Presentamos en versión del poeta Alfredo Soto (Mazatlán, 1992) tres poemas de Giorgio Caproni (1912-1990), poeta, crítico y traductor italiano. Tras la Segunda Guerra Mundial se dedicó principalmente a la docencia. Entre sus libros se encuentran Le stanze della funicolare (1952), Il muro de la terra (1975) y Conte di Kevenhüller (1986).
A mi hijo Attilio Mauro que lleva el nombre de mi padre
Llévame contigo, lejos
…lejos…
a tu futuro.
Conviértete en mi padre, llévame
de la mano
a donde, seguro, se dirige
tu paso de Irlanda,
el arpa de tu perfil
rubio, alto
ya más que yo que me inclino
ya sobre la hierba.
Conserva
de mí este recuerdo vano
que escribo mientras la mano
me tiembla.
Rema
conmigo en los ojos dilatados
de tu futuro, mientras oigo
(no odio) oscurecido el sordo
batir de percusiones,
que rueda – como mi corazón: en nombre
de la nada – la Dedicación.
Alba
¡Amor mío, en los vapores de un café
al alba, amor mío qué invierno
tan largo y qué punzante espera! ¿Acá
donde el mármol en la sangre es hielo, y sabe
de frialdad también el ojo, en el lejano
rumor sobre la escarcha qué tranvía
escucho, que abre y cierra en perpetuo
sus desiertas puertas?… Amor, tengo enfermo
el pulso: y si el bazo previo al estallido
sutil tiene un temblor entre los dientes, es quizá
un eco de esas ruedas. Pero tú, amor,
no me digas, hora que a veces tuya el sol
derrama, no me digas que de aquellas puertas
aquí, con tu paso, ya diviso la muerte.
Interrrogativo
He amado tanto…
¡Felicidad!
¿He tocado
las cimas más altas del llanto?
A mio figlio Attilio Mauro che ha il nome di mio padre
Portami con te lontano
…lontano…
nel tuo futuro.
Diventa mio padre, portami
per la mano
dov’è diretto sicuro
il tuo passo d’Irlanda
l’arpa del tuo profilo
biondo. alto
già più di me che inclino
già verso l’erba.
Serba
di me questo ricordo vano
che scrivo mentre la mano
mi trema.
Rema
con me negli occhi allargo
del tuo futuro, mentre odo
(non odio) abbrunato il sordo
battito del tamburo
che rulla – come il mio cuore: in nome
di nulla – la Dedizione.
Alba
Amore mio, nei vapori d’un bar
all’alba, amore mio che inverno
lungo e che brivido attenderti! Qua
dove il marmo nel sangue è gelo, e sa
di rifresco anche l’occhio, ora nell’ermo
rumore oltre la brina io quale tram
odo, che apre e richiude in eterno
le deserte sue porte?… Amore, io ho fermo
il polso: e se il bicchiere entro il fragore
sottile ha un tremitìo tra i denti, è forse
di tali ruote un’eco. Ma tu, amore,
non dirmi, ora che in vece tua già il sole
sgorga, non dirmi che da quelle porte
qui, col tuo passo, già attendo la morte.
Interrogativo
Ho amato tanto…
Felicità!
Ho toccato
le cime più alte del Pianto?