Miguel Floriano (Oviedo, 1992) es poeta y profesor. Ha publicado libros de poemas como Quizá el fervor (Isla de Siltolá, 2015), Claudicaciones (Renacimiento, 2016), La materia y la envidia (Alhulia, 2019), que fue reconocido con el XII Premio Antonio Gala de Poesía, Mapas del vagabundo (Siltolá, 2022), La ballena loca (Isla Elefante, 2024) y la colección de fragmentos Descortesías (Siltolá, 2025). Sus versos se incluyen en las antologías Diversos (Círculo de Valdediós, 2015), Re-generación (Valparaíso, 2016) Mucho por venir (Maremágnum, 2017), La luz a ti debida (Maremágnum, 2017) y Los últimos del XX (Luna de Abajo, 2020). Ha preparado, junto al poeta Antonio Rivero Machina, la antología Nacer en otro tiempo (Renacimiento, 2016). Colabora y ejerce esporádicamente la crítica literaria en diversas plataformas y publicaciones. Vive en Oviedo.
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[22]
Eran diez, y salieron todos a cenar;
uno se atragantó, y entonces fueron nueve.
Despiertos hasta tarde se quedaron, y uno
no pudo despertar y ya eran ocho.
Ocho viajaron por el litoral de Devon;
el más cobarde se escapó, y quedaron siete.
Siete fueron a conseguir madera;
alguien se cortó en dos, y ya eran seis.
Seis se pusieron a jugar con la colmena;
un abejorro se irritó y quedaron cinco.
Cinco se licenciaron con honores;
uno entró en el Estado, y ya eran cuatro.
Cuatro al río se hicieron con el alba;
una piraña devoró a uno, y ya eran tres.
Por un bosque cercano tres se pasearon;
un gran oso abrazó a uno, y quedaron dos.
Los dos se recostaron en el campo;
el sol quemó al mayor, y tan solo quedó uno.
Un hombre se encontraba solo.
Poco después, con una cuerda,
en un árbol se ahorcó. Y no quedó… ¡ninguno!
Esta perversa cancioncilla infantil jalonaba la famosa novela de Agatha Christie que tantos terrores me procuró en su día. No pude resistirme a ofrecer mi propia versión.
Ahora estoy dudando si incluirla o no en La ballena loca.
[36.1]
Sepa Vd, señor barbero, que los ingenios menguados suelen esconderse detrás de mil engaños, desde los que pregonan su valía con grandes voces. Y suele acontecer que como el vidrio se oculta mejor que en otra parte en el agua, aquellos a los que desamparan las musas donde mejor se guardan es en lo claro, y por encima habitúan a cubrirse del manto de los antiguos, y ansí les parece cosa hecha que en poniendo dos ninfas y dos pastores puédense fácilmente confundir con Virgilio si fuera redivivo1.
[97]
No dice la verdad cuando asegura que ha sido él, cuando sugiere que han sido muchos otros en su nombre.
[104]
¿Cuál es el secreto del bon vivant? Paradójicamente, ser comprensivo a ultranza con la conducta impulsiva de los demás. Utilizar el fruto de lo espontáneo en los otros a complemento de uno. Ese es el arte del verdadero vividor.
(De Descortesías)
XXVII. (What is our life)
Sir Walter Raleigh
Tú sabes que la vida es solamente
un cándido ejercicio de entusiasmo.
Tú sabes que la risa, nuestra risa
–ved al padre que ensaya adversas carcajadas–
a los amigos dulcifica,
pero también impone su castigo:
es la oscura tonada de cualquier diferencia.
Tú sabes que el amor es esa danza
de los idiotas en las calles mágicas.
¿Y el vientre de la madre? Un camerino
fugaz, donde escogemos cuidadosamente
el atractivo traje para la comedia.
Mira el gran escenario: la tierra.
Arriba, vigilante, está el azul perpetuo,
que esconde a las figuras siempre atentas al error,
a los espectadores sin piedad,
la cruz sobre perdidos y encontrados.
Las tumbas nos protegen del sol que nos persigue,
y son como el telón que ya desciende
sobre las carnes cínicas, mentidas.
Actores hasta el último reposo,
hasta el descenso del ocaso último,
para entonces, de pronto, tú lo sabes,
morirnos de verdad y no fingiendo.
(De La ballena loca)
XXVIII. (Las pintoras)
T. S. Eliot
Hoy las calles parecen haberse dormido
para mí nuevamente
su letargo averigua una estampa feliz
las gentes van y vienen del mercado
dos chicas jóvenes dibujan la alta torre
que se ve a lo lejos si sus padres las contemplaran
ahora, sonreirían
y nos recomendarían la sonrisa
obsérvalas ensayan sobre el lienzo una caricia imposible
imposible para los desterrados
imposible para los fingidores
imposible para los que modelan discurso con las manos
y se suben a un tren y luego a otro
a un tren que no se llama corazón sino espanto
si fuese esta la edad de las supersticiones
la edad de Don Melón o de Sempronio
de los ríos caudales y las yerbas mágicas
la edad donde llamarte amiga
no se llene de humo
creería que la muerte no es una puerta que deba abrirse
una sola vez
porque cuán poco ha durado conmigo
todo lo que me dieron!
En un rayo de luz solar, súbitamente,
en el mismo instante en que el polvo se desplaza,
se despiertan las risas escondidas
de los niños entre el follaje.
Deprisa, aquí, ahora, siempre
–patético el estéril, triste tiempo
que se prolonga antes y después.
y yo
seguiré gangrenándome volviéndome carroña
pudriéndome de melancolía?
ah carne ambivalente charco de bilis negra
reclamo de las aves que envenenan los aire
(De La ballena loca)
When I do count the clock that tells the time
De la infancia tapiada, los juguetes sucios
y el regusto callado del descubrimiento.
Un racimo de moras, el olor de la menta,
la bicicleta y las ortigas
con el sol al fondo,
mientras medran los ríos
y las playas de nuestra adolescencia.
El Campanile di Giotto suspendido
una mañana de agosto
en los ojos suplicantes de mi abuelo Pedro,
que ya no sabe cómo –negros hielos
extinguen sus palabras–
pedir un poco de agua.
Lo mismo que la llama de una vela,
entre polvo y misterio, el primer verso
escrito, que tiembla más que una plegaria,
y la conciencia de la muerte
abierta en la inquietud de un tren nocturno.
Solo una vez son nuevos, solo una.
La laxitud del tacto, las perversas filiaciones
del ansia y el deseo, y su peligro.
Solamente una vez es nuevo el llanto
ante el fruto que muere
a pesar de la lluvia.
Acaso seré yo
mucho peor que mi memoria.
Si conozco tu principio,
umbral de tanta afinidad, seda elegante
tras un lustro de miseria,
dime por qué regresas, desarmando
un orden despiadado pero justo,
a ser nueva otra vez, sobre los límites,
nueva siempre cada día, siempre nueva.
(Inédito)
De Álvarez Poría, E. (septiembre, 1996). El ingenioso hidalgo, crítico literario. Avance de una poética cervantina en la ficción del Quijote [Presentación de paper]. Actas del IV Congreso de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá de Henares, España.
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Estefanía Cabello / Juan Domingo Aguilar / Juan Herrero Diéguez /
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