Poesía mexicana: Mario Licón Cabrera

Leemos poesía mexicana. Leemos algunos textos de Mario Licón Cabrera. Además de poeta es traductor. Vive en Sidney desde 1992. Publicó Yuxtas (back & forth) con el apoyo del Australilan Council for the Arts. Licón Cabrera es un gran difusor de la poesía mexicana en el mundo anglófono.

 

 

 

 

Mario Licón Cabrera (Nuevo​​ Casas Grandes, Chihuahua, 1949). Poeta, traductor y editor, ha publicado cuatro poemarios, entre ellos,​​ Yuxtas (back & forth),​​ edición bilingüe, con el apoyo del Australilan Council for the Arts. Ha traducido a varios de los más renombrados poetas asutalianos al español, incluidos ​​ Dorotlhy Porter, Judith Beveridge, Robert Adamson, Ali Cabby-Eckerman, Peter Boyle, Sarah Holland-Bath, entre otros. Colabora regularmente con las revistas mexicanas DosFilos y Círculo de Poesúa, y con las revistas australianas Masccara Literary Review y The Lifted Brow. Es miembro del NSW Premier’s Literary Awards en la categoría de traducción. Obtuvo el premio de poesía en español Trilce (Australia) en 2015 y 2017. Sus publicaciones más recientes incluyen:​​ Poems of Mijail Lamas, Mario Bojórquez & Alí Calderón,​​ Vagabond Press, Sydney, 2017 poemas de Jorge Galán y Consuelo Arriagada ​​ en la antología​​ DESARRAIGO​​ (edición bilingüe) Nautilus, Zaragoza, España. 2022. Poemas de Lucia Cupertino en la antología​​ Resilience​​ editada por Mascara Literary Review, 2023. Su poesía ha sido parcialmente traducida al italiano e inglés. Reside en Sídney​​ desde 1992.

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

El hombre que se creía barco

 

1

 

Un barco dando de tumbos, atracando y zarpando

de bar en bar.

Un barco ebrio, zarandeado por mareas de whisky​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​​​ encallado​​ ​​ 

en las turbias losas de un psiquiátrico.

Un barco ebrio, eso era

“Plantagenet”.

Un barco tambaleándose a lo largo de fríos corredores,

entre oscuras muecas y sucias enfermeras,

en el encrespado mar de los remordimientos—

en el vacío.

 

 

 

 

2

 

Fluir

fluir entre gritos

estremecimientos y delirios

Fluir

fluir mirando a través de la ventana​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​​​ como la hierba crece

a orillas del East River, mientras

“…la vida, como el humo de las chimeneas, dice adiós…”

Fluir

entre sombras, sordas sombras y la esperanza

que se aleja en busca de la ballena blanca.

Fluir

avivando el alma

rasgando un piano​​ “,,,sweet & low…”

ante una audiencia que entre asombros se pregunta:
“!!!!Esto es un hospital… o una prisión???”

 

 

 

 

3

 

Desde afuera la lluvia remueve un sentimiento:

“!!!qué viento… qué tormenta irrumpirá… y​​ 

abofeteará el pellejo del​​ Dr. Caggart,​​ liberando así

a… Kalowsky…​​ a Gary… qué tormenta, qué rayo

quién mierdas lo hará???”

Plantagenet, acariciando la lluvia, piensa:

“en este mundo de indecencias e injusticias…

la salud mental no tiene sentido…”

 

 

 

 

4

 

La puerta se cierra, la calle te espera

tu naufragio continúa

por los callejones del puerto buscarás el fantasma​​ 

de Melville, pero

solo encontrarás el fantasma de Ruth​​ 

que emerge de la sombra

la sombra de tu libertad,

tu trastabillante sombra ya sin alas.

Estrellarás tu último trago de whisky​​ 

contra la manchada pared del mundo.

Estrellarás tu último barco… y así…​​ liberarás

 ​​ ​​ ​​ ​​​​ a la humanidad entera…

 

 

 

 

 

 

 

Guardo

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Para la Lola Casares

 

Guardo

el destello del sol

sobre la mesa y tus hombros

desnudos esa tarde en La Plaza Real

 

Guardo

el rumor de nuestros pasos

flotantes sobre las Ramblas y

sobre la niebla que borra los maderos y

vuelve invisible el perfíl

de las gaviotas y ​​ el vuelo

de tus manos

 

Guardo

el tinto de los vasos llenos

la cascada negra de tus cabellos

el eco de tu risa eco

del amor y de la pena eco del deseo

el brillo de tus ojos y el abrigo abierto

de tu compasión

 

Guardo

tu sorpresa al descubrir un rincón

en el Distrito de Gracia

la Plaza Raspail y su tiempo

de gitanos

 

Guardo

la textura de aquel dragón de mil colores

tu relato de la funámbula roja​​ 

y el sabor del polvo de oro

de esa tarde en el Parque Güell

 

Guardo

el azúcar de aquéllos caipiriñas al amanecer

la paz de aquella noche en tu templo

el​​ ­­cronometro cuenta-mantras

el libro con filos de cardo y ​​ aromas de jazmín

 

Y guardo

el bullicio y el silencio

la soledad y la muchedumbre

la estrechez y la amplitud

de tus calles y tus plazas

plazas y calles de Gil de Biedma y Goytisolo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Bay Bridge Blues

 

Cruzar el puente para llegar a la niebla

que envuelve las torres y vuelve

misteriosos los rostros.

 

Llegar a Market St. y entre juglares, turistas​​ 

y pinky-punks, escuchar​​ 

el monólogo circular de Jenny, colectando

quoras y daimes para completar la dosis.

 

Llegar al Vesubio, pedir un café irlandés,

encender un Camello y ver como la lluvia cae​​ 

sobre los títulos más recientees de City Lights.

Ver además como la tarde enciende​​ 

las enormes tetas de neón de Carol Doda.

 

Cruzar el puente para llegar a Golden Gate Park

y caminar

sobre huellas de ácidas cenizas y escuchar

el​​ flapéo​​ de raídos estandartes acompasando

el sueño del penúltimo bisonte.

 

Llegar al Casino Tropical​​ 

y entre timbales y trompetas danzar​​ 

con Irene en un rincón, danzar

bajo un cielo de lentejuelas y palmeras​​ 

de cartón y un mar de rón.

 

Llegar al Café Trieste y compartir la mesa​​ 

con alucinados y auto-exiliados. Buscar

en la pared el rostro de Dashiell Hammet, y

en su lugar encontrar el vivo cuerpo de Aloha,​​ 

que se ofrece como un efímero manjar.​​ 

 

Llegar al Keystone Corner, haciendo eses

y equis y entre un brandy a solas escuchar a​​ 

Flora Purím, cuando todavía existían​​ 

Dexter Gordon, Charles Mingus y Obed Gómez Almazán.

 

Cruzar el puente para llegar a los muelles​​ 

con el eco de los cantos de Kenneth Rexhort,

ecos de luz, amor y coraje abriéndose paso

entre el espeso rumor de la niebla

 ​​ ​​ ​​ ​​​​ de un futuro que fue.

 

 

 

 

 

 

 

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