Daniela Pérez Taborda en en La poesía te quiere vivo. Dossier de poesía joven colombiana

Alejo Morales construye “La poesía te quiere vivo. Dossier de poesía joven colombiana”. Leemos aquí algunos poemas de Daniela Pérez Taborda. Los poemas de esta publicación pertenecen al libro ganador del estímulo a la creación en poesía-obra inédita no terminada, de la Alcaldía de Medellín, 2024.

 

 

 

 

 

 

Daniela Pérez Taborda​​ (Santa Rosa de Osos,​​ 2002)​​ es​​ tallerista literaria, integrante del taller de literatura Rayuela y estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Antioquía. Sus textos han sido publicados en diferentes medios digitales y físicos, tanto nacionales como internacionales. Ha participado en festivales y encuentros de poesía, entre ellos en el XXIII Festival Internacional de Poesía de Cali y en el 34° Festival Internacional de Poesía de Medellín.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

Apretar con todas tus fuerzas creyendo salvar

lo que en realidad ahogas

 

Te afilas,​​ 

concentrada en preservar

el amor se desmiembra, ​​ 

por eso aprietas más fuerte

hasta que el espacio ya no es​​ 

torrente sanguíneo​​ 

lleno de vasos comunicantes,

sino aire como un millón de agujas.

Todo lo que nos unía nos desconoce,​​ 

ahora que me parezco al daño

del que quería salvarte

 ​​ ​​​​ me pregunto​​ 

 ​​ ​​​​ cuánta destrucción​​ 

y cuánto amor nos caben​​ 

​​ -al mismo tiempo-

en las manos.

 

 

 

 

 

 

 

 

Días en la tierra

 

Desearía poder regresar a los inicios de la tierra

 

estar a la altura de los líquenes y tener el fervor de las primeras aguas

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ ser mineral

 

indistinguible de los cuerpos celestes que se quedaron arriba

 

sin preguntarse para qué todo esto si el sol nos quema la médula​​ 

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ si me hago más árida  ​​ ​​ ​​​​ 

 

si me da miedo pensar en un hijo porque no quiero que se asuste​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ al abrir los ojos.​​ 

 

Para qué​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ si el tiempo nos marca con una brasa caliente​​ 

 

si somos lo que el tiempo hace de nosotros​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ esto: animales extintos por dentro

 

a penas existimos en los contornos y para resistir​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ lo humano camina de punticas.​​ 

 

Debes, debes entregarte en bandeja de plata el lunes a las siete​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ olvidarte de tener poros​​ 

entregarte como una ostra presta a ser succionada​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ un plato afrodisíaco​​ 

incapaz de erectar las toneladas de hierro acumuladas en la piel.

 

 

 

 

 

 

Mover los dedos cuando están trozados

 

No se trata de una avalancha,

ni de fuerza para contenerla,

las neuronas exigen su dosis,

sueñan hacer angelitos sobre la nieve,​​ 

cada vez más surcos de nieve​​ 

son llevados por delante​​ 

 

eres el encargado de recoger el invierno,

guardarlo en el interior​​ 

 

la última vez

te derretiste en la blancura​​ 

y el frío quemó los signos vitales​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ el ardor ​​ la asfixia ​​ la sala de urgencias​​ 

 

aun así los surcos de nieve se niegan a irse,

otra vez sujetas el impulso​​ 

que te trozará los dedos ​​ 

 

es una voluptuosidad que cabalgas o te cabalga​​ 

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ -a pelo-

en ese montar y ser montado​​ 

-encabrestado por no sé qué fuerzas-​​ 

la vida se desboca, el sonido de piedras​​ 

se clava en la parte vacía del cuerpo,

 

el deseo al que tuviste la ilusión

de cerrarle la boca se hace mayúsculo

 

una sed imbebible​​ 

te arrastra por una carretera destapada

 

cuando logras ponerte de pie​​ 

miras los dedos trozados

 

de nuevo​​ 

 

la necesidad de desgajarte de la estructura ósea

como si el esqueleto hubiera sido un caballo​​ 

y en esta parte del camino​​ 

de verdad​​ quisieras seguir a pie.

 

 

 

 

 

 

 

El cuerpo es un espacio de desapariciones

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Como un cartílago, un elástico, un hueso de porcelana roja se abrió en dos.

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Marosa di Giorgio​​ 

 

I

 

No fue el sonido de una tela al rasgarse,​​ 

fue más bien como un puñado de vacío​​ 

arrancado de la piel​​ 

para dárselo a alguien, ​​ 

y que ese alguien sea cosquilleo​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ retorciéndose sobre ti​​ 

y tú mandíbulas apretadas.

 

Después intentas recoger los retazos,

le pides a mamá que los teja de nuevo

-como si fuera ropa para muñecas-

y pudieras ser otra vez​​ ​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ virginal  ​​​​ pura ​​ inocente​​ 

lo que dicen de las mujeres​​ 

cuando no han sido tocadas por un hombre.

 

Pero no puedes mirar sin sentir vergüenza,​​ 

jugar a las muñecas  ​​ ​​​​ 

-mientras el cuerpo se vinagra-

desde el día que llegaste a casa  ​​​​ 

calada de pies a cabeza

por una membrana rota ​​ 

recorriendo la breve​​ distancia​​ 

entre niña y mujer.​​ 

 

 

 

 

II

 

Un hombre te quitó la columna vertebral con los dientes,​​ 

la buscas hecha bruxismo y el rechinar de cada pliegue​​ 

choca contra el olor a pasto podado​​ 

 

ese olor se apila sobre ti,

casi eres hierba cortada al ras

las aspas de la guadaña giran​​ 

en la pelvis  ​​​​ en el bajo vientre ​​ 

en el lugar de la garganta donde empieza la náusea​​ 

y trasbocas a una niña con piel de conejo​​ 

una niña-conejo que salta y te abandona.

 

Prefieres no preguntar por lo que había antes,

hacerlo es morder el vacío,

hundir las encías en un terreno​​ 

segado por aparatos de cuchilla,

casi como decir

por aquí pasó un hombre​​ 

y te desfloró.

 

 

 

 

III

 

Desvirgar a una muchacha se parece a una carrera aeroespacial,

se concentran los esfuerzos en ser el primero en pisar la luna​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ tocar lo intacto​​ 

y lo intacto erecta a la velocidad con la que crecen algunos hongos​​ 

como erecta entrar en un cráter inexplorado​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ desniñarlo

después de encontrar en él algo similar a la imagen de una virgen.​​ 

 

Terminada la exploración ​​ 

la muchacha mete la cabeza en el cráter todavía extraño​​ 

para averiguar si de verdad cambia el paisaje.​​ 

 

La verdadera señal es esta:

si al abrir las piernas​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ no expulsas una bandada de golondrinas​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ no eres más virgen

 

en un momento fuiste uno de esos rostros virginales

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ encontrado en una mancha de humedad

​​ luego​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ la membrana crujió

y el milagro se deshizo.​​ 

 

 

 

​​ 

 

 

 

 

 

 

***

 

Estefanía Angueyra

Christian Rincón

Stefhany Rojas Wagner

Alexandra Espinosa

José Rengifo Delgado

 

 

Librería

También puedes leer