Nuevxs Poetxs Españolxs: Miguel Floriano

Comenzamos a leer poetxs españolxs nacidos en los años 90. Cada década, cada lustro, es necesario renovar el conocimiento que tenemos de cada tradición nacional. Para conocer las nuevas voces y observar su tratamiento de los temas, sus obsesiones y urgencias, leemos nueva poesía española. Leemos algunos textos de Miguel Floriano (1992). Recibió el XII Premio Antonio Gala de Poesía. Su libro más reciente es Descortesías (Siltolá, 2025).

 

 

 

 

Miguel Floriano (Oviedo, 1992) es poeta y profesor. Ha publicado libros de poemas​​ como Quizá el fervor (Isla de Siltolá, 2015),​​ Claudicaciones ​​ (Renacimiento, 2016),​​ La materia y la envidia​​ (Alhulia, 2019),​​ que fue reconocido con el XII Premio Antonio Gala de Poesía,​​ Mapas del vagabundo​​ (Siltolá, 2022), La ballena loca (Isla Elefante, 2024) y la colección de fragmentos​​ Descortesías​​ (Siltolá, 2025). Sus versos se incluyen en las antologías​​ Diversos (Círculo de Valdediós, 2015),​​ Re-generación​​ (Valparaíso, 2016)​​ Mucho por venir​​ (Maremágnum, 2017),​​ La luz a ti debida​​ (Maremágnum, 2017) y​​ Los últimos del XX​​ (Luna de Abajo, 2020). Ha preparado, junto al poeta Antonio Rivero Machina, la antología Nacer en otro tiempo (Renacimiento, 2016). Colabora y ejerce esporádicamente la crítica literaria en diversas plataformas y publicaciones. Vive en Oviedo.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

[22]

 

Eran diez, y salieron todos a cenar;

uno se atragantó, y entonces fueron nueve.

 

Despiertos hasta tarde se quedaron, y uno

no pudo despertar y ya eran ocho.

 

Ocho viajaron por el litoral de Devon;

el más cobarde se escapó, y quedaron siete.

 

Siete fueron a conseguir madera;

alguien se cortó en dos, y ya eran seis.

 

Seis se pusieron a jugar con la colmena;

un abejorro se irritó y quedaron cinco.

 

Cinco se licenciaron con honores;

uno entró en el Estado, y ya eran cuatro.

 

Cuatro al río se hicieron con el alba;

una piraña devoró a uno, y ya eran tres.

 

Por un bosque cercano tres se pasearon;

un gran oso abrazó a uno, y quedaron dos.


Los dos se recostaron en el campo;

el sol quemó al mayor, y tan solo quedó uno.

 

Un hombre se encontraba solo.

Poco después, con una cuerda,

en un árbol se ahorcó. Y no quedó… ¡ninguno!

 

 

Esta perversa cancioncilla​​ infantil​​ jalonaba la famosa novela de Agatha Christie que tantos terrores me procuró en su día. No pude resistirme a ofrecer mi propia versión.


Ahora estoy dudando si incluirla o no en​​ 
La ballena loca.

 

 

 

 

 

 

 

[36.1]

 

Sepa Vd, señor barbero, que los ingenios menguados suelen esconderse detrás de mil engaños, desde los que pregonan su valía con grandes voces. Y suele acontecer que como el vidrio se oculta mejor que en otra parte en el agua, aquellos a los que desamparan las musas donde mejor se guardan es en lo claro, y por encima habitúan a cubrirse del manto de los antiguos, y ansí les parece cosa hecha que en poniendo dos ninfas y dos pastores puédense fácilmente confundir con Virgilio si fuera redivivo1.

 

 

 

 

 

 

 

 

[97]

 

No dice la verdad cuando asegura que ha sido él, cuando sugiere que han sido muchos otros en su nombre.

 

 

 

 

 

 

 

 

[104]

 

¿Cuál es el secreto del​​ bon vivant? Paradójicamente, ser comprensivo a ultranza con la conducta impulsiva de los demás. Utilizar el fruto de lo espontáneo en los otros a complemento de uno. Ese es el arte del verdadero vividor.

 

(De​​ Descortesías)

 

 

 

 

 

 

 

XXVII.​​ (What is our life)

Sir Walter Raleigh

 

Tú sabes que la vida es solamente

un cándido ejercicio de entusiasmo.

Tú sabes que la risa, nuestra risa

–ved al padre que ensaya adversas carcajadas–

a los amigos dulcifica,

pero también impone su castigo:

es la oscura tonada de cualquier diferencia.​​ 

Tú sabes que el amor es esa danza

de los idiotas en las calles mágicas.

 

¿Y el vientre de la madre? Un camerino

fugaz, donde escogemos cuidadosamente

el atractivo traje para la comedia.

Mira el gran escenario: la tierra.

Arriba, vigilante, está el azul perpetuo,

que esconde a las figuras siempre atentas al error,

a los espectadores sin piedad,

la cruz sobre perdidos y encontrados.

 

Las tumbas nos protegen del sol que nos persigue,

y son como el telón que ya desciende

sobre las carnes cínicas, mentidas.

Actores hasta el último reposo,

hasta el descenso del ocaso último,

para entonces, de pronto, tú lo sabes,

morirnos de verdad y no fingiendo.

 

(De​​ La ballena loca)

 

 

 

 

 

 

 

XXVIII. (Las pintoras)

T. S. Eliot

 

Hoy las calles parecen haberse dormido

para mí nuevamente

 

su letargo averigua una estampa feliz

las gentes van y vienen del mercado

dos chicas jóvenes dibujan la alta torre​​ 

que se ve a lo lejos si sus padres las contemplaran

ahora, sonreirían​​ 

y nos recomendarían la sonrisa

obsérvalas ensayan sobre el lienzo una caricia imposible

imposible para los desterrados

imposible para los fingidores

imposible para los que modelan discurso con las manos

y se suben a un tren y luego a otro

a un tren que no se llama corazón sino espanto

 

si fuese esta la edad de las supersticiones

la edad de Don Melón o de Sempronio

de los ríos caudales y las yerbas mágicas

la edad donde llamarte amiga

no se llene de humo

creería que la muerte no es una puerta que deba abrirse

una sola vez

porque cuán poco ha durado conmigo

todo lo que me dieron!

 

En un rayo de luz solar, súbitamente,​​ 

en el mismo instante en que el polvo se desplaza,

se despiertan las risas escondidas​​ 

de los niños entre el follaje.​​ 

Deprisa, aquí, ahora, siempre​​ 

–patético el estéril, triste tiempo​​ 

que se prolonga antes y después.

 

y yo

seguiré gangrenándome volviéndome carroña

pudriéndome de melancolía?

 

ah carne ambivalente charco de bilis negra

reclamo de las aves que envenenan los aire

(De​​ La ballena loca)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

When I do count the clock that tells the time

 

De la infancia tapiada, los juguetes sucios

y el regusto callado del descubrimiento.

Un racimo de moras, el olor de la menta,

la bicicleta y las ortigas

con el sol al fondo,

mientras medran los ríos

y las playas de nuestra adolescencia.

El Campanile di Giotto​​ suspendido

una mañana de agosto

en los ojos suplicantes de mi abuelo Pedro,

que ya no sabe cómo –negros hielos

extinguen sus palabras–

pedir un poco de agua.

Lo mismo que la llama de una vela,

entre polvo y misterio, el primer verso

escrito, que tiembla más que una plegaria,

y la conciencia de la muerte

abierta en la inquietud de un tren nocturno.

Solo una vez son nuevos, solo una.

La laxitud del tacto, las perversas filiaciones

del ansia y el deseo, y su peligro.

Solamente una vez es nuevo el llanto

ante el fruto que muere

a pesar de la lluvia.

 

Acaso seré yo

mucho peor que mi memoria.

Si conozco tu principio,

umbral de tanta afinidad, seda elegante

tras un lustro de miseria,

dime por qué regresas, desarmando

un orden despiadado pero justo,

a ser nueva otra vez, sobre los límites,

nueva siempre cada día, siempre nueva.

 

(Inédito)

 

 

 

 

 

 

1

​​ De Álvarez Poría, E. (septiembre, 1996).​​ El ingenioso hidalgo, crítico literario. Avance de una poética cervantina en la ficción del Quijote​​ [Presentación de​​ paper]. Actas del IV Congreso de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá de Henares, España.

 

 

***

 

Estefanía Cabello / Juan Domingo Aguilar / Juan Herrero Diéguez / 

 

 

***

 

Consigue tu ejemplar aquí

 

Librería

También puedes leer