Poesía dominicana actual: Christian Encarnación

Presentamos seis poemas de Ausencia del vacío (Editora Nacional, 2021) de Christian Encarnación (República Dominicana, 1997). Poeta y fotógrafo autodidacta. Estudia la Licenciatura en Informática en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ha publicado sus poemas en las revistas Cuadernos del Hipogrifo (Italia), Revista El Humo (México), OUPOLI (Francia), La Libélula Vaga (Cuba), entre otras. Su obra ha sido parcialmente traducida al francés. Ha participado como invitado en distintos recitales y conversatorios de poesía tanto a nivel nacional como internacional. Publicó Ausencia del vacío, poemario con el que ganó el Premio de Poesía Joven Zacarías Espinal 2021.

 

 

 

 

 

 

DESTINOS SALVAJES

 

En el Ártico escapa la última presa
en un radio de 40 kilómetros.
La primavera no promete abundancia
cuando solo se conoce la vida fría
no se puede nadar entre las flores
y cuando las reservas de grasa se agotan
un oso polar muere de hambre.

En el Kalahari una caravana de gacelas
camina con una calma demoníaca
entre la muerte
junto a los elefantes
que yacen desplomados ante la sed
como gigantes que oran a la tierra.

En Tanzania
nunca se es muy joven para ir tras la presa
un cachorro chita a pocos meses de nacido lo sabe
al igual que los ñúes
saben correr desde el nacimiento.
Gaia imprime el miedo en sus pieles.

 

 

 

GEOGRAFÍA DEL DOLOR

 

Soy una isla
y mi dolor es el mar
que me separa de todo
y en él
—como la zarza—
ardo, mas no me consumo.

Este dolor parece venir
de una fuente inagotable
que solo cesa su flujo
para darme un respiro
como el gato que juega
con el ratón
antes de arrancarle la vida.

Recorre cada fibra
de mi sistema nervioso anquilosado
multiplicándose silencioso
como un enjambre de células malignas
(dolor inteligente porque sabe cuándo y dónde doler).

Mi dolor es un cuervo que despliega
sus enormes alas
y oculta el sol
cuando sobrevuela mi abismo
(y soy la sombra de mi dolor
porque es él
quien camina adelante).
Detrás de un dolor siempre hay otro dolor.
Sufro por ambos
el dolor actual y el venidero
(doble espejo donde se refleja mi ser).

Dolor de siglos
que envejece al revés
es un viejo sin bastón
(a mayores años más grande es su fuerza).

Dolor circular porque
siempre vuelve a su origen
y siendo grande cabe en lo pequeño
como el laberinto
en la concha del caracol
(dentro de él hay una cascada
que serpea desde Shanhaiguan hasta Jiayuguan).

Dolor congénito como el aneurisma
que me regaló mi padre

porque el dolor es un regalo de luz negra
(te hace recordar la oscuridad en el túnel).

Pobrecito del dolor
que se alimenta de mi alma
(es un niño somalí
que mama las tetas de su madre famélica)
y late en mí como la primera llama del mundo.

 

 

 

CONGREGACIÓN DE LOS CONDENADOS

 

Los santos lloran en trance
y se escucha el canto
de las hermanas muertas.

Tú no llores por mí
hazlo por los miles
de niños sin nacer
y estas guerras inútiles
de las que pretendo escapar
mientras Dios cae en polvo
como ceniza de invierno
y es frágil el respiro
del silencio
como un adorno de escombros
que renacen en la eternidad.

Hacemos culto a la crucifixión
mientras nuestras alas se queman
y yo sufro
—ciego de lágrimas—
la furia de los condenados.

 

 

 

EL COMPLEJO CASO DEL OLVIDO

 

No hay fórmulas para olvidar
no hay estudios que nos hagan
comprender el olvido.
Ningún libro contiene una receta
con los ingredientes necesarios
para hacer un brebaje
que nos libere de la memoria.

No existen rituales capaces de convocar
las fuerzas arcanas del olvido
y los golpes en la cabeza
no siempre funcionan
—me los he dado pensando
en lo que precisamente debo olvidar—.
No hay instructivos
ni capacitaciones
ni charlas que hagan perder
la memoria que intento destruir.

No hay un solo hospital
donde inyecten un cóctel de fármacos
que induzcan al deseado olvido.
Ni sueros ni operaciones
para que se desfigure del niño
la imagen del padre muerto.
Dos décadas he vivido en este mundo
pero siento que llevo cien años
queriendo olvidar y el olvido no llega.
Para olvidar se necesita mucha memoria
porque si no, uno se olvida de que debe olvidar.

 

 

 

 

¿MÍA?

 

No poseo ni el cuerpo
que habito
ni estos huesos
que te soportan
ni los labios
que te exploran
ni la piel
que me recorres.
Piel y grasa
no somos más que eso
—préstamos de la vida
que pertenecen a la muerte—.
Y, sin embargo, me pides
que te llame mía.

 

 

 

ENERO

 

No se le escribe a enero por el frío
no es motivo para que el invierno
tenga tantos poemas.

Se le escribe a enero
por la ausencia.
Poco le importa al cazador el frío
cuando lleva
la piel del oso puesta.

 

 

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