Novedades editoriales: Dime dónde, en qué país de Marco Antonio Campos

Marco Antonio CamposAlí Calderón reseña “Dime dónde, en qué país”, de Marco Antonio Campos (1949). Este  libro mereció el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla y fue publicado por Visor en 2010. Marco Antonio Campos ha merecido también los Premios Villaurrutia, Nezahualcóyotl y Casa de América. También publicó en visor “Viernes en Jerusalén”.

 

 

En algún sitio escribí que no se puede comprender la poesía mexicana contemporánea sin revisar el trabajo de Marco Antonio Campos. Tengo la impresión de que hoy ese juicio es más cierto que nunca. Campos no sólo es el poeta mexicano más leído en España, por ejemplo, sino uno de los mayores difusores de nuestra poesía. Más allá de estar o no de acuerdo con su selección, preparó para Visor en 2009 La poesía del siglo XX en México, una antología que tiende puentes de conocimiento muy necesarios con otras tradiciones poéticas en lengua española. Ese mismo año recibió el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla por el libro Dime dónde, en qué país que publicó Visor, la editorial de poesía con mayor presencia en nuestra lengua. En su contraportada, Eduardo Lizalde escribe: “Agrega Marco Antonio Campos a su ya extensa, personalísima y sorprende oba de poeta, de crítico, de traductor, de cronista, de historiador y estudioso de la literatura mexicana y de otras, este libro ejemplar”. Tiene razón Lizalde, es un libro ejemplar porque en él encontramos a un Marco Antonio Campos agudo en la reflexión, como nos tiene acostumbrados desde su primera poesía, pero también hallamos en sus páginas a un poeta más lírico, más emotivo. Podríamos calificar estos poemas en prosa de “intergenéricos”, alternan el lirismo, la meditación poética, la crítica literaria, la crónica de viajes, la reflexión histórica, etc. Es como si Campos se hubiera propuesto una especie de escritura total con fundamento en la poesía, en el poema en prosa.

La meditación poética es una de las posibilidades expresivas en que Campos se maneja mejor. Por ejemplo este fragmento:

 

Perdí los años de juventud llegando tarde a los hechos importantes. Tarde me di cuenta que las cosas de valor no lo eran tanto y que las preguntas sencillas guardan a veces más secretos que las grandes respuestas. A esta edad, cuando empieza el regreso del regreso, añoramos en duelo los placeres y dulzores de los años de lozanía y frescor. Pero cuántos escritores del ayer lejano dijeron que madurez y vejez dan más sabiduría, cuando es la época que te vuelves torpe, ridículo, desatinado a veces, y dices con frecuencia lo que no querías decir, sin saber que sólo queda la resignación de un mañana próximo donde infancia y muerte se miran en un espejo doble que termina pareciendo una luz amarillenta.

 

La crónica de viajes y la postal poética son el hilo conductor de este poemario. Si “mostrar” es una de las finalidades de la poesía, estos textos de Campos muestran no sólo el paisaje sino la intimidad del paisaje, ese algo que subyace en la imagen. Cartagena de Indias, Granada, Buenos Aires, Morelia, Madrid, San Cristóbal o los pueblos Flamencos en Bélgica son el escenario donde el sujeto se retrata, donde se establece una correspondencia entre el interior y el exterior, la consciencia y lo inconsciente:

 

Por San José y Heredia me acompañaba una joven mexicana –ligera, alegre– que parecía traída por los pájaros a la hora del mediodía.

 

El otros momentos, Marco Antonio Campos introduce en el discurso reflexiones sobre poética:

 

Horada el frío de abril. Sobre los cedros de la plaza vislumbras la serenidad del cielo. Te pregunto: ¿Es difícil decir algo nuevo en un tiempo en que los poetas no saben ya cantar? ¿Por qué cuesta más escribir cuando el cuerpo se deshace que al irlo haciendo?

 

Pero el lirismo, decía, es lo que da al libro sus momentos de mayor altura. Dice Campos, por ejemplo:

 

  • Ligeras de cuerpo, ligeras de vestido, dejan en el aire cálido el olor de su respiración.
  • Las campanas de la iglesia resuenan como antes, pero falta algo, algo que no sea ni sepa amargo como el café que duerme meses en despensas, algo, tal vez la juventud, esa lejana juventud con su altura y fuerza de montaña y con el incendio múltiple de las buganvillas que recuerdan a las muchachas en flor.
  • Las muchachas ligeras y de largas piernas se sientan en las bancas, se van, nos van dejando la respiración del deseo que se vuelve un suspiro inútil.

 

Debo recordar en este punto uno de los poemas finales de Dime dónde, en qué país. Se trata de “Insurgentes sur (Carta a Efraín Huerta)”, una especie de cálida y amorosa elegía que tiene momentos de gran calidad, como el siguiente:

 

Al llegar a la glorieta doblaba en una esquina e iba a buscar a la muchacha que me rompió los 19 años. Ella nació en abril, pero toda la gloria y la luz acaban marchitándose como flor o hierba del noviembre frío.

 

Dime dónde, en qué país es un libro que vale la pena leer. Aquí encontraremos los poemas, bien escritos, líricamente intensos, meditativos, de uno de los mayores poetas de su generación.

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