Poesía norteamericana: Thom Gunn

Presentamos una muestra del poeta Thom Gunn (Gravesend, 1929). Poeta polémico por el corte liberal de su poesía. Es autor de más de veinte títulos entre los que destaca The Man with Night Sweats. Las traducciones y la nota introductoria son de Bruno Hernández Valdivieso.

 

 

 

 

Thomson William Gunn, mejor conocido como Thom Gunn, es un poeta inglés nacionalizado estadounidense, reconocido por una fusión de tradiciones poéticas muy representativas que le dieron reconocimiento internacional y varios premios literarios, sobre todo con su célebre libro The Man with Night Sweats, publicado en 1992.

Thom Gunn nació en Gravesend, Kent en el sur del Támesis el 29 de agosto de 1929. Desde pequeño, su acercamiento a la literatura fue notable. Su padre, Herbert Gunn fue un reconocido columnista en un periódico local y desde muy joven se le inculcó el hábito de la lectura.

Nunca tuvo una buena relación con su padre, siempre le recriminó por su alcoholismo, lo que se vio reflejado en una extrema cercanía a su madre (que cometió suicidio cuando Thom tenía 16 años) y a quien le dedicó un par de poemas en sus últimos trabajos poéticos.

Desde pequeño Thom Gunn se asumía gay, pero fue hasta que entró a la universidad que un par de compañeros, entre ellos su pareja de toda la vida, Mike Kitay, tuvieron conocimiento de esto. Esta poca aceptación respecto a su orientación sexual se vio reflejada en sus primeros años en la poesía, donde encriptaba una doble significación en algunos de sus versos.

Se tituló en 1953 de Literatura Inglesa en Cambridge y un año después fue publicado su primer poemario Fighting Terms, con el cuál fue vinculado a “The Movement” un movimiento poético que hacía uso de estilos estructurados y antiguos de la poesía (como el verso isabelino, entre otros) con tintes de crítica social y temas comunes.

Fue hasta que se mudó a California con Mike Kitay que la poesía de Thom Gunn tomaría más relevancia internacional, ya que, durante sus años como maestro en Stanford, conoció las nuevas vanguardias poéticas norteamericanas y las implementó poco a poco en su poesía.

Lo interesante de este poeta es la forma en la que crea sus poemas, ya que, pese a ser vinculado con “The Movement”, Thom Gunn nunca tuvo un tono de denuncia ni un tono personal. Su poesía se revelaba a tener un estilo propio, era humanista, y habló de temas como las drogas o la homosexualidad antes que muchos otros lo hicieran, sin embargo nunca desde la violencia en las palabras o estilos confesionales.

Fue su juego constante entre las tradiciones poéticas inglesas y las vanguardias norteamericanas aquello que lo diferenciaban de los poetas de su generación en ambos países. Su poesía tiene más fuerza en el ritmo y en las imágenes que en la propia estructura, la cual, en momentos, parecía limitarlo, pero que nunca abandonó por completo, lo que se volvió parte de su estilo.

Thom Gunn tenía una evidente obsesión con los chicos en chaquetas de cuero, pandillas de motocicletas, el rock’ n’ roll y la vida nocturna en las ciudades americanas, tanto así que en su estudio tenía colgadas algunas fotografías de Elvis Presley (a quien le escribe un poema), Marlon Brando y James Dean; la cultura que representaban estas estrellas fue retratada en The Sense of Movement, segundo poemario del poeta.

Conforme avanzaban los años de Thom Gunn en Estados Unidos, su poesía se tornó al verso libre y a un ritmo diferente de enunciación, aspectos que se constatan en The Man with Night Sweats, cuyo poema homónimo es dedicado a sus amigos personales que murieron de SIDA en años anteriores, poemario con el que ganó el Premio de Poesía Lenore Marshall en 1993.

En 2003 obtuvo el Premio Literario David Cohen. También recibió el Premio Levinson, el Premio Arts Council of Great Britain, el Premio Rockefeller, el Premio W. H. Smith, el Premio de Poesía del PEN (de Los Ángeles), el Premio Sara Teasdale, el Premio Lila Wallace-Reader’s Digest y el Premio Forward Prize.

Falleció en 2004 de una sobredosis de drogas, incluyendo metanfetaminas, en su hogar en San Francisco, donde vivía desde 1960. 

 

Bruno Hernández Valdivieso

 

 

 

 

Incidente en un viaje

 

Una noche llegué a una cueva: dormí, mi cabeza

Llena del aire. Llegó con el amanecer

Un soldado de capa roja hasta la boca que dijo

“No estoy vivo, me duelo en las penas del infierno,

    Pero no me arrepiento de nada.”

 

Su frente tenía una herida sangrante que cruzaba

Su serio rostro iluminado

Si sus palabras fueron mías o de él, soñando

Descubrí que fueron traducidos mis más profundos pensamientos

    “Me arrepiento de nada: 

 

“Gira tus ojos cerrados para ver sobre estas paredes

Un mural pintado ahí por un hombre antiguo,

Y coloreado con la sangre de los animales:

Mostrando a la humanidad en toda su extensión

    Lamentando nada.

 

“No hay nostalgia plausible, no hay vergüenza marrón

Cuando traté con mis enemigos.

Y siempre que vino un impulso viviente

Yo actué y mi acción me hizo sabio.

    Y no me arrepentí de nada.

 

“Yo como poseedor de una fuerza antinatural

Fui cazado, un día anotado en una pelea;

Un minuto más allá de un minuto de duración

Tomó mí pasión, fuerza y vida y todo.

    Pero no me arrepentí de nada.

 

“Su triunfo dejó mi cuerpo en el polvo;

El polvo y la cerveza siguen coagulándose en mi cabello

Cuando me levanto solo, sin voluntad. Donde debo
Voy, y lo que tengo lo soporto.

    Y no me arrepiento de nada.

 

Mi lujuria aún corre y está insatisfecha,

Mi odio aún palpita, pero estoy débil;

Si fuera un animal hubiera muerto

Mi muerte habría dispersado al viento mi instinto,

    Lamenta como nada.”

 

Después desperté. Comencé a pararme.

La luz del valle, la niebla está en camino.

Estaba vivo y sentí mi cuerpo dulce,

La sangre no encostrada fluye en todos sus canales.

    No me arrepentiría de nada.

 

 

 

 

 

En movimiento

 

El arrendajo azul sigue la pelea en los arbustos

Algún propósito oculto, y la ráfaga de aves

Se chorrea a través del campo, las golondrinas giran,

Han anidado en los árboles y en la maleza.

Buscando su instinto, o su equilibrio, o ambos,

Uno se mueve con una violencia incierta

Bajo el polvo arrojado por un sentido desconcertado

O el sordo trueno de palabras próximas.

 

En motocicletas, en el camino, vienen:

Pequeños, negros, como moscas flotando en el calor, los Chicos,

Hasta que la distancia los arroje, su zumbido

Bolsas de truenos contenidas entre las pantorrillas y los muslos.

Con goggles, generando impersonalidad,

En chaquetas relucientes rociadas con el polvo,

Ellos ponen en duda –ocultándolo, robusto–

Y casi escuchan un significado en su ruido.

 

La conclusión exacta de su resistencia

Aún no tiene forma, pero hacia el paradero conocido

Ellos montan, van con la presión de sus llantas.

Ellos asustan a las aves que vuelan en el campo:

Mucho de lo cual es natural, a la voluntad debe doblegarse.

El hombre manufactura la máquina y el alma,

Y usan lo que controlan imperfectamente

Para desafiar el futuro de las rutas tomadas.

 

Es una solución parcial, después de todo.

Uno no es necesariamente discordia

En la tierra; o maldito porque, medio animal,

Uno carece de instinto directo, porque uno despierta

En el movimiento que se divide y se rompe.

Uno se una al movimiento en un mundo sin valor,

Escogiendo, hasta que, siendo el lanzador y lo lanzado,

Uno se mueve también, siempre hacia, hacia.

 

Un minuto lo sostiene, quienes han venido para irse:

Los autodefinidos, a horcadas de la voluntad creada

Estallaron; las ciudades por las que viajaron  

No son hogar ni de pájaros ni de santidad,

Puesto que pájaros y santos no completan su propósito.

En el peor de los casos, uno está en movimiento; en el mejor,

Alcanzando absoluto alguno donde descansar,

Uno está siempre más cerca si no se queda quieto.

 

 

 

 

Elvis Presley

 

Dos minutos se alargan a través de la barra:

Extendido desde la esquinera, el suspiro

De él, en su alta y holgada finura

Y patillas largas, empuñando una guitarra.

 

Las limitaciones donde encontró la hazaña

Son terreno en donde, jadeando, él estira

A su vez, promiscuamente, en cada nota

Nuestra idiosincrasia y nuestra semejanza.

 

Mantenemos contacto con míseros diez centavos

Convirtiendo palabras trilladas en canciones trilladas

Él vuelve la revuelta en un estilo, prolonga

El impulso de la época en hábitos.

 

Si posa o es real, a ningún gato[1]

Le importa: la pose que sostiene es una postura,

Cuál, generación de la suerte

Guerrea, y puede ser una posición de combate.

 

 

 

 

Mis tristes capitanes

 

Uno a uno ellos aparecen en

la obscuridad: pocos amigos,

algunos con históricos

nombres. ¡Qué tarde comienzan a brillar!

pero antes de desvanecerse quedan

perfectamente encarnados, todo

 

el pasado cubriéndolos como un manto

de caos. Fueron hombres

quienes, pensé, vivieron solo para

renovar la fuerza derrochadora que

gastaron en cada caliente convulsión.

Me recuerdan a mí, distante ahora.

 

Cierto, todavía no están en reposo,

pero ahora que están realmente

separados, alejados de los fracasos,

se retiran a una orbita

y giran con desinteresada

y dura energía, como las estrellas. 

 

 

 

 

El hombre con sudores nocturnos

 

Despierto frío, yo, quien

Prospera a través de sueños calientes

Despierto siendo su residuo,

En sudor y aferrado a la sábana.

 

Mi carne era su propio escudo:

Donde se cortó, se curó.

 

Crecí mientras exploraba

El cuerpo en el que podía confiar

Mientras adoraba incluso

El riesgo que robusto hizo

 

Un mundo de maravillas en

Cada desafío a la piel.

 

No puedo sino arrepentirme

El escudo dado estaba roto,

Mi mente se redujo a premura,

Mi carne se redujo y naufragó.

 

Tengo que hacer la cama,

Pero en cambio me sorprendo

 

Parado y detenido donde estoy

Abrazando mi cuerpo

Como para protegerlo de

Los dolores que me atravesarán,

 

Como si las manos fuesen suficientes

Para detener esta avalancha.

 

 

 

 

El orgullo de mi madre

 

Ella dramatizo sobre sí

Sin pensar en los peligros.

Pero ‘Nunca prestes atención,’ dijo,

‘A la opinión de los extraños.’

 

Y cuando robé de un mostrador,

‘No deberías aceptar un regalo

De un comerciante.’ Pero creo que podría:

Tengo la codicia de un campesino.

 

Estaba orgullosa de su despiadado ingenio

Y de la orejas más pequeñas en Londres.

‘Sólo los niños engreídos son tímidos.’

Estoy hecho por ella y hecho pedazos.

 

 

 

 

[1] Cat o Gato es una denominación de los 50’s para los jóvenes que utilizaban chaquetas de cuero y peinados tupé.

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