El primer surrealismo: fotografía de grupo

Leemos un montaje preparado y traducido por Alí Calderón que funciona como fotografía de grupo de los surrealistas en el tiempo que va del magisterio de Apollinaire a la publicación del Manifiesto el 15 de octubre de 1924.

 

 

 

 

 

Apuntes para una biografía intelectual del primer surrealismo

 

 

Nerval era apreciado por los escritores pero estaba ausente de las historias literarias oficiales. Flâneur eterno, gran amante de los mejores restaurantes, de las librerías, de las bibliotecas, de rondas y de canciones, tenía una de las conversaciones más extrañas,​​ además​​ de una sabiduría singular que no remitía a la erudición sino a una “imaginación ardiente”​​ sembrada​​ de rarezas históricas y literarias. Como él, Apollinaire era un hijo del arte y de la fantasía, un poeta de fuego, un poeta órfico que ejercía un culto fervoroso a la memoria.​​ Ese espacio que Nerval​​ identificaba como​​ “supernaturalista”​​ y​​ que Apollinaire llamó en 1917 “surrealista” y cuyo espíritu André Breton reivindicó en su manifiesto de 1924.

[Laurence Campa]

 

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[Diciembre de 1915] Los quehaceres de mantenimiento a las trincheras se realizan bajo una lluvia intensa y en relativa calma: diariamente se pierden tres o cuatro hombres, muertos o heridos por balas perdidas. Apollinaire aprovecha para responderle a un admirador desconocido que le había enviado un poema, “Diciembre”. Era André Breton, un estudiante de medicina de diecinueve años, interno en el Hospital Beneficencia de Nantes. Royère había animado al muchacho a escribirle desde que supo de la gran admiración que tenía por el autor del “El músico de Saint-Merry”. “Hay un talento notable en su​​ poema”,​​ le respondió​​ Apollinaire. “Su personalidad, que ya asoma en los versos, no puede sino crecer”. ​​ 

[Laurence Campa]

 

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[Apollinaire. 9 de mayo] …es esta lesión expansiva que le oprime el cerebro y le acarrea problemas y que la trepanación inmediata le habría permitido solventar. La mañana siguiente, Apollinaire recibe la visita de André Breton, de licencia en París, que le había rogado ser recibido como un joven escritor de provincia. Descubre a un muchacho de veinte años cuyos rasgos juveniles suavizan la mirada​​ orgullosa​​ y​​ el​​ perfil decidido. Su visitante lo encuentra débil, inquieto, y presa de una gran​​ congoja​​ al momento de reconfortarlo. Breton se retira preocupado y guarda de aquel lugar un recuerdo extraño,​​ como​​ con una atmósfera semejante a la “Zona”.

[…]

Apollinaire lo había convidado a venir desde las 9 de la mañana, no solamente porque contaba con poderlo recibir sino, sobre todo, porque Breton era médico.

[Laurence Campa]

 

 

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En el Café de Flore se celebraban semanalmente los rituales de la amistad. Una tarde de julio, Apollinaire da la bienvenida a Soupault felicitándolo acaloradamente por​​ Aquarium, que considera un libro “importante y característico” de la nueva generación. Algo tímido​​ y muy impresionado, el​​ muchacho no estaba sentado lejos de él pero al fondo de la mesa. De pronto apareció otro​​ joven​​ uniformado con las insignias del servicio de salud. “Este es André Breton”, dijo Apollinaire, antes de decir, con el tono profético que ya había adoptado en aquellos días: “ustedes tienen que hacerse amigos”. Un rato después, aburridos por la conversación general, los dos jóvenes se piraron juntos​​ de ahí.​​ 

[Laurence Campa]

 

 

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[Breton y Aragón] Médicos, se habían reencontrado a finales de septiembre de 1917 en Val-de-Grâce. Aragon acababa​​ de ser aceptado como interno mientras que Breton, incorporado tres meses más tarde, comenzaba su formación como auxiliar. “Habíamos sido presentados, me parece, hace ya algún tiempo en la Calle de El Odéon, en casa de la señorita Monnier. “Tú leías un número de las​​ Soirées de París”, recordaba Aragon. Era​​ exacto. Desde entonces fueron inseparables. Sentían uno por el otro esta amistad de intensa fusión que solo se experimenta a los veinte años y que une el corazón con el espíritu. Admiraban a los mismos escritores: Rimbaud, Jarry, Valéry, Royère, Apollinaire, Derain, Marie Laurencin… y Lautréamont, que el azar había puesto en su camino porque su obra les estaba destinada. Soupault le había hablado de él a Breton después de haber conseguido un ejemplar de los​​ Cantos de Maldoror​​ a finales de junio de 1917 en una librería del boulevard Raspail. Aragon ya había leído el “Canto primero”, desde 1914, en un número de​​ Vers et Prose. Él y Breton compraron inmediatamente todos los ejemplares vendidos por Adrienne Monnier. Louis y André leyeron​​ el libro​​ con fervor durante sus noches de​​ guardia mientras las sirenas de las ambulancias aullaban bajo el vuelo de los bombarderos alemanes.​​ 

[Laurence Campa]

 

 

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[Tras la lectura de​​ Calligrammes, Aragon le dice a Breton] “Hace falta matar a los contemporáneos”. Y le aconseja a Breton: prefería verte volver a la mitología griega que verte sacrificado ante la mitología apollinariana. ¿Qué va a dejarnos ese estilo?

[Laurence Campa]

 

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[1917. Breton busca un estilo y​​ se​​ lo​​ explica a Aragon]​​ 

“Todos los medios de expresión son buenos. Confusiones: de plan, de tiempo, de tono (…) Mil otros pecados adorables contra el idioma (tú vas de uno a otro) la palabra débil usada​​ a​​ causa del desánimo,​​ palabra bella como Lautréamont, faltas de ortografía como en las cartas de amor, rimas​​ normalmente​​ pobres si es que usas continuamente la rima,​​ o​​ los indefinidos (…)​​ Finalmente los blancos como la vida de Rimbaud después de 1875…”

[André Breton]

 

 

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Breton estaba muy​​ preocupado​​ porque a Valéry no le había gustado su poema “Trece estudios”, coescrito con Aragon, y aparecido en​​ SIC​​ el mayo anterior. Estaba hecho a partir de asociaciones de imágenes e ideas, con libertad del verso y de la sintaxis. Literalmente era confuso para un espíritu herido por las transparentes profundidades de la lengua francesa. Pero Apollinaire tranquilizó a Breton: “Valéry tiene el tipo de cabeza que no entiende que la gracia de hoy es totalmente diferente a aquella a la que tanto se habían acostumbrado los maestros de su tiempo”.

[Laurence Campa]

 

 

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La guerra había llegado a su fin. El clima estaba soleado pero los corazones estaban sombríos. “Por la puerta de la victoria y de la paz, nosotros entramos a la noche”, dijo A. Billy. “Ante el sol, un velo de sombra”, gime Gaston Picard, “¡Apollinaire! ¡Apollinaire! La victoria no está completa si tú no estás”. Dice Reverdy: “Está oscuro / se mezcla el sol con la tierra. Breton se siente profundamente desamparado: “Apollinaire acaba de morir”, le escribe a Aragon. Breton estaba atónito: el crepúsculo caía sobre su vida y sobre su poesía.

[Laurence Campa]

 

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Breton hace parte del cortejo fúnebre que conduce los restos mortales de Apollinaire al Père Lachaise el 13 de noviembre. Incapaz de articular palabra,​​ observa a los hermanos enemigos reconciliarse por la circunstancia. Picasso refunfuña para no llorar, Max Jacob​​ de plano​​ llora​​ y​​ Jacquelibe Apollinaire se apoya en su brazo. Se vislumbran números especiales de revistas. Jacqueline les entrega el tintero del difunto. Breton pasa la tarde con Reverdy, el más conmovido de todos.

[Henri Béhar]

 

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Es entonces​​ que​​ Breton entra en contacto con Tristan Tzara, que está en Zurich. El​​ Manifiesto dada 1918​​ le parece prodigioso. Había tenido acceso en casa de Apollinaire al​​ Cabaret Voltaire​​ y a las primeras entregas de la revista​​ Dada. Los poemas de Tzara publicados en​​ SIC​​ y en​​ Nord-Sud​​ apenas le gustaban. Pero su entusiasmo se dispara cuando lee: “Orden = desorden; yo = no yo; afirmación = ​​ negación : rayos supremos de un arte absoluto” o esto: “Cada página debe estallar,​​ ya sea​​ por la seriedad profunda y sorda​​ o​​ por el torbellino,​​ por​​ el vértigo,​​ por​​ lo nuevo,​​ por​​ lo eterno,​​ por el chiste arrasador o por el entusiasmo de los príncipes o por el modo de estar impreso”.​​ Pero sobre todo​​ se emociona​​ cuando lee lo siguiente: “que cada hombre grite: hay un gran trabajo destructivo y negativo por hacer. Barrer, limpiar […] Libertad :​​ dada dada dada, alaridos crispados de dolor, unidad de los contrarios y de todas las contradicciones, las grotescas y las inconsecuentes:​​ la vida”. Por la imagen que da de sí en su Manifiesto, desbordante de vitalidad, Tzara es apto para tomar el lugar del hermano desaparecido…

[Henri Béhar]

 

 

 

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Desmovilizado en junio, Aragon llega a Paris. Una mañana, en el Café La Source, en el boulevard Saint Michel, Breton le lee, con precaución extrema, un manuscrito que ha redactado con Soupault: “Prisioneros de gotas de agua, somos apenas animales perpetuos…” (…) En noviembre de 1918, Breton, efectivamente, le había platicado sobre un cuento con el título de​​ l’Homme coupé en deux. Es justo en esta fecha que él habría comenzado a prestar atención a ciertas frases percibidas al momento de irse a dormir, acompañadas de una débil representación visual: un hombre inclinado sobre una ventana de guillotina (…) Las palabras que jamás había soñado poner juntas en plena lucidez suscitaban imágenes totalmente gratuitas y de bella factura. ¿De dónde emergían esas imágenes? ¿De qué profundidad del subconsciente? Familiarizado con el método freudiano de asociación de ideas más que con el análisis de los sueños, Breton piensa reproducir, en un estado de atención flotante, esas frases que podrían ser tenidas por hipnagógicas. ¿No había allí un material de calidad poética susceptible de integrarse a sus búsquedas y de aportar al debate sobre el origen de la imagen que lo había alejado de Reverdy?​​ 

[Henri Béhar]

 

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Saupault se refiere al método de escritura automática descrito​​ por el psiquiatra Pierre Janet en​​ l’Automatisme psychologique, aunque utilizado con fines totalmente diferentes. Bastaría con​​ manumitirse​​ de todas las convenciones de uso para lograr una liberación de espíritu sin precedente (…) Sean cual sean sus​​ virtudes, la escritura automática habrá tenido al menos el mérito provocar la risa salvaje…​​ 

[Henri Béhar]

 

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[1919]

A su regreso a París, Breton inicia una relación tormentosa con una muchacha que había visto de lejos, con Aragon, durante la primavera. Ella vivía en la Rue Soufflot, muy cerca del hotel des Grands Hommes y había comenzado a seguirla, en su paso elegante, antes de decidirse a abordarla. Georgina Dubreuil fue la causa de sus visitas a París, de incógnito, antes de su desmovilización oficial el 20 de septiembre. [Breton la recuerda en una carta del 18 de febrero de 1855]. “Nosotros nos separamos hace ya tanto tiempo en los peores términos, en medio de una crisis de celos totalmente injustificada de su parte”. Georgina tenía ciertos dones adivinatorios: le predijo que haría un matrimonio burgués, cosa que lo hizo reír, y le anunciaba, a través de un dibujo automático, que él la volvería loca… Celosa, ardiente y posesiva, Georgina le pone fin a sus encuentros y al cabo de seis meses vuelve​​ a la habitación de hotel de Breton y la vacía. Inspirada por​​ la farsa​​ de dada, no deja sino un montoncito de cenizas tras su paso. De los libros dedicados por Apollinaire, de los dibujos de Jacques Vaché que Breton idolatraba, de dos Derain, tres Marie de Laurencin, un Modigliani, de los recuerdos, de las fotografías, de la correspondencia, no quedó nada…

[Henri Béhar]

 

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[Simone Kahn conoce a Breton en 1919 y se casa con él en 1921]

Simone Kahn evoca su primer encuentro con Breton: “Estaba soleado en el Jardín de Luxemburgo cuando les di entrada a los tres amigos. Breton era un muchacho un poco desgarbado y flaco, que tenía, a pesar de su pobreza, una cierta elegancia. Ya tenía ese aspecto leonino que es parte de su leyenda. ´Yo no soy dadaísta´, le dije de entrada, justo después de las presentaciones. Yo tampoco lo soy más, me respondió, y sonrió de ese modo tan suyo cuando lanza disposiciones doctrinales. Y después la conversación tomó el rumbo de los temas que nos importaban…”.​​ 

[Henri Béhar]

 

 

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[1920] A mediados de diciembre, Breton comienza a llevar un diario en el que anota de modo intermitente,​​ hasta julio, sus conversaciones con Soupault, Drieu, Eluard, el pintor Jacques-Émile Blanche y su secretario, Jacques Rigaut. Siempre para sí, Breton consigna un sueño sobre ciertos espectáculos insólitos en París: una loca bajo el cartel del metro Notre-Dame-des-Champs, dos misioneros injuriados por un obrero. En esos escritos, en estado bruto, se está gestando una nueva literatura en contacto directo con lo vivido cotidiano, con la vigilia como sueño.​​ 

[Henri Béhar]

 

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Breton siente necesidad de la solidaridad de un grupo. Insiste en que dada se organice, prepare un programa, tome decisiones por voto. Las consignas recientes de Tzara le parecen determinantes para caracterizar al movimiento, al menos durante ese año: 1) dada es la dictadura del espíritu. 2) dada no es moderno. En sentido contrario, la actitud de Marinetti, que encarna la fe en el futuro mecánico, y el entusiasmo del mundo moderno, le disgusta profundamente. Esa es la razón por la que Breton, convencido, participa en el sabotaje de su conferencia en el teatro de l’Œuvre, el 15 de enero de 1921. Dada intentaba aplicar su programa y diferenciarse del futurismo con el cual el público lo confundía. “Dada se revela contra todo” proclama una hoja volante firmada por los miembros del movimiento de todos los países. Dada es tontería pura que no es ni artística ni moderna.

[Henri Béhar]

 

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A principios de 1921, Simone y André Breton se mudaron al 42 rue Fontaine, cerca de la Place Blanche,​​ en un barrio popular y noctámbulo. A media cuesta de Montmartre, sus cafés son frecuentados por una fauna que está siempre en entredicho (muchachitas, proxenetas, traficantes, bailarinas, músicos, hijos de bohemios), muy diferente de los artistas y literatos de Montparnasse o de Saint-Germain des Près. El sol eléctrico no se eclipsa nunca detrás del Moulin​​ Rouge o de los cabarets vecinos como el Zelli’s, tan​​ importante​​ para​​ Eluard (…)  Desde hace un año participa en las actividades de dada y contribuye a su renovación. Breton está preocupado, como en 1917,​​ por​​ ponerle nombre a los contenidos del espíritu nuevo. “La cuestión es primero saber si la apelación corresponde a una realidad, eso que no deja lugar a dudas”. Desea integrar en el nombre los​​ datos del saber contemporáneo, buscar el factor dominante de la época, analizar la noción, estimar su valor productivo. 

[Henri Béhar]

 

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Consciente  de retomar la vieja querella de la tradición y la invención, como habría dicho Apollinaire, y para fijar ideas, plantea dos preguntas: ¿existe todavía el espíritu moderno? Y, entre los objetos que se llaman modernos, ¿un sombrero de copa alta es más o menos moderno que una locomotora? Humor o provocación, la fórmula tendrá un gran éxito. A partir de ese momento es que Breton pasa a un nivel superior.

[Henri Béhar]

 

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Una tarde en que estaban los cuatro o cinco reunidos en el atelier de André Breton, se conversó sobre el estado de espíritu que debía, en su conjunto, sustituir a dada. Aragon apunta, en​​ Le Libertinage, que les gustó​​ llamar a​​ ese espíritu “movimiento difuso”, “expresión ilusoria y para mí maravillosa”, dice, sin duda en referencia más a la moda femenina de vestidos largos sin formas​​ definidas​​ que a la pintura. La palabra caracteriza muy bien la indecisión en la que se encuentra sumergido Breton, esos dos años entre la ruptura con Tzara y la creación de un grupo organizado: el surrealismo.

[Henri Béhar]

 

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“Un nuevo espíritu​​ se prepara”, le escribe Breton a Doucet, “¿de qué estará hecho?”

[Henri Béhar]

 

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En la época en que escribió el Manifiesto del Surrealismo, Breton parecía inmune a la tentación marxista.

[Claude​​ Mauriac]

 

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Breton cree en la existencia de un sueño profético y asegura categóricamente que Freud se equivoca al afirmar que el sueño no puede vincularse con el futuro inmediato.​​ Breton cree en la transmisión del pensamiento y también en los mensajes comunicados por los médiums.

[Claude​​ Mauriac]

 

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Durante una licencia, en el verano, una muchachita histérica, seducida por su tipo de normando,​​ se acercó​​ a Crevel​​ y lo​​ introdujo​​ en un grupo de adeptos a los sueños provocados. Una tal Madame Dante le ha enseñado a formar la cadena con la yema de los dedos con los invitados, en círculo, alrededor de la mesa. “Esta noche habrá encarnaciones”, le dijo la muchacha. Él no creyó demasiado pero la experiencia le parecía lo suficientemente interesante como​​ para ser repetida. Breton, justamente, en compañía de Desnos, acababa de desenmascarar a dos magnetizadores en una sesión pública. Rechazaban el punto de vista espiritista sobre la reencarnación de las almas; eran​​ escépticos​​ respecto​​ a la ola metafísica que ese año arrasaba​​ no solo los laboratorios de la Sorbona sino aún los periódicos de mayor circulación​​ en Francia.​​ Sin embargo,​​ estaba tentado a ver de cerca qué​​ es lo que​​ sucedía. Breton organiza​​ una primera sesión el 25 de septiembre con Morise, Desnos, Man Ray y la bella Kiki. Crevel​​ da indicaciones​​ que todos respetan escrupulosamente. Se hace la oscuridad en la pieza. El primero en dormirse, gimiendo y lanzando suspiros,​​ es​​ el propio​​ Crevel. Se pone a hablar en un tono declamatorio. Cuenta la historia de una mujer acusada de haber ahogado a un hombre que se lo ha pedido. Kiki se sale aterrorizada. Crevel dice enfático: “el que se va es porque tiene algo que puede​​ ser reprochado”. Continúa. Al cabo de un cuarto de hora, con la cabeza sobre la mesa, Desnos se queda dormido. Sale de la cadena de manos, araña la mesa, retoma la cadena y se despierta persuadido de no haber sucumbido fingiendo espiar a Morise con el rabillo del ojo. Crevel, habiendo explicado que los gestos de Desnos testimonian el deseo de escribir,​​ le​​ suministrará​​ papel y lápiz en la próxima sesión.​​ Al día siguiente,​​ ya en sesión,​​ Breton pone la mano sobre la mano de Desnos, que duerme, y le pregunta:

“P. –Desnos, Breton es quien está ahí. Di qué ves para él.

R. –El ecuador (dibuja un círculo y un diámetro horizontal”).

P. –¿Es un viaje que Breton debe hacer?

R. –Sí.

P. –¿Será un viaje de negocios?

R. (Hace no con la mano. Escribe): Nazimova.

P. –¿Lo acompañará su mujer en ese viaje?

R. – ???

P. – ¿Encontrará a Nazimova?

R. – No (Subrayado).

P. – ¿Estará con Nazimova?

R. – ?

P. – ¿Qué es lo que sabes de Breton? Habla.

R. – La barcaza y la nieve –hay también una bella torre de telegrafía–, sobre la torre hay un joven (ilegible)”.

El lector que conoce el triste destino de Nadja está tentado a asimilar esos dos nombres rusos, aun cuando Nazimova era una célebre actriz de la época, a una suerte de profecía, confirmada por el intercambio, siempre bajo la hipnosis, con Simone, a quien Desnos anuncia que vivirá mucho más que él.

Imaginemos un instante el estupor de aquellos jóvenes agnósticos ante un fenómeno que no pensaban que eran capaces de suscitar. ¡Hablar como se sueña! Liberar el flujo que, en cada​​ cual, no pide sino​​ ser​​ expresado.​​ Y ahí está la solución buscada:​​ la negación de la literatura por la vida.

[Henri Béhar]

 

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En marzo [1924], luego que apareció​​ les Pas perdus, la librería Gallimard del boulevard Raspail le dedicó​​ a Breton​​ toda una vitrina: libros, manuscritos, fotos. La reunión de sus textos críticos y teóricos fue muy bien recibida por la prensa, con la excepción notable de Crevel, que le reprocha estar haciendo literatura con la vida, estar dando su cobre por oro. Para todos los demás,​​ ha logrado desprenderse​​ al fin​​ del grupo dada, en el cual se le ubicaba indistintamente y toma ya el lugar de portavoz de la nueva generación. De ahora en adelante,​​ Breton será reconocido por sus pares,​​ está​​ consagrado por la NRF bajo la autoridad de Gallimard.

[Henri Béhar]

 

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Simone está en casa de su prima en Strasbourg. Desempoeado, Desnos viene cada día a echar la tarde en el atelier de​​ André​​ Breton. Sobre sus cuadernos escolares escriben tan rápidamente como les es posible bajo el dictado de “la voz que se oculta justo después de haber hablado y que se calla y que abusa”. Voz tan caprichosa que hace falta solicitarle un cierto tratamiento retórico, partir de temas determinados, de percepciones exteriores o simplemente dejar​​ aflorar los recuerdos de lecturas así como toda la cultura adquirida desde la infancia. A su regreso, Simone encuentra los textos más hermosos que los de​​ Champs magnétiques.​​ Es ella quien anima a Breton a publicarlos: hay una materia nueva que poco tiene que ver con la literatura precedente. Y entonces renace la esperanza.​​ 

[Henri Béhar]

 

 

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El automatismo como exorcismo, como medio para congregarse, encontrarse. Los amigos, reunidos en el atelier de la rue Fontaine, han inventado, como juego, una nueva manera de provocar la inspiración: se recortan los títulos de artículos del periódico y se componen, con variada tipografía, poemas sorprendentes. No es la fórmula exacta que pensó Tzara para hacer un poema​​ dadaísta, con palabras lanzadas al azar dentro de un sombrero (y​​ cuyo procedimiento​​ no usó sino una​​ sola​​ vez, como sarcasmo, en un manifiesto), puesto que conserva su sintaxis. El ejercicio​​ desemboca, sin embargo,​​ en el mismo​​ punto: el poema se te parecerá.

[Henri Béhar]

 

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“Soupault, Aragon y yo –escribe Breton a Simone el 17 de junio– quizá vayamos a escribir, en colaboración, una suerte de manifiesto de nuestras ideas en común en este momento. Texto de unas quince páginas. Mi propuesta es que se llame “Carta a la Aurora”. Los relatos de sueños, una nueva secuencia de escritura automática,​​ el​​ sueño provocado,​​ los​​ encuentros​​ azarosos, la exploración hasta más allá de los confines de la vida despierta, han triunfado ante la sensación del silencio y han conducido a Breton a alcanzar algunos principios de vida en torno a los cuales sus amigos también se reunían​​ y que son el​​ estandarte del surrealismo.

[Henri Béhar]

 

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Los ex colaboradores de​​ Littérature​​ sueñan con unir sus talentos. Naville, al que no le falta iniciativa, dirigirá con Desnos una obra colectiva “que debe agotar momentáneamente la cuestión del surrealismo”, escribe Breton a Doucet. ​​ En cuanto a él, revisa el manuscrito de su libro, que debe aparecer en octubre (Poisson soluble, pequeños relatos automáticos escritos​​ en​​ tres meses). ​​ Es entonces, según parece, al calor de estas discusiones, que el prefacio se​​ transforma en Manifiesto, con todo lo que el género tiene de perentorio: la célebre definición en forma de noticia enciclopédica, la enumeración de nombres a la manera de​​ Almanachs du père Ubu… De personal, el discurso deviene colectivo. Las teorías del sueño y de la imagen se desarrollan. A la biografía intelectual se superpone la biografía del grupo (los nombres​​ de los últimos adeptos​​ se agregarán​​ directamente​​ sobre las pruebas en octubre​​ mismo).​​ 

[Henri Béhar]

 

 

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El viernes 11 de octubre de 1924 hacía sol.​​ Al terminar su jornada​​ de​​ trabajo,​​ Breton va a reunirse​​ con​​ sus amigos en el recién abierto Bureau de investigaciones surrealistas,​​ ubicado en el 15 rue de Granelle, Hotel de Bérule, en el local que el padre de Naville ha puesto a disposición​​ del grupo​​ y en donde atienden la visita de todos aquellos que se preocupan por el inconsciente o que, simplemente, desean conocer​​ al movimiento surrealista (…) El grupo surrealista forma ahora un bloque coherente, con lo justo que se requiere de diversidad para poder avanzar. Breton es el jefe, naturalmente, y no es que él hubiera reivindicado el primer puesto sino porque era así de modo natural. Tenía la autoridad necesaria, la que se impone por discreción, por los gestos calculados, una elocución lenta, en la que cada palabra​​ cuenta. Nada tenía que ver la edad ni la posición social. No es el mayor del grupo y sus condiciones de​​ supervivencia​​ son apenas poco menos precarias que la de los otros, con excepción de Eluard. Hoy se​​ le​​ llama carisma. En aquella época se le llamaba,​​ alegremente,​​ nobleza natural, cultura, luz del espíritu (…) El fin de semana siguiente se publica el manifiesto con gran éxito.

[Henri Béhar]

 

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Seis meses mayor que Artaud, nacido en Normandía y criado en los suburbios de París, Breton, como Antonin, vivió bajo los dictados de las aspiraciones burguesas​​ de​​ su​​ familia. Durante la guerra, Artaud y Breton estuvieron en posiciones opuestas dentro del espectro psiquiátrico: Artaud fue internado por sus desórdenes nerviosos mientras que Breton tenía un trabajo como asistente en el Centro Psiquiátrico de Saint-Dizier tratando la neurosis de guerra de los soldados.

[David A. Shafer]

 

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Atraído por la correspondencia Artaud-Rivière y la notoriedad que ganó Artaud luego de ser publicado por la​​ NRF, Breton invita a Artaud a participar en el surrealismo. Era el 11 de octubre de 1924. A Artaud no le interesa. En una carta a Madame Toulouse dice: “He conocido a todos los dadaístas. Quieren incluirme en su más reciente barco surrealista, pero no me interesa. Soy​​ ya​​ demasiado surrealista para eso. Y sobre todo que yo siempre he sido, hasta donde sé, eso​​ mismo​​ que es el surrealismo. Es la concepción del mundo y el sistema de ideas que siempre he practicado.

[David A. Shafer]

 

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La idea de revuelta absoluta es tan esencial para la posición surrealista que André Breton no duda en considerarla un​​ dogma​​ en el Segundo Manifiesto. Y agrega la insumisión total y el sabotaje en toda regla puesto que el surrealismo ya no espera nada sino de la violencia. Pero a pesar de algunos cuantos escándalos​​ quirúrgicamente​​ organizados, esta actitud extrema se queda en las palabras.

[Claude​​ Mauriac]

 

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El interés de Artaud en México data de los días de su infancia cuando conoció el exotismo de la América Latina precolombina en el​​ Journal des voyages et des aventures de terre et de mer. En algún momento de agosto de 1935, le escribió a Pierre Laval, entonces Ministro de Asuntos Extranjeros, sobre un viaje a México con propósitos antropológicos: para entender los secretos de la antigua civilización mexicana, sus rituales y su magia.

[David A. Shafer]

 

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Después del flash de magnesio, los rasgos de André Breton se fijan para la posteridad. Rostro decidido, mentón hacia adelante,​​ cabellos​​ largos, él​​ es el​​ conductor de​​ la horda de surrealistas. En medio de la tormenta del siglo, marcada por dos guerras mundiales y la mayor revolución que el mundo haya conocido, es él​​ precisamente​​ quien señala el camino. Su autoridad se ejerce sobre muchos, de los más grandes a los más oscuros. Aragon, Eluard, Soupault,​​ Péret, Char, el propio Tzara, le obedecen. Pobre del que intente rebelarse: será expulsado a las tinieblas exteriores a la historia.

[Henri Béhar]

 

 

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