Santiago Erazo en La poesía te quiere vivo. Dossier de poesía joven colombiana

Alejo Morales construye “La poesía te quiere vivo. Dossier de poesía joven colombiana”. Leemos aquí algunos poemas de Santiago Erazo (1993). Mereció el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Externado de Colombia. La imagen de portada es de Isabella Cortés Tenorio.

 

 

 

 

 

Santiago Erazo (Bogotá, 1993)​​ es editor de la revista El Malpensante. En 2019 recibió el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Externado de Colombia. Ese año publicó su primer libro, Una llaga en el cielo (Tertulia Literaria Gloria Luz Gutiérrez).

 

 

 

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Bruxismo

 

Todo indica

–dice la biología evolutiva–

que hace millones de años el corazón tuvo dientes.

Al parecer, en el torrente caudaloso de la sangre

se colaban masas informes

que debían ser absorbidas de alguna manera.

La ira y la frustración producían unos sedimentos lipídicos

que llegaban a los ventrículos

como leños sueltos vagando sin control por el afluente de un río.

Entonces unas pequeñas y afiladas calcificaciones

enterradas en el miocardio

iban triturando esa especie de quiste intravenoso

como otra boca guarecida dentro del pecho.

Con el tiempo, los avatares del cuerpo olvidaron

que había residuos clandestinos

cuyo destino terminaba siendo el sistema circulatorio.

 

Por eso

–y en los últimos años los biólogos evolutivos han sido enfáticos en esto–

aquellas personas que rechinan sus dientes

con un castañeo desesperado en mitad de la noche

han conservado en su boca una memoria muscular,

el vestigio de ese movimiento cardíaco

que procuraba eliminar con rabiosa diligencia

lo que en el día, silenciosamente,

aún se aloja en el corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

13

 

Cualquier cosa que hagas, no dividas.

No dividir las heridas del cero,

no dividir el centro mismo de las vísceras,

no dividir la orina, dejarla intacta,

          /un trozo grande y completo y amarillo.

No dividir nuestro nombre,

ni cada una de las hormigas

que cargan sus sílabas

como amargos cristales de azúcar.

No dividir la “s” que sulfura

los siseantes sucesos de este poema,

 

no dividir el error,

el deseo de amar que anida

entre sus grietas,

 

esa viscosa lluvia que libamos,

cómo no,

 

ese sol embrutecido

que vibra entre las piernas.

 

 

 

 

 

 

 

 

1.1.​​ Los cartílagos de las orejas piden ser transitados a cabalidad. Desovillar una infinita cuerda de guitarra entre los recovecos de su laberinto. Un sonido que se vierta en ellos hasta colmarlos, volverlos dos guijarros en el fondo de un río. Es algo que no tiene que ver con el tono ni el volumen, sino con el tamaño real de su resonancia. Y si no es posible, sería menester que nazca una tercera oreja, guarecida secretamente dentro del cuerpo, que escuche cantando, como los murciélagos regurgitan la oscuridad de sus entrañas para poder ver.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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