ÁGUEDA, DE ANTONIO VILANOVA DE ALLENDE
Por Miguel Inzunza
Águeda del poeta Antonio Vilanova de Allende, poema de largo aliento, es una partitura de fina urdimbre, pero se trata de la música impredecible que habita el mundo natural, la arquitectura caprichosa, un canto erguido. Hay melodía en sus imágenes, así como paisaje en la plástica del poema, por momentos caligramático. Hay también la construcción detallada que conduce al lector por el laberinto de las sensaciones y las emociones, golpea y luego acaricia, con su recurso de paralelismo antitético, es sentido y es sonido.
Águeda se decanta en tono confesional como un lamento, y en su caída va dibujando el mapa de lo interior, destinado a derrumbarse a fuerza de golpes de locura, es el delirio que edifica y destruye en su afán de retratar la vida y el amor, igual que la rabia de estar vivo para presenciar su finitud, porque para el que ama la vida es breve. No en vano el epígrafe del poeta Catulo.
Así, para el flujo de este poema, el poeta precisa de toda su caja de herramientas, toda la audacia y la honestidad de su enunciador, para cimbrar con su tono intenso, y al mismo tiempo producir la sensación de vértigo, desorientación y ebriedad.
En Águeda habita, la indomable fuerza del desaliento, el paisaje oscuro, la muerte y el silencio, hijos de la ausencia y la tristeza, la mirada del lector recorrerá esos paisajes como un viento paseante que descubre la rabia del vacío. Águeda es “jardín de piedra” de árido temperamento, es la cartografía donde cruzan camino la vida y la muerte, Dios y Lucifer. El poeta les habla de frente, pero también mira al suelo y encuentra su reflejo en un charco nocturno, ventana que conduce a sí mismo para paladear la dulzura de la derrota.
Con maestría en la construcción de sus períodos sintácticos el poeta decanta el flujo de los símbolos, moldea la forma y rompe el lenguaje, porque solo así se consigue transmitir la belleza de lo inefable. La palabra Águeda, es arriba y abajo, es una bifurcación de rutas, es piedra volcánica templada en el fuego subterráneo y es al tiempo figura femenina de bondad, profundidad de magma pero también altura del espíritu.
¿Para quién canta Vilanova de Allende? Canta para sí mismo, para cincelar en el viento una ausencia, y salvarla de la erosión del olvido.
FRAGMENTOS:
“El huerto está vacío marchito la casa preñada de dolor desolado el balcón
puertas calladas ventanas sin música grietas y ranuras sin grillos
Voy a tientas en mi desvarío que en su lentitud se escurre hasta inundar
los cimientos donde ando lento inseguro paulatino musitando disgustos que se han hecho una letanía
En la requiebra del estómago se engendra mi espanto y allá entre opacidades
imagino el rostro del espectro que viene
a devorarme en el espejo marchito de tu partida”
“ AY MUERTE QUÉ SOLA ESTÁS SIN MÍ
Tu aparición es un árbol arraigado a mis gritos
un sollozo en las frondas del crepúsculo
un quejido que pueblan los amantes de tu desgracia
Ciego en una ficción imaginado crezco en las heridas de tu descontento
en tus chismes y en tus celos donde revienta mi nombre en tu gemido
si a caso una sílaba en el follaje espiral de tus berrinches
Pero tal vez tal vez puede que sea yo
una invención de tu cólera
la irrealidad de tu vientre
tal vez
ay mi alma
La transparencia o la invención de tu espíritu en mi mortandad
O tal vez
una ocurrencia una alevosía tejida a tu fastidio
Será por eso que tu desventura nos evoca y nos convoca sin recato
una suerte de noche sin trino
como un olvido enterrado sin viento morando por la cruz de tus señales
cual serpiente al acecho sin credo sin rezos sin campanas
a penas ya está escrito un rumor penando bajo tierra tú y yo
una lombriz henchida en su viscosidad que en su vergüenza repta sin luz
un asco que se esconde de sí mismo
en su penar carente de sol tan pleno en su olvido
sin aliento ése otro que también soy yo mirando desolado el polvo
y las hormigas que cavan por la tumba que crecen y se hunden buscando el fondo
Mas no hay profundidad ni oscuridad alguna que les presten consuelo
porque como nosotros son los antes fueron el azar
únicamente eso como al inicio pura oscuridad
Sin embargo en alguna parte me encuentro
En algún sitio estoy conmigo
(No me busques en otro Soy yo quien te espera)
Una palabra puro aliento
una enunciación
Ninguno
n a d ie
el miedo de todos los que te ignoran
la derrota de los años las huellas sin testigos
Como tú desocupada. a i s l a d a de mí
donde tu alharaca se desploma torpe plena de nada ahogada en su desvarío”
Palidece tu luz apenas distingo el rastro de tus caricias Suena la lluvia abismada en su ejercicio
V
Cae
c
a
e
cae sin distingo sobre el suelo y mi cabeza
Feroz me ahoga con su diluvio me hunde sin sosiego
El agua el aire la tierra y el fuego no saben del reposo ni la quietud
Me diluyo en el espejo de tu abandono temeroso
aterrorizado por mí en mí
con este espanto líquido con la fobia que me doblega
cuando intento escribir tu nombre
En algún momento nos habremos de encontrar
la muerte mi nombre y yo sin reclamos qué padecer
con tu nombre significando la tumba
y la luna como testigo distante con sus días contados escribirá sobre mi rostro
Ya
Descansa
Ve a dormir
Ya vendrán las horas con su tic-toc tic-toc
a encontrarme fuera de esta herrumbre que habito
donde soy mi más temido enemigo
entonces abrazaré el granizo las nubes negras el trueno
y el estallido de todas las tormentas como un hombre fuerte
como un ser feliz que entretejiendo plegarias resolvió sus condenas
(PURAS PATRAÑAS)
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Antonio Vilanova de Allende (Querétaro, 1968). Es poeta, ensayista y dramaturgo. Es autor de los poemarios Algarabía de la Tristeza, Frondas, Equinoccio Constante, Antares y Ajenjo… Entre otros. Es maestro de literatura en diversas universidades de México y el extranjero. Editor, y estratega de comunicación. Ha sido catedrático del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, de la Universidad del Valle de México, el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Escuela de Editores de Querétaro. Ha sido editor en El Ruido de las Letras, y Puerto de Abrigo.