Poesía mexicana: Luis Bugarini

Presentamos un poema inédito de Luis Bugarini (Ciudad de México, 1978). Se trata de la primera parte del poema extenso “Varianza”.  Bugarini escribe también crítica y narrativa. Publicará en breve su primer poemario, Hora líquida. Recientemente vio al luz su novela Estación Varsovia.  También es autor de Álgebra y Perros de París, novelas aún inéditas. Mantiene la columna “Asidero” en Nexos y “Sinapsis” en Círculo de poesía.

 

 

 

 

 

 

 

herrería de sonidos:

puertas a un destino

que nos promete la gloria

y nos ofrece un tapete a cambio

no me reconozco

en la voz que vende melones

sandías — mangos — jícamas

elotes de texturas insólitas

en la calle habita

el misterio y eco y la promesa

del inconforme que se

desanuda la corbata

para probarse más hombre

que el resto de los presentes

por suerte evito el enfrentamiento

y no me detengo

ante las palabras hirientes

de un edificio de espejos

en mí habitan mis lecturas

y también lo que olvidé

lo que no he leído

o no he querido leer por temor

a que no me satisfaga

estos zapatos son nuevos

y me obsequian una ampolla

que existe contra mi voluntad

en este cuerpo que imagine mío

pero sólo es un contenedor

que camina — ordena — sonríe

me detengo en las vitrinas

encuentro una mirada que me cruza

ojos femeninos de un pasado

remoto que no termina ni se fuga

ni se esconde ni amedrenta

el roce de la memoria

es un trueno en medio del valle

acontece y parte un árbol

en dos — tres — diez — mil

es saludable voltear a maravillarse

con las hileras de fisionomías

que podemos reconocer

en palabras circunstanciales

que no ignoramos

pero no son nuestras

es la calle — el grito — la sorna

es el emblema del cielo

que oscila como péndulo

y nos mira desde la lejanía

en la tierra todo es asombro

al igual que en el océano

el oleaje es una hipnosis

que lucha por adherirnos

a un ritmo auténtico

de caricias y cantos de sirena

ahí abajo late la muerte

y el enigma y el tesoro

y aquel cojo que nos mira

desde un balcón incierto

le escupe a la banqueta

pero el gargajo cae en una flor

se cimbra el tallo

los pétalos y las hojas

la saliva densa se escurre

para buscar un refugio

en la tierra de una maceta

seca por ignorancia y desdén

de quienes la observan

morir en la cultura abundante

que lo desecha todo a la

menor provocación de cualquiera

no hay un lente tan preciso

que nos permita

leer el porqué de las arrugas

en un semblante imaginario

la floresta es una promesa

que se dibuja idéntica

cuando dios tose y los ángeles

se agitan asombrados

entre pasmos y falsas caravanas

es una pluma incandescente

que perfila un acomodo

y lo esparce minutos después

el cristal es espejo es hechizo

es reflejo es ilusión es temblor

todo es lo que imaginamos que es

y aquello que se resiste a serlo

es un engarce de abanicos

en una noche de opereta

claustro de brazos nocturnos

tumba de besos y rubor

armisticio de tarjetas de oficina

para repartir cuando nadie

se da cuenta de que el agua

es de sabor y además transparente

por el gusto de saberse responsable

teclas para inaugurar el paraíso

del papel que tiene un verso

incapaz de morir aunque no forme

parte de un libro empastado

esa camisa tiene dos mangas

porque se rehúsa al cambio

a los favores de la experiencia

a las comisuras que nos revelan

a los eructos después de comer

los números nos expresan

cuando cae el telón y todos preguntan

si la obra ya terminó

o es otra pausa del director

alcanzas a ver el rostro

apenas iluminado de los actores

que se reúnen para recibir aplausos

cuando deberían ser apaleados

por una turba enfurecida

ya que varios olvidaron una línea

y dijeron lo primero que les

vino a la mente para evitar

que el público se enterase

para seguir con la farsa de profesión

que es actuar en un foro atestado

recuerdo aquellos días cuando

me corto las uñas y luego las junto

para dispersarlas a mi gusto

y no darle esta ocasión a otro

que no las conoce y las desprecia

en su ignorancia irreparable

somos ellas lo mismo que

los ojos o los oídos o las manos

a lo lejos hay un volcán molesto

bufa su carácter monumental

amenaza a lo lejos y no

cesa de enviar señales a diestra

y siniestra en la noche tibia

de la vivencia que desconoce el miedo

tejo la escritura en un solo pie

nada me arredra ni me contiene

hay sopa de fideos en casa

¿qué puede temer un hombre?

me reconozco niño en los adolescentes

que veo cruzar la calle y viejo

en las mujeres que tiran la colilla

del cigarro en las coladeras

y cisternas y fregaderos y comales

ya no me asustan los escaparates

aunque reflejen mi estado de ánimo

en la violencia del café que se

termina y nos obliga a pedir otro igual

aunque no se le parece

instinto matinal que nos orilla

a las prevenciones de rigor que

nos hacen sudar y nos inmovilizan

en una silla que no es nuestra

y que no lo será porque traemos

caramelos en lugar de billetes

música que abre puertas y ventanas

la noche anterior tuve una visión

sobre el posible destino de mis manos

que se alargaban como si fueran

de plastilina y tocaban las nubes

una mujer me hace una seña

me acerco para saludarla

pero es un talante marchito

agotado por el correr de los años

y la que parecía una sonrisa

se transforma en una expresión

grotesca que me impide dormir

durante cuatro días seguidos

en los que leí a Dante y a Dumas

a Virgilio — a Chaucer — a Sade

y a todos los demás que me dieron

la opción de asomarme al otro lado

de lo que existe o imaginamos

en los días de lluvia y en los que

todo se colorea de amarillo

por falta de agua en la espesura

en el flujo de palabras nos

reconocemos como un andar

propicio a la secuencia de los

calendarios y la celebración

infinita de colores que estallan

en un firmamento de siluetas

que danzan al fondo de la cueva

durante las noches de insomnio

se escribe con precisión

instantánea que arroja bolas

de nieve en un paisaje desértico

las imágenes del cine se cruzan

para terminar indistinguibles

en un licuado onírico que compele

al salto al vacío que no admite

cortapisas ni mayores prevenciones

aquello que exploramos es apenas

el inicio de un barullo remoto de

figuras que se alinean a la manera

de un eclipse irreductible a la

imagen que genera un espejo

cualquiera con un fondo de luces

aquella mujer se mordió un labio

por masticar con premura

es lo normal — agónico — superficial

dentro de la caja sólo hay

otra más que contiene el misterio

del universo que nos aprisiona

cuerpos sin forma y sin música

lejos del magnetismo que habita

a la mayor parte de los seres

porque no hay nada que no sea

medible — patente — infinito

la inteligencia es un instinto

que se sitúa en el centro de la

marginalidad agónica y presurosa

candelero de palabras que ya

no significan ni los signos que la

forman — es el desgaste superlativo

la explosión continuada

que nos orilla al pensamiento

inválido de fortunas incapaces

de llegar a su punto final porque

su sola idea las reproduce en un

mundo en que hace falta más

comprensión y decoro con los demás

pero la música no termina

con un gesto que la desapruebe

hace falta coraje — tesón — arbitrio

no es posible huir del abrazo

que nos acerca a la fragancia de la

muerte que nos acecha un paso atrás

y lucha por asirnos lo antes posible

nadie sabe qué gana pero no

renuncia a su función persecutora

acaso no tiene nada más que hacer

y se esmera en buscar la perfección

desde una escalera se observan mejor

el cielo y las figuras que contiene

no sólo las nubes dibujan esquemas

ahora tengo la misión de escribir

porque intuyo que el tiempo no me

dará una tregua ni lo hará con ustedes

así que todos vamos directo a la

ruina y a la sepultura y a la decrepitud

por eso salgo a caminar para hallarme

frente al misterio del mundo

que es parcial e inocuo y clarividente

estamos bajo arresto aunque

podamos disfrutar del aire libre

y de una familia que se expande

o contrae según los giros de la suerte

en esta mesa abundan los cables

porque se han vuelto una seña

de identidad para las nuevas

generaciones de personas que llegan

al mundo con expectativas de

hallar una fisura para filtrarse

por los resquicios que nadie observa

y acaso a nadie interesan

cualquier río funciona para

orientarnos y una avenida no es

la excepción y tampoco la regla

escritura de fotocopia

caracteres sin perfección

hay un latido en esa calle

que nos contiene a todos

en sus banquetas — bordes

andamios — cristales — farolas

la cúspide es subterránea

y ahí nos encontramos con el

rostro amagado por la angustia

esta vida ofrece y retira

abre la mano pero la cierra en el

acto de vislumbrar el contenido

este canto es colectivo

y aspira a la indiferencia

que será temporal y auténtica

mi confianza está en el número

doce y el quince y el veintinueve

que me han salvado antes

y espero que lo hagan pronto

las hojas blancas ya no son

ni un refugio ni un consuelo

sino la ocasión ideal para voltear

al pasado y buscar señas

familiares — discretas — febriles

pero el caramelo no se sabe dulce

y se ignora como tal porque

los ojos no funcionan cuando

intentas una observación a fondo

el perfil cambia de forma

se derrite y obliga a girar la vista

en la inminencia del tedio

porque no hay una palabra

capaz de refundarnos si es que

evitamos el enfrentamiento

con la prisa — el hedor — la porfía

incandescencia de signos

en una página que se oculta

árbitro del segmento que es

totalidad a pesar de sí mismo

el calor obliga a la liviandad

y en este puerto no hay quien

zarpe sin una idea de la noche

es lo menos y una aguja

 

 

 

 

 

 

 

 

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