El poeta y narrador Federico Vite (Acapulco, 1974) comenta “Contracanto”, el más reciente poemario de Iván Cruz (D.F., 1980).
Contracanto, Iván Cruz.
Este poemario, de 84 páginas y manufactura impecable, es un tratado de las pasiones. Denoto en los versos de Cruz el canto de alguien que no ha visto su voluntad caer, sólo sus sueños. En este volumen aparecen, a manera de testimonios, diversos humanistas proclives a las causas nobles que sugiere la libertad. Se diría que habitan estas páginas héroes convocados, quienes dan cuenta del síndrome de Ulises: nostalgia. Hablo de la añoranza por volver a la patria, la casa. En tres apartados (Banderas muertas, Viejo mundo y Cenizas), Cruz fundamenta un canto general del anhelo americano. Nos da las herramientas para construir una visión panorámica de una estancia perdida —ya sea mujer, ciudad o batalla—. Cito al poeta: Ese día, en que caminaremos/ con nuestros corazones de cera bajo el sol, ya nos habremos encontrado para siempre. Van ellos, los José de San Martín, los Teresa de Mier, los José Martí, los Andrés Bello, los Simón Bolívar en busca de una esperanza para que este continente sea distinto a lo que es. El poeta nos recuerda con el siguiente verso El futuro empezó hoy, los ancestros son la monótona locura del mundo que la voluntad se fortifica cuando uno comprende la historia. No es casualidad que el primer poema se llame “Atalaya”, el autor nos anuncia la inmersión en la historia, la profundidad que tomará ese chapuzón llamado Contracanto. Cruz logra un muestrario de símbolos que diagnostican el daño, la ruptura irascible de los libertarios, de estos personajes que en Contracanto, a manera de salmón, repite: El amor es lo que mueve/ es el amor lo que me hará ser escuchado. En este volumen, los hombres gestados a golpe de pecho, los de ideas fundamentales, los que unieron sus voces para urdir el canto general de la historia se presentan como espectros que reconstruyen fragmentos de sus geografías femeninas, patrias y monumentos. Cito a Cruz:
Entonces pesaba demasiado el corazón
y tuvimos que echarlo a la basura,
porque el amor el amor sólo era una forma de estar a tu lado,
y ahora no puedo soportar tu cuerpo
colmado por mi tristeza.
Contracanto es el epitafio de los ideales, el reflejo de corazones fatalistas.
Cito a Cruz: Cuando termine el ritual del odio,/del amor en el mundo de los años,/sabrán que nada me fue más constante/ que desear una patria.
Contracanto celebra el anhelo olvidado de la patria Bolivariana; lo exprime para ver qué pasa.
Este poemario es la a melodía de la historia, la tonalidad grave de lo ido. Es un asunto de muchísimas personas, pero mejor aún, un diálogo con los héroes convocados de Iván Cruz.