Presentamos una muestra del nuevo libro de Mariluz Escribano (Granada, 1935) que se titula Geografía de la memoria. Ella es una poeta que empezó a escribir tardíamente y que durante demasiados años se integra en lo que se ha venido a llamar “literatura sumergida”; esto es, aquella que, a pesar de su evidente calidad ha estado al margen de los cauces oficiales del mercado literario. Hija de padre fusilado y madre represaliada, Escribano que ha ejercido como Catedrática de Didáctica de la Literatura en la Universidad de Granada, ha sido reivindicada como una de las voces claves de la poesía comprometida española de los últimos veinte años. Entre sus obras poéticas destacan Sonetos del alba, Desde un mar de silencio, Canciones de la tarde, Umbrales de otoño (galardonado con el XX Premio Andalucía de la Crítica) o El corazón de la gacela, aparte de su antología Azul melancolía (2016). La relevancia de su poesía ha propiciado que haya sido escogida como una de las 82 voces femeninas fundamentales de la poesía en español nacidas entre 1886 y 1960 en la antología realizada por las profesoras Ana Merino y Raquel Lanseros bajo el título de Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX (1886-1960). En el último decenio se le han concedido diversos galardones como La Medalla de Oro al Mérito de la Ciudad de Granada o la Bandera de Andalucía, entre otros. Recientemente se le ha concedido el Premio Elio Antonio de Nebrija de las Letras Andaluzas.
Geografía de la memoria es un viaje vital que transita los caminos de una memoria tan clara como dolorosa, que atraviesa montañas, cruza ríos con sus valles y se adentra en el mar de una infancia sin padre, en la añoranza del padre fusilado, para cambiar el destino de una niña de nueve meses. Este poemario se escribe desde el margen más capital de la poesía española. En él cabe el destierro de la autora con su madre en Castilla, su juventud granadina, su estancia en Estados Unidos como profesora en Ohio y su retorno definitivo a Granada, la ciudad que fue la oscuridad y algunas veces la dicha. Geografía de la memoria es una carta y por momentos también una conversación con y para generaciones venideras que han de heredar la tierra, las frustraciones y la búsqueda de la felicidad y de la supervivencia en el vivir cotidiano. Mariluz Escribano es una de las voces incuestionables de la poesía española, una voz transcendente, de mujer, silenciada durante décadas, revelada hoy como una de nuestras mayores poetas.
El bosque del Glenn Helen
En Yellow Spring, Ohio
Regresaré al Glenn Helen cuando el tiempo adivine
el frío inaplazable: es decir, cuando otoño.
Los senderos del bosque
tendrán la voz inquieta
de los cuentos de hadas.
Y pisaré despacio esas primeras hojas que descienden
de los ginkgo biloba y los castaños,
los fresnos, las acacias y los prunos:
esa vegetación afín a los bordados
de unas sábanas blancas de la abuela.
El ambiente es dorado,
con una luz cambiante
porque el verde se va de retirada,
y el agua se desliza y burbujea
por una piedra del color del cobre.
Arriba, un azul prusia
que convoca a la noche.
Oiré el cristal del canto de un pájaro
en la copa de una acacia dorada:
el rojo cardenal
cantará en las alturas.
Hablará con el viento
y con el carbonero;
el mirlo primavera
contestará en el fresno,
y el gorrión cantarín
se acostará en el pino.
Volveré al Glenn Helen
en Yellow Spring, Ohio,
bien llamada primavera amarilla,
para encontrar las huellas
de aquel tiempo encendido.
Sinfónica manera de habitar un bosque
donde una partitura se levanta
y nos deja en el alma
el himno de los pájaros.
Detrás de los visillos
Te escribiré en septiembre,
cuando los bosques incendiados
tengan la luz del cobre
y las hojas desciendan
en el aire calmado
hasta una hierba dulce.
Tengo en la mano un pájaro
y una rama de cedro,
y sé que el ruiseñor
se aventuró en su historia
de atravesar el mar.
Primero descansó en la fuente de mármol
del jardín en que habita la memoria.
Cuando levantó el vuelo y me dejó su canto,
me desnudé de una música bella,
y entonces recordé
que te debía una carta
en la que te contara
las pequeñas historias de mi vida,
esas que no recuerdas,
aquellas que perdieron el sabor de la tierra,
el aire de los álamos
en la pradera verde,
el olor de los frutos,
el sonido feroz de las tormentas.
Te escribiré una carta cuando llegue septiembre,
y pueda recordar el olor del mastranzo,
y el color de ese pájaro
que tuve entre mis manos,
antes de volar alto a la cumbre del cielo.
Cuando me vaya
Dejaré un silencio en el recuerdo,
sonidos de una voz que fue muy joven,
y un aroma de sándalo y cipreses
para que no me olvides.
Y ahora, cuando el sol desaparece,
y hay promesa de una noche clara,
las estrellas se esconden
y están muertas de tanta nívea luz.
Dejaré abierta la ventana.
Un gorrión divulgará mi huída,
y un frescor de mañana
anunciará mi marcha,
con trémula voz para llamarte.
Cuando me vaya
perderé las praderas,
los bosques encendidos de noviembre,
el verde del jardín en primavera,
la tenue luz de los planetas,
la sonrisa de un niño,
el calor de un amigo,
lágrimas de dolor por los caminos
que transité tan alta,
la caricia de un perro
que dio fuego a mis manos.
Cuando me vaya
habré perdido tantas cosas,
que creceré en trigal por no morirme.