista.​​ 

 

No puedo olvidar el bombardeo a mi cementerio, y una y otra vez tuve miedo de la oscuridad porque mis ojos seguían siendo niños y tenían un sol clavado en mi mejilla izquierda. Nadie me cree que nunca me olvidé del cielo limpio de Puno y de aquel lago inmenso y más azul cuando mi voz era una rama de la mañana. ​​ 

 

No veo la hora de dialogar con los vientos de tu patio, aquella música de los pinos y los pájaros comiendo de tu mano, porque ahí el viento mueve las velas como flores.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

Selfi con Allen Ginsberg

 

Allen leía sus poemas en voz alta una noche de frío y nieve en Saint Louis. Los banyos sonaban al otro lado del Misisipi. Allen tenía barba y poco cabello, gafas ahumadas y una voz adyacente al parnaso de los locos.

 

Leyó sus aullidos y los cortesanos lo aplaudieron como un rey de California.​​ 

Mientras en el estrado su voz de ángel repetía Santa la madre mía en el manicomio, santo Nueva York y San Francisco.​​ 

 

Allen había visitado el Perú, exaltado recitaba unos versos de Carlos Oquendo de Amat. Soñaba con volver a Nazca y saborear la Lima nueva en el crepúsculo.​​ 

 

Nos tomamos una selfi desde las arenas de Pachacamac.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

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