Poesía mexicana: Silvia Tomasa Rivera

Leemos un par de poemas de Silvia Tomasa Rivera (El Higo, Veracruz, 1955). En 1991 recibió el Premio Nacional de Poesía Alfonso Reyes, en 1988 el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines y en 1997 el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer. Su libro más reciente es Lobo de ciudad grande.

 

 

 

 

 

La soledad es más que una palabra gastada
es el diario –salir a ver qué pasa,
empezarla temprano y acabar 
en cualquier tugurio, donde un desconocido 
te planta un par de nalgadas
y tú sonríes
porque no te queda de otra.
Me decía una vez Coral:
no vengas aquí “manita” te confunden
–ni modo que me vaya a tomar una cerveza
al burguer boy–
Prefiero esto a llegar al departamento revuelto
patear los poemas inconclusos
o colgarme del teléfono, para que tú, 
hijo de la gran puta
me contestes con monosílabos.

 

 

 

 

Esta es la noche de fiebre enloquecida
que le dio por llamarle,
por gritarle su nombre entre los árboles.
El eco de su grito 
le restriega la ausencia en los oídos,
y en su cuerpo retumban las palabras
traídas desde el sueño.

Un golpe de recuerdos
hincha sus venas de poderosa sangre
y ya no pude más:
es la pasión de amor que se desata.
Quién sabe cuántas lunas
arrastra en su memoria.
Cuánto sentir a ciegas.
Los olores, la percepción del tiempo transcurrido.
El camino e juncos que bajaban
como un fuerte de luz rumbo al estero.

No va a olvidarlo ahora,
ella lo siente,
como siente sus manos
bajo la falda alzada por el aire.

Sus manos, sí,
provocándole un vértigo en la huida,
otro vértigo más en el tropiezo.
Sus manos inmortales que la tocan
al borde del estero
en la cima del risco
en la mera inconsciencia de su sueño.

 

 

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